martes, 29 de enero de 2013

Cuatro puntos para acabar con la inflación

Uno de los más graves problemas de la economía mundial es la inflación, que consiste en la abundancia de papel moneda en relación con los bienes que existen en el mercado.

Es necesario hacer notar que la causa pricnipal de la inflación no son los trabajadores al pedir aumento de salario, ni los empresarios al elevar los precios de sus artículos: estos fenómenos son más bien consecuencia de la inflación.

La principal causa de la inflación es la abusiva emisión de papel moneda por sus gobernantes. Uno de los ejemplos más palpables es la super emisión de dólares.

Para cubrir sus excesivos gastos, el gobierno norteamericano ha emitido papel moneda por arriba del crecimiento de su producción nacional.
La causa de inflación en varios de los estados iberoamericanos es semejante. No es debido a factores externos, ni siquiera a los Estados Unidos, cuya inflación se ha reflejado principalmente en Europa, sino al abuso interno que han hecho los gobiernos con la emisión de papel moneda para cubrir déficits gubernamentales, causados por un sinnúmero de gastos que no se han traducido en una producción eficiente.

Decía con acierto Lenin que la mejor forma de destruir la civilización occidental sin disparar un solo tiro es desquiciar su moneda, es decir, producir la inflación.

La inflación tiene efectos materiales y psicológicos tremendos. Al no saber un pueblo qué podrá comprar con la moneda en un futuro cercano, no ahorra, ni le interesa producir, pues el fruto de su trabajo será retribuido en un papel moneda que no tiene valor estable.
No hay ninguna medida coercitiva que pueda ser eficaz contra la inflación. El control de precios, usado por algunos gobiernos, en lugar de aliviar la inflación agrava la situación y trae como consecuencia el mercado negro y la escasez.

La inflación es un fenómeno que va agudizando sus efectos a través del tiempo, y la única forma de detenerlos es con las siguientes medidas:
1º La reducción, por parte del gobierno, de sus gastos, así como la supresión o venta de todas aquellas empresas que le producen pérdidas.
2º La limitación en la emisión de papel moneda, cosa que no podrá hacer el gobierno si no reduce sus gastos, como señalamos en el punto anterior.
3º Estimular a las empresas para que aumenten y mejoren su producción, asegurándoles el respeto de sus propiedades y negocios.
4º No establecer el control de precios. Es preferible encontrar un producto a precio elevado, que no encontrarlo. El control de precios trae en la mayoría de los casos, la escasez del producto controlado. 
Por Luis Pazos en http://www.luxdomini.com/_ap/latinoamerica/socialismo/contenido1/iberosol10.htm

martes, 22 de enero de 2013

"El kirchnerismo pactaría con Scioli, para no ir preso"

Juan José Sebreli, considera que si Cristina no puede seguir en el poder, Scioli sería el candidato que le podría garantizar la impunidad. Le preocupa el sistema de partidos.

Polémico y antipopulista hasta la médula, Juan José Sebreli es uno de los intelectuales argentinos que habla sin tapujos y no le teme al poder. Caracteriza al kirchnerismo como un “neopopulismo”, pero también cuestiona la falta de propuestas en la oposición y advierte que el sistema de partidos está en crisis. Dice que Cristina y su “grupo de fanáticos” van a pelear hasta el final para no dejar el poder. Pero cree que si el kirchnerismo no puede seguir, “pactarían con (Daniel) Scioli, para no ir presos”. El sociólogo porteño mantuvo un diálogo telefónico con La Voz del Interior.

–En su último libro “El malestar de la política”, usted habla de redefinir los términos políticos para aclarar confusiones. En ese marco, ¿cómo encuadra ideológicamente a este Gobierno?.

–Lo califico como un neopopulismo, lo cual nos remite a la definición de populismo y las similitudes y diferencias que tiene con el cesarismo o bonapartismo, con el fascismo, con las dictaduras tradicionales y con los autoritarismos. Creo que el origen de los gobiernos populistas en América Latina, Asia y África surge de regímenes europeos del siglo XIX, que Carlos Marx llamó bonapartismo, y Max Weber, cesarismo plebiscitado. La característica de estos sistemas es que son contrarios al sistema democrático. El otro elemento típico de estos sistemas es la creación de un enemigo; no se reconocen adversarios políticos sino enemigos a los que hay tratar de abolir.

–El Gobierno pareciera tener varios enemigos...
–Tiene muchos enemigos y todos se aglutinarían bajo la forma, según los términos usados por el populismo, de la oligarquía y el imperialismo. En el neopopulismo latinoamericano, por caso el chavismo y el kirchnerismo y, aun en el populismo clásico de Juan Perón, hay un relato que es lo que atrae a la gente, donde los problemas más complejos están simplificados en algunas fórmulas. Es un relato de tipo épico; una lucha contra los enemigos. Es un relato que no tiene nada que ver con los hechos reales. Actualmente, una de las principales bases del relato sería terminar con la desigualdad y la pobreza. Sin embargo, vemos que ha aumentado el número de villas miserias, que la gente duerme en la calle como no pasó casi nunca, salvo en el 2001. Y la inflación, indudablemente, que es lo que más contribuye a la miseria y a la desigualdad.

–Relativizar la inflación ¿forma parte de ese relato?

–En ese relato épico, del bien y el mal, los elementos que son complicados directamente son silenciados. No se habla ni se discute sobre eso. La inseguridad, la inflación, el enriquecimiento ilícito de los funcionarios, todo eso queda en el silencio.

–Si Cristina no puede llegar a la re-reelección ¿quién puede ser su sucesor en el peronismo? ¿Daniel Scioli?
–Hacer predicciones en un país tan inestable, donde no se puede saber que va a pasar el mes que viene, es muy difícil. Pero creo que Cristina y su grupo de fanáticos, La Cámpora, y una serie de organizaciones, algunas de ellas armadas, como los “Vatayones militantes” o Tupac Amaru, van a luchar hasta el final. No me la imagino a Cristina entregando la banda presidencial a otro presidente. Van a hacer todo lo posible por seguir; es gente que no tiene demasiados escrúpulos ni límites para nada. Pero en el caso de que la poca sensatez que les queda los lleve a aceptar la trasmisión del mando a otro candidato electo, creo que el que más le resultaría funcional sería Scioli. Pactarían con Scioli para no ir presos. El problema es que si el grupo gobernante pierde el poder, la alternativa es la cárcel. En cambio, con alguien que pacte con ellos seguramente habrá un corrupto emblemático que irá preso, un chivo expiatorio, como ocurrió con el menemismo con el caso de María Julia Alsogaray. Uno o dos serán sacrificados y el resto gozarán de sus enormes fortunas y esperarán cuatro años para ver si pueden volver a presentarse.

–¿Qué opina de la ley de medios?
–Estoy en contra de los monopolios, pero el peor es el del Estado. En otro contexto hasta uno podría estar a favor, pero en este, cuyo único objetivo es que el Gobierno pueda controlar todos los medios de comunicación, me parece nefasta.

Neo-populismo “En el neopopulismo latinoamericano, por caso el chavismo y el kirchnerismo y, aun en el populismo clásico de Juan Perón, hay un relato que es lo que atrae a la gente, donde los problemas más complejos están simplificados en algunas fórmulas”.

El relato épico “Los elementos que son complicados, directamente son silenciados. No se habla ni se discute sobre eso. La inseguridad, la inflación, el enriquecimiento ilícito de los funcionarios, todo eso queda en el silencio.”.

“La veo muy mal a la oposición” Oposición sin propuestas Elisa Carrió. “Los que realmente tienen un programa alternativo –aunque no tengo la seguridad que puedan hacer un buen Gobierno–, como “Lilita” Carrió, tienen escasísimas posibilidades”.

Hermes Binner y Ricardo Alfonsín. “Entre los que tienen posibilidades está el radicalismo predominante, porque hay muchas líneas, y Binner. El modelo económico que tienen ambos partidos es de populismo moderado, más democrático y menos corrupto. Pero la línea económica va a ser la misma. Me baso tanto en las declaraciones que hicieron Ricardo Alfonsín y Binner. Sería un cambio mejor, porque amenguará la ola de delincuencia, se respetará más a las instituciones, pero a la larga van a fracasar. Porque lo que nos lleva al fracaso es el modelo económico populista, inflacionario, mercado-internista contra el mercado exterior, que es lo que hace rica a las naciones”.

Neoliberalismo.
“No soy un neoliberal puro y no creo que el Estado deba desaparecer si no, por el contrario, controlar el funcionamiento de las empresas, pero desde afuera. El kirchnerismo quiere sustituir el mercado por el Estado”.

Mauricio Macri. “A Macri no lo descarto, pero primero está la duda de que pueda llegar. La Capital la va a ganar, seguramente, y quizá Santa Fe, pero en el resto del país no sé si tiene chances. Macri no tiene un partido, el suyo es muy pequeño, va a necesitar hacer una alianza con el peronismo de derecha, lo cual no creo que sea algo positivo”.

en http://www.lavoz.com.ar/noticias/politica/kirchnerismo-pactaria-con-scioli-para-no-ir-preso

jueves, 17 de enero de 2013

Neoliberalismo: El Enemigo Anterior

Decía Fracois Revel que los socialistas siempre tienen tres enemigos:"el exterior, el interior y el anterior”. Es evidente que esta sabia observación se aplica a la realidad actual de América Latina y muy en particular a nuestros montonazis.

Voy a comenzar entonces por el último de estos enemigos, pues ha sido éste, bajo la descalificación de neoliberalismo, la justificación intelectual y política de la tendencia a la izquierda que muestra nuestro continente al Sur del Río Grande. Él ha sido igualmente la razón de ser del acceso al poder y su aparente justificación histórica. Fue así que ya mucho antes Alexis de Tocqueville, había escrito: " En los momentos de crisis la gente no quiere soluciones sino culpables".


Decididamente en América Latina, la izquierda ha encontrado al enemigo anterior en el demoníaco neoliberalismo, y en Argentina Menen su representante dilecto. Por tanto creo que todo análisis político hoy debe comenzar por definir que fue ese proceso demoníaco que padeció el continente. Y así también explicar porque Chile desde Pinochet hasta la izquierda moderada parece haberse librado de ese virus. Vale recordar que en el primer periodo de Pinochet dependiendo de los muchachos de Chicago, que chicaguearon la política económica en el continente, Chile también padeció ese virus destructor, y en 1981 padeció una crisis similar no obstante no tener déficit fiscal.

Durante mucho tiempo los gobiernos populistas que nos caracterizan, encontraron en la inflación el mecanismo de la demagogia. Según Perón los precios subían por el ascensor en tanto que los salarios lo hacían por la escalera. Consecuentemente el gobierno generosamente subía los salarios, en tanto que los capitalistas egoístamente subían los precios. El sistema mostró sus fallas elocuentes y la hiperinflación fue el resultado de esa simbiosis de virtud política y vicio económico. Keynes así era desvirtuado por Friedman y el monetarismo entró en acción vía el FMI, considerado como el brazo ejecutor del imperialismo.

Llegó entonces el modelo de Polak, base teórica de las políticas del Fondo Monetario Internacional. , Según la cual es único desequilibrio macroeconómico era causado por la expansión monetaria. Por tanto en palabras de Polak, si el incremento en el gasto se financiaba mediante el aumento de los impuestos o del crédito externo, el desequilibrio no se produciría. La historia mostró la falacia de tal teoría y hasta el propio Polak se retractó de la misma, pero su implementación continuó ineluctable.

Los gobiernos entonces a partir de aquellas premisas compartidas por Friedman y los Chicago Boys, encontraron un nuevo modelo de demagogia mediante la fijación del tipo de cambio nominal y la restricción monetaria. Entonces se aumentaba el gasto publico nominal, y dada la restricción monetaria y la fijación del tipo de cambio, que impedían que aumentaran los precios, este se incrementaba en términos reales. El costo del incremento del gasto y de los salarios nominales lo pagaban lo materialistas capitalistas. A su vez se producía un incremento en la tasa de interés por encima de la rentabilidad del capital que consecuentemente producía la quiebra potencial del sistema financiero. Pero claro a quien le importa la quiebra de los usureros, hasta que esta se traduce en una pérdida para los depositantes. En última instancia con o sin déficit fiscal se produce un déficit creciente en la cuenta corriente, mientras aumenta desproporcionadamente la deuda pública y privada.

Hace ya mas de 25 años escribí en el Cronista Comercial, mas tarde publicado en mi libro, La inflación en Argentina, " prefiero un gasto público más bajo con un déficit más alto que un gasto público más alto con un déficit más bajo "En ese mismo sentido se pronuncio más recientemente George Gilder en su obra Riqueza y Pobreza, donde escribió:"Más tarde o más temprano los liberals americanos y los laboristas británicos, van a descubrir que las restricciones monetarias son un medio maravilloso para destruir al sector privado en tanto que dejan intacto al gobierno, ofreciendo pretextos para la nacionalización de la industria".

En esas sencillas palabras se describen los procesos de desequilibrio que causaron las recientes crisis financieras en el mundo y no sólo en América Latina. , y que como antes dije comenzaron en Chile bajo la égida de los Chicago Boys, representados en Argentina por el CEMA. Aquel fue el primer caso en que observe que era posible tener un desequilibrio creciente sin déficit fiscal.. Naturalmente este se provocaba en el sector privado. Volviendo a Guilder que al respecto dijo: No es principalmente el déficit fiscal el causante de la inflación. Si el déficit se cierra con tasas de impuestos más altas-y la oferta monetaria permanece constante-el nivel de precios crecería en la forma ortodoxa de la ley de costos. Habrá menos inversión y producción y menos productos nuevos, pero los precios del circulo decreciente de los productos viejos tendrán que seguir aumentando para reflejar el peso adicional del costo directo del gobierno". En nuestros casos la fijación del tipo de cambio nominal impide el aumento de los precios de los bienes transables, pero si lo hacen los de los no transadles y aumentan los salarios. Esta transmutación de los precios relativos es la sobrevaluación monetaria que finalmente produce la crisis del sector privado prevista por Gilder.

El anterior análisis revela en grado sumo la dinámica de las crisis financieras ocurridas en el mundo en los últimos años. Fue así en los países nórdicos-suecia, Noruega y Finlandia- entre 1988 y 1993. En el Tequila en 1994; la crisis del sur este de Asia en 1997 y por supuesto Brasil y Argentina entre otros. En algunos casos la crisis se produjo sin déficit fiscales tal como fueran los países nórdicos y los asiáticos y en otro don déficit fiscales crecientes como Brasil y Argentina. En México en 1994 es déficit era relativamente menor, menos del 3% del PBI. Pero en todos concurría la misma dinámica de la expansión del gasto publico a una tasa mas elevada que la devaluación monetaria. Por supuesto igualmente se produjo el incremento de la tasa de interés por encima de la rentabilidad del capital. Los procesos explicados anteriormente tenemos la definición del demoníaco neoliberalismo que por supuesto no fue liberal sino demagógico y por consiguiente ineficiente. Pero lo políticamente correcto es considerarlo como el producto del capitalismo salvaje para justificar el retorno al estatismo, el cierre de las economías y los controles de precios,

Cualquier coincidencia con lo que ocurre hoy en Argentina no es pura coincidencia. La única diferencia por el momento es que todavía el peso continúa relativamente subvaluado. Por tanto aun cuando el desequilibrio macroeconómico que resulta del aumento del gasto publico y de las elevadas tasas de impuestos, este todavía no se traslada al sector externo, que además ha gozado de precios internacionales sumamente favorables. Pero ese enemigo anterior se presenta como la justificación expedita para violar los derechos individuales garantizados por la Constitución y en particular el derecho de propiedad. Consecuentemente aparecen los enemigos interiores por más que muchos de ello directamente afectados, pretendan no tomar conciencia de la opresión que se ejerce sobre los mismos, y aun apoyen al gobierno. Estos son sin lugar a dudas los empresarios, los supermercados, campo y todo el que no coincida con el pensamiento único que surge de la Casa Roja.

Más allá que la corrupción que se le achaca al enemigo anterior-Menen y cia- persiste aparentemente, ahora se incrementa por la corrupción del sistema político entronizado a partir del 2003, en que ha desaparecido la separación de los poderes. Es el sistema acorde con el cual el ciudadano queda cada vez más a merced de la burocracia en nombre de la virtud de los derechos del pueblo. Como bien dijera Tocqueville:"A tal punto llegan los vicios del sistema que superan la virtud de los que lo practican". Por el momento no voy a insistir en el carácter del actual enemigo exterior, pero evidentemente ese rol parece haber quedado para Uruguay y las papeleras finlandesas. No olvidemos que la supuesta universalidad socialista conforme a la cual desaparecerían los antagonismos en el mundo, fácticamente desaparece ante la deidad nacional que toma el lugar del pueblo. Recordemos que los extranjeros no votan.
por Armando Ribas en http://www.armandoribas.com.ar/neoliberalismo.html

lunes, 14 de enero de 2013

Fascismo, estalinismo, kirchnerismo

La discusión acerca del carácter “fascista” o “estalinista” del régimen kirchnerista ha alcanzado dimensiones tan extensas como las miles de páginas de la historiografía argentina ocupadas en caracterizar al gobierno del General Perón. La mecánica suele hoy comenzar por algún tipo de acción autoritaria del Gobierno a la que sigue la denuncia de su carácter fascista o estalinista por algún periodista o miembro de la oposición, y finaliza con una catarata de declaraciones oficialistas sobre la enormidad del exabrupto, con explícita mención del Holocausto y la Segunda Guerra Mundial. Paradójicamente, estas desmentidas no hacen más que poner en evidencia la existencia de un enorme aparato de propaganda gubernamental cuyas dimensiones y aspiración al control total de la información nos recuerdan las que un día manejaron fascistas y stalinistas.

Ahora bien: igualar las acciones criminales de nazis y estalinistas con las domésticas barrabasadas del kirchnerismo es, sin dudas, una desmesura. Pero quienes acusamos a Cristina Kirchner y su gobierno de fascistas y estalinistas no sostenemos que el kirchnerismo haya matado millones de judíos y opositores, o declarado una guerra mundial. Por el contrario, decimos que es vergonzoso que un gobierno de origen democrático reivindique valores y repita prácticas similares a las de quienes sí lo hicieron. A contramano de la horripilante muletilla del “No podés comparar a X con Y porque son muy diferentes” comparar no es igualar sino buscar nexos entre actores y actos diversos, digamos: como cuando Newton enunció la ley de gravedad observado la luna (que era grande y no caía) y una manzana (que era pequeña y caía). “Qué burro ese Newton”, diría hoy un militante K siguiendo la más extendida plaga del pensamiento nac&pop, y agregaría: “La luna y una manzana, no me podés comparar”…

Existe, además, una pregunta pertinente: ¿desde cuándo fue fascista el fascismo, nazi el nazismo, y estalinista el estalinismo? Porque si el carácter guerrero y genocida es necesario para definirlos, entonces el nazismo sólo fue nazi a partir de finales de los 30, con la Noche de los cristales rotos, el estalinismo sólo fue estalinista con las grandes purgas, y el fascismo con la entrada de Italia en guerra. De lo que se concluye que los opositores al nazismo, el fascismo y el estalinismo de entonces tendrían que haberse abstenido de denunciarlos como tales durante los 20 y los 30, cuando todavía era posible contrastar su poder, y deberían haber esperado hasta que fuera demasiado tarde. Quienes esto exigen, ¿lo dicen en serio?

Es cierto: no hay presunción ninguna de que el gobierno argentino pretenda reeditar un genocidio o meter al país en una guerra. Sin embargo, existe sí una larga evidencia de que prepara el paso previo que los regímenes totalitarios aplicaron siempre: la destrucción de la república democrática. Basta observar la erosión sistemática de los poderes del Congreso, la destrucción de la independencia de la Justicia, la persecución de la prensa independiente, la descalificación de la oposición y el insulto a los ciudadanos que se rebelan. Basta escuchar a funcionarios K proponiendo el fin de la alternancia en el poder, limitando y controlando el derecho a abandonar el país, transformando la AFIP en una agencia de disciplinamiento K, preparando la clausura de la prensa independiente, intentando ocupar todos los espacios disponibles con una propaganda gubernamental goebbeliana basada en la mentira, amenazando a los empresarios díscolos con la confiscación, desgastando las relaciones con los países democráticos y reforzándolas con autócratas y terroristas, etc., para entender lo que se cocina hoy en la gran olla kirchnerista. ¿Hay que esperar que lleven a cabo este plan para denunciar su carácter totalitario, es decir: fascista y estalinista?

¿Y no lo están haciendo ya? ¿No avanza, y rápidamente, cuando en una semana pasa lo que pasa?: 

• Creación de una CGT oficialista y foto con lo más corrupto del sindicalismo noventista;
• quema de autos y tiroteos en el gremio dirigido por el espía del batallón 601, un protegido de la Presidenta;
• acto partidario-gobernativo para amenazar a los medios críticos con la extinción el 7D, con la presencia de la Presidenta y Sabbatella, el titular de la agencia estatal encargada de la persecución;
• intento de desarticulación del Consejo de la Magistratura y renuncia del juez a cargo de la causa del 7D –Dr. Tettamanti- quien denuncia haber sufrido violencia moral por obra del Ejecutivo;
• intento de destitución del titular de la Auditoría de la Nación –Dr. Despouy- culpable de haber previsto la masacre de Once;
• apertura de tratativas con Irán, un gobierno negador del Holocausto y encubridor de los acusados por la Justicia de cometer la atrocidad de la AMIA;
• declaraciones del Ministro de Justicia y Derechos Humanos –Dr. Alak- atribuyendo, sin pruebas, la desaparición-aparición de un ciudadano al complot de un medio periodístico;
• aprobación de otro presupuesto basado en datos falsos por parte de un Congreso convertido en recompensa y refugio de levantamanos que se autodenominan “soldados de Cristina”;
• sobreseimiento de Echegaray, el responsable de transformar la AFIP en una agencia de persecución;
• encubrimiento de las acciones represivas los servicios secretos bolivarianos contra un periodista argentino por parte de un embajador –Cheppi- y un canciller –Timerman- más preocupados en quedar bien con Chávez que en defender a los ciudadanos argentinos;
• apoyo y exaltación del modelo chavista por parte de la Presidenta y los dirigentes oficialistas, etc..
¿Qué tiene que suceder para que podamos denunciar el fascismo de estos actos? ¿A quiénes protege y qué políticas habilita la notable estupidez de enunciar la obviedad que el kirchnerismo no es igual al estalinismo?

Por otra parte: ¿quién puede hacer predicciones sobre la dinámica de la política argentina? Arroje la primera piedra el que anticipó que esos jóvenes católicos “de buena familia” se iban a transformar en los Montoneros, el que previó que el ejército lanussiano terminaría por cometer un genocidio, el que vio venir al menemismo convertible en las épocas del Menem patilludo, el que dos años antes profetizó el estallido de fines de 2001 o el que comprendió lo que se traía esa parejita que había gobernado Santa Cruz en los '90. ¿Por qué estar tan seguros entonces de que una vez destruida la república democrática este gobierno y sus aliados o continuadores se darán por satisfechos?

De manera que aunque sea erróneo igualar al kirchnerismo con el fascismo y el estalinismo eso no proscribe calificar de fascistas y estalinistas a sus actos y sus funcionarios. Como publiqué en 2008 ante la burla de muchos que confiaban en las promesas de “calidad institucional” de Cristina y hoy se escandalizan por lo que sucede, el régimen kirchnerista es una forma de estalinismo-débil, es decir: un régimen –y no una dictadura, pero tampoco un Gobierno- que sin llevar a sus extremos las prácticas estalinistas coincide con casi todos sus principios: liderazgo carismático, discurso anticapitalista, populismo demagógico, culto a la personalidad, legitimación del partido único, estatizaciones masivas, ataque a las libertades civiles en nombre de la igualdad, destrucción de las empresas independientes en nombre de la democracia, nacionalismo paranoico, alianzas internacionales oportunistas, industrialización forzada basada en la exacción de las actividades agropecuarias, descalificación de los adversarios políticos, persecución de la prensa crítica, uso de los órganos parlamentarios en el modo de la unanimidad, marxismo mal digerido y craso positivismo disfrazado de hegelianismo.

Aún más alarman algunas observaciones sobre el fascismo de la prestigiosa Enciclopedia Treccani, la más “progre” de Italia: “Algunos principios culturales y políticos que contribuyeron a la formación del fascismo existían en vísperas de la I Guerra Mundial en movimientos radicales de izquierda y derecha (nacionalismo, sindicalismo revolucionario, futurismo): el sentido trágico de la vida; el mito de la voluntad de poder; la aversión al humanitarismo; el desprecio del parlamentarismo; la exaltación de las minorías activas; la concepción de la política como tarea para organizar la conciencia de las masas; el culto de la juventud como aristocracia gobernante; la apología de la violencia y la acción directa; la visión de la modernidad como conflicto de fuerzas colectivas organizadas en clases o naciones; la expectativa de un hito histórico inminente que marcaría el final de la sociedad burguesa liberal y el comienzo de una nueva era”.

¿No es éste acaso el manual que aplican los funcionarios del Gobierno y en el que se educan los chicos de La Cámpora?

Por Fernando Iglesias en http://www.urgente24.com/206260-fascismo-estalinismo-kirchnerismo

lunes, 7 de enero de 2013

Decálogo del populismo

Más que su perfil ideológico, que podría ser tanto de derecha como de izquierda, lo que caracteriza al fenómeno político que hoy tensa la escena latinoamericana es su ejercicio del poder y su desconfianza en las instituciones.

El populismo en Iberoamérica ha adoptado una desconcertante amalgama de posturas ideológicas. Izquierdas y derechas podrían reivindicar para sí la paternidad del populismo, todas al conjuro de la palabra mágica "pueblo". Populista quintaesencial fue el general Juan Domingo Perón, quien había atestiguado directamente el ascenso del fascismo italiano y admiraba a Mussolini al grado de querer "erigirle un monumento en cada esquina". Populista posmoderno es el comandante Hugo Chávez, quien venera a Castro hasta buscar convertir a Venezuela en una colonia experimental del "nuevo socialismo". Los extremos se tocan, son cara y cruz de un mismo fenómeno político cuya caracterización, por tanto, no debe intentarse por la vía de su contenido ideológico sino de su funcionamiento. Propongo diez rasgos específicos.

1) El populismo exalta al líder carismático. No hay populismo sin la figura del hombre providencial que resolverá, de una buena vez y para siempre, los problemas del pueblo. "La entrega al carisma del profeta, del caudillo en la guerra o del gran demagogo -recuerda Max Weber- no ocurre porque lo mande la costumbre o la norma legal, sino porque los hombres creen en él. Y él mismo, si no es un mezquino advenedizo efímero y presuntuoso, «vive para su obra». Pero es a su persona y a sus cualidades a las que se entrega el discipulado, el séquito, el partido."

2) El populista no sólo usa y abusa de la palabra: se apodera de ella. La palabra es el vehículo específico de su carisma. El populista se siente el intérprete supremo de la verdad general y también la agencia de noticias del pueblo. Habla con el público de manera constante, atiza sus pasiones, "alumbra el camino" y hace todo ello sin limitaciones ni intermediarios. Weber apunta que el caudillaje político surge primero en las ciudades-estado del Mediterráneo en la figura del "demagogo". Aristóteles (Política, V) sostiene que la demagogia es la causa principal de "las revoluciones en las democracias" y advierte una convergencia entre el poder militar y el poder de la retórica que parece una prefiguración de Perón y Chávez: "En los tiempos antiguos, cuando el demagogo era también general, la democracia se transformaba en tiranía; la mayoría de los antiguos tiranos fueron demagogos". Más tarde se desarrolló la habilidad retórica y llegó la hora de los demagogos puros: "Ahora quienes dirigen al pueblo son los que saben hablar". Hace veinticinco siglos esa distorsión de la verdad pública (tan lejana de la democracia como la sofística de la filosofía) se desplegaba en el Ágora real; en el siglo XX lo hace en el Ágora virtual de las ondas sonoras y visuales: de Mussolini (y de Goebbels) Perón aprendió la importancia política de la radio, que Evita y él utilizarían para hipnotizar a las masas. Chávez, por su parte, ha superado a su mentor Castro en utilizar hasta el paroxismo la oratoria televisiva.

3) El populismo fabrica la verdad. Los populistas llevan hasta sus últimas consecuencias el proverbio latino "Vox populi, Vox dei". Pero como Dios no se manifiesta todos los días y el pueblo no tiene una sola voz, el gobierno "popular" interpreta la voz del pueblo, eleva esa versión al rango de verdad oficial y sueña con decretar la verdad única. Como es natural, los populistas abominan de la libertad de expresión. Confunden la crítica con la enemistad militante, por eso buscan desprestigiarla, controlarla, acallarla. En la Argentina peronista, los diarios oficiales y nacionalistas -incluido un órgano nazi- contaban con generosas franquicias, pero la prensa libre estuvo a un paso de desaparecer. La situación venezolana, con la "ley mordaza" pendiendo como una espada sobre la libertad de expresión, apunta en el mismo sentido; terminará aplastándola.

4) El populista utiliza de modo discrecional los fondos públicos. No tiene paciencia con las sutilezas de la economía y las finanzas. El erario es su patrimonio privado, que puede utilizar para enriquecerse o para embarcarse en proyectos que considere importantes o gloriosos, o para ambas cosas, sin tomar en cuenta los costos. El populista tiene un concepto mágico de la economía: para él, todo gasto es inversión. La ignorancia o incomprensión de los gobiernos populistas en materia económica se ha traducido en desastres descomunales de los que los países tardan decenios en recobrarse.

5) El populista reparte directamente la riqueza, lo cual no es criticable en sí mismo (sobre todo en países pobres, donde hay argumentos sumamente serios para repartir en efectivo una parte del ingreso, al margen de las costosas burocracias estatales y previniendo efectos inflacionarios), pero el populista no reparte gratis: focaliza su ayuda, la cobra en obediencia. "¡Ustedes tienen el deber de pedir!", exclamaba Evita a sus beneficiarios. Se creó así una idea ficticia de la realidad económica y se entronizó una mentalidad becaria. Y al final ¿quién pagaba la cuenta? No la propia Evita sino las reservas acumuladas en décadas, los propios obreros con sus donaciones "voluntarias" y, sobre todo, la posteridad endeudada, devorada por la inflación. En cuanto a Venezuela (cuyo caudillo parte y reparte los beneficios del petróleo), hasta las estadísticas oficiales admiten que la pobreza se ha incrementado, pero la improductividad del asistencialismo (tal como Chávez lo practica) sólo se sentirá en el futuro, cuando los precios se desplomen o el régimen lleve hasta sus últimas consecuencias su designio dictatorial.

6) El populista alienta el odio de clases. "Las revoluciones en las democracias -explica Aristóteles, citando "multitud de casos"- son causadas sobre todo por la intemperancia de los demagogos." El contenido de esa "intemperancia" fue el odio contra los ricos; "unas veces por su política de delaciones [...] y otras atacándolos como clase, [los demagogos] concitan contra ellos al pueblo". Los populistas latinoamericanos corresponden a la definición clásica, con un matiz: hostigan a "los ricos" (a quienes acusan a menudo de ser "antinacionales"), pero atraen a los "empresarios patrióticos" que apoyan al régimen. El populista no busca por fuerza abolir el mercado: supedita a sus agentes y los manipula a su favor.

7) El populista moviliza permanentemente a los grupos sociales. El populismo apela, organiza, enardece a las masas. La plaza pública es un teatro donde aparece "Su Majestad El Pueblo" para demostrar su fuerza y escuchar las invectivas contra "los malos" de adentro y afuera. "El pueblo", claro, no es la suma de voluntades individuales expresadas en un voto y representadas por un parlamento; ni siquiera la encarnación de la "voluntad general" de Rousseau, sino una masa selectiva y vociferante que caracterizó otro clásico (Marx, no Carlos sino Groucho): "El poder para los que gritan «¡el poder para el pueblo!»".

8) El populismo fustiga por sistema al "enemigo exterior". Inmune a la crítica y alérgico a la autocrítica, necesitado de señalar chivos expiatorios para los fracasos, el régimen populista (más nacionalista que patriota) requiere desviar la atención interna hacia el adversario de afuera. La Argentina peronista reavivó las viejas (y explicables) pasiones antiestadounidenses que hervían en Iberoamérica desde la Guerra del 98, pero Castro convirtió esa pasión en la esencia de su régimen: un triste régimen definido por lo que odia, no por lo que ama, aspira o logra. Por su parte, Chávez ha llevado la retórica antiestadounidense a expresiones de bajeza que aun Castro consideraría (tal vez) de mal gusto. Al mismo tiempo hace representar en las calles de Caracas simulacros de defensa contra una invasión que sólo existe en su imaginación, pero que un sector importante de la población venezolana (adversa, en general, al modelo cubano) termina por creer.

9) El populismo desprecia el orden legal. Hay en la cultura política iberoamericana un apego atávico a la "ley natural" y una desconfianza de las leyes hechas por el hombre. Por eso, una vez en el poder (como Chávez), el caudillo tiende a apoderarse del Congreso e inducir la "justicia directa" ("popular", "bolivariana"), remedo de una "Fuenteovejuna" que, para los efectos prácticos, es la justicia que el propio líder decreta. Hoy por hoy, el Congreso y la Judicatura son un apéndice de Chávez, igual que en la Argentina lo eran de Perón y Evita, quienes suprimieron la inmunidad parlamentaria y depuraron, a su conveniencia, el Poder Judicial.

10) El populismo mina, domina y, en último término, domestica o cancela las instituciones de la democracia liberal. El populismo abomina de los límites a su poder, los considera aristocráticos, oligárquicos, contrarios a la "voluntad popular". En el límite de su carrera, Evita buscó la candidatura a la vicepresidencia de la República. Perón se negó a apoyarla. No por casualidad, en sus aciagos tiempos de actriz radiofónica, había representado a Catalina la Grande. En cuanto a Chávez, ha declarado que su horizonte mínimo es el año 2020.

¿Por qué renace una y otra vez en Iberoamérica la mala yerba del populismo? Las razones son diversas y complejas, pero apunto dos. En primer lugar, porque sus raíces se hunden en una noción muy antigua de "soberanía popular" que los neoescolásticos del siglo XVI y XVII propagaron en los dominios españoles, y que tuvo una influencia decisiva en las guerras de independencia desde Buenos Aires hasta México. El populismo tiene, por añadidura, una naturaleza perversamente "moderada" o "provisional": no termina por ser plenamente dictatorial ni totalitario; por eso alimenta sin cesar la engañosa ilusión de un futuro mejor, enmascara los desastres que provoca, posterga el examen objetivo de sus actos, doblega la crítica, adultera la verdad, adormece, corrompe y degrada el espíritu público.

Desde los griegos hasta el siglo XXI, pasando por el aterrador siglo XX, la lección es clara: el inevitable efecto de la demagogia es "subvertir la democracia".
por Martín Krauze en http://www.lanacion.com.ar/1522419-decalogo-del-populismo