lunes, 4 de febrero de 2013

Las políticas de empleo

La intervención del Estado para fomentar el empleo topa con grandes dificultades. Las políticas expansivas pueden producir desagradables efectos secundarios, provocando inestabilidad monetaria y otros desequilibrios. Si lo que se busca es una oferta de empleo bien remunerado, sostenida a largo plazo, habrá que actuar de forma muy cuidadosa para que no sea peor el remedio que la enfermedad.

En 1953 el profesor
A.W. Phillips publicó un estudio sobre la evolución seguida a largo plazo por los precios y el empleo en la economía británica, en el que se ponía de manifiesto una correlación inversa entre ambas variables, a mayor inflación menor desempleo, que podía ajustarse a una curva decreciente. La curva de Phillips no describía funciones teóricas que relacionasen de forma lógica las dos variables implicadas; era, simplemente, la constatación de un hecho y su representación plástica.La curva de Phillips se popularizó rápidamente por varias razones. Por una parte resultaba consistente con el paradigma keynesiano dominante en la época, según el cual la inflación se producía sólo en situaciones de alta demanda agregada y pleno empleo. Además, en los años sesenta los datos sobre el desempleo y la inflación en los principales países occidentales se ajustaron con bastante fidelidad a una curva así. Pero la principal razón de su popularidad fue quizá su utilidad para explicar a los políticos y a los votantes que había un momento para las políticas expansivas y un momento para las políticas estabilizadoras y que no podía cumplirse la pretensión de alcanzar un mundo perfecto con tasas de desempleo e inflación iguales a cero.
 
Pero en los años setenta el mundo cambió. Las tasas de inflación y desempleo empezaron a crecer conjuntamente con lo que la curva de Phillips desapareció de los gráficos estadísticos. El fenómeno de la estanflación, estancamiento e inflación, no cabía en los esquemas keynesianos. Los nuevos fenómenos económicos exigían nuevas y diferentes explicaciones.

Los monetaristas, a través de su miembro más prestigioso, el profesor
Milton Friedman, propusieron el modelo que se llamó la curva de Phillips a largo plazo. La curva de Phillips, argumentó, no es estable sino que se desplaza como consecuencia de los ajustes en las previsiones de los agentes económicos. Cualquier intento por parte del gobierno de aumentar el empleo tendrá éxito sólo a corto plazo pero provocando desplazamientos de la curva de Phillips. A largo plazo la curva de Phillips. Parece existir una tasa natural de desempleo, y todo intento de restringirla está condenado al fracaso a largo plazo.

La teoría de las expectativas racionales viene a introducir aún más pesimismo en esta cuestión. Si los agentes son capaces de prever las consecuencias de las políticas económicas y adaptar inmediatamente su comportamiento a esas previsiones, el crecimiento de la inflación será inmediato. Las políticas expansivas no tendrán éxito ni siquiera a corto plazo.

Aun teniendo en cuenta estas limitaciones a las políticas expansivas, siempre se podrán tomar medidas de fomento del empleo que, según los modelos que hemos estudiado, eliminen o suavicen las dificultades para encontrar empleo y faciliten el ajuste entre la oferta y la demanda de trabajo.

Para reducir el paro friccional y eliminar los problemas que denuncia el modelo de la búsqueda de empleo una medida elemental debe consistir en la organización de un sistema de oficinas de empleo que funcione de forma eficiente, con ficheros organizados de forma que faciliten la búsqueda rápida del empleo más adecuado a cada trabajador y del trabajador más adecuado para cada empleo. Para solucionar el paro estructural, son necesarias medidas que faciliten la movilidad espacial y funcional de los trabajadores. La movilidad espacial está obstaculizada principalmente por los altos precios de las viviendas y los alquileres que desaniman la migración interior. La movilidad funcional requiere la organización de un sistema educativo con una formación profesional adaptada a las necesidades de las empresas y que tenga la flexibilidad suficiente para adaptarse a la rápida evolución de las tecnologías.

El aumento de la demanda de trabajadores puede conseguirse con medidas fiscales que reduzcan los costes salariales para las empresas, bien reduciendo las contribuciones obligatorias a la Seguridad Social (que tendrían que ser substituidas por otros ingresos del Estado), bien subvencionando la contratación de trabajadores que por alguna circunstancia sean menos eficientes, minusválidos, jóvenes en su primer empleo, etc. La flexibilización de los empleos, autorizando contratos temporales y facilitando los despidos, supone de hecho abaratar los costes laborales de las empresas aunque a costa de la precarización del empleo.

Finalmente siguen siendo muchos los partidarios de las tradicionales medidas keynesianas de aumentar la demanda agregada mediante el aumento del gasto público, bien mediante contratación directa por el Estado-patrón, bien mediante la realización de obras o inversiones públicas. A pesar de las argumentaciones de Friedman, los programas y gobiernos socialdemócratas siguen siendo partidarios de políticas activas de creación de empleo especialmente en países con tasas altas de paro.
Fuente: http://isis.faces.ula.ve/computacion/emvi/14/14-3.htm

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