Por Pablo Coelho
¿Sabés qué estado propone tu candidato a presidente?A veces se suele confundir la idea de un estado fuerte con la de un gobierno reglamentarista que interviene prácticamente en cada instancia de nuestras vidas entorpeciendo el progreso, el desarrollo y la prosperidad de la gente, y generando un estado grande y bobo que, en el afan de controlar todo, genera nichos de corrupción, de clientelismo y de pobreza sin lograr controlar nada siendo, además, un caldo de cultivo para que corruptos gobiernos populistas -haciéndose un festín con el presupuesto nacional y el de las provincias- lo dilapiden con el objeto de mantenerse en el poder, y destruyan la economía nacional, las instituciones de la República y el presente y el futuro del Pueblo.
La creación de los estados nacionales fue la respuesta de las sociedades de hace seis siglos, en su permanente búsqueda de Libertad, al poder y privilegios de los señores feudales, delegando en una autoridad unificada -en un principio fue el rey- la administración de los recursos para el mantenimiento de un ejército nacional para la defensa territorial, de un servicio de justicia y la emisión de una moneda única.
Posteriormente y a través de los siglos, con el constitucionalismo, el afianzamiento de los conceptos de república y democracia, entre otros acontecimientos, fueron tomando la forma de los estados modernos actuales.
Hoy algunos vivos, a estas alturas unos desfachatados profesionales del poder -que siempre tienen una excusa para ser oficialistas, sin importar ni la ideología, ni el color político, ni el relato del grupo que ostenta el poder-, nos quieren hacer creer que lo que tenemos actualmente es un estado fuerte, creando la fantasía de que interviniendo en cada actividad humana, con regulaciones sin sentido, mal administrando empresas del estado y con una burocracia torturante nos defenderán de todos los males de la Tierra y esto es absolutamente falso, las pruebas a la vista.
Un estado fuerte es, en realidad, un estado mínimo y muy presente pero que -con la menor cantidad de recursos- cumple cabalmente con las funciones para las que fue creado: garantizar la Justicia, dotar al territorio de una infraestructura básica, asegurar la salud pública y la educación, la defensa exterior, la seguridad interior, una moneda sana, seguridad social y las relaciones exteriores. Ni más, ni menos.
Hoy parece que en la Argentina, esos señores feudales (llámense hoy legisladores, ministros, secretarios de estado, "barones del conurbano" o Liga de gobernadores) que fue contra los que la sociedad creó el estado, han vuelto -tal como los lobos con piel de cordero de la parábola bíblica- y, disfrazados de funcionarios munidos con un edulcorado relato -tan demagógico como falso- que hace permanente mención a la "opción por los pobres", se han apropiado del mismísimo estado, convirtiendo al país en una fábrica de pobres y generando feudos una vez más, en los que todo vale para ellos y donde hay unos pocos oligarcas con cada vez más privilegios mientras el Pueblo, como si fuéramos rehenes o siervos de la gleba, solo servimos para el pago de más y más impuestos a cambio de nada: es que en este estado paradójicamente grande y ausente cada vez hay menos libertad y goce de derechos, no hay justicia, no hay seguridad, no hay infraestructura, no hay salud ni educación públicas, y ahora ya casi no tenemos moneda.
Lamentablemente no escucho a ninguno de los candidatos que se autopostulan para el 2015 (¿democracia interna? bien, ¡gracias!) proponer algo que implique atacar las verdaderas causas de nuestras recurrentes crisis económicas: un estado elefantiásico que no cumple con sus funciones y que cada vez nos cuesta más por sus gastos innecesarios (y no estamos hablando de eliminar la inversión en las cuestiones en las que sí se debe ocupar), originando déficits al presupuesto que generan inflación por la emisión sin respaldo o endeudamiento por vía de los préstamos externos o internos.
¿Pensarán quizás estos candidatos, tanto oficialistas como opositores, entre los que los argentinos dividen sus preferencias, en que -de acceder a la administración del estado- puedan alzarse con el botín que éste representa para cierta clase política y así que "siga el baile", condenando nuestro presente e hipotecando el futuro de las próximas generaciones? No lo sabemos porque nunca hablan de ésto.
Pensemos, escuchemos, analizemos, interroguemos, exijamos a cada candidato que se pronuncie sobre esta importante cuestión seriamente y sin evasivas. Tiene que tener un plan sobre qué va a hacer con el estado y cómo lo va a gestionar; si no, no sirve.
Ejerzamos nuestra ciudadanía, no seamos meros espectadores, no nos quedemos en la simple queja ya que están en juego nuestras espectativas de progreso, de cambio positivo y de oportunidades. Está en juego nuestro futuro y el de quienes nos siguen.
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