¿De qué han servido los estímulos monetarios, los planes E de turno, rescates bancarios, los Planes Renove y esos inventos infantiles del Gobierno y organismos supranacionales? Para muchos, la intervención del Estado es como la lotería. La mayoría de las personas juegan sabiendo que no les tocará pero consideran que el coste (precio del boleto) es insignificante con la recompensa del beneficio (el premio principal). En el mundo de la intervención, el ciudadano sigue la misma lógica: se deja llevar por la propaganda del hedonismo y soluciones fáciles para reclamar más intervención, porque consideran que es gratis y que, si les toca "la ayuda", el beneficio es enorme: pisos gratis, subvenciones, becas... La vida real nos enseña que dar algo que la sociedad valora por nada crea serios desajustes. Si una cosa es gratis, es que no vale nada.
La regulación e intervención son un fraude al esconder el coste social y económico de los bienes y servicios. Se traduce en altos impuestos, deuda del Estado (más impuestos en el futuro), una sociedad hedonista y la limitación de las opciones y el progreso humano. En muchas ocasiones, además, el soporte a la intervención estatal se debe al egotismo y envidia socialista. Es el caso de la limitación a los altos sueldos. Si alguien gana dinero legalmente y sin necesidad de recurrir a ayudas públicas, ¿por qué limitarlo? Porque el socialismo odia la meritocracia, el esfuerzo personal y la superación individual. Todo el que se niega a ser un borrego conformista es enemigo del socialismo.
Después, aquellos que piden más intervención se sorprenden de que las ayudas las reciban los bancos, los inmóviles sindicatos, la patronal y organizaciones de las que nadie ha oído hablar. El Estado no crea riqueza, distribuye las rentas según sus intereses creando pérdidas netas totales. Eso es el Estado del Bienestar.
La conclusión es evidente para cualquier ser racional. Si los bancos centrales han creado la crisis con su sobreoferta de dinero en el mercado y los Gobiernos la han perpetuado con sus ayudas y compra de votos e intereses, es que tienen un poder demasiado relevante en la sociedad.
Mire a McDonald's. Crea trabajo sin necesidad de cobrar impuestos. Crea riqueza con el consentimiento del consumidor y la sociedad. Las empresas dependen de nosotros, no como los políticos ni las grandes compañías que están blindadas por las actuales leyes corporativistas y proteccionistas. Bajemos del pedestal a las grandes empresas blindadas como la banca, sector del automóvil, sanidad, educación, comunicaciones o energía. Libre competencia para todas. Que se peleen y se maten en el mercado para conseguir nuestro plebiscito sin una sola ayuda del Estado. Pasaremos de una economía estática dictada por los intereses del Gobierno a una dinámica gestionada por el ciudadano. Menos impuestos y regulación significan más empleo, mayor productividad, mayor capitalización del trabajador y por lo tanto, mayores sueldos.
Da igual el nombre del inútil que vaya a gobernar el año que viene, pero que tenga claro que mientras la economía no sea libre, este país, con todos nosotros, estará destinado a la pobreza y miseria perpetua.
Jorge Valín - Libertad Digital
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