viernes, 9 de mayo de 2014

Liberalismo

Por Jesús Huerta de Soto

El liberalismo es una corriente de pensamiento (filosófico y económico) y de acción política que propugna limitar al máxim
o el poder coactivo del Estado sobre los seres humanos y la sociedad civil. Así, forman parte del ideario liberal la defensa de la economía de mercado (también denominada "sistema capitalista" o de "libre empresa"); la libertad de comercio (librecambismo) y, en general, la libre circulación de personas, capitales y bienes; el mantenimiento de un sistema monetario rígido que impida su manipulación inflacionaria por parte de los gobernantes; el establecimiento de un Estado de Derecho, en el que todos los seres humanos -incluyendo aquellos que en cada momento formen parte del Gobierno- estén sometidos al mismo marco mínimo de leyes entendidas en su sentido "material" (normas jurídicas, básicamente de derecho civil y penal, abstractas y de general e igual aplicación a todos); la limitación del poder del Gobierno al mínimo necesario para definir y defender adecuadamente el derecho a la vida y a la propiedad privada, a la posesión pacíficamente adquirida, y al cumplimiento de las promesas y contratos; la limitación y control del gasto público, el principio del presupuesto equilibrado y el mantenimiento de un nivel reducido de impuestos; el establecimiento de un sistema estricto de separación de poderes políticos (legislativo, ejecutivo y judicial) que evite cualquier atisbo de tiranía; el principio de autodeterminación, en virtud del cual cualquier grupo social ha de poder elegir libremente qué organización política desea formar o a qué Estado desea o no adscribirse; la utilización de procedimientos democráticos para elegir a los gobernantes, sin que la democracia se utilice, en ningún caso, como coartada para justificar la violación del Estado de Derecho ni la coacción a las minorías; y el establecimiento, en suma, de un orden mundial basado en la paz y en el libre comercio voluntario, entre todas las naciones de la tierra. Estos principios básicos constituyen los pilares de la civilización occidental y su formación, articulación, desarrollo y perfeccionamiento son uno de los logros más importantes en la historia del pensamiento del género humano. Aunque tradicionalmente se ha afirmado que la doctrina liberal tiene su origen en el pensamiento de la Escuela Escocesa del siglo XVIII, o en el ideario de la Revolución Francesa, lo cierto es que tal origen puede remontarse incluso hasta la tradición más clásica del pensamiento filosófico griego y de la ciencia jurídica romana. Así, sabemos gracias a Tucídides (Guerra del Peloponeso), como Pericles constataba que en Atenas "la libertad que disfrutamos en nuestro gobierno se extiende también a la vida ordinaria, donde lejos de ejercer éste una celosa vigilancia sobre todos y cada uno, no sentimos cólera porque nuestro vecino haga lo que desee"; pudiéndose encontrar en la Oración Fúnebre de Pericles una de las más bellas descripciones del principio liberal de la igualdad de todos ante la ley.

Posteriormente en Roma se descubre que el derecho es básicamente consuetudinario y que las instituciones jurídicas (como las lingüísticas y económicas) surgen como resultado de un largo proceso evolutivo e incorporan un enorme volumen de información y conocimientos que supera, con mucho, la capacidad mental de cualquier gobernante, por sabio y bueno que éste sea. Así, sabemos gracias a Cicerón (De re publica, II, 1-2) como para Catón "el motivo por el que nuestro sistema político fue superior a los de todos los demás países era éste: los sistemas políticos de los demás países habían sido creados introduciendo leyes e instituciones según el parecer personal de individuos particulares tales como Minos en Creta y Licurgo en Esparta... En cambio, nuestra república romana no se debe a la creación personal de un hombre, sino de muchos. No ha sido fundada durante la vida de un individuo particular, sino a través de una serie de siglos y generaciones. Porque no ha habido nunca en el mundo un hombre tan inteligente como para preverlo todo, e incluso si pudiéramos concentrar todos los cerebros en la cabeza de un mismo hombre, le sería a éste imposible tener en cuenta todo al mismo tiempo, sin haber acumulado la experiencia que se deriva de la práctica en el transcurso de un largo periodo de la historia". El núcleo de esta idea esencial, que habrá de constituir el corazón del argumento de Ludwig von Mises sobre la imposibilidad teórica de la planificación socialista, se conserva y refuerza en la Edad Media gracias al humanismo cristiano y a la filosofía tomista del derecho natural, que se concibe como un cuerpo ético previo y superior al poder de cada gobierno terrenal. Pedro Juan de Olivi, San Bernardino de Siena y San Antonino de Florencia, entre otros, teorizan sobre el papel protagonista que la capacidad empresarial y creativa del ser humano tiene como impulsora de la economía de mercado y de la civilización. Y el testigo de esta línea de pensamiento se recoge y perfecciona por esos grandes teóricos que fueron nuestros escolásticos durante el Siglo de Oro español, hasta el punto de que uno de los más grandes pensadores liberales del siglo XX, el austriaco Friedrich A. Hayek, Premio Nobel de Economía en 1974, llegó a afirmar que "los principios teóricos de la economía de mercado y los elementos básicos del liberalismo económico no fueron diseñados, como se creía, por los calvinistas y protestantes escoceses, sino por los jesuitas y miembros de la Escuela de Salamanca durante el Siglo de Oro español". Así, Diego de Covarrubias y Leyva, arzobispo de Segovia y ministro de Felipe II, ya en 1554 expuso de forma impecable la teoría subjetiva del valor, sobre la que gira toda economía de libre mercado, al afirmar que "el valor de una cosa no depende de su naturaleza objetiva sino de la estimación subjetiva de los hombres, incluso aunque tal estimación sea alocada"; y añade para ilustrar su tesis que "en las Indias el trigo se valora más que en España porque allí los hombres lo estiman más, y ello a pesar de que la naturaleza del trigo es la misma en ambos lugares". Otro notable escolástico, Luis Saravia de la Calle, basándose en la concepción subjetivista de Covarrubias, descubre la verdadera relación que existe entre precios y costes en el mercado, en el sentido de que son los costes los que tienden a seguir a los precios y no al revés, anticipándose así a refutar los errores de la teoría objetiva del valor de Carlos Marx y de sus sucesores socialistas. Así, en su Instrucción de mercaderes (Medina del Campo 1544) puede leerse: "Los que miden el justo precio de la cosa según el trabajo, costas y peligros del que trata o hace la mercadería yerran mucho; porque el justo precio nace de la abundancia o falta de mercaderías, de mercaderes y dineros, y no de las costas, trabajos y peligros".

Otra notable aportación de nuestros escolásticos es su introducción del concepto dinámico de competencia (en latín concurrentium), entendida como el proceso empresarial de rivalidad que mueve el mercado e impulsa el desarrollo de la sociedad. Esta idea les llevó a su vez a concluir que los llamados "precios del modelo de equilibrio", que los teóricos socialistas pretenden utilizar para justificar el intervencionismo y la planificación del mercado, nunca podrán llegar a ser conocidos. Raymond de Roover (Scholastics Economics, 1955) atribuye a Luis de Molina el concepto dinámico de competencia entendida como "el proceso de rivalidad entre compradores que tiende a elevar el precio", y que nada tiene que ver con el modelo estático de "competencia perfecta" que hoy en día los llamados "teóricos del socialismo de mercado" ingenuamente creen que se puede simular en un régimen sin propiedad privada. Sin embargo, es Jerónimo Castillo de Bovadilla el que mejor expone esta concepción dinámica de la libre competencia entre empresarios en su libro Política para corregidores publicado en Salamanca en 1585, y en el que indica que la más positiva esencia de la competencia consiste en tratar de "emular" al competidor. Bovadilla enuncia, además, la siguiente ley económica, base de la defensa del mercado por parte de todo liberal: "los precios de los productos bajarán con la abundancia, emulación y concurrencia de vendedores". Y en cuanto a la imposibilidad de que los gobernantes puedan llegar a conocer los precios de equilibrio y demás datos que necesitan para intervenir en el mercado, destacan las aportaciones de los cardenales jesuitas españoles Juan de Lugo y Juan de Salas. El primero, Juan de Lugo, preguntándose cuál puede ser el precio de equilibrio, ya en 1643 concluye que depende de tan gran cantidad de circunstancias específicas que sólo Dios puede conocerlo ("pretium iustum mathematicum licet soli Deo notum"). Y Juan de Salas, en 1617, refiriéndose a las posibilidades de que un gobernante pueda llegar a conocer la información específica que se crea, descubre y maneja en la sociedad civil afirma que "quas exacte comprehendere et pondedare Dei est non hominum", es decir, que sólo Dios, y no los hombres, puede llegar a comprender y ponderar exactamente la información y el conocimiento que maneja un mercado libre con todas sus circunstancias particulares de tiempo y lugar. Tanto Juan de Lugo como Juan de Salas anticipan, pues, en más de tres siglos, las más refinadas aportaciones científicas de los pensadores liberales más conspicuos (Mises, Hayek). Por otro lado, tampoco debemos olvidar al gran fundador del Derecho Internacional Francisco de Vitoria, a Francisco Suárez y a su escuela de teóricos del derecho natural, que con tanta brillantez y coherencia retomaron la idea tomista de la superioridad moral del derecho natural frente al poder del estado, aplicándola con éxito a múltiples casos particulares que, como el de la crítica moral a la esclavización de los indios en la recién descubierta América, exigían una clara y rápida toma de posición intelectual. Pero, sin duda alguna, el más liberal de nuestros escolásticos ha sido el gran padre jesuita Juan de Mariana (1536-1624) que llevó hasta sus últimas consecuencias lógicas la doctrina liberal de la superioridad del derecho natural frente al poder del estado y que hoy han retomado filósofos liberales tan importantes como Murray Rothbard y Robert Nozick. Especial importancia tiene el desarrollo de la doctrina sobre la legitimidad del tiranicidio que Mariana desarrolla en su libro De rege et regis institutione publicado en 1599. Mariana califica de tiranos a figuras históricas como Alejandro Magno o Julio Cesar, y argumenta que está justificado que cualquier ciudadano asesine al que tiranice a la sociedad civil, considerando actos de tiranía, entre otros, el establecer impuestos sin el consentimiento del pueblo, o impedir que se reúna un parlamento libremente elegido. Otras muestras típicas del actuar de un tirano son, para Mariana, la construcción de obras públicas faraónicas que, como las pirámides de Egipto, siempre se financian esclavizando y explotando a los súbditos, o la creación de policías secretas para impedir que los ciudadanos se quejen y expresen libremente. Otra obra esencial de Mariana es la publicada en 1609 con el título De monetae mutatione, posteriormente traducida al castellano con el título de Tratado y discurso sobre la moneda de vellón que al presente se labra en Castilla y de algunos desórdenes y abusos. En este notable trabajo Mariana considera tirano a todo gobernante que devalúe el contenido de metal de la moneda, imponiendo a los ciudadanos sin su consentimiento el odioso impuesto inflacionario o la creación de privilegios y monopolios fiscales. Mariana también critica el establecimiento de precios máximos para "luchar contra la inflación", y propone la reducción del gasto público como principal medida de política económica para equilibrar el presupuesto. Por último, en 1625, el padre Juan de Mariana publicó otro libro titulado Discurso sobre las enfermedades de la Compañía en el que ahonda en la idea liberal de que es imposible que el gobierno organice la sociedad civil en base a mandatos coactivos, y ello por falta de información. Mariana, refiriéndose al gobierno dice que "es gran desatino que el ciego quiera guiar al que ve", añadiendo que el gobernante "no conoce las personas, ni los hechos, a lo menos, con todas las circunstancias que tienen, de que pende el acierto. Forzoso es se caiga en yerros muchos, y graves, y por ellos se disguste la gente, y menosprecie gobierno tan ciego"; concluyendo Mariana que "es loco el poder y mando", y que cuando "las leyes son muchas en demasía; y como no todas se pueden guardar, ni aun saber, a todas se pierde el respeto".

Toda esta tradición se filtra por los ambientes intelectuales de todo el continente europeo influyendo en notables pensadores liberales de Francia como Balesbat (1692), el marqués D'Argenson (1751) y, sobre todo, Jacques Turgot, que desde mucho antes que Adam Smith, y siguiendo a los escolásticos españoles ya había articulado perfectamente el carácter disperso del conocimiento que incorporan las instituciones sociales entendidas como órdenes espontáneos. Así, Turgot, en su Elegía a Gournay (1759) escribe que "no es preciso probar que cada individuo es el único que puede juzgar con conocimiento de causa el uso más ventajoso de sus tierras y esfuerzo. Solamente él posee el conocimiento particular sin el cual hasta el hombre más sabio se encontraría a ciegas. Aprende de sus intentos repetidos, de sus éxitos y de sus pérdidas, y así va adquiriendo un especial sentido para los negocios que es mucho más ingenioso que el conocimiento teórico que puede adquirir un observador indiferente, porque está impulsado por la necesidad". Y siguiendo a Juan de Mariana, Turgot concluye que es "completamente imposible dirigir mediante reglas rígidas y un control continuo la multitud de transacciones que aunque sólo sea por su inmensidad no puede llegar a ser plenamente conocida, y que además dependen de una multitud de circunstancias siempre cambiantes, que no pueden controlarse, ni menos aún preverse".

Desafortunadamente, toda esta tradición liberal del pensamiento hispano fue barrida en la teoría y en la práctica, como indica Francisco Martínez Marina (Teoría de las Cortes o Grandes Juntas Nacionales de los Reinos de León y Castilla) por los Austrias y los Borbones que han producido una "monstruosa reunión de todos los poderes en una persona, el abandono y la abolición de las Cortes y siglos de esclavitud del más horroroso despotismo". Se termina de consolidar así en nuestro país un marco político y social intolerante e intervencionista ajeno a las más genuinas tradiciones representativas y liberales de los viejos reinos de España: la antigua tolerancia y modus vivendi entre las tres religiones de judíos, moros y cristianos de la época de Alfonso X El Sabio, es sustituida por la intolerancia religiosa de los Reyes Católicos y sus sucesores, que Americo Castro (La realidad histórica de España) y otros han interpretado como una desviación mimética de la cultura y sociedad españolas que paradójicamente terminan reflejando e incorporando en su esencia más íntima las características más negativas de sus seculares "enemigos": el integrismo religioso musulmán justificador de la Guerra Santa contra el infiel, y la obsesión por la pureza de la sangre, propia del pueblo judío. No se absorben, por contra, la proverbial iniciativa y espíritu empresarial de los comerciantes y artesanos hebreos y moriscos que hasta su expulsión constituyeron la médula económica del país. En España se termina menospreciando, por considerarse impropia de cristianos viejos, la función empresarial y prácticamente hasta hoy el éxito económico se valora negativamente a nivel social y se critica con envidia destructiva, en vez de ser considerado como una sana y necesaria muestra del avance de la civilización, que es preciso emular y fomentar. Si a todo esto añadimos la "Leyenda Negra" que impulsada por el mundo protestante y anglosajón tuvo como objetivo desprestigiar todo lo español, se comprenderá la soledad y el vacío ideológico con que se hallaron los ilustrados españoles del siglo XVIII, como Campomanes y Jovellanos, y los padres de la patria reunidos en las Cortes de Cádiz que habrían de redactar nuestra primera Constitución de 1812, y que fueron los primeros en el mundo en calificarse a sí mismos con el término, introducido por ellos, de "liberales".

La situación en el resto del mundo intelectual europeo no evolucionó mucho mejor que en España. El triunfo de la Reforma protestante desprestigió el papel de la Iglesia Católica como límite y contrapeso del poder secular de los gobiernos, que se vio así reforzado. Además el pensamiento protestante y la imperfecta recepción en el mundo anglosajón de la tradición liberal iusnaturalista a través de los "escolásticos protestantes" Hugo Grocio y Pufendorf, explica la importante involución que respecto del anterior pensamiento liberal supuso Adam Smith. En efecto, como bien indica Murray N. Rothbard (Economic Thought before Adam Smith, 1995), Adam Smith abandonó las contribuciones anteriores centradas en la teoría subjetiva del valor, la función empresarial y el interés por explicar los precios que se dan en el mercado real, sustituyéndolas todas ellas por la teoría objetiva del valor trabajo, sobre la que luego Marx construirá, como conclusión natural, toda la teoría socialista de la explotación. Además, Adam Smith se centra en explicar con carácter preferente el "precio natural" de equilibrio a largo plazo, modelo de equilibrio en el que la función empresarial brilla por su ausencia y en el que se supone que toda la información necesaria ya está disponible, por lo que será utilizado después por los teóricos neoclásicos del equilibrio para criticar los supuestos "fallos del mercado" y justificar el socialismo y la intervención del Estado sobre la economía y la sociedad civil. Por otro lado, Adam Smith impregnó la Ciencia Económica de calvinismo, por ejemplo al apoyar la prohibición de la usura y al distinguir entre ocupaciones "productivas" e "improductivas". Finalmente, Adam Smith rompió con el Laissez-faire radical de sus antecesores iusnaturalistas del continente (españoles, franceses e italianos) introduciendo en la historia del pensamiento un "liberalismo" tibio tan plagado de excepciones y matizaciones, que muchos "socialdemócratas" de hoy en día podrían incluso aceptar. La influencia negativa del pensamiento de la Escuela Clásica anglosajona sobre el liberalismo se acentúa con los sucesores de Adam Smith y, en especial, con Jeremías Bentham, que inocula el bacilo del utilitarismo más estrecho en la filosofía liberal, facilitando con ello el desarrollo de todo un análisis pseudocientífico de costes y beneficios (que se creen conocidos), y el surgimiento de toda una tradición de ingenieros sociales que pretenden moldear la sociedad a su antojo utilizando el poder coactivo del Estado. En Inglaterra, Stuart Mill culmina esta tendencia con su apostasía del Laissez-faire y sus numerosas concesiones al socialismo, y en Francia, el triunfo del racionalismo constructivista de origen cartesiano explica el dominio intervencionista de la Ecole Polytechnique y del socialismo cientificista de Saint-Simon y Comte (véase F.A. Hayek, The Counter-Revolution of Science, 1955), que a duras penas logran contener los liberales franceses de la tradición de Juan Bautista Say, agrupados en torno a Frédéric Bastiat y Gustave de Molinari.

Esta intoxicación intervencionista en el contenido doctrinal del liberalismo decimonónico fue fatal en la evolución política del liberalismo contemporáneo: uno tras otro los diferentes partidos políticos liberales caen víctimas del "pragmatismo", y en aras de mantener el poder a corto plazo consensúan políticas de compromiso que traicionan sus principios esenciales confundiendo al electorado y facilitando en última instancia el triunfo político del socialismo. Así, el partido liberal inglés termina desapareciendo en Inglaterra engullido por el partido laborista, y algo muy parecido sucede en el resto de Europa. La confusión a nivel político y doctrinal es tan grande que en muchas ocasiones los intervencionistas más conspicuos como John Maynard Keynes, terminan apropiándose del término "liberalismo" que, al menos en Inglaterra, Estados Unidos y, en general, en el mundo anglosajón pasa a utilizarse para denominar la socialdemocracia intervencionista impulsora del Estado del Bienestar, viéndose obligados los verdaderos liberales a buscarse otro término definitorio ("classical liberals", "conservative libertarians" o, simplemente, "libertarians").

En este contexto de confusión doctrinal y política no es de extrañar que en España nunca haya cuajado una verdadera revolución liberal. Aunque en el siglo XIX se puede distinguir una señera tradición del más genuino liberalismo, con representantes tan conspicuos como Laureano Figuerola y Ballester, Alvaro Flórez Estrada, Luis María Pastor, y otros, se desarrolla doctrinalmente muy influida por el tibio liberalismo de la Escuela Anglosajona (la traducción española de José Alonso Ortiz de La Riqueza de las Naciones ya se había publicado en Santander en 1794), o por el racionalismo jacobino de la Revolución Francesa. En el ámbito político el liberalismo español se enfrenta primero a las poderosas fuerzas absolutistas y después al pragmatismo disgregador de los "moderados", todo ello en un entorno continuo de guerra civil desgarradora. De manera que el triunfo de la Gloriosa Revolución Liberal de 1868 es efímero y cuando se produce la Restauración Canovista de 1875, triunfa el arancel proteccionista y se traicionan principios liberales esenciales, por ejemplo en el ámbito de la autodeterminación del pueblo cubano, con un coste tremendo para la nación en términos de sufrimientos humanos. Y ya entrado el siglo XX la pérdida de contenido doctrinal del Partido Liberal Democrático se hace cada vez más patente y en cierta medida culmina con el "reformismo social" de José Canalejas que impregna su política de medidas intervencionistas y socializadoras, restablece el servicio militar obligatorio y sigue adelante con la inmoral y nefasta política de gradual implicación militar de nuestro país en Marruecos. En este contexto de vacío doctrinal no es de extrañar que los pocos españoles que continúan aceptando calificarse de "liberales" crean que el liberalismo, más que un cuerpo de principios dogmáticos a favor de la libertad, es un simple "talante" caracterizado por la tolerancia y apertura ante todas las posiciones. Así, para Gregorio Marañón (véase el "Prólogo" a sus Ensayos liberales) "ser liberal es, precisamente estas dos cosas: primero, estar dispuesto a entenderse con el que piensa de otro modo; y segundo, no admitir jamás que el fin justifica los medios, sino que, por el contrario, son los medios los que justifican el fin. El liberalismo es, pues, una conducta y, por tanto, es mucho más que una política". Posición que en gran medida es compartida por otros grandes liberales españoles de la primera mitad del siglo XX, como José Ortega y Gasset o Salvador de Madariaga, y que en gran parte explica por qué el protagonismo político, primero durante la Dictadura del General Primo de Ribera, después durante la República y más tarde durante el Franquismo, nunca estuviera en manos de verdaderos liberales, sino más bien en la esfera de ambos extremos del intervencionismo (el socialismo obrero o el fascismo o socialismo conservador o de derechas), o bajo el control de políticos racionalistas jacobinos como Manuel Azaña.

A pesar de que el siglo XX será tristemente recordado como el siglo del Estatismo y de los totalitarismos de todo signo que más sufrimiento han causado al género humano, en sus últimos veinticinco años se ha observado con gran pujanza un notable resurgir del ideario liberal que debe achacarse a las siguientes razones. Primeramente, al rearme teórico liberal protagonizado por un puñado de pensadores que, en su mayoría, pertenecen o están influidos por la Escuela Austriaca que fue fundada en Viena cuando Carl Menger retomó en 1871 la tradición liberal subjetivista de los Escolásticos Españoles. Entre otros teóricos, destacan sobre todo Ludwig von Mises y Friedrich A. Hayek que fueron los primeros en predecir el advenimiento de la Gran Depresión de 1929 como resultado del intervencionismo monetario y fiscal emprendido por los gobiernos durante los "felices" años veinte, en descubrir el teorema de la imposibilidad científica del socialismo por falta de información, y en explicar el fracaso de las prescripciones keynesianas que se hizo evidente con el surgimiento de la grave recesión inflacionaria de los años setenta. Estos teóricos han elaborado, por primera vez, un cuerpo completo y perfeccionado de doctrina liberal en el que también han participado pensadores de otras escuelas liberales menos comprometidas como la de Chicago (Knight, Stigler, Friedman y Becker), el "ordo-liberalismo" de la "economía social de mercado" alemana (Röpke, Eucken, Erhard), o la llamada "Escuela de la Elección Pública" (Buchanan, Tullock y el resto de los teóricos de los "fallos del gobierno"). En segundo lugar, cabe mencionar el triunfo de la llamada revolución liberal-conservadora protagonizada por Ronald Reagan y Margaret Thatcher en Estados Unidos e Inglaterra a lo largo de los años ochenta. Así de 1980 a 1988 Ronald Reagan llevó a cabo una importante reforma fiscal que redujo el tipo marginal del impuesto sobre la renta al 28 por 100 y desmanteló, en gran medida, la regulación administrativa de la economía, generando un importante auge económico que creó en su país más de 12 millones de puestos de trabajo. Y más cerca de nosotros, Margaret Thatcher impulsó el programa de privatizaciones de empresas públicas más ambicioso que hasta hoy se ha conocido en el mundo, redujo al 40 por ciento el tipo marginal del impuesto sobre la renta, acabó con los abusos de los sindicatos e inició un programa de regeneración moral que impulsó fuertemente la economía inglesa, lastrada durante decenios por el intervencionismo de los laboristas y de los conservadores más "pragmáticos" (como Edward Heath y otros). En tercer lugar, quizás el hecho histórico más importante haya sido la caída del Muro de Berlín y el desmoronamiento del socialismo en Rusia y en los países del Este de Europa, que hoy se esfuerzan por construir sus economías de mercado en un Estado de Derecho. Todos estos hechos han llevado al convencimiento de que el liberalismo y la economía de libre mercado son el sistema político y económico más eficiente, moral y compatible con la naturaleza del ser humano. Así, por ejemplo, Juan Pablo II, preguntándose si el capitalismo es la vía para el progreso económico y social ha contestado lo siguiente (véase Centessimus Annus, cap. IV, num. 42): "Si por 'capitalismo' se entiende un sistema económico que reconoce el papel fundamental y positivo de la empresa, el mercado, de la propiedad privada y de la consiguiente responsabilidad para con los medios de producción, la respuesta es ciertamente positiva, aunque quizá sería más apropiado hablar de 'economía de empresa', 'economía de mercado', o simplemente 'economía libre'".

El pensamiento español no se ha mantenido ajeno a este resurgir mundial del liberalismo. Pensadores como Lucas Beltrán o Luis de Olariaga supieron mantener viva la llama liberal durante los largos años del autoritarismo franquista, llevándose a cabo un importante esfuerzo de estudio y popularización del ideario liberal por parte de los profesores, intelectuales y empresarios aglutinados en torno a la sociedad liberal Mont Pèlerin fundada por Hayek en 1947, y al proyecto de Unión Editorial que, a lo largo de los últimos 25 años, ha traducido, publicado y distribuido incansablemente en nuestro país las principales obras de contenido liberal escritas por pensadores extranjeros y nacionales. Entre éstos destacan los hermanos Joaquín y Luis Reig Albiol, Juan Marcos de la Fuente, Julio Pascual Vicente, Pedro Schwartz, Rafael Termes, Carlos Rodríguez Braun, Lorenzo Bernaldo de Quirós, Francisco Cabrillo, Joaquín Trigo, Juan Torras, Fernando Chueca Goitia y, como principal representante de la tradición liberal subjetivista en nuestro país, el prof. Jesús Huerta de Soto. La influencia de esta corriente doctrinal no ha dejado de sentirse en la vida política de nuestro país a partir del restablecimiento de la Monarquía constitucional, primero dentro de la extinta Unión del Centro Democrático a través de Antonio Fontán y del ya fallecido Joaquín Garrigues Walker; después vino el Partido Demócrata Liberal de Antonio Garrigues Walker, que integrado en el Partido Reformista de Miguel Roca no logró representación parlamentaria en las elecciones de 1986; posteriormente tuvieron representación parlamentaria la Unión Liberal de Pedro Schwartz y el Partido Liberal de Antonio Segurado, ambos integrados dentro, primero de Alianza Popular, y después en la Coalición Popular (1982-1987). Y tras los años de gobierno del PSOE, en los cuales, y a pesar de sus atentados al principio liberal de separación de poderes, también cupo distinguir una tímida corriente liberal de la mano de Miguel Boyer y Miguel Angel Fernández Ordóñez, tanto el Presidente del Gobierno del Partido Popular, José María Aznar, como alguno de sus ministros más significados (como Esperanza Aguirre y otros) no han dudado en calificarse como los herederos actuales del liberalismo y del centrismo político.
Dada la trágica trayectoria del socialismo a lo largo de este siglo no es aventurado pensar que el liberalismo se presenta como el ideario político y económico con más posibilidades de triunfar en el futuro. Y aunque quedan algunos ámbitos en los que la liberalización sigue planteando dudas y discrepancias -como, por ejemplo, el de la privatización del dinero, el desmantelamiento de los megagobiernos centrales a través de la descentralización autonómica y del nacionalismo liberal, y la necesidad de defender el ideario liberal en base a consideraciones predominantemente éticas más que de simple eficacia- el liberalismo promete como la doctrina más fructífera y humanista. Si España es capaz de asumir como propio este humanismo liberal y de llevarlo a la práctica de forma coherente es seguro que experimentará en el futuro un notable resurgir como sociedad dinámica y abierta, que sin duda podrá ser calificado como "Nuevo Siglo de Oro español".


en http://www.liberalismo.org/articulo/306/13/liberalismo/ 

martes, 8 de abril de 2014

Francisco: ¿ayuda su discurso a terminar con la pobreza?

por Roberto Cachanosky

Cuando el Papa habla de economía, no habla ex cathedra. Es solo una opinión y por lo tanto para el debate.

Antes de ir al punto de esta nota, deseo aclarar que soy católico, estudié en un colegio parroquial y luego economía en la UCA. En aquellos años, teníamos materias como teología, ética y moral profesional y, por supuesto, Doctrina Social de la Iglesia, en la que veíamos las encíclicas. De manera que algo de las opiniones de los papas sobre economía conozco, aunque tampoco soy un experto, pero sí las estudié.

Ahora bien, soy consciente de que a más de un ferviente católico no le agradará esta nota. Sin embargo, la escribo sabiendo que las declaraciones de Francisco en materia de economía y pobreza son discutibles.

Recordemos que solo cuando el Papa habla ex cathedra su palabra es inapelable y lo hace cuando se trata de temas de doctrina de fe. También recordemos que fue en el Concilio Vaticano I, en 1870, que se estableció el dogma de infalilibidad papal bajo el argumento de que el Papa tiene la asistencia divina. Históricamente, se decidió en dicho concilio establecer este principio de la infabilidad del Papa por las divisiones internas que, en esa época, imperaba dentro de  la Iglesia. No sigo profundizando en este tema porque no viene al caso de esta nota.

De lo anterior se desprende que cuando el Papa habla de economía, no habla ex cathedra, es decir, su palabra no es definitiva sino que es opinable, como la de cualquier católico o no católico. En consecuencia, sus afirmaciones sobre la pobreza pueden estar equivocadas al punto, y aquí alguien puede escandalizarse, que sus dichos pueden generar, por error, más pobreza, exclusión y hasta autoritarismo.

En su encíclica EVANGELII GAUDIUM, Francisco afirma: “En este contexto, algunos todavía defienden las teorías del «derrame», que suponen que todo crecimiento económico, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión social en el mundo. 

Esta opinión, que jamás ha sido confirmada por los hechos, expresa una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder económico y en los mecanismos sacralizados del sistema económico imperante. Mientras tanto, los excluidos siguen esperando”.

En primer lugar, Francisco se equivoca de medio a medio cuando afirma que la libertad de mercado no favorece a los más pobres y jamás ha sido confirmada en los hechos, porque hay toneladas de estudios, libros y ensayos que muestran que a más libertad económica mejor nivel de vida de la población y menos pobreza. Si alguien le acercara al Papa el libro de Mancur Olson, &"Auge y Decadencia de las Naciones&", podría verificar el error de su afirmación.

No fue el Plan Marshall el que sacó de las ruinas a la destruida Alemania de post guerra, sino el coraje de Konrad Adenauer y Ludwig Erhard que impulsaron una economía de mercado enfrentando a las fuerzas aliadas de ocupación que seguían con la cantinela de las regulaciones y cartas de racionamiento.

Otro libro para ser revisado es &"Bienestar para Todos&", de Luwig Erhard, en el que detalla cómo fue liberando la economía alemana hasta su reconstrucción total, lo que luego fue conocido como el milagro alemán. No hubo tal milagro, hubo una economía de mercado sustentada por sólidas instituciones que estimulaban el espíritu emprendedor de los alemanes.

No fue que se construyó el Muro de Berlín para que los alemanes occidentales no entraran en masa al paraíso socialista de la distribución de la riqueza, sino que los socialistas lo construyeron para encarcelar a los alemanes orientales que querían escapar de la atroz dictadura socialista y la pobreza en que vivían.

Y bueno es recordar también que Juan Pablo II contribuyó, con su coraje, a derribar ese muro de la vergüenza cuando abiertamente apoyó al sindicato Solidaridad que luchaba contra la opresión del paraíso socialista, en el que se suponía que unos pocos burócratas tenían el monopolio de la bondad y distribuían equitativamente la riqueza. Más bien tenían el monopolio de la represión hasta niveles salvajes.

Por citar otro ejemplo, los famosos balseros que se animaban a escapar de la opresión de Fidel Castro, no eran turistas apurados que habían perdido el avión. Era gente que quería respirar aire de libertad y arriesgaba su vida en precarias embarcaciones para llegar al continente.

Los excluidos de los que habla Francisco son excluidos porque el intervencionismo estatal, que parece propugnar, no solo traba la producción, sino que además desestimula las inversiones, la creación de nuevos puestos de trabajo y mejor remunerados gracias al aumento de la productividad.

Arriesgando aún más mis diferencias económicas con el pensamiento de Francisco, diría que hasta existen visiones morales diferentes. Mientras Francisco cree que los pobres tienen que ser asistidos por el Estado, yo creo que es moralmente superior crear las condiciones institucionales y la libertad de mercado para que cada ser humano tenga la dignidad de mantener a su familia del fruto de su trabajo y no de la dádiva del puntero de turno. 

¿Acaso, no ya Francisco, sino Bergoglio no ha visto cómo denigran a la gente en Argentina con el clientelismo político? 

¿Quién genera la pobreza, las empresas o un sistema intervencionista y redistributivo que destruye la producción  y los puestos de trabajo? 

¿No ha visto Bergoglio, hoy Francisco, el exponencial crecimiento de la corrupción estatal, el crecimiento exponencial de las villas de emergencia y la pobreza que ha generado ese intervencionismo económico que impulsa? 

¿No recuerda la destrucción económica ejecutada por Moreno, el soldado de la causa? 

¿O Francisco va a afirmar que en estos 10 años de destrucción económica, escándalos de corrupción y aniquilamiento de valores como la cultura del trabajo fueron obra de ese malvado libre mercado?
 
El mercado es un proceso donde pacíficamente la gente intercambia los bienes que producen. Nadie se apropia de lo que no le corresponde. En esa economía de mercado que Francisco denuncia como perjudicial, el empresario tiene que ganarse el favor del consumidor produciendo los bienes y servicios que la gente necesita. Para que el empresario pueda progresar tiene que previamente hacer progresar a sus semejantes. En las economías intervencionistas son los burócratas los que deciden por la gente ganadores y perdedores y encima son el caldo de cultivo para que la corrupción florezca otorgando privilegios, proteccionismo y demás prebendas que, justamente, hacen que unos pocos generen fortunas a costa del resto de la población. Esa concentración de la riqueza que denuncia en la encíclica.
 
¿No ha visto Francisco el fenomenal crecimiento patrimonial de ex empleados bancarios y choferes gracias a los oscuros negocios del intervencionismo estatal? A no equivocarse, sus palabras podrán estar inspiradas en la bondad, pero los resultados son más desigualdad, escandalosa corrupción y retraso económico. 

¿No es eso lo que debe condenar moralmente la Iglesia?
 
¿No es el autoritarismo creciente, el apriete a empresarios, periodistas, economistas y cuanta persona opine diferente al todo poderoso Estado lo que debe condenarse sin miramientos?
 
Por otro lado, llama la atención que habiendo sido la Iglesia una de las instituciones que en el pasado mucho hizo por la educación y, sobre todo con la creación de talleres donde se enseñaban oficios (carpintería, electricidad, etc.) para que los jóvenes pudieran encontrar su salida laboral, hoy pretenda transferirle esa tarea al Estado. En todo caso la gente es mucho más solidaria que la dirigencia política, que lucra con la pobreza porque es su negocio electoral.
 
El tema da para largo, pero me parece que Francisco contribuiría mucho a terminar con la pobreza, la corrupción, el avasallamiento de las libertades individuales, si comprendiera que la libertad económica es un imperativo moral que debería apoyar en vez de criticarlo. Impulsar al todo poderoso Estado, no solo es ineficiente desde el punto de vista económico, sino que, además, moralmente reprochable por la corrupción y la exclusión social que genera al expulsar del mercado laboral a millones de personas.
 
Bergoglio ha visto como en nuestro país, en la última década, han proliferado en cantidades industriales los planes “sociales” y sin embargo hay una pobreza e indigencia que escandalizan.
 
Guste o no, para terminar con la pobreza hace falta un sistema económico de libre mercado con instituciones sólidas. En cuanto a la solidaridad, eso es algo que tiene que ejercer cada uno de acuerdo a su conciencia. Poner la solidaridad en manos de los políticos es como dejar al pajarito al cuidado del gato.
 
En definitiva, imagino que con esta nota me he ganado un montón de enemigos, pero les recuerdo que cuando el Papa habla de economía, no habla ex cathedra. Es solo una opinión y por lo tanto para el debate.
en http://economiaparatodos.net/francisco-ayuda-su-discurso-a-terminar-con-la-pobreza/

jueves, 3 de abril de 2014

Hay que medir las consecuencias no económicas de las crisis

por Pablo Coelho

Nunca se midió, o al menos nunca se conoció públicamente el resultado de alguna investigación al respecto que mida el impacto de las sucesivas crisis económicas y políticas que hemos venido sufriendo desde hace no menos de menos cuarenta años.

Muchos argentinos perdimos en algún momento -y a causa de estas crisis recurrentes- empleos, empresas, patrimonio, oportunidades educativas, recreativas y laborales, se han destruído familias y más cosas aún, y estas situaciones traumáticas tiene un evidente costo en términos emocionales o de salud mental del que aparentemente se desconocen los resultados.

Hay dos maneras fundamentales en que la crisis puede afectar a la salud mental. La primera es por la creación de un clima de incertidumbre, preocupación y pesimismo generalizados. La segunda es a través de las consecuencias directas del desempleo y las pérdidas relacionadas con dicha situación ya que es una de los aspectos de nuestra vida que marca nuestra identidad, nuestras relaciones sociales y muchos otros aspectos y es fundamental -para la salud- mantener el ritmo de vida, la actividad física, la búsqueda de empleo, la formación, y muy especialmente, las relaciones sociales. El ser humano es fundamentalmente un ser social. Todo lo que nos aísla, nos acaba destruyendo.

En ambos casos, se trata de factores complejos y difusos que actúan más sobre las personas más frágiles y con menos recursos: es decir, los más pobres, con menor nivel sociocultural, los más aislados, y los ya enfermos. El paro produce un deterioro de la salud en general, tanto la salud mental como la salud física aunque en realidad no hay dos tipos de salud: la salud es una sola.

Entonces ¿Cuánto han afectado a nuestra salud mental situaciones tan traumáticas como el "rodrigazo", el terrorismo, la violencia institucional, el conflicto del Beagle, la guerra de Malvinas, las crisis económicas de 1985, 1988, los efectos "tequila" y "caipirinha", la hiperinflación, el "corralito" y el "corralón", la pesificación asimétrica, la inseguridad, la crisis del sistema educativo y de salud y la inseguridad hasta llegar a la actual crisis política, económica y social producto de un cóctel de inflación, recesión, desempleo, pobreza estructural, marginalidad, emigración, paro endémico, trabajo en negro, narcotráfico, caída del poder de compra, inseguridad y gente haciendo justicia por mano propia, traduciéndose todo esto en divorcios, separaciones, violencia, discapacidades, adicciones, depresiones, enfermedades psicosomáticas, suicidios y otras muertes directas o indirectas que son consecuencia de estas recurrentes crisis y sus efectos?

Aunque no se dispone de cifras publicadas de morbilidad psiquiátrica o de prevalencia tratada sería deseable que se comenzara a ponderar estas cuestiones por la sencilla razón de que hay responsables -cada una de estas políticas públicas erróneas o fallidas tienen uno o varios responsables políticos que deben hacerse cargo de su "mala praxis" en lo que les corresponda- y que la Justicia -si fuera necesario- y la Historia finalmente se encarguen de juzgarlos también por esto.

lunes, 31 de marzo de 2014

España: La crisis y el neo-no-liberalismo

por Luis Martínez de Carvajal

Dicen que una mentira contada mil veces se convierte en una verdad, y no hay mayor mentira que más veces se haya contado que la supuesta causa de la crisis. El “neoliberalismo”, ese enemigo público número uno, esa palabra que recuerda el mal con sólo verla y que ha llevado a Europa a esta crisis. Antes de nada analicemos esta palabra, “neoliberalismo”, supongo que hará referencia a los liberales de la actualidad. Lo cual no entiendo ya que es como si a los sevillanos de hoy en día nos llamaran “neosevillanos”, poco sentido tiene. Pero bueno, hoy voy a intentar convencerles de que la culpa de la crisis no es del liberalismo, sino del no-liberalismo.


Y es que se le acusa al liberalismo de ser el causante de la crisis actual pues son políticas liberales las que se han llevado a cabo y han predominado en los últimos años, supuestamente. Y digo supuestamente porque el liberalismo defiende la no intervención en la economía y los ciclos económicos, y voy a demostrarles que es justamente lo contrario lo que se ha llevado a cabo en los últimos años.


Una de las causas de esta crisis ha sido la burbuja inmobiliaria que ha llevado a una restricción del crédito bancario pues estaban estos sobre endeudados. Bien, que los bancos estén sobre endeudados es la primera señal por la que debemos ver que no hay liberalismo, más bien lo contrario. En un mercado libre bancario, cuando un banco tiene una deuda que supera el 100% de sus activos ya no tiene posibilidad alguna de endeudarse más, pues cualquiera se da cuenta de que no es viable invertir en un banco tan endeudado. En cambio actualmente existen unos bancos centrales controlados por los gobiernos que permiten seguir endeudándose a estos bancos pues compran esa deuda de los bancos que nadie compraría, son los culpables de permitir que los bancos se hayan endeudado a niveles que superan el 600% de los activos en algunos casos.


En la pasada década se produjo una burbuja inmobiliaria, la cual por sí sola no es un problema grave, lo que sí es grave es que las familias y empresas estén hasta las trancas endeudadas por esa burbuja. Entonces muchos le echaron la culpa a los especuladores (aunque especuladores somos todos) y a los mercados, cuando fueron los bancos centrales otra vez los que tienen la culpa. Pues estos bajaron artificialmente los tipos de interés y con esto alteran el ciclo económico y llevan a una burbuja mobiliaria mucho mayor y más fuerte. Las familias y empresas desde la bajada de tipos del BCE se endeudaron un 300% más por ejemplo.

Pero la culpa de que en España estemos muchísimo peor que Alemania por ejemplo, es la burbuja estatal como algunos la llaman. Pues aunque muchos se empeñen en decir lo contrario, esta crisis no es global. Tanto Alemania como Reino Unido o EEUU han sufrido mucho menos esta crisis debido a que no han tenido un boom de gasto como en España. Comparemos Alemania con España, durante la época de bonanza Alemania decidió ahorrar y no aumentar el gasto público, incluso se llevaron a cabo recortes por un presidente socialdemócrata. En cambio España decidió aumentar el gasto público en 80.000.000.000€, pues creíamos que ese crecimiento era real y que todo iba a ir siempre al alza. Además ese gasto no se fue a I+D como hace China en un 50% de su presupuesto, no, ese dinero se fue a gasto social y a infraestructuras que no eran nada productivas. Llegábamos a tener mejores y más carreteras que Francia y Alemania juntas, muchos más AVE y tranvías. Que no pare la fiesta.


¿Y cómo respondió España a esta crisis? De la peor forma posible, con un mayor endeudamiento y un intento de reactivar un sector que había quebrado. Decidimos realizar inversiones públicas como el famoso Plan E que no sirvió para nada, decidimos subir impuestos a máximos históricos y rescatar a la banca pública. Cuando en Alemania se llevaron a cabo planes de recortes y liberalización del mercado, España no recortó apenas el gasto público y mucho menos liberalizó la economía.


Entonces tildan estas políticas de liberales, cuando el capitalismo se trata de la privatización de beneficios y de pérdidas, no sólo de beneficios como ocurre en España. Mientras que en EEUU han quebrado 340 bancos desde 2007, en España 0, pues hemos rescatado a una banca pública desastrosa.

Mientras que Estonia ha reducido su déficit enormemente tras el estallido de la burbuja, España casi lo ha triplicado. Mientras que Estonia ha liberalizado la economía llegando a ser el 11º país con mayor libertad económica del mundo actualmente, España ha pasado del puesto 27º en 2007 al 49º en 2014. Estonia y España tenían en 2010 un paro que rondaba el 20º, actualmente ellos tienen un paro inferior al 10% y nosotros lo hemos aumentado a un 26%. No es una utopía, son Alemania y Estonia, donde realmente hay austeridad.

Por lo que pueden ver que en los últimos años ha habido de todo en Europa y sobre todo en España menos austeridad, salvando a aquellos países que hoy crecen gracias al ahorro. Y menos mal que no hemos hablado de la burrada económica que se ha llevado a cabo en Europa con una política monetaria híper-expansiva, un aumento de gasto público sobre el PIB del 35% al 50% con un aumento de regulaciones financieras que se han reproducido en 40.000 regulaciones más, todo esto en los últimos 15 años. Por eso defiendo que la culpa de la crisis no es del liberalismo o neoliberalismo, mejor dicho la culpa de la crisis es del neo-no-liberalismo.

por Luis Martínez de Carvajal en http://www.liberalspain.com/la-crisis-y-el-neo-liberalismo/
Fuente: FMI, Index of Economic Freedom 2007-2014, Eurostat, European Citizens´ iniciative inform.

martes, 25 de marzo de 2014

Educación Pública: llamar a las cosas por su nombre

Por Pablo coelho

Cuánta veces decimos o escuchamos ¡Yo soy un defensor de la educación pública! o frases por el estilo, ahora pregunto: ¿sabemos qué es lo que estamos diciendo o escuchando cuando decimos o escuchamos eso?

Educación pública es el sistema nacional educativo de cada país o provincia, que, por lo general, comprende la planificación y supervisión de planes de estudio de los diversos niveles académicos, especialmente los obligatorios.

¿Cuando comprenderán  funcionarios, sindicalistas, comunicadores, padres, alumnos, opinadores de las redes sociales y opinión pública en general que la educación pública (esa que la mayoría dice defender y que en realidad debería denominarse "enseñanza" o "instrucción") es un sistema que incluye tanto a la enseñanza de "gestión estatal" como a la de "gestión privada"? ¡La educación estatal y la privada "son" educación pública!

Si no denominamos las cosas como son y -sobre todo- sabemos de que estamos hablando cuando hablamos, difícilmente podamos llegar a los necesarios acuerdos y consensos que se requieren para la búsqueda de las soluciones a los problemas que nos aquejan como sociedad.

Qué quede en claro y no se malentienda: soy producto y un agradecido del sistema educativo estatal y defiendo y -sin negar la importancia de los privados en la gestión de la educación- apoyo a ultranza una "enseñanza pública estatal" de calidad que tenga como objetivo la excelencia educativa.

viernes, 21 de marzo de 2014

Recuperación del Ethos individual e inclusivo


El libro Regenerar la Democracia, Reconstruir el Estado (2012), del catedrático D. Gaspar Ariño Ortiz, comienza con un capítulo dedicado a la crisis de principios, valores y creencias que desvertebran España:
“La democracia antes y más que un sistema de gobierno, es un sistema de valores, que demanda una educación político-moral… para que el sistema político o el sistema económico funcionen correctamente y den frutos de bienestar y prosperidad generales, es necesario que estén permeados, impregnados, por un sistema de valores, que inspire el comportamiento de las personas, especialmente de líderes, sociales, políticos y empresariales”.
“Toda regeneración es exógena. Los políticos son juez y parte y el cambio les haría perder poder y dinero. Es necesario pues, crear un estado de opinión que presione a los políticos.”
En el anterior artículo, vimos una nueva teoría de la evolución institucional hacia la sociedad civilizada o abierta que reclama la importancia de que actúen líderes inclusivos en tres ámbitos:
1) La recuperación de los valores (instituciones morales).
2) La regeneración de la democracia (instituciones jurídicas).
3) La reducción del Estado (instituciones políticas).
Hoy comentaremos la importancia de recuperar los valores morales propios de una sociedad abierta, frente al deterioro institucional que supone los valores tribales de las religiones arcaicas y de las ideologías colectivistas.

1. Recuperación del Ethos individual e inclusivo.
El “ethos” es el conjunto de los patrones de comportamiento, las instituciones morales o, si se prefiere, las normas de conducta con las que actúa la mayoría de la población de un territorio.
El proceso de evolución sociocultural hacia una sociedad abierta requiere ciertos patrones de comportamiento abstractos y universales que, generación tras generación, arraigan por evolución sociocultural entre la mayoría de la población de un territorio de modo que hacen que prevalezca el orden de mercado sobre el orden político.
Es decir, una sociedad civilizada se caracteriza por un “ethos” común individual e “inclusivo” formado por instituciones morales como, entre otras, el respeto por la vida, por la libertad individual, por la propiedad privada (plural), por el cumplimiento de los contratos, por los derechos subjetivos frente al Estado, por la familia, por el lenguaje, por el dinero, por los préstamos, por el libre comercio, por la función empresarial,…
El proceso de evolución sociocultural es muy lento porque las normas de conducta se adquieren por aprendizaje neurolingüístico situado a medio camino entre lo racional y lo irracional y, especialmente, porque también requieren que prevalezcan líderes inclusivos en el orden político.
Estos líderes inclusivos se identifican porque ejercen las potestades para las que les ha elegido el pueblo, con mínima coacción y mínimo intervencionismo, dotando de triple seguridad (interior, exterior y jurídica) al territorio y respetando el “ethos” individual e inclusivo con un Estado de Derecho, digno de tal nombre, es decir, que proporciona justicia independiente y ajustada al cumplimiento estricto de la Ley, facilitando el libre ejercicio de la función empresarial y no entorpeciendo el libre intercambio entre millones de ciudadanos.

2. Deterioro del Ethos: arcaico-colectivista, extractivo-destructivo.
También vimos que la nueva teoría de la evolución institucional permite observar el rápido proceso de involución sociocultural hacia una sociedad más cerrada, cuando en el orden político prevalece una oligarquía de líderes extractivos y destructivos que atacan el orden de mercado con virulencia para perseguir sus fines concretos y propios.
Con el crecimiento del tamaño de las formas de lo “Político” (ciudad, diputaciones, autonomías, gobierno central) y, en particular, con el incremento exponencial del tamaño del Estado-Administración, aumentan el grado de oligarquización y la colectivización de la sociedad, lo que describimos como un proceso de involución institucional desde una sociedad abierta y civilizada hacia una sociedad más cerrada y colectivista.
El ethos arcaico y colectivista se amolda perfectamente al relativismo moral de una clase dirigente, por lo que también puede emplearse la denominación de ethos extractivo y destructivo que caracteriza el comportamiento de las autoridades que depredan el presupuesto y que deterioran la legislación para conseguir mayores cotas de poder político.
El ethos arcaico y colectivista caracteriza a las sociedades más cerradas como las tribus y los regímenes políticos colectivistas, en donde arraigan los valores relativistas que favorecen las políticas intervencionistas de la oligarquía.
Permite imponer los arbitrios políticos sobre el orden de mercado, los derechos civiles y las haciendas de la población por medio del derecho positivo, el estatismo y el cientifismo constructivista.
El ethos arcaico y colectivista atropella los derechos fundamentales a la vida, a la libertad, a la propiedad y a la igualdad de trato ante la Ley, porque quedan sujetos al arbitrio del relativismo moral que dictan los intereses de la oligarquía de élites extractivas y destructivas. Se puede identificar tanto en la sociedad tribal como en la sociedad colectivista y se distingue por cuatro características:

2.1. Negación de la libertad individual
La negación de la individualidad del ser humano libre o, si se prefiere, la anulación de la libertad individual es el ethos común que sirve de nexo de unión entre las religiones arcaicas y las ideologías colectivistas.

2.2. Imposición de un mito cohesionador
El orden social se consigue mediante un mito cohesionador que proporciona la seguridad al colectivo de hombres-masa y que mantiene en el poder a los dirigentes.
Cuando no existen los valores morales tradicionales y la nación es un concepto “discutido y discutible”, los líderes extractivos y destructivos imponen una nueva moral relativista y “guían” la sociedad mediante una agenda de principios colectivos: alianza de civilizaciones, negociación con terroristas, memoria histórica, ideología de género, redistribución de la riqueza, subvenciones “sociales”, aumento del tamaño del Estado,...
En las religiones paganas, el mito cohesionador son los sacrificios humanos rituales que permiten mantener el control del grupo mediante el culto al Sol o a los dioses paganos para que favorezcan al colectivo y que solo saben interpretar los líderes.
En las ideologías comunista y socialista, los mitos cohesionadores que provocan los sacrificios de otros seres humanos y que sostienen a la oligarquía y “guían” a la sociedad cerrada son utopías más mecanicistas como, entre otros: el altruismo hacia un grupo social, la solidaridad hacia la clase proletaria, la propiedad comunal de los medios de producción, la redistribución de la riqueza, o la acción de lucha contra la burguesía, la pobreza, el cambio climático, las tradiciones, la religión, el enemigo interior o exterior,…
En las ideologías nacional-socialista y nacional-separatista, los mitos cohesionadores se producen también con coacción, violencia y sacrificio en masa de seres humanos por arcadias más biologicistas como, entre otras: el “Lebensraum” (espacio vital), el “Zeitgeist” (espíritu del tiempo), el lenguaje exclusivo, la cultura más sofisticada, la etnia más inteligente o la raza supuestamente superior.

2.3. Coacción y violencia en contra de los derechos individuales
El ethos arcaico y colectivista somete un grupo o bien una sociedad a los designios de la casta dominante. Se subliman los mitos cohesionadores que sirven de escusa para justificar las acciones políticas y se relativizan los valores morales, para poder atropellar y aplastar los derechos individuales a la vida, a la libertad, a la propiedad y a la igualdad de trato ante la Ley del grupo que es dominado (guiado) por la oligarquía de élites extractivas y destructivas.

2.4. Culto a la tribu y al Estado-Administración
El ethos arcaico rinde culto a los caciques y hechiceros tribales en supuesto contacto con los dioses para proveer la felicidad en la Tierra con una colectivización total de los recursos de la tribu.
El ethos colectivista rinde culto a otra forma de lo político más sofisticada, técnica y artificial, que es el Estado-Administración, controlado por una oligarquía para proveer la felicidad de la población mediante la colectivización de los medios de producción y/o su distribución entre las diferentes clases y grupos sociales.
De hecho, en el siglo XX y a comienzos del siglo XXI, el principal mito cohesionador es el culto al Estado Minotauro o Total con un tamaño cercano o superior al 50% del PIB, en la creencia mitológica de que puede proveerse una completa felicidad en la Tierra.
Se puede afirmar con rotundidad que la “auctoritas” de la Iglesia y el ethos católico de la “nación” perdieron su fuerza cohesionadora y fueron sustituidos en el siglo XX por la apokatástasis que, en palabras del catedrático Dalmacio Negro, significa que:
“Al menos desde el punto de vista político, parece ser la herejía dominante hoy en día en Occidente, culturalmente cristiano, pero en el que, atendiendo a los hechos, lo sagrado habría abandonado la Iglesia según el teólogo Cavanaugh, para encarnarse en el Estado… Esta herejía sería la causa soterrada del socialismo y del estatismo, que prometen y ofrecen la salvación en este mundo”.
El auge de la religión secular, consecuencia de la divinización del conocimiento (cientifismo) y el culto a su sumo sacerdote el Estado (estatismo), suponen la relativización del valor insustituible de la vida humana, de la libertad, de la propiedad privada y de las instituciones morales propias de la sociedad civilizada o abierta.

3. Recuperación del Ethos occidental de origen judeocristiano
En Occidente, las raíces del ethos común se encuentran en la religión judeocristiana, cuando ha sido y cuando es liderada por fieles, intelectuales y líderes “inclusivos” que creen en los valores, patrones de comportamiento, normas de conducta o instituciones morales del orden de mercado frente al orden político u oligárquico.
En el cristianismo se haya la base espirituales y religiosa del respeto por la vida de cada ser humano, por su libertad de decidir, por sus propiedades, por su familia, por el cuidado de “nasciturus”, por la veneración de los ancianos, por el intercambio pacífico de bienes y servicios resultado de la función empresarial,…
Esas mismas raíces, respetuosas con el ser humano libre, también pueden encontrarse en el pacifismo del ethos Oriental desarrollado en torno al budismo, al igual que en las manifestaciones del cristianismo moderno y pacífico y en la filosofía de la libertad del individuo que se basa en la no-coacción.
En todo caso, la recuperación del ethos común no está al alcance de cualquier religión o de cualquier filosofía, si promueven la violencia y la imposición de normas de conducta sobre su grupo o sobre el resto de la sociedad. Tampoco está al alcance de una religión o de una filosofía, cuando sirve de guía a los líderes extractivos y destructivos.
Las raíces del ethos individual e inclusivo se hallan en la religión y/o en la filosofía, cuando fieles, intelectuales y líderes actúan de forma inclusiva al arraigar los patrones de comportamiento que caracterizan a la sociedad civilizada o abierta, con respeto de los derechos individuales y confianza en la naturaleza libre de cada ser humano.

4. Paradigma de valores cristianos y absolutos frente al paradigma relativista y masónico.
Un paradigma es un conjunto de valores a través del cual vemos y conocemos la realidad. Según opina el catedrático Dalmacio Negro, existe una crisis en el paradigma socialdemócrata.
Por dicho motivo, es interesante el libro Masonería, religión y política” (2012), de D. Manuel Guerra Gómez, porque señala cómo la recuperación del “ethos” común requiere actuar para que cese la sustitución política del paradigma cristiano y absoluto por el paradigma masónico y relativista porque:
- Cuando sólo existe el método del diálogo masónico y todo es relativo, curiosamente el consenso de los políticamente correcto y de la moral “social” coincide siempre con lo que conviene a los intereses de los grupos de líderes extractivos y destructivos.
Se requiere que regresen las virtudes individuales como la honradez, el mérito académico, la capacidad de trabajo, y el sentido de Estado, la integridad profesional, el cumplimiento de la Ley, la honestidad, la transparencia y la gestión austera y eficaz de los recursos. Sobre todo, se requiere que la población sepa distinguir con claridad entre el bien y el mal, entre lo justo y lo injusto, entre los líderes inclusivos y los sinvergüenzas y oportunistas. En definitiva, se necesitan líderes inclusivos y, especialmente, ciudadanos que abandonen el culto al Estado y la confianza ciega en los políticos.
Para recuperar el ethos individual e inclusivo es preciso reclamar que se produzca una recuperación de los instituciones morales que caracterizan a una sociedad civilizada o abierta como, entre otros, el respeto estricto por el derecho a la vida de cada ser humano, por las libertades de pensamiento y opinión, por las libertades de prensa y comunicación, por la propiedad privada (plural), por la igualdad de trato ante la Ley, por la familia, por la religión, por la función empresarial, por el dinero de calidad, por el comercio, por la independencia de jueces y tribunales,…
En dicho empeño, son imprescindibles el esfuerzo de la población, los intelectuales y las entidades civiles independientes (Hazte Oír, el Instituto Juan de Mariana, el Centro Diego Covarrubias, GEES, Profesionales por la Ética,...) para que arraiguen las instituciones morales o hayekianas.
en http://plataformaconstitucional.blogspot.com.ar/2014/04/recuperacion-del-ethos-individual-e.html

lunes, 17 de marzo de 2014

La violencia que no deja huellas visibles pero que hace mucho daño

por Pablo Coelho

El maltrato psicológico no deja huellas ni moretones y afecta tanto a mujeres como hombres, niños como ancianos, personas con discapacidad o casi cualquier categoría de persona.

Quien maltrata recurre a insultos, ofensas, amenazas, críticas destructivas, gritos, gestos de indiferencia, descalificaciones, agresiones, malos modales intencionales, desprecios, y/o humillaciones.

En una relación saludable no existen los maltratos emocionales: todo lo contrario, existe el respeto, el amor y la comprensión hacia el otro, la disposición para apoyarlo, para integrarlo a un equipo, incluirlo como compañero de estudios o de trabajo e incluso como amigo.

Este tipo de violencia aunque no incluya golpes ni otras agresiones físicas es una forma de violencia que hace muchísimo daño emocional. Son conocidos los casos de violencia de género o de "bullyng" (acoso escolar), de violencia de género o de acoso laboral, pero este tipo de violencia puede abarcar cualquier ámbito de la vida y a cualquier persona y actúa muchas veces sin que los actores ni su entorno cercano lo adviertan hasta que es tarde.

Hagamos un exámen de conciencia, reconozcamos si en nosotros o alguna persona de nuestro contexto familiar, escolar o laboral habita un violento emocional o una víctima de esta violencia y, en tal caso, busquemos ayuda o brindémosla.