viernes, 21 de diciembre de 2012

Reflexiones praxeológicas II: Krugman y las falacias keynesianas

Hace una semana, el premio Nobel a la estupidez, Paul Krugman, publicó en su blog la siguiente nota: Spending and Growth (Gasto y Crecimiento). En dicha nota, muestra una gráfica sobre el crecimiento de la actividad japonesa de los últimos meses, obviamente asociado al desastre causado por el maremoto y los gastos en reconstrucción. De esta manera, y comparando con la situación de países como Italia, pretende demostrar que gastar es bueno para la economía, mientras que el ahorro y las políticas de austeridad son malas. Al final, alegremente dice que en todo esto hay una buena lección de macroeconomía.

El razonamiento, es obviamente falaz, porque asume que el crecimiento de la actividad es de por sí una señal de bonanza económica, ya que se está creando riqueza. Lo que no contempla la visión keynesiana, fielmente sostenida por Krugman, es la destrucción previa de riqueza que condujo a esa situación, de manera que hoy los japoneses no están mejor que antes porque están más activos, sino que es al revés: antes estaban mejor porque tenían más. El aumento súbito de la actividad económica en términos del PBI no es más que un reflejo de las intenciones de los japoneses de volver a ese mejor estado, recuperando lo perdido.

Los seres humanos no producen porque estén mejor produciendo que no haciéndolo. La producción no es un fin, es un medio, y los seres humanos producen porque producir es un MEDIO para satisfacer la demanda de bienes y servicios. Si producir fuera un fin en sí mismo, no necesitarían destrucción de riqueza para producir, ni demanda que la incentive. Lo harían de forma totalmente espontánea, sin ningún otro fin que hacerlo. El hecho de que el propio Krugman admita que la producción se haya disparado como consecuencia de una destrucción previa de riqueza, demuestra el absurdo bajo la propia interpretación keynesiana.

Y esta es la gran confusión de Keynes, y la de un pobre premio Nobel como Krugman, que sigue sosteniendo una teoría absurda. Podemos seguir dando ejemplos que ponen en evidencia la falacia: cada vez que un país acaba de salir de una gran crisis, también los índices de crecimiento se disparan. Debemos decir entonces que las crisis son buenas, contradiciendo al mismo tiempo las propias afirmaciones keynesianas?

Por otro lado, ¿por qué entonces no destruir completamente un país y mandar a todos a la edad de piedra, así tienen que empezar todo de nuevo? Seguramente Krugman dirá que eso es bueno para la economía porque ahora la sociedad va a tener que trabajar muchísimo para recuperar todo lo perdido, y como consecuencia los índices de crecimiento de actividad se dispararán a cifras récord de 20% anual! Krugman festejará esto como una gran confirmación de su teoría, pero ignora, a sabiendas o no, que como consecuencia la sociedad no está mucho mejor sino al contrario, mucho peor, y que el enorme aumento de la actividad no es un indicativo de que están mucho mejor, sino exactamente lo contrario: que están mucho peor y no tiene más remedio que trabajar 20 horas al día durante 50 años para recuperar todo lo perdido.

Si analizamos la situación desde el punto de vista de la austeridad, tan vilipendiada por Krugman que, bajo las mismas falacias, afirma ser la causa de que Europa no se recupere, el absurdo se hace de nuevo evidente si lo razonamos un poco. Veámoslo con un ejemplo. Suponga usted que un buen día hace unos años, decidió hacerse el loco y empezar a gastar y gastar más de lo que cobraba, hasta liquidar sus ahorros. Luego, cuando se quedó sin ahorros, empezó a endeudarse con el propósito de seguir sosteniendo el mismo ritmo de gastos. Y a partir de cierto momento, cuando le tocó empezar a pagar sus deudas, empezó a endeudarse aún más para pagarlas. Un mínimo de sentido común nos indica que eso no se sostiene en el tiempo y tarde o temprano va a sufrir su propio colapso económico, que ya no vamos a poder seguir endeudarnos más, y que vamos a tener que limitar severamente el consumo para recuperarnos y pagar nuestras deudas.

Pero resulta que luego de 2 años de su "política de austeridad", aún no se ha recuperado porque las deudas que asumió fueron tan elevadas, que aún las sigue pagando y no tiene más opción que seguir limitando severamente su consumo por un tiempo más, hasta que las deudas se liquiden y pueda comenzar un nivel de consumo mayor, pero más razonable, sin caer de nuevo en la misma situación. No se necesita pensar mucho para entender que el camino de la recuperación es seguir insistiendo en su austeridad hasta recuperarse, que empezar a gastar más lo va a llevar de nuevo a la situación de crisis total, y que de hecho usted ya se está recuperando a medida que su deuda se sigue liquidando. Simplemente, usted no alcanzó aún a liquidarla de forma total para comenzar a consumir más. Sin embargo, si usted le pidiera consejo a Krugman, éste le respondería exactamente lo contrario: que usted no se está recuperando, y que no lo ha hecho porque está siendo demasiado austero, y necesita gastar más.

Es evidente lo que pasa aquí: Krugman confunde nuevamente medios con fines, invierte la relación causa efecto, y no advierte que poder gastar más es una consecuencia de la mejor situación económica, y no a la inversa. El simplismo de Krugman lo lleva a razonar que si la economía está mejor puede gastar más, entonces el gastar más es el medio para que la economía esté mejor.

Y eso es un premio Nobel.

Por Wolvh Lórien
en http://uruguayeconomico.blogspot.com.ar/2012/05/krugman-y-las-falacias-keynesianas.html


miércoles, 19 de diciembre de 2012

Reflexiones praxeológicas I: Los efectos de la redistribución sobre el mercado

Imaginemos el siguiente escenario: un vendedor de electrodomésticos, y un potencial comprador, que quiere comprar un televisor que cuesta 500$, pero sólo tiene 200$ en la mano. Si ahora el vendedor le da 300$ al comprador para que éste pueda comprar el televisor, y la compra finalmente se concreta, nadie podría decir que el vendedor salió ganando porque vendió un televisor que antes no podría haber vendido. Pues es claro que lo que acaba de suceder en realidad es que el vendedor obtuvo tan sólo 200$ a cambio del televisor, en lugar de 500$. El cliente salió ampliamente favorecido en perjuicio del vendedor.

Un ejemplo apenas más complejo: un vendedor de verduras que ofrece el kilo de tomates a 50$, y un comprador, que quiere llevarse 2 kilos, pero sólo tiene 50$. Si el vendedor le da 50$ al comprador para que éste se lleve 2 kilos en lugar de uno, y la compra se concreta, el resultado final es claramente que el vendedor ciertamente vendió el doble, pero a cambio no obtuvo el doble, sino lo mismo que si hubiera vendido sólamente un kilo. Es decir, regaló el otro kilo de tomates.

Siguiente paso: una economía cerrada de X empresas en diferentes áreas económicas, e Y trabajadores trabajando en ellas. Las empresas, por la razón que sea, aumentan los salarios a todos los trabajadores. Supongamos para simplificar que todos los salarios aumentaron 200$. Ahora, todos los trabajadores van a poder comprar 200$ más a las empresas, que por tanto van a vender más. Pero es claro que a cambio de lo que venden, van a obtener menos. Si, a los efectos gráficos, suponemos que los gastos adicionales de los trabajadores se reparten de forma homogénea sobre las diversas empresas, cada nueva empresa va a vender mercadería extra por un valor de 200$, pero no obtuvo realmente esos 200$. El fabricante de televisores vendió más televisores, pero no obtuvo un sólo peso más, es decir, en realidad regaló parte de su producción. Lo mismo el productor de tomates, el propietario de la fábrica textil, o el propietario del hotel.

Si introducimos el hecho de que los empresarios también son consumidores, podemos razonar sobre dos nuevas vías de caso extremo: asumir que van a consumir 200$ menos mensualmente, o asumir que tienen suficiente dinero como para sostener el ritmo de consumo que llevaban. En el primer caso, el consumo total de la economía (el de los empresarios más el de los trabajadores) es la misma que antes del aumento. En el segundo caso, ciertamente en total se consume más, pero a costa de los ahorros de un grupo. En la realidad sería algo intermedio entre los dos extremos. Pero sea como sea, nada cambia el hecho de que los empresarios no se ven beneficiados por el mayor consumo, sino al contrario, se ven perjudicados exactamente en la misma medida.

Si agregamos el hecho de que los trabajadores también eventualmente ahorran y no gastan todo lo que ganan, y suponemos el caso extremo en que ahorran los 200$ extra que reciben, los empresarios ya no pierden la mercadería por valor de 200$ mensuales. Pero de todas formas ahora perciben 200$ menos mensualmente. Es decir, sea como sea, salieron perdiendo. O pierden mercadería por 200$, o pierden los 200$, o pierden X pesos más mercadería por 200$ - X. En total, siempre terminan perdiendo 200$ en términos contables, sin importar si se consume más o no, como resultado de los mayores salarios establecidos de este modo1.

Exactamente lo mismo sucedería en caso de una economía abierta, donde los trabajadores pudieran comprarle a empresas de afuera del círculo. Si parte o el total del salario extra destinado a consumo se vuelca hacia el producto de otros empresarios y no hacia los del círculo, lo que éstos recuperen en dinero, lo pierden en mercadería. Al final siempre va a haber una pérdida de 200$ que corresponde a la pérdida inicial, y eso no se recupera como consecuencia del mayor consumo de los trabajadores.

No importa cómo los trabajadores utilicen el salario adicional, a quién le compren, a quien no, en qué cantidad, cuánto ahorren. Se mire como se mire, por más compleja que sea la red, cada peso más que el empresario le pague al trabajador, es un peso que el empresario pierde.

Así de evidente que al lector pueda resultarle todo esto ahora que siguió el razonamiento, lo cierto es que muchas ideas económicas de carácter redistribucionista se fundamentan en la falacia que acabamos de exponer: que a los empresarios les conviene pagar más a sus trabajadores porque así ellos salen ganando con más ventas, y con ello se favorece a toda la economía. Esta falacia comete el error de creer que más consumo es más ganancia, lo cual es también el mismo defecto detrás de las teorías keynesianas y derivadas2. Y el centro de esta falacia en particular es asumir que toda mercadería que sale del stock de una empresa es una ganancia, cuando en realidad es una pérdida. La ganancia no es la mercadería que sale, sino la diferencia entre el costo de la mercadería que sale, y el dinero que entra como consecuencia de su venta. Pero es claro que si sale más mercadería pero no entra más dinero en contrapartida, se está generando una pérdida.

La situación se vuelve algo más compleja de resolver si agregamos factores tales como que el empresario, al mismo tiempo que aumenta los salarios, también aumenta sus precios. En un próximo capítulo de esta serie, demostraremos que tales acciones sólo son posibles si agregamos un nuevo factor... la emisión monetaria. De esta forma derribaremos también otras falacias muy de moda en los países con gobiernos populistas.
Por Wolvh Lórien
en http://uruguayeconomico.blogspot.com.ar/2012/05/krugman-y-las-falacias-keynesianas.html

Notas
[1] Veremos más adelante que la única manera de que los salarios crezcan al mismo tiempo que la economía, es mediante los procesos de mercado.
[2] La falacia de la ventana rota, que expondremos en alguna otra entrega, y que está emparentada con la que expusimos aquí.

viernes, 14 de diciembre de 2012

Ranking mundial de independencia judicial y libertad económica 2011

Un tanto en sintonía con el índice de frenos y contrapesos de agustín mackinlay, basado en la independencia judicial, libertad de prensa y conectividad, elaboré un índice que promedia independencia judicial con libertad económica.
La percepción de independencia judicial proviene de las encuestas del
Economic Freedom of the World Anual Report version 2009. El índice de libertad económica proviene del ranking del Heritage Foundation 2010.

1. New Zealand: 8.8 (Ind. jud.: 9.4, Lib. econ: 8.21)
2. Australia: 8.67 (Ind. jud.: 9.1, Lib. econ: 8.26)
3. Hong Kong: 8.67 (Ind. jud.: 8.4, Lib. econ: 8.97)
4. Switzerland: 8.65 (Ind. jud.: 9.2, Lib. econ: 8.11)
5. Denmark: 8.5 (Ind. jud.: 9.2, Lib. econ: 7.79)
6. Ireland: 8.42 (Ind. jud.: 8.7, Lib. econ: 8.13)
7. Canada: 8.41 (Ind. jud.: 8.8, Lib. econ: 8.04)
8. Singapore: 8.4 (Ind. jud.: 8.2, Lib. econ: 8.61)
9. Finland: 8.38 (Ind. jud.: 9.4, Lib. econ: 7.38)
10. Netherlands: 8.34 (Ind. jud.: 9.2, Lib. econ: 7.5)

11. Sweden: 8.28 (Ind. jud.: 9.3, Lib. econ: 7.24)
12. Germany: 8.17 (Ind. jud.: 9.2, Lib. econ: 7.11)
13. Austria: 7.84 (Ind. jud.: 8.5, Lib. econ: 7.16)
14. Luxembourg: 7.82 (Ind. jud.: 8.1, Lib. econ: 7.54)
15. United Kingdom: 7.82 (Ind. jud.: 8.0, Lib. econ: 7.65)
16. Iceland: 7.8 (Ind. jud.: 8.2, Lib. econ: 7.37)
17. Norway: 7.71 (Ind. jud.: 8.5, Lib. econ: 6.94)
18. United States: 7.63 (Ind. jud.: 7.5, Lib. econ: 7.8)
19. Belgium: 7.46 (Ind. jud.: 7.9, Lib. econ: 7.01)
20. Barbados: 7.41 (Ind. jud.: 8.0, Lib. econ: 6.83)

21. Estonia: 7.34 (Ind. jud.: 7.2, Lib. econ: 7.47)
22. Israel: 7.32 (Ind. jud.: 7.9, Lib. econ: 6.77)
23. Japan: 7.3 (Ind. jud.: 7.3, Lib. econ: 7.29)
24. Cyprus: 7.21 (Ind. jud.: 7.3, Lib. econ: 7.09)
25. Mauritius: 7.17 (Ind. jud.: 6.7, Lib. econ: 7.63)
26. Botswana: 7.13 (Ind. jud.: 7.2, Lib. econ: 7.03)
27. Malta: 6.96 (Ind. jud.: 7.2, Lib. econ: 6.72)
28. Namibia: 6.88 (Ind. jud.: 7.5, Lib. econ: 6.22)
29. Unit. Arab Em.: 6.86 (Ind. jud.: 7.0, Lib. econ: 6.73)
30. Uruguay: 6.86 (Ind. jud.: 6.7, Lib. econ: 6.98)

31. Oman: 6.84 (Ind. jud.: 6.9, Lib. econ: 6.77)
32. Bahrain: 6.81 (Ind. jud.: 6.0, Lib. econ: 7.63)
33. Costa Rica: 6.81 (Ind. jud.: 7.0, Lib. econ: 6.59)
34. Chile: 6.78 (Ind. jud.: 5.8, Lib. econ: 7.72)
35. France: 6.76 (Ind. jud.: 7.1, Lib. econ: 6.42)
36. Kuwait: 6.75 (Ind. jud.: 6.7, Lib. econ: 6.77)
37. Portugal: 6.73 (Ind. jud.: 7.0, Lib. econ: 6.44)
38. South Africa: 6.68 (Ind. jud.: 7.1, Lib. econ: 6.28)
39. South Korea: 6.64 (Ind. jud.: 6.3, Lib. econ: 6.99)
40. Jordan: 6.61 (Ind. jud.: 6.6, Lib. econ: 6.61)

41. Taiwan: 6.5 (Ind. jud.: 6.0, Lib. econ: 7.04)
42. Tunisia: 6.3 (Ind. jud.: 6.7, Lib. econ: 5.89)
43. Malaysia: 6.29 (Ind. jud.: 6.1, Lib. econ: 6.48)
44. Egypt: 6.24 (Ind. jud.: 6.6, Lib. econ: 5.9)
45. Spain: 6.2 (Ind. jud.: 5.4, Lib. econ: 6.96)
46. Jamaica: 6.2 (Ind. jud.: 5.8, Lib. econ: 6.55)
47. Czech Rep.: 6.14 (Ind. jud.: 5.3, Lib. econ: 6.98)
48. Malawi: 6.11 (Ind. jud.: 6.8, Lib. econ: 5.41)
49. Hungary: 6.09 (Ind. jud.: 5.6, Lib. econ: 6.61)
50. Thailand: 6.06 (Ind. jud.: 5.7, Lib. econ: 6.41)

51. India: 5.95 (Ind. jud.: 6.5, Lib. econ: 5.38)
52. Slovenia: 5.89 (Ind. jud.: 5.3, Lib. econ: 6.47)
53. Lithuania: 5.86 (Ind. jud.: 4.7, Lib. econ: 7.03)
54. Colombia: 5.84 (Ind. jud.: 5.1, Lib. econ: 6.55)
55. Greece: 5.7 (Ind. jud.: 5.1, Lib. econ: 6.27)
56. Slovak Rep: 5.7 (Ind. jud.: 4.4, Lib. econ: 6.97)
57. Turkey: 5.69 (Ind. jud.: 5.0, Lib. econ: 6.38)
58. Latvia: 5.61 (Ind. jud.: 4.6, Lib. econ: 6.62)
59. Nigeria: 5.56 (Ind. jud.: 5.4, Lib. econ: 5.68)
60. Sri Lanka: 5.43 (Ind. jud.: 5.4, Lib. econ: 5.46)

61. Trinidad & Tob.: 5.43 (Ind. jud.: 4.3, Lib. econ: 6.57)
62. Mexico: 5.43 (Ind. jud.: 4.0, Lib. econ: 6.83)
63. Poland: 5.42 (Ind. jud.: 4.5, Lib. econ: 6.32)
64. Morocco: 5.38 (Ind. jud.: 4.8, Lib. econ: 5.92)
65. Ghana: 5.32 (Ind. jud.: 4.6, Lib. econ: 6.02)
66. Tanzania: 5.31 (Ind. jud.: 4.8, Lib. econ: 5.83)
67. Italy: 5.3 (Ind. jud.: 4.3, Lib. econ: 6.27)
68. El Salvador: 5.29 (Ind. jud.: 3.6, Lib. econ: 6.99)
69. Montenegro: 5.19 (Ind. jud.: 4.0, Lib. econ: 6.36)
70. Brazil: 5.12 (Ind. jud.: 4.7, Lib. econ: 5.56)

71. Romania: 5.12 (Ind. jud.: 3.8, Lib. econ: 6.42)
72. Mali: 5.07 (Ind. jud.: 4.6, Lib. econ: 5.56)
73. Uganda: 5.04 (Ind. jud.: 3.9, Lib. econ: 6.22)
74. Georgia: 5.02 (Ind. jud.: 3.0, Lib. econ: 7.04)
75. Benin: 5 (Ind. jud.: 4.5, Lib. econ: 5.54)
76. Zambia: 4.97 (Ind. jud.: 4.1, Lib. econ: 5.8)
77. Azerbaijan: 4.97 (Ind. jud.: 4.1, Lib. econ: 5.88)
78. Guatemala: 4.94 (Ind. jud.: 3.8, Lib. econ: 6.1)
79. Indonesia: 4.91 (Ind. jud.: 4.3, Lib. econ: 5.55)
80. China: 4.89 (Ind. jud.: 4.7, Lib. econ: 5.1)

81. Philippines: 4.87 (Ind. jud.: 4.1, Lib. econ: 5.63)
82. Burkina Faso: 4.87 (Ind. jud.: 3.8, Lib. econ: 5.94)
83. Peru: 4.82 (Ind. jud.: 2.9, Lib. econ: 6.76)
84. Croatia: 4.81 (Ind. jud.: 3.7, Lib. econ: 5.92)
85. Madagascar: 4.8 (Ind. jud.: 3.3, Lib. econ: 6.32)
86. Kazakhstan: 4.78 (Ind. jud.: 3.5, Lib. econ: 6.1)
87. Honduras: 4.78 (Ind. jud.: 3.7, Lib. econ: 5.83)
88. Macedonia: 4.77 (Ind. jud.: 3.0, Lib. econ: 6.57)
89. Vietnam: 4.72 (Ind. jud.: 4.5, Lib. econ: 4.98)
90. Dominican Rep.: 4.71 (Ind. jud.: 3.4, Lib. econ: 6.03)

91. Bulgaria: 4.71 (Ind. jud.: 3.2, Lib. econ: 6.23)
92. Syria: 4.65 (Ind. jud.: 4.4, Lib. econ: 4.94)
93. Panama: 4.63 (Ind. jud.: 2.8, Lib. econ: 6.48)
94. Pakistan: 4.61 (Ind. jud.: 3.7, Lib. econ: 5.52)
95. Algeria: 4.61 (Ind. jud.: 3.5, Lib. econ: 5.69)
96. Kenya: 4.55 (Ind. jud.: 3.3, Lib. econ: 5.75)
97. Mozambique: 4.54 (Ind. jud.: 3.5, Lib. econ: 5.6)
98. Armenia: 4.52 (Ind. jud.: 2.1, Lib. econ: 6.92)
99. Serbia : 4.51 (Ind. jud.: 3.3, Lib. econ: 5.69)
100. Nepal: 4.49 (Ind. jud.: 3.7, Lib. econ: 5.27)

101. Albania: 4.47 (Ind. jud.: 2.3, Lib. econ: 6.6)
102. Mauritania: 4.37 (Ind. jud.: 3.5, Lib. econ: 5.2)
103. Bangladesh: 4.37 (Ind. jud.: 3.6, Lib. econ: 5.11)
104. Ethiopia: 4.36 (Ind. jud.: 3.6, Lib. econ: 5.12)
105. Mongolia: 4.24 (Ind. jud.: 2.5, Lib. econ: 6)
106. Lesotho: 4.22 (Ind. jud.: 3.6, Lib. econ: 4.81)
107. Moldova: 4.19 (Ind. jud.: 3.0, Lib. econ: 5.37)
108. Kyrgyz Republic: 4.19 (Ind. jud.: 2.2, Lib. econ: 6.13)
109. Bosnia and Herzegovina: 4.17 (Ind. jud.: 2.7, Lib. econ: 5.62)
110. Russia: 4.11 (Ind. jud.: 3.2, Lib. econ: 5.03)


111. Senegal: 4.09 (Ind. jud.: 2.7, Lib. econ: 5.46)
112. Guyana: 4.05 (Ind. jud.: 3.3, Lib. econ: 4.84)
113. Angola: 3.97 (Ind. jud.: 3.1, Lib. econ: 4.84)
114. Ukraine: 3.62 (Ind. jud.: 2.6, Lib. econ: 4.64)
115. Cameroon: 3.61 (Ind. jud.: 2.0, Lib. econ: 5.23)
116. Argentina: 3.57 (Ind. jud.: 2.0, Lib. econ: 5.12)
117. Nicaragua: 3.55 (Ind. jud.: 1.3, Lib. econ: 5.83)
118. Bolivia: 3.49 (Ind. jud.: 2.0, Lib. econ: 4.94)
119. Paraguay: 3.44 (Ind. jud.: 0.8, Lib. econ: 6.13)
120. Ecuador: 3.29 (Ind. jud.: 1.7, Lib. econ: 4.93)

121. Burundi: 3.28 (Ind. jud.: 1.8, Lib. econ: 4.75)
122. Cote d'Ivoire: 3.28 (Ind. jud.: 1.1, Lib. econ: 5.41)
123. Chad: 3.03 (Ind. jud.: 1.3, Lib. econ: 4.75)
124. Venezuela: 2.17 (Ind. jud.: 0.6, Lib. econ: 3.71)
125. Zimbabwe: 1.94 (Ind. jud.: 1.7, Lib. econ: 2.14)
Por Wolvh Lórien
en http://uruguayeconomico.blogspot.com.ar/search/label/ranking%20AU

viernes, 7 de diciembre de 2012

¿Es efectivo el mensaje liberal?

Por Alberto Benegas Lynch (h)
Parece un tanto petulante el machacar que “la gente” no comprende tal o cual idea sin detenerse a considerar la ineptitud del emisor para trasmitir la idea. Esto último no solo calma más lo nervios sino que obliga a hacer mejor los deberes y reconsiderar el formato del mensaje y pulir su contenido.

Es necesario volver sobre la capacidad de convencimiento de las recetas y consejos de los patrocinadores de la sociedad abierta. Esto debe reconsiderarse de tanto en tanto debido a la escasa llegada del correspondiente mensaje, por lo menos en relación con su contrapartida, es decir, las políticas socialistas. No es cuestión de arremeter e insistir sin hacer, de vez en cuando, un examen de consciencia respecto al camino que se sigue.

Habiendo dicho esto, debemos estudiar cuidadosamente las desventajas naturales del mensaje liberal frente a las propuestas de los diversos matices socialistas. La primera es la llamada “venta de ideas”. Se suele decir que los ejes liberales deben ser sacados de los académicos y traducirlos a idiomas más comprensibles para el común de los mortales. Desde luego que no se trata de trasmitir mensajes crípticos y complicados pero el nudo del asunto es entender que las ideas liberales no están a la venta, no solo porque no se colocan al mejor postor sino, especialmente, porque no se trata de la comercialización de dentífricos o desodorantes. En estos últimos casos, la venta consiste en que el consumidor se percate de las ventajas del producto pero no requiere que se adentre, en regresión, en todo el proceso productivo. Sin embargo, el liberalismo (y cualquier idea seria) demanda que se entienda “todo el proceso productivo”, es decir la fundamentación de los conceptos hasta la gestación misma de la idea. A menos que se sea un dogmático o un fundamentalista, el receptor requiere este hilo argumental, lo cual no necesitamos para adquirir un par de zapatos: es suficiente con que nos guste y que resulten cómodos y baratos.

La idea socialista, en cambio, se parece a la venta de comestibles y equivalentes. El razonamiento no exige análisis ni mirar el asunto desde diversos costados, es suficiente intuir que si se le saca al que tiene y se le entrega a los destinatarios, estos mejorarán su situación en el corto plazo. De más está decir que los socialistas miran la riqueza como un proceso de suma cero y no de suma positiva. No se percatan que en un mercado libre los que ganan más es debido al voto diario de sus congéneres que con sus compras y abstenciones de comprar establecen diferencias patrimoniales, y si a esto se le aplica la guillotina horizontal se perjudica muy especialmente a los más necesitados puesto que la mala asignación de recursos se traduce en disminuciones en las tasas de capitalización que son, precisamente, las que permiten el aumento de salarios reales.

La manía del igualitarismo parece ser el eje central de los socialistas de todos los colores. Ya me he referido en repetidas oportunidades a la tesis de John Rawls sobre la manipulación del los talentos, de modo que no volveré sobre esa crítica. Ahora destaco que la aludida guillotina horizontal y la idea de que la riqueza procede de la suma cero y no de un proceso dinámico de creación de valor (sobre la que se basa el igualitarismo) no permite ver que la igualdad de resultados no solo es una quimera en su faz operativa sino que de entrada ni siquiera puede definirse. Esto último es así debido a que las valorizaciones son subjetivas por lo que la repartición no puede obviar este fenómeno si se quiere igualar con todo el rigor del caso (aunque los sujetos en cuestión digan la verdad no es posible lograr el objetivo ya que no pueden realizarse comparaciones intersubjetivas, y tampoco puede llevarse a cabo la operación “objetivamente” porque los precios están distorsionados por los mismos igualitaristas). Y lo segundo se interpone porque el uso de la fuerza agresiva se deberá mantener permanentemente para evitar que cada uno use y disponga de lo que recibió de modo que los resultados sean distintos (en este contexto resulta bastante gelatinosa por cierto la noción medular de “lo suyo” de la justicia).

En la superficialidad socialista no cabe prestar atención “a lo que se ve y a lo que no se ve” (distinguir lo que es obvio de lo que debe hurgarse) como sugería el decimonónico Frédéric Bastiat. El socialismo apela a lo que a primera vista aparece como conveniente y recurre a la envidia y al resentimiento como arma dialéctica. Como ha escrito Hayek “la economía es contraintuitiva”; en la opereta Pinafore estrenada en Londres en 1878 con música de Arthur Sullivan y letra de William Gilbert se dice (y lo reproduzco en inglés para que no pierda gracia): “Things are seldom what they seem. Skim milk masquerades as cream”.

Es muy curioso y paradójico en verdad que esos mismos socialistas que detestan el mercado instauran sistemas de inaudita injusticia en cuanto a que otorgan privilegios a los amigos del poder para enriquecerse a costa de la gente, lo cual es genuinamente un proceso de suma cero de la misma manera y en el mismo plano que lo es cuando se asalta un banco.

Otra valla para la fluidez del mensaje liberal son gobiernos que usan desaprensivamente la etiqueta liberal pero se abocan a la corrupción escandalosa, al aumento del gasto estatal y la deuda pública en el contexto de severos incrementos impositivos, manejo discrecional del tipo de cambio, la dispersión arancelaria y la ausencia más palmaria de la división de poderes. En esa situación no son pocos los que terminan desconfiando seriamente (y muy injustamente) del liberalismo que en verdad es inexistente en esos climas tóxicos.

Estimo que el tema crucial a explicar por nosotros los liberales radica en la llamada “cuestión social”. En otras palabras, el nexo causal entre la inversión per capita y los ingresos y salarios en términos reales, lo cual se puede comprobar con los niveles de vida que tienen lugar prósperos respecto a los “subdesarrollados”, y que el desempleo es consecuencia de las mal denominadas “conquistas sociales” que pretenden colocar remuneraciones por encima de lo que permiten las antes referidas tasas de capitalización como si se estuviera frente a un asunto voluntarista que en realidad deriva de la capacidad de marcos institucionales civilizados para captar ahorros internos y externos.

Al analizar cuestiones como la mencionada se dice que se es muy “economicista” sin ver que este aspecto económico-social es definitivo para entender el problema. Nada se gana con sostener que se es partidario de la libertad política pero no de la económica, puesto que es lo mismo que mantener que se desea instaurar la libertad en el continente pero no en el contenido, esto es, libertad en los papeles pero a la gente se le deniega la facultad de disponer del fruto de su trabajo, lo cual significan restricciones para operar en el mercado y la consiguiente asignación de factores productivos.

Uno de los problemas críticos para entender el liberalismo consiste en el abandono de los experimentos de brujos que compiten para manejar las vidas y las haciendas de la gente. Entre estas alquimias se destaca el keynesianismo, por lo que es de interés recordar siquiera tres tramos de la obra más conocida de Keynes. El primero es cuando escribe que “La prudencia financiera está expuesta a disminuir la demanda global y, por tanto, a perjudicar el bienestar”. El segundo cuando propugna “la eutanasia del rentista y, por consiguiente, la eutanasia del poder de opresión acumulativo de los capitalistas para explotar el valor de escasez del capital”. Y en último término, cuando resume el eje central de su tesis en el prólogo que escribió para esa misma Teoría general de la ocupación el interés y el dinero en el mismo año en que apareció en inglés pero para la edición alemana, en plena época nazi: “La teoría de la producción global, que es la meta del presente libro, puede aplicarse mucho mas fácilmente a las condiciones de un Estado totalitario que la producción y distribución de un determinado volumen de bienes obtenido en condiciones de libre concurrencia y de laissez-faire”. Vale la pena reiterar la idea puesto que hay que retener este pensamiento consignado en 1936: el autor dice que la tesis de su libro “puede aplicarse mucho más fácilmente a las condiciones de un Estado totalitario”.

En otro orden de cosas pero enmarcado en esta tendencia general, no son pocos los que insisten en que cuando la economía flaquea el aparato estatal debe gastar más, como si los recursos no provinieran de la gente con lo que se agrava la situación puesto que los factores de producción se mal asignan debido a imposiciones gubernamentales, necesariamente a contramano de lo que hubiera hecho la gente libremente con el fruto de su trabajo. Aquella política se ha dado en llamar “anticíclica” sin tomar en cuenta que la crisis se origina en las manipulaciones gubernamentales y que no se corrigen con más de lo mismo, a diferencia de las fluctuaciones que responden a cambios en la demanda de la gente.

En resumen, todos los días hay que hacer la gimnasia de pulir, mejorar y actualizar el mensaje liberal pero también deben tenerse muy en cuenta las desventajas en que se encuentra para llegar con el mensaje al efecto de no desanimarse inútilmente y también las dificultades que interponen en el camino por `parte de los antedichos brujos, pero nunca dejarse estar en el ejercicio cotidiano de autocrítica y automejoramiento.

En todo caso, cualquiera sea el destino del liberalismo, es pertinente citar un pensamiento de Hermann Hesse en Pequeñas alegrías que hace hincapié en las recompensas de la honestidad intelectual: “por agradable que resulte la adaptación al espíritu de la época y al medio, son mayores y más duraderos los goces de la sinceridad”.
Por Alberto Benegas Lynch (h)
en http://diariodeamerica.com/front_nota_detalle.php?id_noticia=7580

jueves, 6 de diciembre de 2012

La absolución de Alvira (El caso de María Ovando)

Supongamos que una mujer chaqueña, Alcira, que vive en un paraje aislado del Chaco, en la Argentina del 2012, con 6 hijos, en un estado de pobreza típico de los que se viven en los asentamientos rurales de esa provincia sufre la muerte de uno de sus hijos. La mujer tiene un trabajo pero no le alcanza para mantener a todos sus hijos. Su hija menor de tres años muere por desnutrición, era alimentada, pero no con la frecuencia adecuada para una chiquita de su edad. Ante esta situación es acusada por abandono de persona y sometida a juicio.

¿Cuál es la postura liberal frente a esto?
Antes que nada vale hacer una aclaración, por más similitudes que tenga este relato con la historia de María Ovando, no puedo hacer referencia directa a ella. No conozco los hechos específicos, por lo que no me quiero aventurar a opinar sobre algo que no conozco. Nuestra historia hipotética es parecida, pero los hechos son tal cual los describimos en el párrafo anterior y eso es una certeza.

Sin embargo es necesario conocer las posturas ante un caso similar como fue el de Ovando. Antes de ella fuese absuelta, en un caso que tomó relevancia luego de una entrevista de Jorge Lanata a la acusada de abandono de persona, hubo sectores de la opinión pública que se oponían a su encarcelación utilizando el siguiente argumento:

Con la detención de María y la decisión de librar de culpa y cargo a Demetrio Ayala, el juez Saldaña dio por terminada su actuación. No profundizó sobre las responsabilidades en la muerte de Carolina. No se preguntó sobre la asistencia que debió recibir y que el Estado dice haberle dado “medianamente”. No se preguntó sobre causas, tampoco sobre las acciones que pudo haberle evitado la muerte.
En el expediente se menciona el testimonio del Dr. Julio Cesar Benítez, hoy director del Hospital de Colonia Delicia, quien visitó en varias oportunidades la casa de María. Benítez declara haber constatado el estado de abandono de los niños, con bajo peso, sucios, con granos, piojos, muchos de ellos indocumentados, por lo que ni siquiera podían acceder a los programas de asistencia estatal.
Las visitas de este profesional se registraron desde el mes de diciembre. La defensa se pregunta si otro tipo de intervención hubiera podido evitar la muerte de Carolina.
Siguiendo esta lógica, y volviendo a nuestro caso hipotético, podemos decir que Alcira merece ser absuelta ya que el abandono de persona fue una consecuencia directa de la negación de la ayuda del estado. En otras palabras, Alcira sería inocente ya que ante la imposibilidad de hacerse cargo de sus hijos, es el estado quien debía hacerlo y la muerte por desnutrición no se debe a que la madre no haya alimentado a su hija, sino por la inactividad del estado frente a este caso.

En mi opinión, según los principios del liberalismo, podemos llegar a la misma conclusión — la absolución — pero con los fundamentos opuestos.

Partimos de una realidad: progresivamente en los últimos 70 años, y más también, se ha adoptado la concepción de que el estado asume un compromiso de garantizarle “gratuitamente” el bienestar a cada uno de los habitantes. Para alcanzar ese fin, se crea un estado de bienestar que interviene en el funcionamiento de todas la áreas con las que el individuo interactúa a lo largo de su vida. Podemos mencionar, entre otras, la legislación laboral, la legislación impositiva, la legislación que regula servicios públicos, la regulación del sistema de salud, la regulación de sistema educativo, la regulación de las jubilaciones, la intervención en políticas de vivienda, entre muchas otras. Estas regulaciones también varían, van desde la provisión del servicio exclusivamente a cargo del estado, hasta un sistema mixto entre el estado y privados (que, por su propia naturaleza, siempre termina prevaleciendo la voluntad estatal), o un control rígido del estado sobre la actividad (tal vez el caso de las relaciones laborales es el más representativo de esta última categoría).

Evidentemente la implementación de un estado de bienestar ha fracasado con los objetivos planteados originalmente. Al mismo tiempo, desde un punto de vista liberal se defiende una concepción totalmente opuesta a la predominante.Los liberales consideran que nadie tiene derecho al inicio del uso de la fuerza — que también se puede llamar agresión — contra otras personas o su propiedad. Esto es el llamado principio de no agresión. Todos los ejemplos mencionados en el párrafo anterior representan el inicio del uso de la fuerza para alcanzar el fin que se propone el estado, y en consecuencia, una violación al principio de no agresión.El teórico político Murray Rothbard explica en su libro El Manifiesto Libertario el fundamento de este principio:
Específicamente, mientras que el comportamiento de las plantas y, al menos, el de los animales inferiores está determinado por su naturaleza biológica o quizá por sus “instintos”, la naturaleza humana es tal que cada individuo debe, para poder actuar, hacer una elección de sus fines y utilizar sus propios medios para alcanzarlos. Puesto que carece de instintos automáticos, cada hombre debe prender acerca de él y del mundo, utilizar su mente para seleccionar valores, aprender sobre causas y efectos, y actuar con todo sentido para mantenerse y prolongar su vida. Los hombres pueden pensar, sentir, evaluar y actuar sólo como individuos, y en consecuencia, resulta vitalmente necesario para la supervivencia y prosperidad de cada uno que sea libre de aprender, elegir, desarrollar sus facultades y actuar según su conocimiento y sus valores. Éste es el camino necesario de la naturaleza humana; interferir o lisiar este proceso usando la violencia va profundamente en contra de lo que es necesario por la naturaleza del hombre para su vida y prosperidad. La interferencia violenta en el aprendizaje y las elecciones de un hombre es, por lo tanto, profundamente “antihumana”; viola la ley natural de las necesidades del hombre
Considerando esto, podemos concluir fácilmente que no vivimos en un entorno libertario. Nos encontramos de forma constante con obstáculos que no nos permiten desarrollar nuestras vidas en libertad, no podemos optar libremente los medios que deseamos utilizar para alcanzar nuestros fines. Estamos, todo el tiempo, ante la interferencia “antihumana” sobre la que escribe Rothbard, y por eso es absurdo aplicar los principios de justicia según un libertario en un contexto intervencionista.

Alcira no tuvo todas las oportunidades que podría haber llegado a tener en una sociedad libre, ni de sustentarse por sus propios medios, ni de ser ayudada de forma voluntaria. La primera puede ser explicada por la cita de Rothbard. Las oportunidades que podría llegar a tener Alcira se ven distorsionadas por los obstáculos que pone el estado en su constante interferencia con la elección libre de medios y fines. La segunda, la imposibilidad de ser ayudada voluntariamente para superar su situación de necesidad, es consecuencia de la primera. O desde otro punto de vista, se ve distorsionada por el objetivo último del estado de bienestar (que es, recordemos, proveer bienestar). La consecuencia de cuando el estado asume la responsabilidad de garantizar el bienestar de la población, es convertir el poder social en poder político, algo que explicó de forma precisa el autor estadounidense Albert Jay Nock:
Podemos tener una medida aproximada de esta atrofia general por nuestra propia disposición cuando se nos acerca un mendigo. Hace dos años podríamos inclinarnos por darle algo; hoy nos inclinamos por mandarle a la oficina de atención del Estado. El Estado ha dicho a la sociedad: “O no estáis ejerciendo poder suficiente para atender a la emergencia o lo ejercéis en una forma que pienso que es incompetente, así que confiscaré vuestro poder y los ejerceré a mi gusto”. Así que cuando el mendigo nos pide un cuarto, nuestro impulso es decir que el Estado ya nos ha confiscado nuestro cuarto en su beneficio y que debería ir al Estado a por él

Una vez generada esta dependencia por parte del estado, ¿es justo creer que ella debía asumir responsabilidad por sus hijos cuando durante toda la vida le dijeron que el estado debía hacerlo por ella? ¿Puede el estado alegar el abandono de persona, cuando el mismo estado se había comprometido a asistirla (como se comprometen con todos)?, o en su defecto, ¿se puede concebir algún tipo de responsabilidad de la mujer por la muerte de su hija cuando el estado obstaculiza el desarrollo de la protagonista de nuestra historia hipotética interfiriendo en su libertad?

Este ejercicio de pensamiento nos deja una conclusión clara, y que muchas veces es pasada por alto por todos aquellos que desean avanzar y difundir la idea de una sociedad libre. La aplicación de conceptos liberales o libertarios, en un contexto donde han habido víctimas claras de la intervención estatal debe ser prudente. Es necesario primero identificar si la situación que estamos presenciando es una situación que se podría haber dado en un entorno de libertad, ante un mercado liberado, o si estamos ante una situación que fue generada artificialmente por el estado. Antes de exigir conductas responsables a la gente, es necesario primero eliminar las políticas que incentivan la irresponsabilidad. Nunca una situación injusta puede generar una injusticia adicional, pero tampoco podemos esperar resultados propios de una sociedad libre mientras vivamos bajo la atenta mirada del Leviatán.
En http://quenotepisen.net/2012/12/la-absolucion-de-alcira-el-caso-de-maria-ovando/

martes, 4 de diciembre de 2012

No es "cepo" es un asalto

Imaginemos un negocio de venta a la calle. Si un día aparece un delincuente armado y se lleva el dinero recaudado del día, “los números” del comerciante mostrarán una pérdida total, como si nadie hubiera pagado por que compró en el día. Gracias al robo, el comerciante entregó bienes sin recibir nada a cambio. Otro fue beneficiario del fruto de su esfuerzo.

Ahora supongamos que aparece una persona que hace una compra por un valor de 10 pesos pero decide unilateralmente pagar 5, cosa que consigue amenazando al comerciante con un arma.

¿Estamos frente a un delincuente igual al del primer caso? En gran parte sí. La única diferencia con el primer ladrón es que el segundo es un ladrón al que le damos lástima y, aunque nos roba, también nos deja “unos mangos para el bondi”.

Esta última situación representa la cara más dramática del célebre “cepo” al dólar impuesto por el gobierno de Fernández de Kirchner. Si bien también es condenable que no dejen a la gente decidir qué hacer con el dinero que gana honestamente, lo más lamentable es lo que se hace con cualquier ciudadano argentino que se dedique a la producción de bienes o servicios exportables.

Si uno está “en blanco”, la manera de cobrar luego de una venta al exterior es mediante el Banco Central. Es decir, si vendemos un producto al exterior por 10 dólares, el comprador extranjero está obligado a entregar los dólares al Banco Central y este luego –por fuerza de ley – entrega pesos al vendedor al tipo de cambio oficial. Ahora bien, con el tipo de cambio oficial a 4 setentaypico, los exportadores están recibiendo 5, cuando deberían recibir 10.

Su producto en el mercado vale 10 dólares y todos en el país están dispuestos a pagar más de 4,75 pesos por cada dólar. De hecho, muchos están dispuestos a pagar más de 6 pesos por cada dólar y nadie que no sea los específicamente autorizados por el gobierno puede comprar dólares al precio oficial (al que el gobierno sí compra). Ergo, cuando a un exportador le pagan arbitrariamente 4,75 pesos por cada dólar que recibe, le están confiscando 33% de lo que produce. El Estado se comporta como el más común de los ladrones, solo que a la víctima le deja unos mangos para el bondi.

Algunos acólitos oficialistas dicen que el gobierno tiene derecho a manejar su “política cambiaria”, pero si política cambiaria significa robo (y lástima), no se entiende que exista alguien que persista en la defensa de esta política.

El robo está mal, acá y en la China. Pero hacerlo con el aval de la ley, desde el estado, y bajo el paraguas de la “política económica” es muchísimo más grave.
En http://lacrisisesfilosofica.blogspot.com.ar/2012/11/no-es-cepo-es-un-asalto.html

domingo, 2 de diciembre de 2012

Modelo vs. "Ortodoxia": Las supuestas bondades del estatismo

La estanflación de la economía puede obedecer a la ruta elegida por el país. Hay problemas sociales graves, y de precios, que no logran ser resueltos.

En sus últimas intervenciones públicas, la Presidenta de la Nación hizo una encendida defensa del papel del Estado durante sus gobiernos. En particular, le atribuyó a un supuesto cambio de paradigma sobre la actividad estatal, la bonanza económica y no sólo económica, de estos años.

Resulta innegable, en especial partiendo del piso de la crisis terminal de 2001/2002, que la economía argentina ha crecido fuertemente, bajando el desempleo, y mejorando, en promedio, los ingresos reales de la población. No es menos cierto, sin embargo, que el escenario de bonanza predominó, salvo contadas excepciones, en todos los países de la región. La Argentina creció y se recuperó en estos años, con mucho más Estado, interviniendo, regulando, brindando servicios directos a través de empresas públicas, o cuasi públicas –con el Estado determinando inversiones, tarifas, etc.– y con políticas macro, autodefinidas como “heterodoxas”. Pero también crecieron Brasil, Chile, Colombia, Perú, Uruguay, con enfoques diferentes respecto del Estado, y su papel en la economía, y con políticas macro que el relato argentino definiría como “ortodoxas”.

Dicho de otro modo, si todos crecieron independientemente de las políticas aplicadas, no resulta tan fácil atribuirle al estatismo, la causa central de la bonanza local.

Es más, si algo ha caracterizado a la política económica local, como rasgo diferencial del resto de la región “ortodoxa”, ha sido una elevada tasa de inflación, que este año se convirtió en “estanflación”, por el contexto de escaso o nulo crecimiento observado.

Dada la experiencia latinoamericana, algún “malintencionado” podría argumentar que el crecimiento argentino de estos años se logró “a pesar del estatismo y de la heterodoxia”, y que sin ese entorno nos hubiera ido como al resto de los países vecinos, a los que le fue bien en la década, pero con menos problemas hacia delante y con baja inflación. Que el Estado sea más grande y que la Argentina haya crecido, no necesariamente indica una relación causal entre ambas cosas. Esto resulta difícil de demostrar sin complejas técnicas econométricas.

Pero lo que sí puede evaluarse, “a simple vista”, es cómo le fue al estatismo en su papel central e indelegable de brindar elementos que mejoren la calidad de vida de la población, en infraestructura, vivienda, educación, salud. Más que discutir el papel del estatismo en el crecimiento económico, mirar cómo se ha desempeñado el Estado argentino, en dónde está su responsabilidad primaria.

Un reciente estudio de FIEL, “Eficiencia.gob.ar”, puede ayudar a esta mirada. (Hay muchos otros estudios, aunque con otros enfoques, que ratifican las conclusiones). Sólo algunos ejemplos taquigráficos. El gasto público se incrementó en unos 16 puntos del PBI, entre 2003 y 2011. El empleo público creció en nueve años el 46 por ciento. En 2012, el sector público emplea a 3,3 millones de trabajadores (uno de cada cinco ocupados). No hay un problema, entonces, de “poca gente” y poca plata, para brindar servicios. Tampoco hay un problema, en promedio, de bajos salarios relativos; los asalariados del sector público en las provincias ganan más que individuos con características similares en el sector privado.

Pese a esto, el déficit habitacional volvió a crecer y se mantiene un elevado stock de viviendas sin terminar. En educación, los resultados de las pruebas PISA, muestran que uno de cada dos estudiantes de la escuela secundaria de nuestro país no puede realizar tareas básicas en lectura, matemática y ciencia y la Argentina se encuentra entre los países que más redujeron su puntaje promedio en mediciones del año 2000 y la de 2009. El 50% de las rutas nacionales se encuentra en estado malo o regular. En salud, hay provincias que gastan, por habitante sin cobertura médica, el doble o el triple de lo que costaría un seguro médico que cubriera el plan mínimo obligatorio.

En síntesis, en materia macroeconómica, el estatismo K no muestra desempeños mucho mejores que la “ortodoxia” latinoamericana, en general. Mientras que, en materia de bienes públicos propiamente dichos, la calidad no ha mejorado sustancialmente, pese al aumento del gasto y del empleo.

Sugiero, humildemente, revisar el relato sobre las bondades del estatismo K.

Por Enrique Szewach en
http://www.perfil.com/ediciones/2012/11/edicion_729/contenidos/noticia_0022.html