Cuando se producen crisis como las que observamos hoy en el mercado internacional se suelen destacar las caídas de los activos para reflejar la crisis, pero no se reflejan los activos que aumentan de valor. En los últimos días podía verse que, ante la caída de las acciones en el exterior, subía el precio del oro.
¿Qué significaba? Que había inversores que desarmaban sus posiciones en acciones y se refugiaban en el oro. La ley de Say (ley que lleva este nombre por Juan Bautista Say, economista francés, dijo que la oferta crea su propia demanda) siempre se cumple. El mercado ofrecía acciones para demandar oro. Lo mismo ocurrió con la crisis de 2001/2002 en la Argentina, cuando ante el corralito, corralón y el pánico la gente se retiraba de los bancos para demandar propiedades.
¿Puede la actual crisis internacional generar un efecto similar? Ante el temor por la crisis, ¿traerán los argentinos los fondos que tienen en el exterior para invertir en propiedades? No veo que en esta oportunidad se produzca un movimiento de este tipo. En primer lugar, porque hoy son mucho más estrictos los controles que establece el Estado al momento de adquirir una propiedad, por lo tanto, más de uno tendría problemas para explicar el origen de sus fondos. En segundo lugar, los precios de las propiedades no son tan atractivos como en 2002. Adquirir una propiedad a precio de ganga para refaccionarla, como ocurrió en los primeros años posteriores a la crisis de 2002, no luce como una alternativa muy potable considerando que, en un contexto inflacionario, es muy difícil calcular los costos de refacción y los precios de los materiales aumentaron en dólares. Por otro lado, las propiedades terminadas y en buenas condiciones hoy tienen precios que pueden servir como refugio frente a la inflación, pero no me imagino este mercado como un buen mecanismo de arbitraje por el cual se compra barato para hacer una diferencia de capital.
También cabe recordar que el sector agropecuario fue un buen demandante de propiedades en los últimos 5 años, pero se sabe que hoy enfrenta importantes bajas de rentabilidad.Desde el punto de vista macro lo que se visualiza es que ya existe una importante disminución en el ritmo de actividad, que irá acentuándose en los próximos meses.
Esto significa que disminuirá la capacidad de ahorro del sector privado y, en consecuencia, si el mercado inmobiliario fue, hasta ahora, un refugio para invertir los ahorros, en adelante habrá menos ahorro para refugiar. Con esto quiero decir que, como mínimo, los precios de las propiedades deberían dejar de subir.
El escenario es bastante claro. Si quienes compraban al contado, que eran la mayoría de las operaciones, ahora tendrán menos ahorros para invertir por disminución de la rentabilidad de sus empresas, y si el crédito hipotecario sigue estando ausente, no se percibe de dónde saldrá la demanda para sostener precios en alza.
Podría argumentarse que extranjeros que fueron castigados en el exterior por la crisis traerán sus capitales a la Argentina. Puede ser en forma muy marginal, pero no luce hoy nuestro país como el refugio alternativo ante la crisis internacional. Finalmente quedaría el caso de los que tienen sus ahorros en los bancos locales y optan por retirarlos para adquirir propiedades.
Por ahora no se ve ese escenario. Más bien la gente está dolarizando sus ahorros porque comienza a advertir que el dólar en la Argentina es nuevamente barato.
Mi impresión es que, así como el resto de la economía está disminuyendo la tasa de aumento de precios por las menores ventas, el mercado inmobiliario no tendría que escapar a la tendencia general, salvo que se produjera en nuestro país otro pánico bancario y la gente saliera corriendo a comprar dólares y propiedades como ocurrió en 2002.
En ese hipotético caso, habría un overshooting en los precios de las propiedades, es decir, subirían aún más los precios en una primera instancia, pero luego de la crisis deberían retornar a precios más bajos. El viento de cola que venía del exterior durante los últimos 5 años ha cesado y ahora aparece un viento de frente. Si el modelo económico ya estaba agotado antes de la crisis financiera internacional, ahora está mucho más agotado y sin márgenes. Por lo tanto, seguir pensando en los mismos términos que se pensó desde 2003 hasta ahora ya no sirve.
¿Qué significaba? Que había inversores que desarmaban sus posiciones en acciones y se refugiaban en el oro. La ley de Say (ley que lleva este nombre por Juan Bautista Say, economista francés, dijo que la oferta crea su propia demanda) siempre se cumple. El mercado ofrecía acciones para demandar oro. Lo mismo ocurrió con la crisis de 2001/2002 en la Argentina, cuando ante el corralito, corralón y el pánico la gente se retiraba de los bancos para demandar propiedades.
¿Puede la actual crisis internacional generar un efecto similar? Ante el temor por la crisis, ¿traerán los argentinos los fondos que tienen en el exterior para invertir en propiedades? No veo que en esta oportunidad se produzca un movimiento de este tipo. En primer lugar, porque hoy son mucho más estrictos los controles que establece el Estado al momento de adquirir una propiedad, por lo tanto, más de uno tendría problemas para explicar el origen de sus fondos. En segundo lugar, los precios de las propiedades no son tan atractivos como en 2002. Adquirir una propiedad a precio de ganga para refaccionarla, como ocurrió en los primeros años posteriores a la crisis de 2002, no luce como una alternativa muy potable considerando que, en un contexto inflacionario, es muy difícil calcular los costos de refacción y los precios de los materiales aumentaron en dólares. Por otro lado, las propiedades terminadas y en buenas condiciones hoy tienen precios que pueden servir como refugio frente a la inflación, pero no me imagino este mercado como un buen mecanismo de arbitraje por el cual se compra barato para hacer una diferencia de capital.
También cabe recordar que el sector agropecuario fue un buen demandante de propiedades en los últimos 5 años, pero se sabe que hoy enfrenta importantes bajas de rentabilidad.Desde el punto de vista macro lo que se visualiza es que ya existe una importante disminución en el ritmo de actividad, que irá acentuándose en los próximos meses.
Esto significa que disminuirá la capacidad de ahorro del sector privado y, en consecuencia, si el mercado inmobiliario fue, hasta ahora, un refugio para invertir los ahorros, en adelante habrá menos ahorro para refugiar. Con esto quiero decir que, como mínimo, los precios de las propiedades deberían dejar de subir.
El escenario es bastante claro. Si quienes compraban al contado, que eran la mayoría de las operaciones, ahora tendrán menos ahorros para invertir por disminución de la rentabilidad de sus empresas, y si el crédito hipotecario sigue estando ausente, no se percibe de dónde saldrá la demanda para sostener precios en alza.
Podría argumentarse que extranjeros que fueron castigados en el exterior por la crisis traerán sus capitales a la Argentina. Puede ser en forma muy marginal, pero no luce hoy nuestro país como el refugio alternativo ante la crisis internacional. Finalmente quedaría el caso de los que tienen sus ahorros en los bancos locales y optan por retirarlos para adquirir propiedades.
Por ahora no se ve ese escenario. Más bien la gente está dolarizando sus ahorros porque comienza a advertir que el dólar en la Argentina es nuevamente barato.
Mi impresión es que, así como el resto de la economía está disminuyendo la tasa de aumento de precios por las menores ventas, el mercado inmobiliario no tendría que escapar a la tendencia general, salvo que se produjera en nuestro país otro pánico bancario y la gente saliera corriendo a comprar dólares y propiedades como ocurrió en 2002.
En ese hipotético caso, habría un overshooting en los precios de las propiedades, es decir, subirían aún más los precios en una primera instancia, pero luego de la crisis deberían retornar a precios más bajos. El viento de cola que venía del exterior durante los últimos 5 años ha cesado y ahora aparece un viento de frente. Si el modelo económico ya estaba agotado antes de la crisis financiera internacional, ahora está mucho más agotado y sin márgenes. Por lo tanto, seguir pensando en los mismos términos que se pensó desde 2003 hasta ahora ya no sirve.
Roberto Cachanosky (economista) Para LA NACION
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