jueves, 3 de abril de 2014

Hay que medir las consecuencias no económicas de las crisis

por Pablo Coelho

Nunca se midió, o al menos nunca se conoció públicamente el resultado de alguna investigación al respecto que mida el impacto de las sucesivas crisis económicas y políticas que hemos venido sufriendo desde hace no menos de menos cuarenta años.

Muchos argentinos perdimos en algún momento -y a causa de estas crisis recurrentes- empleos, empresas, patrimonio, oportunidades educativas, recreativas y laborales, se han destruído familias y más cosas aún, y estas situaciones traumáticas tiene un evidente costo en términos emocionales o de salud mental del que aparentemente se desconocen los resultados.

Hay dos maneras fundamentales en que la crisis puede afectar a la salud mental. La primera es por la creación de un clima de incertidumbre, preocupación y pesimismo generalizados. La segunda es a través de las consecuencias directas del desempleo y las pérdidas relacionadas con dicha situación ya que es una de los aspectos de nuestra vida que marca nuestra identidad, nuestras relaciones sociales y muchos otros aspectos y es fundamental -para la salud- mantener el ritmo de vida, la actividad física, la búsqueda de empleo, la formación, y muy especialmente, las relaciones sociales. El ser humano es fundamentalmente un ser social. Todo lo que nos aísla, nos acaba destruyendo.

En ambos casos, se trata de factores complejos y difusos que actúan más sobre las personas más frágiles y con menos recursos: es decir, los más pobres, con menor nivel sociocultural, los más aislados, y los ya enfermos. El paro produce un deterioro de la salud en general, tanto la salud mental como la salud física aunque en realidad no hay dos tipos de salud: la salud es una sola.

Entonces ¿Cuánto han afectado a nuestra salud mental situaciones tan traumáticas como el "rodrigazo", el terrorismo, la violencia institucional, el conflicto del Beagle, la guerra de Malvinas, las crisis económicas de 1985, 1988, los efectos "tequila" y "caipirinha", la hiperinflación, el "corralito" y el "corralón", la pesificación asimétrica, la inseguridad, la crisis del sistema educativo y de salud y la inseguridad hasta llegar a la actual crisis política, económica y social producto de un cóctel de inflación, recesión, desempleo, pobreza estructural, marginalidad, emigración, paro endémico, trabajo en negro, narcotráfico, caída del poder de compra, inseguridad y gente haciendo justicia por mano propia, traduciéndose todo esto en divorcios, separaciones, violencia, discapacidades, adicciones, depresiones, enfermedades psicosomáticas, suicidios y otras muertes directas o indirectas que son consecuencia de estas recurrentes crisis y sus efectos?

Aunque no se dispone de cifras publicadas de morbilidad psiquiátrica o de prevalencia tratada sería deseable que se comenzara a ponderar estas cuestiones por la sencilla razón de que hay responsables -cada una de estas políticas públicas erróneas o fallidas tienen uno o varios responsables políticos que deben hacerse cargo de su "mala praxis" en lo que les corresponda- y que la Justicia -si fuera necesario- y la Historia finalmente se encarguen de juzgarlos también por esto.

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