jueves, 28 de abril de 2011

Vendemos nuestra libertad

La semana pasada estuve en la reunión regional de la Mont Pelerin Society en Buenos Aires. Fundada en 1947 por 36 académicos convocados por Friedrich von Hayek, esta sociedad tiene el propósito de discutir el futuro del liberalismo. El tema de la reunión era “El reto populista a la libertad en América Latina”. Un estudio presentado ahí explica mucho de lo que está pasando en nuestro país y en la región. Por ejemplo, ¿por qué, durante 2003-2009, Argentina y Venezuela han crecido a tasas saludables (promedio de 7,4% y 5,7%, respectivamente) si supuestamente tienen políticas públicas desastrosas? ¿Por qué han venido creciendo igual o más que Chile y Uruguay (4% y 5,14%, respectivamente) si estos supuestamente tienen las políticas públicas deseables?


Manuel Hinds, ex Ministro de Finanzas de El Salvador, explicó2 que el crecimiento saludable de América Latina durante los últimos años se debe, en gran medida, a la bonanza de los productos primarios o commodities. Hinds señala que esto ha sucedido a lo largo de la historia de Latinoamérica. Durante la Revolución Industrial vendió productos primarios a los países europeos que se estaban industrializando. Hoy está vendiendo productos primarios a los países que se están integrando al nuevo mundo globalizado, China e India.

Uno podría concluir, de los datos del primer párrafo, que las políticas populistas también pueden rendir buenos resultados o que en realidad no importan las políticas públicas que uno tenga siempre y cuando haya buenas condiciones externas. El problema con esto es que luego empezamos a creer que la “buena suerte” durará indefinidamente.

Pero la historia reciente de Latinoamérica muestra que el colapso económico llega, tarde o temprano. Hinds compara el periodo de la bonanza actual con aquel de los setentas y advierte que la región podría experimentar en el futuro un estancamiento, como el de la década perdida de los ochentas. Él explica que la bonanza de los commodities, tanto en los setentas como en los 2000, se debe en gran medida a la política monetaria expansiva de la Reserva Federal (Fed) de EE.UU. En cambio, la caída de los precios de los commodities durante los ochentas, se debió a una política monetaria restrictiva de la Fed.

Son dos las conclusiones de tremenda relevancia para el futuro de Latinoamérica. Primero, que bajo los dos escenarios posibles (la economía estadounidense no se recupera decisivamente o si se recupera decisivamente) se espera que la Fed suba las tasas de interés, el precio de los productos primarios colapse y los capitales invertidos a corto plazo en América Latina regresen a EE.UU. “generando grandes salidas de capital en la región, devaluaciones, crisis, etc.”


Segundo, que los latinoamericanos parecemos “vender nuestra libertad” a cambio de comodidad material. Parecemos sacrificar nuestra libertad (económica y política), respaldando líderes populistas con escaso respeto a los límites a su mandato, cuando los precios de los commodities están altos. Luego cuando llega el colapso, y los ajustes se vuelven inevitables, parecemos recuperar un aprecio por la libertad. He ahí la verdadera crisis: la de principios. En nuestra región no prevalece una adhesión incondicional a la libertad y a los derechos individuales, y ese sería el mejor antídoto al populismo y al autoritarismo y la mejor receta para la prosperidad a largo plazo.


por Gabriela Calderón de Burgos, editora de ElCato.org, investigadora del Cato Institute y columnista de El Universo (Ecuador).
Este artículo fue publicado originalmente en El Universo (Ecuador) el 27 de abril de 2011.


Referencias:
1. The World Development Indicators. Crecimiento anual del PIB entre 1970 y 2009. Promedios calculados por autora.
2. Hinds, Manuel. “Sysyphus Damnation: Development and the Idea of Freedom in Latin America”. 19 de abril de 2011. Estudio presentado en la reunión regional de la Mont Pelerin Society en Buenos Aires (17-20 de abril de 2011). Todos los datos de aquí en adelante se basan en esta fuente.


martes, 26 de abril de 2011

Argentina: Kirchner copia el modelo de Perón

La presidenta argentina Cristina Kirchner aún no ha anunciado su candidatura a las elecciones presidenciales de octubre, pero su gobierno y su partido —la rama kirchnerista del peronismo— ya están en plena campaña.

En las últimas semanas, la presidenta dio otro enérgico paso hacia la consolidación de su poder económico al intentar obligar a empresas que cotizan en bolsa a darle al gobierno asientos en sus directorios. Además, el Estado abrió la billetera a pesar de los alarmantes datos sobre la inflación. La prensa sigue estando, como desde hace un tiempo, bajo la presión del gobierno y de sus aliados sindicales organizados para autocensurarse.

Se trata, entonces, de otro momento de preocupación para esta otrora próspera república. De algún modo, la sociedad civil y parte de las instituciones gubernamentales cruciales para la democracia han sobrevivido a ocho años de demagogia de los Kirchner y su progresivo autoritarismo. Pero pocos observadores aquí confían en que el vapuleado pluralismo político del país, que ahora pende de un hilo, pueda soportar otros cuatro años de kirchnerismo.

Una escuela de pensamiento sostiene que puesto que los Kirchner (la presidenta y su fallecido esposo, Néstor, quien fue presidente antes que ella) han convertido a Argentina en una bomba de tiempo económica, ella debería seguir al frente durante los próximos cuatro años. Sus políticas generan una tasa anual de inflación que los economistas privados estiman en alrededor de entre 25% y 30%. El sesgo antiempresarial del gobierno y la inseguridad judicial han dañado los flujos de inversión, y la escasez de energía está en aumento. Cuando todo esto estalle, si hay justicia, la culpa de los problemas debería caer sobre la presidenta.

Sin embargo, darle otro mandato a Kirchner conlleva grandes peligros. Considerando su codicia por el poder, es probable que continúe copiando a su mentor venezolano Hugo Chávez, quien durante 12 años ha demolido con gran constancia los mecanismos económicos, políticos y legales que habitualmente funcionan como los pesos y contrapesos del poder ejecutivo. Para 2015, Kirchner podría tener al país prisionero.

Considere el más reciente asalto a la libre empresa, que comenzó en 2008, cuando anunció la confiscación y nacionalización de cuentas de pensiones privadas. Esto convirtió al gobierno en accionista de 42 empresas que cotizan en bolsa en las que habían invertido los administradores de pensiones. El 14 de abril de este año, Kirchner emitió un decreto que le daba al gobierno mayor poder para nombrar a los miembros de la junta directiva en estas empresas.

La siderúrgica Siderar, donde el gobierno ahora posee un 26%, se está resistiendo. Durante una reciente reunión de accionistas la junta directiva anunció un dividendo y rechazó el pedido de un cupo en el directorio por parte del gobierno. El regulador de valores, una entidad estatal, anuló la reunión. Siderar acudió a los tribunales para desafiar la decisión del regulador y el gobierno presentó una contra demanda.

Aquí no hay ningún misterio. Kirchner sigue las teorías económicas no sólo de Chávez sino también de Juan Perón, el fascista argentino del siglo XX que le dio su nombre al partido. La presidenta quiere que el control estatal sobre la industria apuntale su poder.

Eso encajaría bien con su dominio de lo que en su momento fue un banco central independiente. Desde el año pasado, la entidad ha transferido más de US$16.000 millones a las arcas presidenciales a cambio de bonos gubernamentales. Sin embargo, el gobierno generó de todos modos un déficit fiscal de US$1.300 millones en marzo, lo que implica que sin importar cuánto dinero cae en sus manos, nunca es suficiente.

Es más, a fines de febrero la oferta de dinero argentina registró un alza de 28,6% frente a igual mes del año anterior. Y en los últimos meses analistas independientes que publican cifras de inflación que no concuerdan con la estimación oficial (que bordea el 10%) han sido multados.

Este cuadro de inflación, represión y control estatal de la economía es muy familiar para los estudiosos del pasado de Argentina. Y es el motivo por el que la oposición, a pesar de sus numerosas diferencias, está volcada a un esfuerzo por unirse. La reelección de Kirchner, si decide presentarse, es probable pero no está en ningún caso garantizada si hay sólo un candidato opositor.

Sin embargo, cualquier acuerdo de ese tipo aún parece muy lejano. Las esperanzas de una alianza entre los peronistas federales (que se oponen a los peronistas kirchneristas) y el alcalde de centro-derecha de Buenos Aires, Mauricio Macri, se desvanecieron la semana pasada luego de que una primaria de los peronistas federales tuviera una convocatoria muy baja y fuera empañada por acusaciones de fraude.

Ahora crece la especulación de que Macri podría, en cambio, optar por un segundo mandato como alcalde este año y conservar sus posibilidades para las elecciones presidenciales de 2015. Eso dejaría a Ricardo Alfonsín, del Partido Radical de centro-izquierda, e hijo de un ex presidente, como el contendiente más probable de Kirchner.

La mayoría de la centro-derecha tendría que hacer un gran esfuerzo para votar por Alfonsín. Sin embargo si se posiciona levemente a la derecha, y consigue el respaldo de Francisco de Narváez, un popular representante del peronismo federal, obligaría a Kirchner a ir a una segunda vuelta. En ese caso, sus probabilidades de seguir al mando del país serían mucho más bajas. Para muchos argentinos eso sería un compromiso que bien valdría la pena.

por Mary Anastasia O'Grady, editora de la columna de las Américas del Wall Street Journal.
Este artículo fue publicado originalmente en The Wall Street Journal (EE.UU.) el 25 de abril de 2011.

sábado, 9 de abril de 2011

Solo el libre mercado puede salvar el país

Mientras los esfuerzos del Gobierno en su lucha contra el desempleo solo ha servido para eliminar 42.000 puestos de trabajo el mes pasado (1.400 de nuevos desempleados al día, fines de semana incluidos) la multinacional de comida McDonald's anunció que contrataría 50.000 personas en un solo día aumentando su plantilla en un 7%.



¿De qué han servido los estímulos monetarios, los planes E de turno, rescates bancarios, los Planes Renove y esos inventos infantiles del Gobierno y organismos supranacionales? Para muchos, la intervención del Estado es como la lotería. La mayoría de las personas juegan sabiendo que no les tocará pero consideran que el coste (precio del boleto) es insignificante con la recompensa del beneficio (el premio principal). En el mundo de la intervención, el ciudadano sigue la misma lógica: se deja llevar por la propaganda del hedonismo y soluciones fáciles para reclamar más intervención, porque consideran que es gratis y que, si les toca "la ayuda", el beneficio es enorme: pisos gratis, subvenciones, becas... La vida real nos enseña que dar algo que la sociedad valora por nada crea serios desajustes. Si una cosa es gratis, es que no vale nada.


La regulación e intervención son un fraude al esconder el coste social y económico de los bienes y servicios. Se traduce en altos impuestos, deuda del Estado (más impuestos en el futuro), una sociedad hedonista y la limitación de las opciones y el progreso humano. En muchas ocasiones, además, el soporte a la intervención estatal se debe al egotismo y envidia socialista. Es el caso de la limitación a los altos sueldos. Si alguien gana dinero legalmente y sin necesidad de recurrir a ayudas públicas, ¿por qué limitarlo? Porque el socialismo odia la meritocracia, el esfuerzo personal y la superación individual. Todo el que se niega a ser un borrego conformista es enemigo del socialismo.


Después, aquellos que piden más intervención se sorprenden de que las ayudas las reciban los bancos, los inmóviles sindicatos, la patronal y organizaciones de las que nadie ha oído hablar. El Estado no crea riqueza, distribuye las rentas según sus intereses creando pérdidas netas totales. Eso es el Estado del Bienestar.

La conclusión es evidente para cualquier ser racional. Si los bancos centrales han creado la crisis con su sobreoferta de dinero en el mercado y los Gobiernos la han perpetuado con sus ayudas y compra de votos e intereses, es que tienen un poder demasiado relevante en la sociedad.


Mire a McDonald's. Crea trabajo sin necesidad de cobrar impuestos. Crea riqueza con el consentimiento del consumidor y la sociedad. Las empresas dependen de nosotros, no como los políticos ni las grandes compañías que están blindadas por las actuales leyes corporativistas y proteccionistas. Bajemos del pedestal a las grandes empresas blindadas como la banca, sector del automóvil, sanidad, educación, comunicaciones o energía. Libre competencia para todas. Que se peleen y se maten en el mercado para conseguir nuestro plebiscito sin una sola ayuda del Estado. Pasaremos de una economía estática dictada por los intereses del Gobierno a una dinámica gestionada por el ciudadano. Menos impuestos y regulación significan más empleo, mayor productividad, mayor capitalización del trabajador y por lo tanto, mayores sueldos.


Da igual el nombre del inútil que vaya a gobernar el año que viene, pero que tenga claro que mientras la economía no sea libre, este país, con todos nosotros, estará destinado a la pobreza y miseria perpetua.
Jorge Valín - Libertad Digital