viernes, 21 de diciembre de 2012

Reflexiones praxeológicas II: Krugman y las falacias keynesianas

Hace una semana, el premio Nobel a la estupidez, Paul Krugman, publicó en su blog la siguiente nota: Spending and Growth (Gasto y Crecimiento). En dicha nota, muestra una gráfica sobre el crecimiento de la actividad japonesa de los últimos meses, obviamente asociado al desastre causado por el maremoto y los gastos en reconstrucción. De esta manera, y comparando con la situación de países como Italia, pretende demostrar que gastar es bueno para la economía, mientras que el ahorro y las políticas de austeridad son malas. Al final, alegremente dice que en todo esto hay una buena lección de macroeconomía.

El razonamiento, es obviamente falaz, porque asume que el crecimiento de la actividad es de por sí una señal de bonanza económica, ya que se está creando riqueza. Lo que no contempla la visión keynesiana, fielmente sostenida por Krugman, es la destrucción previa de riqueza que condujo a esa situación, de manera que hoy los japoneses no están mejor que antes porque están más activos, sino que es al revés: antes estaban mejor porque tenían más. El aumento súbito de la actividad económica en términos del PBI no es más que un reflejo de las intenciones de los japoneses de volver a ese mejor estado, recuperando lo perdido.

Los seres humanos no producen porque estén mejor produciendo que no haciéndolo. La producción no es un fin, es un medio, y los seres humanos producen porque producir es un MEDIO para satisfacer la demanda de bienes y servicios. Si producir fuera un fin en sí mismo, no necesitarían destrucción de riqueza para producir, ni demanda que la incentive. Lo harían de forma totalmente espontánea, sin ningún otro fin que hacerlo. El hecho de que el propio Krugman admita que la producción se haya disparado como consecuencia de una destrucción previa de riqueza, demuestra el absurdo bajo la propia interpretación keynesiana.

Y esta es la gran confusión de Keynes, y la de un pobre premio Nobel como Krugman, que sigue sosteniendo una teoría absurda. Podemos seguir dando ejemplos que ponen en evidencia la falacia: cada vez que un país acaba de salir de una gran crisis, también los índices de crecimiento se disparan. Debemos decir entonces que las crisis son buenas, contradiciendo al mismo tiempo las propias afirmaciones keynesianas?

Por otro lado, ¿por qué entonces no destruir completamente un país y mandar a todos a la edad de piedra, así tienen que empezar todo de nuevo? Seguramente Krugman dirá que eso es bueno para la economía porque ahora la sociedad va a tener que trabajar muchísimo para recuperar todo lo perdido, y como consecuencia los índices de crecimiento de actividad se dispararán a cifras récord de 20% anual! Krugman festejará esto como una gran confirmación de su teoría, pero ignora, a sabiendas o no, que como consecuencia la sociedad no está mucho mejor sino al contrario, mucho peor, y que el enorme aumento de la actividad no es un indicativo de que están mucho mejor, sino exactamente lo contrario: que están mucho peor y no tiene más remedio que trabajar 20 horas al día durante 50 años para recuperar todo lo perdido.

Si analizamos la situación desde el punto de vista de la austeridad, tan vilipendiada por Krugman que, bajo las mismas falacias, afirma ser la causa de que Europa no se recupere, el absurdo se hace de nuevo evidente si lo razonamos un poco. Veámoslo con un ejemplo. Suponga usted que un buen día hace unos años, decidió hacerse el loco y empezar a gastar y gastar más de lo que cobraba, hasta liquidar sus ahorros. Luego, cuando se quedó sin ahorros, empezó a endeudarse con el propósito de seguir sosteniendo el mismo ritmo de gastos. Y a partir de cierto momento, cuando le tocó empezar a pagar sus deudas, empezó a endeudarse aún más para pagarlas. Un mínimo de sentido común nos indica que eso no se sostiene en el tiempo y tarde o temprano va a sufrir su propio colapso económico, que ya no vamos a poder seguir endeudarnos más, y que vamos a tener que limitar severamente el consumo para recuperarnos y pagar nuestras deudas.

Pero resulta que luego de 2 años de su "política de austeridad", aún no se ha recuperado porque las deudas que asumió fueron tan elevadas, que aún las sigue pagando y no tiene más opción que seguir limitando severamente su consumo por un tiempo más, hasta que las deudas se liquiden y pueda comenzar un nivel de consumo mayor, pero más razonable, sin caer de nuevo en la misma situación. No se necesita pensar mucho para entender que el camino de la recuperación es seguir insistiendo en su austeridad hasta recuperarse, que empezar a gastar más lo va a llevar de nuevo a la situación de crisis total, y que de hecho usted ya se está recuperando a medida que su deuda se sigue liquidando. Simplemente, usted no alcanzó aún a liquidarla de forma total para comenzar a consumir más. Sin embargo, si usted le pidiera consejo a Krugman, éste le respondería exactamente lo contrario: que usted no se está recuperando, y que no lo ha hecho porque está siendo demasiado austero, y necesita gastar más.

Es evidente lo que pasa aquí: Krugman confunde nuevamente medios con fines, invierte la relación causa efecto, y no advierte que poder gastar más es una consecuencia de la mejor situación económica, y no a la inversa. El simplismo de Krugman lo lleva a razonar que si la economía está mejor puede gastar más, entonces el gastar más es el medio para que la economía esté mejor.

Y eso es un premio Nobel.

Por Wolvh Lórien
en http://uruguayeconomico.blogspot.com.ar/2012/05/krugman-y-las-falacias-keynesianas.html


miércoles, 19 de diciembre de 2012

Reflexiones praxeológicas I: Los efectos de la redistribución sobre el mercado

Imaginemos el siguiente escenario: un vendedor de electrodomésticos, y un potencial comprador, que quiere comprar un televisor que cuesta 500$, pero sólo tiene 200$ en la mano. Si ahora el vendedor le da 300$ al comprador para que éste pueda comprar el televisor, y la compra finalmente se concreta, nadie podría decir que el vendedor salió ganando porque vendió un televisor que antes no podría haber vendido. Pues es claro que lo que acaba de suceder en realidad es que el vendedor obtuvo tan sólo 200$ a cambio del televisor, en lugar de 500$. El cliente salió ampliamente favorecido en perjuicio del vendedor.

Un ejemplo apenas más complejo: un vendedor de verduras que ofrece el kilo de tomates a 50$, y un comprador, que quiere llevarse 2 kilos, pero sólo tiene 50$. Si el vendedor le da 50$ al comprador para que éste se lleve 2 kilos en lugar de uno, y la compra se concreta, el resultado final es claramente que el vendedor ciertamente vendió el doble, pero a cambio no obtuvo el doble, sino lo mismo que si hubiera vendido sólamente un kilo. Es decir, regaló el otro kilo de tomates.

Siguiente paso: una economía cerrada de X empresas en diferentes áreas económicas, e Y trabajadores trabajando en ellas. Las empresas, por la razón que sea, aumentan los salarios a todos los trabajadores. Supongamos para simplificar que todos los salarios aumentaron 200$. Ahora, todos los trabajadores van a poder comprar 200$ más a las empresas, que por tanto van a vender más. Pero es claro que a cambio de lo que venden, van a obtener menos. Si, a los efectos gráficos, suponemos que los gastos adicionales de los trabajadores se reparten de forma homogénea sobre las diversas empresas, cada nueva empresa va a vender mercadería extra por un valor de 200$, pero no obtuvo realmente esos 200$. El fabricante de televisores vendió más televisores, pero no obtuvo un sólo peso más, es decir, en realidad regaló parte de su producción. Lo mismo el productor de tomates, el propietario de la fábrica textil, o el propietario del hotel.

Si introducimos el hecho de que los empresarios también son consumidores, podemos razonar sobre dos nuevas vías de caso extremo: asumir que van a consumir 200$ menos mensualmente, o asumir que tienen suficiente dinero como para sostener el ritmo de consumo que llevaban. En el primer caso, el consumo total de la economía (el de los empresarios más el de los trabajadores) es la misma que antes del aumento. En el segundo caso, ciertamente en total se consume más, pero a costa de los ahorros de un grupo. En la realidad sería algo intermedio entre los dos extremos. Pero sea como sea, nada cambia el hecho de que los empresarios no se ven beneficiados por el mayor consumo, sino al contrario, se ven perjudicados exactamente en la misma medida.

Si agregamos el hecho de que los trabajadores también eventualmente ahorran y no gastan todo lo que ganan, y suponemos el caso extremo en que ahorran los 200$ extra que reciben, los empresarios ya no pierden la mercadería por valor de 200$ mensuales. Pero de todas formas ahora perciben 200$ menos mensualmente. Es decir, sea como sea, salieron perdiendo. O pierden mercadería por 200$, o pierden los 200$, o pierden X pesos más mercadería por 200$ - X. En total, siempre terminan perdiendo 200$ en términos contables, sin importar si se consume más o no, como resultado de los mayores salarios establecidos de este modo1.

Exactamente lo mismo sucedería en caso de una economía abierta, donde los trabajadores pudieran comprarle a empresas de afuera del círculo. Si parte o el total del salario extra destinado a consumo se vuelca hacia el producto de otros empresarios y no hacia los del círculo, lo que éstos recuperen en dinero, lo pierden en mercadería. Al final siempre va a haber una pérdida de 200$ que corresponde a la pérdida inicial, y eso no se recupera como consecuencia del mayor consumo de los trabajadores.

No importa cómo los trabajadores utilicen el salario adicional, a quién le compren, a quien no, en qué cantidad, cuánto ahorren. Se mire como se mire, por más compleja que sea la red, cada peso más que el empresario le pague al trabajador, es un peso que el empresario pierde.

Así de evidente que al lector pueda resultarle todo esto ahora que siguió el razonamiento, lo cierto es que muchas ideas económicas de carácter redistribucionista se fundamentan en la falacia que acabamos de exponer: que a los empresarios les conviene pagar más a sus trabajadores porque así ellos salen ganando con más ventas, y con ello se favorece a toda la economía. Esta falacia comete el error de creer que más consumo es más ganancia, lo cual es también el mismo defecto detrás de las teorías keynesianas y derivadas2. Y el centro de esta falacia en particular es asumir que toda mercadería que sale del stock de una empresa es una ganancia, cuando en realidad es una pérdida. La ganancia no es la mercadería que sale, sino la diferencia entre el costo de la mercadería que sale, y el dinero que entra como consecuencia de su venta. Pero es claro que si sale más mercadería pero no entra más dinero en contrapartida, se está generando una pérdida.

La situación se vuelve algo más compleja de resolver si agregamos factores tales como que el empresario, al mismo tiempo que aumenta los salarios, también aumenta sus precios. En un próximo capítulo de esta serie, demostraremos que tales acciones sólo son posibles si agregamos un nuevo factor... la emisión monetaria. De esta forma derribaremos también otras falacias muy de moda en los países con gobiernos populistas.
Por Wolvh Lórien
en http://uruguayeconomico.blogspot.com.ar/2012/05/krugman-y-las-falacias-keynesianas.html

Notas
[1] Veremos más adelante que la única manera de que los salarios crezcan al mismo tiempo que la economía, es mediante los procesos de mercado.
[2] La falacia de la ventana rota, que expondremos en alguna otra entrega, y que está emparentada con la que expusimos aquí.

viernes, 14 de diciembre de 2012

Ranking mundial de independencia judicial y libertad económica 2011

Un tanto en sintonía con el índice de frenos y contrapesos de agustín mackinlay, basado en la independencia judicial, libertad de prensa y conectividad, elaboré un índice que promedia independencia judicial con libertad económica.
La percepción de independencia judicial proviene de las encuestas del
Economic Freedom of the World Anual Report version 2009. El índice de libertad económica proviene del ranking del Heritage Foundation 2010.

1. New Zealand: 8.8 (Ind. jud.: 9.4, Lib. econ: 8.21)
2. Australia: 8.67 (Ind. jud.: 9.1, Lib. econ: 8.26)
3. Hong Kong: 8.67 (Ind. jud.: 8.4, Lib. econ: 8.97)
4. Switzerland: 8.65 (Ind. jud.: 9.2, Lib. econ: 8.11)
5. Denmark: 8.5 (Ind. jud.: 9.2, Lib. econ: 7.79)
6. Ireland: 8.42 (Ind. jud.: 8.7, Lib. econ: 8.13)
7. Canada: 8.41 (Ind. jud.: 8.8, Lib. econ: 8.04)
8. Singapore: 8.4 (Ind. jud.: 8.2, Lib. econ: 8.61)
9. Finland: 8.38 (Ind. jud.: 9.4, Lib. econ: 7.38)
10. Netherlands: 8.34 (Ind. jud.: 9.2, Lib. econ: 7.5)

11. Sweden: 8.28 (Ind. jud.: 9.3, Lib. econ: 7.24)
12. Germany: 8.17 (Ind. jud.: 9.2, Lib. econ: 7.11)
13. Austria: 7.84 (Ind. jud.: 8.5, Lib. econ: 7.16)
14. Luxembourg: 7.82 (Ind. jud.: 8.1, Lib. econ: 7.54)
15. United Kingdom: 7.82 (Ind. jud.: 8.0, Lib. econ: 7.65)
16. Iceland: 7.8 (Ind. jud.: 8.2, Lib. econ: 7.37)
17. Norway: 7.71 (Ind. jud.: 8.5, Lib. econ: 6.94)
18. United States: 7.63 (Ind. jud.: 7.5, Lib. econ: 7.8)
19. Belgium: 7.46 (Ind. jud.: 7.9, Lib. econ: 7.01)
20. Barbados: 7.41 (Ind. jud.: 8.0, Lib. econ: 6.83)

21. Estonia: 7.34 (Ind. jud.: 7.2, Lib. econ: 7.47)
22. Israel: 7.32 (Ind. jud.: 7.9, Lib. econ: 6.77)
23. Japan: 7.3 (Ind. jud.: 7.3, Lib. econ: 7.29)
24. Cyprus: 7.21 (Ind. jud.: 7.3, Lib. econ: 7.09)
25. Mauritius: 7.17 (Ind. jud.: 6.7, Lib. econ: 7.63)
26. Botswana: 7.13 (Ind. jud.: 7.2, Lib. econ: 7.03)
27. Malta: 6.96 (Ind. jud.: 7.2, Lib. econ: 6.72)
28. Namibia: 6.88 (Ind. jud.: 7.5, Lib. econ: 6.22)
29. Unit. Arab Em.: 6.86 (Ind. jud.: 7.0, Lib. econ: 6.73)
30. Uruguay: 6.86 (Ind. jud.: 6.7, Lib. econ: 6.98)

31. Oman: 6.84 (Ind. jud.: 6.9, Lib. econ: 6.77)
32. Bahrain: 6.81 (Ind. jud.: 6.0, Lib. econ: 7.63)
33. Costa Rica: 6.81 (Ind. jud.: 7.0, Lib. econ: 6.59)
34. Chile: 6.78 (Ind. jud.: 5.8, Lib. econ: 7.72)
35. France: 6.76 (Ind. jud.: 7.1, Lib. econ: 6.42)
36. Kuwait: 6.75 (Ind. jud.: 6.7, Lib. econ: 6.77)
37. Portugal: 6.73 (Ind. jud.: 7.0, Lib. econ: 6.44)
38. South Africa: 6.68 (Ind. jud.: 7.1, Lib. econ: 6.28)
39. South Korea: 6.64 (Ind. jud.: 6.3, Lib. econ: 6.99)
40. Jordan: 6.61 (Ind. jud.: 6.6, Lib. econ: 6.61)

41. Taiwan: 6.5 (Ind. jud.: 6.0, Lib. econ: 7.04)
42. Tunisia: 6.3 (Ind. jud.: 6.7, Lib. econ: 5.89)
43. Malaysia: 6.29 (Ind. jud.: 6.1, Lib. econ: 6.48)
44. Egypt: 6.24 (Ind. jud.: 6.6, Lib. econ: 5.9)
45. Spain: 6.2 (Ind. jud.: 5.4, Lib. econ: 6.96)
46. Jamaica: 6.2 (Ind. jud.: 5.8, Lib. econ: 6.55)
47. Czech Rep.: 6.14 (Ind. jud.: 5.3, Lib. econ: 6.98)
48. Malawi: 6.11 (Ind. jud.: 6.8, Lib. econ: 5.41)
49. Hungary: 6.09 (Ind. jud.: 5.6, Lib. econ: 6.61)
50. Thailand: 6.06 (Ind. jud.: 5.7, Lib. econ: 6.41)

51. India: 5.95 (Ind. jud.: 6.5, Lib. econ: 5.38)
52. Slovenia: 5.89 (Ind. jud.: 5.3, Lib. econ: 6.47)
53. Lithuania: 5.86 (Ind. jud.: 4.7, Lib. econ: 7.03)
54. Colombia: 5.84 (Ind. jud.: 5.1, Lib. econ: 6.55)
55. Greece: 5.7 (Ind. jud.: 5.1, Lib. econ: 6.27)
56. Slovak Rep: 5.7 (Ind. jud.: 4.4, Lib. econ: 6.97)
57. Turkey: 5.69 (Ind. jud.: 5.0, Lib. econ: 6.38)
58. Latvia: 5.61 (Ind. jud.: 4.6, Lib. econ: 6.62)
59. Nigeria: 5.56 (Ind. jud.: 5.4, Lib. econ: 5.68)
60. Sri Lanka: 5.43 (Ind. jud.: 5.4, Lib. econ: 5.46)

61. Trinidad & Tob.: 5.43 (Ind. jud.: 4.3, Lib. econ: 6.57)
62. Mexico: 5.43 (Ind. jud.: 4.0, Lib. econ: 6.83)
63. Poland: 5.42 (Ind. jud.: 4.5, Lib. econ: 6.32)
64. Morocco: 5.38 (Ind. jud.: 4.8, Lib. econ: 5.92)
65. Ghana: 5.32 (Ind. jud.: 4.6, Lib. econ: 6.02)
66. Tanzania: 5.31 (Ind. jud.: 4.8, Lib. econ: 5.83)
67. Italy: 5.3 (Ind. jud.: 4.3, Lib. econ: 6.27)
68. El Salvador: 5.29 (Ind. jud.: 3.6, Lib. econ: 6.99)
69. Montenegro: 5.19 (Ind. jud.: 4.0, Lib. econ: 6.36)
70. Brazil: 5.12 (Ind. jud.: 4.7, Lib. econ: 5.56)

71. Romania: 5.12 (Ind. jud.: 3.8, Lib. econ: 6.42)
72. Mali: 5.07 (Ind. jud.: 4.6, Lib. econ: 5.56)
73. Uganda: 5.04 (Ind. jud.: 3.9, Lib. econ: 6.22)
74. Georgia: 5.02 (Ind. jud.: 3.0, Lib. econ: 7.04)
75. Benin: 5 (Ind. jud.: 4.5, Lib. econ: 5.54)
76. Zambia: 4.97 (Ind. jud.: 4.1, Lib. econ: 5.8)
77. Azerbaijan: 4.97 (Ind. jud.: 4.1, Lib. econ: 5.88)
78. Guatemala: 4.94 (Ind. jud.: 3.8, Lib. econ: 6.1)
79. Indonesia: 4.91 (Ind. jud.: 4.3, Lib. econ: 5.55)
80. China: 4.89 (Ind. jud.: 4.7, Lib. econ: 5.1)

81. Philippines: 4.87 (Ind. jud.: 4.1, Lib. econ: 5.63)
82. Burkina Faso: 4.87 (Ind. jud.: 3.8, Lib. econ: 5.94)
83. Peru: 4.82 (Ind. jud.: 2.9, Lib. econ: 6.76)
84. Croatia: 4.81 (Ind. jud.: 3.7, Lib. econ: 5.92)
85. Madagascar: 4.8 (Ind. jud.: 3.3, Lib. econ: 6.32)
86. Kazakhstan: 4.78 (Ind. jud.: 3.5, Lib. econ: 6.1)
87. Honduras: 4.78 (Ind. jud.: 3.7, Lib. econ: 5.83)
88. Macedonia: 4.77 (Ind. jud.: 3.0, Lib. econ: 6.57)
89. Vietnam: 4.72 (Ind. jud.: 4.5, Lib. econ: 4.98)
90. Dominican Rep.: 4.71 (Ind. jud.: 3.4, Lib. econ: 6.03)

91. Bulgaria: 4.71 (Ind. jud.: 3.2, Lib. econ: 6.23)
92. Syria: 4.65 (Ind. jud.: 4.4, Lib. econ: 4.94)
93. Panama: 4.63 (Ind. jud.: 2.8, Lib. econ: 6.48)
94. Pakistan: 4.61 (Ind. jud.: 3.7, Lib. econ: 5.52)
95. Algeria: 4.61 (Ind. jud.: 3.5, Lib. econ: 5.69)
96. Kenya: 4.55 (Ind. jud.: 3.3, Lib. econ: 5.75)
97. Mozambique: 4.54 (Ind. jud.: 3.5, Lib. econ: 5.6)
98. Armenia: 4.52 (Ind. jud.: 2.1, Lib. econ: 6.92)
99. Serbia : 4.51 (Ind. jud.: 3.3, Lib. econ: 5.69)
100. Nepal: 4.49 (Ind. jud.: 3.7, Lib. econ: 5.27)

101. Albania: 4.47 (Ind. jud.: 2.3, Lib. econ: 6.6)
102. Mauritania: 4.37 (Ind. jud.: 3.5, Lib. econ: 5.2)
103. Bangladesh: 4.37 (Ind. jud.: 3.6, Lib. econ: 5.11)
104. Ethiopia: 4.36 (Ind. jud.: 3.6, Lib. econ: 5.12)
105. Mongolia: 4.24 (Ind. jud.: 2.5, Lib. econ: 6)
106. Lesotho: 4.22 (Ind. jud.: 3.6, Lib. econ: 4.81)
107. Moldova: 4.19 (Ind. jud.: 3.0, Lib. econ: 5.37)
108. Kyrgyz Republic: 4.19 (Ind. jud.: 2.2, Lib. econ: 6.13)
109. Bosnia and Herzegovina: 4.17 (Ind. jud.: 2.7, Lib. econ: 5.62)
110. Russia: 4.11 (Ind. jud.: 3.2, Lib. econ: 5.03)


111. Senegal: 4.09 (Ind. jud.: 2.7, Lib. econ: 5.46)
112. Guyana: 4.05 (Ind. jud.: 3.3, Lib. econ: 4.84)
113. Angola: 3.97 (Ind. jud.: 3.1, Lib. econ: 4.84)
114. Ukraine: 3.62 (Ind. jud.: 2.6, Lib. econ: 4.64)
115. Cameroon: 3.61 (Ind. jud.: 2.0, Lib. econ: 5.23)
116. Argentina: 3.57 (Ind. jud.: 2.0, Lib. econ: 5.12)
117. Nicaragua: 3.55 (Ind. jud.: 1.3, Lib. econ: 5.83)
118. Bolivia: 3.49 (Ind. jud.: 2.0, Lib. econ: 4.94)
119. Paraguay: 3.44 (Ind. jud.: 0.8, Lib. econ: 6.13)
120. Ecuador: 3.29 (Ind. jud.: 1.7, Lib. econ: 4.93)

121. Burundi: 3.28 (Ind. jud.: 1.8, Lib. econ: 4.75)
122. Cote d'Ivoire: 3.28 (Ind. jud.: 1.1, Lib. econ: 5.41)
123. Chad: 3.03 (Ind. jud.: 1.3, Lib. econ: 4.75)
124. Venezuela: 2.17 (Ind. jud.: 0.6, Lib. econ: 3.71)
125. Zimbabwe: 1.94 (Ind. jud.: 1.7, Lib. econ: 2.14)
Por Wolvh Lórien
en http://uruguayeconomico.blogspot.com.ar/search/label/ranking%20AU

viernes, 7 de diciembre de 2012

¿Es efectivo el mensaje liberal?

Por Alberto Benegas Lynch (h)
Parece un tanto petulante el machacar que “la gente” no comprende tal o cual idea sin detenerse a considerar la ineptitud del emisor para trasmitir la idea. Esto último no solo calma más lo nervios sino que obliga a hacer mejor los deberes y reconsiderar el formato del mensaje y pulir su contenido.

Es necesario volver sobre la capacidad de convencimiento de las recetas y consejos de los patrocinadores de la sociedad abierta. Esto debe reconsiderarse de tanto en tanto debido a la escasa llegada del correspondiente mensaje, por lo menos en relación con su contrapartida, es decir, las políticas socialistas. No es cuestión de arremeter e insistir sin hacer, de vez en cuando, un examen de consciencia respecto al camino que se sigue.

Habiendo dicho esto, debemos estudiar cuidadosamente las desventajas naturales del mensaje liberal frente a las propuestas de los diversos matices socialistas. La primera es la llamada “venta de ideas”. Se suele decir que los ejes liberales deben ser sacados de los académicos y traducirlos a idiomas más comprensibles para el común de los mortales. Desde luego que no se trata de trasmitir mensajes crípticos y complicados pero el nudo del asunto es entender que las ideas liberales no están a la venta, no solo porque no se colocan al mejor postor sino, especialmente, porque no se trata de la comercialización de dentífricos o desodorantes. En estos últimos casos, la venta consiste en que el consumidor se percate de las ventajas del producto pero no requiere que se adentre, en regresión, en todo el proceso productivo. Sin embargo, el liberalismo (y cualquier idea seria) demanda que se entienda “todo el proceso productivo”, es decir la fundamentación de los conceptos hasta la gestación misma de la idea. A menos que se sea un dogmático o un fundamentalista, el receptor requiere este hilo argumental, lo cual no necesitamos para adquirir un par de zapatos: es suficiente con que nos guste y que resulten cómodos y baratos.

La idea socialista, en cambio, se parece a la venta de comestibles y equivalentes. El razonamiento no exige análisis ni mirar el asunto desde diversos costados, es suficiente intuir que si se le saca al que tiene y se le entrega a los destinatarios, estos mejorarán su situación en el corto plazo. De más está decir que los socialistas miran la riqueza como un proceso de suma cero y no de suma positiva. No se percatan que en un mercado libre los que ganan más es debido al voto diario de sus congéneres que con sus compras y abstenciones de comprar establecen diferencias patrimoniales, y si a esto se le aplica la guillotina horizontal se perjudica muy especialmente a los más necesitados puesto que la mala asignación de recursos se traduce en disminuciones en las tasas de capitalización que son, precisamente, las que permiten el aumento de salarios reales.

La manía del igualitarismo parece ser el eje central de los socialistas de todos los colores. Ya me he referido en repetidas oportunidades a la tesis de John Rawls sobre la manipulación del los talentos, de modo que no volveré sobre esa crítica. Ahora destaco que la aludida guillotina horizontal y la idea de que la riqueza procede de la suma cero y no de un proceso dinámico de creación de valor (sobre la que se basa el igualitarismo) no permite ver que la igualdad de resultados no solo es una quimera en su faz operativa sino que de entrada ni siquiera puede definirse. Esto último es así debido a que las valorizaciones son subjetivas por lo que la repartición no puede obviar este fenómeno si se quiere igualar con todo el rigor del caso (aunque los sujetos en cuestión digan la verdad no es posible lograr el objetivo ya que no pueden realizarse comparaciones intersubjetivas, y tampoco puede llevarse a cabo la operación “objetivamente” porque los precios están distorsionados por los mismos igualitaristas). Y lo segundo se interpone porque el uso de la fuerza agresiva se deberá mantener permanentemente para evitar que cada uno use y disponga de lo que recibió de modo que los resultados sean distintos (en este contexto resulta bastante gelatinosa por cierto la noción medular de “lo suyo” de la justicia).

En la superficialidad socialista no cabe prestar atención “a lo que se ve y a lo que no se ve” (distinguir lo que es obvio de lo que debe hurgarse) como sugería el decimonónico Frédéric Bastiat. El socialismo apela a lo que a primera vista aparece como conveniente y recurre a la envidia y al resentimiento como arma dialéctica. Como ha escrito Hayek “la economía es contraintuitiva”; en la opereta Pinafore estrenada en Londres en 1878 con música de Arthur Sullivan y letra de William Gilbert se dice (y lo reproduzco en inglés para que no pierda gracia): “Things are seldom what they seem. Skim milk masquerades as cream”.

Es muy curioso y paradójico en verdad que esos mismos socialistas que detestan el mercado instauran sistemas de inaudita injusticia en cuanto a que otorgan privilegios a los amigos del poder para enriquecerse a costa de la gente, lo cual es genuinamente un proceso de suma cero de la misma manera y en el mismo plano que lo es cuando se asalta un banco.

Otra valla para la fluidez del mensaje liberal son gobiernos que usan desaprensivamente la etiqueta liberal pero se abocan a la corrupción escandalosa, al aumento del gasto estatal y la deuda pública en el contexto de severos incrementos impositivos, manejo discrecional del tipo de cambio, la dispersión arancelaria y la ausencia más palmaria de la división de poderes. En esa situación no son pocos los que terminan desconfiando seriamente (y muy injustamente) del liberalismo que en verdad es inexistente en esos climas tóxicos.

Estimo que el tema crucial a explicar por nosotros los liberales radica en la llamada “cuestión social”. En otras palabras, el nexo causal entre la inversión per capita y los ingresos y salarios en términos reales, lo cual se puede comprobar con los niveles de vida que tienen lugar prósperos respecto a los “subdesarrollados”, y que el desempleo es consecuencia de las mal denominadas “conquistas sociales” que pretenden colocar remuneraciones por encima de lo que permiten las antes referidas tasas de capitalización como si se estuviera frente a un asunto voluntarista que en realidad deriva de la capacidad de marcos institucionales civilizados para captar ahorros internos y externos.

Al analizar cuestiones como la mencionada se dice que se es muy “economicista” sin ver que este aspecto económico-social es definitivo para entender el problema. Nada se gana con sostener que se es partidario de la libertad política pero no de la económica, puesto que es lo mismo que mantener que se desea instaurar la libertad en el continente pero no en el contenido, esto es, libertad en los papeles pero a la gente se le deniega la facultad de disponer del fruto de su trabajo, lo cual significan restricciones para operar en el mercado y la consiguiente asignación de factores productivos.

Uno de los problemas críticos para entender el liberalismo consiste en el abandono de los experimentos de brujos que compiten para manejar las vidas y las haciendas de la gente. Entre estas alquimias se destaca el keynesianismo, por lo que es de interés recordar siquiera tres tramos de la obra más conocida de Keynes. El primero es cuando escribe que “La prudencia financiera está expuesta a disminuir la demanda global y, por tanto, a perjudicar el bienestar”. El segundo cuando propugna “la eutanasia del rentista y, por consiguiente, la eutanasia del poder de opresión acumulativo de los capitalistas para explotar el valor de escasez del capital”. Y en último término, cuando resume el eje central de su tesis en el prólogo que escribió para esa misma Teoría general de la ocupación el interés y el dinero en el mismo año en que apareció en inglés pero para la edición alemana, en plena época nazi: “La teoría de la producción global, que es la meta del presente libro, puede aplicarse mucho mas fácilmente a las condiciones de un Estado totalitario que la producción y distribución de un determinado volumen de bienes obtenido en condiciones de libre concurrencia y de laissez-faire”. Vale la pena reiterar la idea puesto que hay que retener este pensamiento consignado en 1936: el autor dice que la tesis de su libro “puede aplicarse mucho más fácilmente a las condiciones de un Estado totalitario”.

En otro orden de cosas pero enmarcado en esta tendencia general, no son pocos los que insisten en que cuando la economía flaquea el aparato estatal debe gastar más, como si los recursos no provinieran de la gente con lo que se agrava la situación puesto que los factores de producción se mal asignan debido a imposiciones gubernamentales, necesariamente a contramano de lo que hubiera hecho la gente libremente con el fruto de su trabajo. Aquella política se ha dado en llamar “anticíclica” sin tomar en cuenta que la crisis se origina en las manipulaciones gubernamentales y que no se corrigen con más de lo mismo, a diferencia de las fluctuaciones que responden a cambios en la demanda de la gente.

En resumen, todos los días hay que hacer la gimnasia de pulir, mejorar y actualizar el mensaje liberal pero también deben tenerse muy en cuenta las desventajas en que se encuentra para llegar con el mensaje al efecto de no desanimarse inútilmente y también las dificultades que interponen en el camino por `parte de los antedichos brujos, pero nunca dejarse estar en el ejercicio cotidiano de autocrítica y automejoramiento.

En todo caso, cualquiera sea el destino del liberalismo, es pertinente citar un pensamiento de Hermann Hesse en Pequeñas alegrías que hace hincapié en las recompensas de la honestidad intelectual: “por agradable que resulte la adaptación al espíritu de la época y al medio, son mayores y más duraderos los goces de la sinceridad”.
Por Alberto Benegas Lynch (h)
en http://diariodeamerica.com/front_nota_detalle.php?id_noticia=7580

jueves, 6 de diciembre de 2012

La absolución de Alvira (El caso de María Ovando)

Supongamos que una mujer chaqueña, Alcira, que vive en un paraje aislado del Chaco, en la Argentina del 2012, con 6 hijos, en un estado de pobreza típico de los que se viven en los asentamientos rurales de esa provincia sufre la muerte de uno de sus hijos. La mujer tiene un trabajo pero no le alcanza para mantener a todos sus hijos. Su hija menor de tres años muere por desnutrición, era alimentada, pero no con la frecuencia adecuada para una chiquita de su edad. Ante esta situación es acusada por abandono de persona y sometida a juicio.

¿Cuál es la postura liberal frente a esto?
Antes que nada vale hacer una aclaración, por más similitudes que tenga este relato con la historia de María Ovando, no puedo hacer referencia directa a ella. No conozco los hechos específicos, por lo que no me quiero aventurar a opinar sobre algo que no conozco. Nuestra historia hipotética es parecida, pero los hechos son tal cual los describimos en el párrafo anterior y eso es una certeza.

Sin embargo es necesario conocer las posturas ante un caso similar como fue el de Ovando. Antes de ella fuese absuelta, en un caso que tomó relevancia luego de una entrevista de Jorge Lanata a la acusada de abandono de persona, hubo sectores de la opinión pública que se oponían a su encarcelación utilizando el siguiente argumento:

Con la detención de María y la decisión de librar de culpa y cargo a Demetrio Ayala, el juez Saldaña dio por terminada su actuación. No profundizó sobre las responsabilidades en la muerte de Carolina. No se preguntó sobre la asistencia que debió recibir y que el Estado dice haberle dado “medianamente”. No se preguntó sobre causas, tampoco sobre las acciones que pudo haberle evitado la muerte.
En el expediente se menciona el testimonio del Dr. Julio Cesar Benítez, hoy director del Hospital de Colonia Delicia, quien visitó en varias oportunidades la casa de María. Benítez declara haber constatado el estado de abandono de los niños, con bajo peso, sucios, con granos, piojos, muchos de ellos indocumentados, por lo que ni siquiera podían acceder a los programas de asistencia estatal.
Las visitas de este profesional se registraron desde el mes de diciembre. La defensa se pregunta si otro tipo de intervención hubiera podido evitar la muerte de Carolina.
Siguiendo esta lógica, y volviendo a nuestro caso hipotético, podemos decir que Alcira merece ser absuelta ya que el abandono de persona fue una consecuencia directa de la negación de la ayuda del estado. En otras palabras, Alcira sería inocente ya que ante la imposibilidad de hacerse cargo de sus hijos, es el estado quien debía hacerlo y la muerte por desnutrición no se debe a que la madre no haya alimentado a su hija, sino por la inactividad del estado frente a este caso.

En mi opinión, según los principios del liberalismo, podemos llegar a la misma conclusión — la absolución — pero con los fundamentos opuestos.

Partimos de una realidad: progresivamente en los últimos 70 años, y más también, se ha adoptado la concepción de que el estado asume un compromiso de garantizarle “gratuitamente” el bienestar a cada uno de los habitantes. Para alcanzar ese fin, se crea un estado de bienestar que interviene en el funcionamiento de todas la áreas con las que el individuo interactúa a lo largo de su vida. Podemos mencionar, entre otras, la legislación laboral, la legislación impositiva, la legislación que regula servicios públicos, la regulación del sistema de salud, la regulación de sistema educativo, la regulación de las jubilaciones, la intervención en políticas de vivienda, entre muchas otras. Estas regulaciones también varían, van desde la provisión del servicio exclusivamente a cargo del estado, hasta un sistema mixto entre el estado y privados (que, por su propia naturaleza, siempre termina prevaleciendo la voluntad estatal), o un control rígido del estado sobre la actividad (tal vez el caso de las relaciones laborales es el más representativo de esta última categoría).

Evidentemente la implementación de un estado de bienestar ha fracasado con los objetivos planteados originalmente. Al mismo tiempo, desde un punto de vista liberal se defiende una concepción totalmente opuesta a la predominante.Los liberales consideran que nadie tiene derecho al inicio del uso de la fuerza — que también se puede llamar agresión — contra otras personas o su propiedad. Esto es el llamado principio de no agresión. Todos los ejemplos mencionados en el párrafo anterior representan el inicio del uso de la fuerza para alcanzar el fin que se propone el estado, y en consecuencia, una violación al principio de no agresión.El teórico político Murray Rothbard explica en su libro El Manifiesto Libertario el fundamento de este principio:
Específicamente, mientras que el comportamiento de las plantas y, al menos, el de los animales inferiores está determinado por su naturaleza biológica o quizá por sus “instintos”, la naturaleza humana es tal que cada individuo debe, para poder actuar, hacer una elección de sus fines y utilizar sus propios medios para alcanzarlos. Puesto que carece de instintos automáticos, cada hombre debe prender acerca de él y del mundo, utilizar su mente para seleccionar valores, aprender sobre causas y efectos, y actuar con todo sentido para mantenerse y prolongar su vida. Los hombres pueden pensar, sentir, evaluar y actuar sólo como individuos, y en consecuencia, resulta vitalmente necesario para la supervivencia y prosperidad de cada uno que sea libre de aprender, elegir, desarrollar sus facultades y actuar según su conocimiento y sus valores. Éste es el camino necesario de la naturaleza humana; interferir o lisiar este proceso usando la violencia va profundamente en contra de lo que es necesario por la naturaleza del hombre para su vida y prosperidad. La interferencia violenta en el aprendizaje y las elecciones de un hombre es, por lo tanto, profundamente “antihumana”; viola la ley natural de las necesidades del hombre
Considerando esto, podemos concluir fácilmente que no vivimos en un entorno libertario. Nos encontramos de forma constante con obstáculos que no nos permiten desarrollar nuestras vidas en libertad, no podemos optar libremente los medios que deseamos utilizar para alcanzar nuestros fines. Estamos, todo el tiempo, ante la interferencia “antihumana” sobre la que escribe Rothbard, y por eso es absurdo aplicar los principios de justicia según un libertario en un contexto intervencionista.

Alcira no tuvo todas las oportunidades que podría haber llegado a tener en una sociedad libre, ni de sustentarse por sus propios medios, ni de ser ayudada de forma voluntaria. La primera puede ser explicada por la cita de Rothbard. Las oportunidades que podría llegar a tener Alcira se ven distorsionadas por los obstáculos que pone el estado en su constante interferencia con la elección libre de medios y fines. La segunda, la imposibilidad de ser ayudada voluntariamente para superar su situación de necesidad, es consecuencia de la primera. O desde otro punto de vista, se ve distorsionada por el objetivo último del estado de bienestar (que es, recordemos, proveer bienestar). La consecuencia de cuando el estado asume la responsabilidad de garantizar el bienestar de la población, es convertir el poder social en poder político, algo que explicó de forma precisa el autor estadounidense Albert Jay Nock:
Podemos tener una medida aproximada de esta atrofia general por nuestra propia disposición cuando se nos acerca un mendigo. Hace dos años podríamos inclinarnos por darle algo; hoy nos inclinamos por mandarle a la oficina de atención del Estado. El Estado ha dicho a la sociedad: “O no estáis ejerciendo poder suficiente para atender a la emergencia o lo ejercéis en una forma que pienso que es incompetente, así que confiscaré vuestro poder y los ejerceré a mi gusto”. Así que cuando el mendigo nos pide un cuarto, nuestro impulso es decir que el Estado ya nos ha confiscado nuestro cuarto en su beneficio y que debería ir al Estado a por él

Una vez generada esta dependencia por parte del estado, ¿es justo creer que ella debía asumir responsabilidad por sus hijos cuando durante toda la vida le dijeron que el estado debía hacerlo por ella? ¿Puede el estado alegar el abandono de persona, cuando el mismo estado se había comprometido a asistirla (como se comprometen con todos)?, o en su defecto, ¿se puede concebir algún tipo de responsabilidad de la mujer por la muerte de su hija cuando el estado obstaculiza el desarrollo de la protagonista de nuestra historia hipotética interfiriendo en su libertad?

Este ejercicio de pensamiento nos deja una conclusión clara, y que muchas veces es pasada por alto por todos aquellos que desean avanzar y difundir la idea de una sociedad libre. La aplicación de conceptos liberales o libertarios, en un contexto donde han habido víctimas claras de la intervención estatal debe ser prudente. Es necesario primero identificar si la situación que estamos presenciando es una situación que se podría haber dado en un entorno de libertad, ante un mercado liberado, o si estamos ante una situación que fue generada artificialmente por el estado. Antes de exigir conductas responsables a la gente, es necesario primero eliminar las políticas que incentivan la irresponsabilidad. Nunca una situación injusta puede generar una injusticia adicional, pero tampoco podemos esperar resultados propios de una sociedad libre mientras vivamos bajo la atenta mirada del Leviatán.
En http://quenotepisen.net/2012/12/la-absolucion-de-alcira-el-caso-de-maria-ovando/

martes, 4 de diciembre de 2012

No es "cepo" es un asalto

Imaginemos un negocio de venta a la calle. Si un día aparece un delincuente armado y se lleva el dinero recaudado del día, “los números” del comerciante mostrarán una pérdida total, como si nadie hubiera pagado por que compró en el día. Gracias al robo, el comerciante entregó bienes sin recibir nada a cambio. Otro fue beneficiario del fruto de su esfuerzo.

Ahora supongamos que aparece una persona que hace una compra por un valor de 10 pesos pero decide unilateralmente pagar 5, cosa que consigue amenazando al comerciante con un arma.

¿Estamos frente a un delincuente igual al del primer caso? En gran parte sí. La única diferencia con el primer ladrón es que el segundo es un ladrón al que le damos lástima y, aunque nos roba, también nos deja “unos mangos para el bondi”.

Esta última situación representa la cara más dramática del célebre “cepo” al dólar impuesto por el gobierno de Fernández de Kirchner. Si bien también es condenable que no dejen a la gente decidir qué hacer con el dinero que gana honestamente, lo más lamentable es lo que se hace con cualquier ciudadano argentino que se dedique a la producción de bienes o servicios exportables.

Si uno está “en blanco”, la manera de cobrar luego de una venta al exterior es mediante el Banco Central. Es decir, si vendemos un producto al exterior por 10 dólares, el comprador extranjero está obligado a entregar los dólares al Banco Central y este luego –por fuerza de ley – entrega pesos al vendedor al tipo de cambio oficial. Ahora bien, con el tipo de cambio oficial a 4 setentaypico, los exportadores están recibiendo 5, cuando deberían recibir 10.

Su producto en el mercado vale 10 dólares y todos en el país están dispuestos a pagar más de 4,75 pesos por cada dólar. De hecho, muchos están dispuestos a pagar más de 6 pesos por cada dólar y nadie que no sea los específicamente autorizados por el gobierno puede comprar dólares al precio oficial (al que el gobierno sí compra). Ergo, cuando a un exportador le pagan arbitrariamente 4,75 pesos por cada dólar que recibe, le están confiscando 33% de lo que produce. El Estado se comporta como el más común de los ladrones, solo que a la víctima le deja unos mangos para el bondi.

Algunos acólitos oficialistas dicen que el gobierno tiene derecho a manejar su “política cambiaria”, pero si política cambiaria significa robo (y lástima), no se entiende que exista alguien que persista en la defensa de esta política.

El robo está mal, acá y en la China. Pero hacerlo con el aval de la ley, desde el estado, y bajo el paraguas de la “política económica” es muchísimo más grave.
En http://lacrisisesfilosofica.blogspot.com.ar/2012/11/no-es-cepo-es-un-asalto.html

domingo, 2 de diciembre de 2012

Modelo vs. "Ortodoxia": Las supuestas bondades del estatismo

La estanflación de la economía puede obedecer a la ruta elegida por el país. Hay problemas sociales graves, y de precios, que no logran ser resueltos.

En sus últimas intervenciones públicas, la Presidenta de la Nación hizo una encendida defensa del papel del Estado durante sus gobiernos. En particular, le atribuyó a un supuesto cambio de paradigma sobre la actividad estatal, la bonanza económica y no sólo económica, de estos años.

Resulta innegable, en especial partiendo del piso de la crisis terminal de 2001/2002, que la economía argentina ha crecido fuertemente, bajando el desempleo, y mejorando, en promedio, los ingresos reales de la población. No es menos cierto, sin embargo, que el escenario de bonanza predominó, salvo contadas excepciones, en todos los países de la región. La Argentina creció y se recuperó en estos años, con mucho más Estado, interviniendo, regulando, brindando servicios directos a través de empresas públicas, o cuasi públicas –con el Estado determinando inversiones, tarifas, etc.– y con políticas macro, autodefinidas como “heterodoxas”. Pero también crecieron Brasil, Chile, Colombia, Perú, Uruguay, con enfoques diferentes respecto del Estado, y su papel en la economía, y con políticas macro que el relato argentino definiría como “ortodoxas”.

Dicho de otro modo, si todos crecieron independientemente de las políticas aplicadas, no resulta tan fácil atribuirle al estatismo, la causa central de la bonanza local.

Es más, si algo ha caracterizado a la política económica local, como rasgo diferencial del resto de la región “ortodoxa”, ha sido una elevada tasa de inflación, que este año se convirtió en “estanflación”, por el contexto de escaso o nulo crecimiento observado.

Dada la experiencia latinoamericana, algún “malintencionado” podría argumentar que el crecimiento argentino de estos años se logró “a pesar del estatismo y de la heterodoxia”, y que sin ese entorno nos hubiera ido como al resto de los países vecinos, a los que le fue bien en la década, pero con menos problemas hacia delante y con baja inflación. Que el Estado sea más grande y que la Argentina haya crecido, no necesariamente indica una relación causal entre ambas cosas. Esto resulta difícil de demostrar sin complejas técnicas econométricas.

Pero lo que sí puede evaluarse, “a simple vista”, es cómo le fue al estatismo en su papel central e indelegable de brindar elementos que mejoren la calidad de vida de la población, en infraestructura, vivienda, educación, salud. Más que discutir el papel del estatismo en el crecimiento económico, mirar cómo se ha desempeñado el Estado argentino, en dónde está su responsabilidad primaria.

Un reciente estudio de FIEL, “Eficiencia.gob.ar”, puede ayudar a esta mirada. (Hay muchos otros estudios, aunque con otros enfoques, que ratifican las conclusiones). Sólo algunos ejemplos taquigráficos. El gasto público se incrementó en unos 16 puntos del PBI, entre 2003 y 2011. El empleo público creció en nueve años el 46 por ciento. En 2012, el sector público emplea a 3,3 millones de trabajadores (uno de cada cinco ocupados). No hay un problema, entonces, de “poca gente” y poca plata, para brindar servicios. Tampoco hay un problema, en promedio, de bajos salarios relativos; los asalariados del sector público en las provincias ganan más que individuos con características similares en el sector privado.

Pese a esto, el déficit habitacional volvió a crecer y se mantiene un elevado stock de viviendas sin terminar. En educación, los resultados de las pruebas PISA, muestran que uno de cada dos estudiantes de la escuela secundaria de nuestro país no puede realizar tareas básicas en lectura, matemática y ciencia y la Argentina se encuentra entre los países que más redujeron su puntaje promedio en mediciones del año 2000 y la de 2009. El 50% de las rutas nacionales se encuentra en estado malo o regular. En salud, hay provincias que gastan, por habitante sin cobertura médica, el doble o el triple de lo que costaría un seguro médico que cubriera el plan mínimo obligatorio.

En síntesis, en materia macroeconómica, el estatismo K no muestra desempeños mucho mejores que la “ortodoxia” latinoamericana, en general. Mientras que, en materia de bienes públicos propiamente dichos, la calidad no ha mejorado sustancialmente, pese al aumento del gasto y del empleo.

Sugiero, humildemente, revisar el relato sobre las bondades del estatismo K.

Por Enrique Szewach en
http://www.perfil.com/ediciones/2012/11/edicion_729/contenidos/noticia_0022.html


viernes, 23 de noviembre de 2012

El estatismo es una droga social

Así como existen determinadas sustancias que generan a nivel individual enfermiza dependencia entre quienes las consumen, distorsionando su visión de la realidad, de idéntica forma existen, a nivel social, políticas y filosofías que generan adicción y alucinación en la población.

La diferencia entre una droga de consumo individual y una social, es que la segunda, cuando se instala en el Estado, nos vuelve a todos víctimas de sus efectos. Es decir, nos hace pagar a todos el costo de la adicción.

El estatismo, entendido como la paulatina injerencia del Estado en la vida social e individual, es una de las drogas sociales por excelencia. La relación que el estatismo tiene con el socialismo es a menudo difusa. No obstante, entiendo que el estatismo puede ser concebido como una estrategia de construcción gradual, prolongada e ininterrumpida del socialismo.

Friedrich Hayek, en su célebre obra Camino a la servidumbre, explicó cómo funciona esta droga social, demostrando que a cada política estatista implementada, le seguiría otra del mismo signo, pero de mayor magnitud. Herbert Spencer, uno de los filósofos más importantes del siglo XIX, predijo hace casi ciento cincuenta años en su ensayo La esclavitud futura, de qué forma el Estado, en la construcción del socialismo, iría adueñándose de la vida de sus ciudadanos transformándolos en sus súbditos. Es innegable que sus vaticinios se han ido cumpliendo con precisión de centavo.

Pero además de generar −al igual que las drogas individuales− este círculo vicioso, el estatismo provoca, asimismo, distorsiones en nuestra percepción de la realidad. Entre otras cosas, nos empuja a creer que en el Estado se encuentra la solución a todo problema; que los recursos caen como maná del cielo y que, por tanto, sólo es cuestión de saber distribuirlos (algo que el Estado sabría hacer con perfección). Quizás aquí resida la explicación más contundente al hecho de que todos los políticos populistas sean inexorablemente estatistas. Y es que mantener al pueblo bajo un efecto de alucinación permanente es condición necesaria para manipularlo.

Todo lo que hemos dicho hasta aquí, puede ilustrarse en un hecho concreto que ha sido dado a conocer en estos días: el Ministerio de Salud bonaerense está confeccionando un proyecto de “implantes mamarios para todas”. Leyó bien: después del “fútbol para todos”, la “milanesa para todos” y el “automovilismo para todos”, llegaron las “siliconas para todas”. Así las cosas, cuando pensamos que el Estado no podía incurrir en frivolidades de mayor magnitud, esa droga social llamada estatismo nos demostró que la adicción consiste precisamente en caer siempre más bajo. Aún más bajo de lo imaginable.

Hacerle creer a la gente que a partir de ahora tener el busto prominente será gratuito, constituye el componente alucinógeno de esta nueva dosis de estatismo; tan alucinógeno como pensar que el fútbol, la milanesa y el automovilismo fueron gratuitos también. La realidad, en efecto, es menos agradable: nada es gratis en esta vida.

Que las mujeres que accedan a estos beneficios estéticos no paguen directamente por ellos, no significa que éstos no tengan costo alguno. Significa, por el contrario, que otras personas, muchas de las cuales no pueden siquiera acceder a servicios básicos de salud, estarán pagándolo por las beneficiarias. En eso consiste, en definitiva, el eufemístico “para todos”. Algunos se benefician, todos lo pagan. ¿Cómo? Con los impuestos directos e indirectos a los que nadie escapa.

La explicación justificatoria que han dado los impulsores del proyecto sostiene que, en resumidas cuentas, es necesario “democratizar” la “autoestima” de las mujeres. ¿Qué significa semejante disparate? Pues que aquellas personas sin problemas de autoestima, incluidas aquellas cuyas necesidades de primer orden no les permiten siquiera pensar en ello, deberán cargar con el costo de aquellas que aleguen necesitar insertarse silicona en los pechos para superar sus conflictos anímicos. ¿Y qué tiene que ver esto con la democracia? Evidentemente nada. Sacrificar a algunos en frívolo beneficio de otros no es democrático; es autoritario.

Resulta tan potente el efecto estupefaciente del estatismo que, además, nos hace olvidar del llamado “costo de oportunidad”. Este es el nombre de una idea muy sencilla y lógica: que todo aquello que se hace, tiene como costo de oportunidad todo aquello que se deja de hacer. Así las cosas, en un mundo irreal en el que los recursos son ilimitados y gratuitos (tal el espejismo que genera en la gente la droga estatista) el costo de oportunidad no tiene sentido, pues nada tiene costo.

¿Pero cuál es el verdadero costo de tantas políticas populistas “para todos”? A nivel individual, elevadísimas cargas impositivas que restringen la libertad de los ciudadanos, disminuyendo la porción de ganancias que éstos podrían administrar autónomamente. A nivel social, un Estado más preocupado por el “pan y circo”, que por cumplir su función básica: proteger los derechos de sus ciudadanos.

La cura de esta droga social llamada estatismo, es de similar naturaleza a la cura de las drogas individuales: una revolución moral que revalorice las ideas de responsabilidad, libertad y autonomía individual.
Por Agustín Laje en La Prensa Popular | Edición 159 | Viernes 23 de Noviembre de 2012
http://www.laprensapopular.com.ar/7677/el-estatismo-es-una-droga-social

lunes, 19 de noviembre de 2012

Juan José Sebreli: “En la Argentina son todos populistas”

Filósofo urbano para algunos y best-séller de elites para otros, Juan José Sebreli se ha ganado la fama de intelectual polémico. Lo prueba en este diálogo, donde presenta su nuevo libro, un diccionario que redefine y actualiza términos políticos clave. Descree que de los cacerolazos “surja algo potable” y dispara contra los Kirchner, Binner, Chávez, Alfonsín y Perón, entre otros.
Pocos escritores argentinos merecen el título de ensayista con más justicia que Juan José Sebreli. Intelectual polémico y antipopulista, supo hacer de su extensa obra, compuesta por veinticinco ensayos entre los que se cuentan los fundamentales Buenos Aires, vida cotidiana y alienación (1964) y El asedio a la modernidad (1991), una propuesta intelectual de consistencia compacta, lógica, con obsesiones evidentes: la política, la filosofía, la ciudad, la vida cotidiana, la cultura popular, la sexualidad. La suya es la mirada de un filósofo urbano, de un flâneur del ocaso, de un pensador que sigue reivindicando a Jean Paul Sartre y los espacios de socialización perdidos (el cine, el café, la calle) como aquel que recorre las cortadas de una Buenos Aires que ya no existe.

Formado en la izquierda hegeliana y marxista, a pesar de su paso por la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, la mirada sebreliana se reivindica autodidacta. Es partidario de los conceptos claros y denuncia los lugares comunes y a los portavoces del sentido cristalizado y a las mentes orgánicas y mecánicas. Es el único caso de un intelectual que escribió al mismo tiempo para dos revistas literarias emblemáticas y opuestas como Sur de Victoria Ocampo y Contorno de los hermanos Ismael y David Viñas. Sebreli lo adjudica a su “sentido dialéctico” y quizá se podría agregar a su plasticidad y mirada integral de la sociedad. Mentor y parte central del llamado “primer grupo existencialista” argentino junto con Oscar Masotta y Carlos Correas, introdujo la visión sartreana en el pensamiento local.

Contrario a todo gueto, Sebreli se reivindica como un intelectual de izquierda en un sentido amplio, un socialdemócrata a la europea (especie quizá en vías de extinción) o como la expresión más izquierdista que un liberal puede tener. Su voz plantea que elegir una vida singular implica resignar a otras. El malestar de la política , que acaba de publicarse, es una caja de herramientas de categorías políticas y filósofos, con la intención de aclarar confusiones –¿qué es izquierda? ¿qué es derecha? ¿qué es ser liberal? ¿qué es ser marxista?– pero como bien marca el autor, “tampoco está excluido de estas páginas el intento de encontrar el camino hacia lo que los clásicos llamaban la buena vida”. En ese sentido, Sebreli parece ser lo que se espera de un epicúreo, alguien que encuentra la felicidad y alegría en pocas cosas. Ñ conversó con el sociólogo en su departamento en Barrio Norte, bajo la luz opaca de un día gris y lluvioso, entre los miles de libros que abarrotan su biblioteca y pinturas sobre las paredes, entre ellas, el retrato de Guillermo Roux, que ilustra la portada de El tiempo de una vida (2005), sus memorias.

¿Por qué sintió la necesidad de redefinir los términos políticos en la actualidad?
Porque en la Argentina se emplean mal. No sólo el hombre de la calle, sino el periodista o el político mismo, no tienen un concepto definido de muchos de ellos. Mi primera idea era hacer un diccionario político y luego se fue extendiendo. Una palabra clave es democracia. Cuando se le agrega un adjetivo es para decir todo lo contrario, por ejemplo, “democracia orgánica” se usa para un régimen colectivista, los regímenes estalinistas la llamaban democracia popular para describir una dictadura. El caso del fascismo es paradigmático, se dice cualquier cosa. Primero se confunde con dictadura tradicional y no tiene nada que ver. En la Argentina se dice que Videla u Onganía eran fascistas y no lo eran. Hay puntos en común, porque entre un fascismo, bonapartismo, populismo y dictadura militar los límites son borrosos, pero no son iguales. A una dictadura militar tradicional como la de Onganía o la de Videla le faltan características decisivas de un fascismo: primero no son líderes carismáticos, ni pretendían serlo, eran lo anticarismático total, y segundo, la movilización de masas. Las dictaduras son desmovilizadoras de las masas. Las calles tienen que estar desiertas. En el populismo, el fascismo y el totalitarismo, las masas tienen que estar en la calles. La dictadura tradicional quiere el silencio, en las dictaduras no tradicionales las masas tienen que gritar y aplaudir. Nadie subió en forma tan impecablemente democrática como Hitler. Primero fue primera minoría en el Congreso, después fue nombrado canciller por el presidente de la República de Weimar, y al año de estar como canciller, luego de la muerte del presidente, llamó a un plebiscito y sacó el 85% de los votos. El método democrático también sirve para destruir la democracia.

Otra inconsistencia es confundir un liberal con un conservador, pero en la Argentina es un error muy común. En el mundo anglosajón un liberal es el progresista. En la Argentina del siglo XIX y comienzos del XX, lo contrapuesto al liberal era el conservador, incluso uno de los próceres que hoy reivindican los populistas como Mariano Moreno, era liberal en lo político, porque tradujo el Contrato Social de Rousseau, y era también liberal en lo económico porque escribió La Representación de los hacendados. En cambio, el movilizador de masas fue el rosismo, que fue un protofascismo, en un momento donde no existía nada parecido en Europa ni América. Fue un régimen totalitario en sentido estricto. El totalitarismo es otro concepto. Porque puede adecuarse a regímenes de izquierda o derecha. Es la desaparición de los límites entre sociedad civil y Estado. La vida cotidiana, hasta los aspectos más íntimos, como la sexualidad, es controlada y existe una ideologización de todo. El totalitarismo es un sistema muy difícil, sólo hubo pocos en sentido estricto: el nacionalsocialismo, el estalinismo, el maoísmo y el castrismo. El sujeto histórico para Hitler era el pueblo. Esa era la Nación. Tanto Stalin como Hitler despreciaron a Hegel. Carl Schmitt, jurista nazi, habló en contra de Hegel.

Hoy curiosamente Carl Schmitt es reivindicado por los populistas y la izquierda latinoamericana.
Una de las paradojas de la historia de las ideas es que dos grandes pensadores del siglo XX, Heidegger y Schmitt, luego de borrado el nazismo, conocen su momento de mayor auge. La fama mundial de Heidegger viene después de la guerra, vía el existencialismo de Sartre, en Francia, un país ocupado por los nazis. Y de Schmitt toman el estudio que hace de la guerrilla del siglo XIX.

Ernesto Laclau, uno de los teóricos políticos preferidos del gobierno actual, también retoma a Carl Schmitt, ¿cómo lee la cuestión conceptual kirchnerista?
Ante todo, y eso lo dijo con franqueza el director de la Biblioteca Nacional, Horacio González, Néstor Kirchner no leía nada y Cristina quizá hojeó algo, pero ninguno se dejó influir por un intelectual, sólo los usan para darse lustre. Los que difundieron a Laclau son los intelectuales de Carta Abierta. Laclau empezó a defender el populismo desde los libros de su primera etapa donde fusiona su influencia de Jorge Abelardo Ramos con el posestructuralismo que conoce en París.

En ese sentido, ¿cómo piensa usted el rol del intelectual orgánico hoy? ¿Hay posibilidad de qué surjan nuevos intelectuales libres?
Hay, pero somos sobrevivientes de otra época. Primero, el intelectual no está en su mejor momento. Es un problema mundial: el lugar del intelectual libre lo ocuparon, por un lado, los periodistas de investigación, y, por otro lado, los académicos. El periodismo a principios del siglo XX era la bohemia, la noche, no tenía prestigio, y los académicos eran los conformistas, burócratas, escribas del sistema, integrados, burgueses, eran algo gris. Ser profesor de la universidad no tenía nivel. Luego comienza a surgir de las universidades de Estados Unidos la idea de abrir las puertas a lo contracultural, y ahí se convierte en prestigioso. Sartre es el último intelectual libre: nunca pisó una Universidad, nunca tuvo un cargo público. Cuando yo escribo Buenos Aires, vida cotidiana y alienación , en 1964, que era un libro de sociología sui generis, no había salido la primera graduación de sociólogos. Todo eso no existía en la primera mitad del siglo XX en la que me formé. Yo soy una persona formada en la década del cincuenta; luego en los sesentas soy catapultado a la fama. Oscar Masotta, David Viñas, Carlos Correas, también, todos somos del cincuenta. De mi generación la mayoría se están muriendo, yo soy como un sobreviviente de Varsovia.

¿Cree que está de vuelta cierto discurso libertario, a partir de movimientos como los Indignados en España, Occupy Wall Street o acá los cacerolazos masivos?
Eso forma parte de lo que se llamó los nuevos movimientos sociales, ya lo pensó Alain Touraine. Son movimientos que se juntan por temas concretos y puntuales. En el caso del 2001, era una muchedumbre solitaria, cada uno fue por cosas diferentes. Se juntaron en un momento y luego se separaron. Yo digo siempre que es un síntoma de la dispersión total del sujeto histórico según el marxismo y del pueblo según los populistas. A Toni Negri, coautor junto a Michael Hardt de Multitud , le diría que esas multitudes no siempre están por las buenas causas; él vino en el 2001 pero no vio cómo eso se disolvió en el aire. De la consigna “que se vayan todos” el resultado fue que volvieron todos y se quedaron los peores. Yo recuerdo que las dos primeras manifestaciones de las calles públicas y espontáneas en el siglo XX fueron las multitudes de París y Berlín: festejaban la declaración de la Primera Guerra Mundial. Todos, de izquierda a derecha, clase media y alta, salieron enloquecidos. Toni Negri tendría que haber venido en 1982, hubiera visto unas multitudes mucho más entusiastas, delirantes con el dictador Galtieri. Yo no creo que de los cacerolazos surja algo potable. Muchos movimientos son antipolíticos, pero no libertarios.

Precisamente, Laclau critica los movimientos como Indignados por su inorganicidad y ultralibertarismo.
Sí, ellos quieren el pueblo con el líder carismático, tal como fue el peronismo. Ese régimen es un bonapartismo o un cesarismo plebiscitario. El primero que estudió eso fue Marx en E l 18 Brumario de Luis Bonaparte , donde analizó el régimen de Bismarck y de Napoleón III. Después Max Weber en la década del 20 le coloca el nombre de cesarismo plebiscitario. El peronismo no es algo original y único inventado en estas tierras, eso es un mito, ya era analizado en la década del 20. Hoy en América Latina hay claramente dos ejes: una línea abiertamente populista de Chávez, Evo Morales, Correa y Cristina Fernández y otra más afín a una socialdemocracia, con Dilma Rousseff en Brasil o Pepe Mujica en Uruguay. América Latina tiene la tradición de los caudillos que eran una forma de populismo bárbaro. El bonapartismo tiene algo de fascismo pero más burocrático y light, y el fascismo es un bonapartismo radicalizado. Hoy hay una cosa nueva de semidemocracia y semidictadura, eso es Chávez, por ejemplo. Es el espíritu del tiempo. Cuando surgen los populismos de la década del cincuenta había fascismos. Perón es un semifascista, porque no cierra el Congreso, pero se parece al fascismo de los primeros años: persigue al periodismo, expropia el diario La Prensa que era el Clarín de la época. Ahora el espíritu del tiempo es más democrático, entonces no pueden hacer las cosas que sí hacía Perón, el mundo ha progresado en materia de libertades.

¿En ese contexto deben entenderse medidas más liberales como la sanción de la Ley de matrimonio igualitario?
Sí, esa es una de las diferencias entre el neopopulismo de hoy y el populismo clásico: se ha desprendido de elementos decisivos como el ejército y la Iglesia y puede darse el lujo de apoyar medidas modernizantes, que no podría haber hecho Perón. Pero son tácticas, en rigor no les importa nada.

Eso nos lleva a repensar izquierdas y derechas.
A mí la derecha me considera de izquierda, y la izquierda me considera de derecha. Yo podría ser un socialdemócrata a la europea, no de acá. Acá son todos populistas. Hermes Binner, referente del Frente Amplio Progresista, no es un socialdemócrata. Hay un populismo radicalizado y uno más moderado. El radicalismo es populista, no hay vuelta de hoja. Yrigoyen fue un líder populista, Alfonsín habló del tercer movimiento histórico y Perón reivindicaba la línea con Rosas e Yrigoyen. Hay una crisis fuerte de la socialdemocracia. Los grandes líderes que yo admiro como el alemán Willy Brandt o el español Felipe González ya no existen. Acá existió hasta el 45 con el Partido Socialista de Juan B. Justo. Pero la aparición del populismo borró por completo la socialdemocracia. En Estados Unidos, el Partido Demócrata jugó un papel central, pero tiene el freno del federalismo, del Senado, los jueces, y los Estados del sur que son muy reaccionarios. Hoy Barack Obama, al que yo votaría, está muy acotado por el Senado y por un sector muy retrógado de la sociedad norteamericana.

Haciendo un recorrido por su obra, ¿considera que tiene obsesiones?
Ante todo, mi propuesta, al principio inconsciente y ahora reflexiva, era fusionar filosofía y sociología, una filosofía sociológica y una sociología filosófica. Es lo que intentó en su primera época la Escuela de Frankfurt que me entusiasmó mucho, y antes había hecho Simmel. Yo estoy con la escuela de Frankfurt de la primera época: el último Adorno es casi imposible de diferenciar de un posestructuralista, el último Horkheimer se convierte en un reaccionario total, un místico, dice unas cosas terribles, y Marcuse padece de un izquierdismo infantil o senil. Yo sigo la línea hegelo-marxista. Pero lejos de los hegelianos y los marxistas. Reivindico la línea Kant Hegel Marx y los liberales ingleses como las tradiciones de la modernidad. La base la tomo de ahí, una línea hoy completamente repudiada y abandonada. Siempre hubo tres temas que me obsesionaron: la razón (como tema filosófico), la ciudad y la vida cotidiana (como temas sociológicos).

¿Hoy cómo piensa la ciudad de Buenos Aires?
En general la cultura urbana está en decadencia en todas partes, por ejemplo en París. Todo ese París que yo conocí en la década del sesenta, con los cafés y los paseos no existe más. Se mantiene por los turistas, pero el mundo de la bohemia desapareció. Hoy se mantiene la decoración pero nada más. La decadencia es común a todas las ciudades, porque son megalópolis, y a mí me gustaban las ciudades. Ojo, no soy un nostálgico y no creo que todo tiempo pasado fue mejor, en otros aspectos vivimos mejor: las libertades que tenemos hoy son infinitamente superiores. La persecución a los homosexuales existía en París; en Inglaterra los metían presos a trabajos forzados. En materia de salud, también. Ha habido una gran revolución en la vida cotidiana en la década del sesenta que es indiscutible. Pero desaparecieron cosas que me gustaban, y que consideraba fundamentales: las salas de cine para mí eran un segundo hogar, los cafés, casi ya no existen o cierran a las ocho de la noche, y los paseos, como Florida, Lavalle o Corrientes, hoy son calles lúmpenes. Eso es lo que yo ataco, no en otros aspectos. Yo elijo vivir hoy por la libertad que tengo, no ayer.

Afirma que la cultura popular siempre le interesó, pero es muy crítico con los ídolos.
Es que esta es una sociedad muy proclive a los mitos populares y propicia una mentalidad adepta a los líderes carismáticos. Eso empieza con el culto de los próceres. Yo no estoy en contra de la cultura popular, a mí me gusta mucho el tango y el jazz, me han encantado figuras populares muchísimo, no soy un elitista para nada. Sí estoy en contra de la comercialización y de la idolatría. La radio para mí fue fundamental en mi formación musical. Con Woody Allen, por ejemplo, tenemos muchas cosas en común: los dos tenemos casi la misma edad, somos urbanos, de clase media baja, de origen inmigratorio, él de Brooklyn y yo de Constitución. Nueva York es la ciudad más parecida a Buenos Aires, cuando fui me sentí en casa. Es el cosmopolitismo lo que me atrae.

Esa también es una constante de su obra: el cosmopolitismo urbano y el internacionalismo de la izquierda, que hoy se olvida.
En ese sentido, soy un total globalizador, siempre fui muy cosmopolita. Desde chico leía novelas rusas. Estaba en contacto con el mundo a través del cine y las novelas sin haber viajado. Además, el Buenos Aires de esa época era muy cosmopolita. Luego la izquierda viró y apoyó la Guerra de Malvinas y ahora volvió a apoyar a Cristina con su discurso nacionalista. Todo eso está arraigado: no es izquierda, es nacionalismo de izquierda.

¿Cómo fue colaborar en revistas tan disímiles como Sur y Contorno?
Yo lo adjudico a mi sentido dialéctico. Viñas decía que soy ecléctico, yo digo que soy dialéctico. En El tiempo de una vida , mis memorias, le dedico un capítulo a cada una de ellas. En Sur se morían por colaborar y para mí era indiferente. Yo entré por Murena, una vez con un amigo le tocamos el timbre de su casa de Constitución para ofrecerle escribir en Existencia, una revista que teníamos, y él nos ofreció colaborar en Sur. Distaba mucho de ser un grupo compacto, eran pequeños grupos todos criticándose entre sí. Había desde comunistas hasta nacionalistas.

Siempre defendió el ensayo como género, ¿hoy también?
Era el género que me permitía la interdisciplinariedad. Hoy hay papers y después hacen un libro con todo eso. Yo reivindico el ensayo completamente. El ensayo me permitía esa libertad. Sin embargo, lo que más leí desde chico eran novelas, toda la literatura del siglo XIX y la primera mitad del XX. Las dos cosas que podría considerar como materias pendientes fueron escribir una novela y ser director de cine. Pero no hubiese sido un buen director de cine porque con los grupos me llevo mal.

Quizá tiene que ver con su crítica a los guetos y particularismos, algo que se ve en su obra.
Sí, ahí hay una contradicción fundamental: la política, por ejemplo, está presente en todos mis libros, de modo explícito, como este caso último, o implícito. La política me interesa tal vez más que la filosofía pura. Pero la militancia política me es imposible. La política activa me causa rechazo, la política teórica me apasiona. Nunca estuve afiliado a ningún partido. Tampoco tenía partidos para afiliarme. Al radicalismo y al peronismo los detesto. Tengo un rechazo a las reuniones grupales. La tarea del escritor es solitaria. Yo era un chico solitario y no tenía contacto con el mundo cultural. No me gustan las relaciones públicas. Lo único que me gusta es leer, escribir, ver cine y escuchar música. Yo hubiera podido terminar muy mal, por suerte Buenos Aires, vida cotidiana y alienación tuvo éxito. Di cursos en mi casa durante la época de la dictadura, incluidos sábados y domingos, le llamaban la Universidad de las Sombras, era una audacia total. Tengo un recuerdo muy agradable de aquello. Luego di cursos en la Academia del Sur, incluido ese bizarro al cual vino Mirtha Legrand, pero era un curso normal y silvestre. Enseñaba lo mismo que les daba a los trotskistas.

martes, 30 de octubre de 2012

¿La Ley de la Selva?

Muchos críticos se quejan de que un mercado libre, eliminando del mercado a los empresarios ineficientes o en otras circunstancias, es una prueba de que se ha convertido en un “monstruo impersonal”. La economía de mercado, acusan, “es el regreso a la ley selva”, donde la norma es que “sobrevive el más fuerte y mejor adaptado”.

Los libertarios que abogan por un mercado libre son en consecuencia llamados “darwinistas sociales” que desean exterminar a los débiles en beneficio del más fuerte.

En primer lugar, estos críticos pasan por alto que el funcionamiento de un mercado libre es completamente diferente al de la acción gubernamental. Cuando el gobierno actúa, las críticas individuales son imposibles de cambiar el resultado. Éstas solamente pueden tener un efecto si logran convencer a los gobernantes de que sus decisiones deberían cambiar; esto puede llevar mucho tiempo o ser totalmente imposible. En un mercado libre, sin embargo, no hay ninguna decisión final impuesto a la fuerza, todo el mundo es libre de tomar sus propias decisiones y así cambiar significativamente el los resultados “del mercado”. Es decir, quién sea que siente que el mercado ha sido cruel con ciertos emprendedores o con cualquier otra persona que reciba ingresos, es perfectamente libre de establecer una organización un fondo de asistencia para ofrecerles regalos y subvenciones. Aquellos que critican a la caridad privada como “insuficiente” son totalmente libres de llenar ese espacio. Debemos tener cuidado de hipostasiar al “mercado” como una entidad real, un ente que toma decisiones inexorables. El mercado es el resultado de las decisiones de los individuos en una sociedad: la gente puede gastar su dinero de cualquier forma que lo desee y tomar las decisiones que desee respecto de su propiedad y su persona. No tienen que luchar o convencer a ninguna entidad conocida como “el mercado” antes de cambiar sus decisiones y hacer la diferencia.

El mercado libre, de hecho, es precisamente diametralmente opuesto a la socieda de la “selva”. La selva esta caracterizada por la guerra de todos contra todos. Un hombre gana a expensas del otro, secuestrando su propiedad. Con todo el mundo bajo un nivel de subsistencia, hay una verdadera lucha por la supervivencia, con los fuertes aplastando a los débiles. En el mercado libre, por el otro lado, un hombre gana solo sirviendo a otro hombre, aunque podría retirarse a vivir en un nivel de auto-subsistencia primitva si lo desea. Es precisamente a través de la cooperación pacífica del mercado, que todas las personas ganan gracias a la división de trabajo y la inversión de capital. Aplicar el principio “la supervivencia del más apto” a la jungla y al mercado es ignorar una pregunta básica: ¿Apto para que?

La “aptitud” en la selva alude a los más adeptos para ejercer la fuerza bruta. La “aptitud” en el mercado alude a aquellos más adaptados para ofrecerle un servicio a la sociedad. La selva es un lugar brutal donde algunos toman lo que es de otros, y todos viven en un nivel de mera subsistencia; el mercado es un lugar pacífico y productivo donde todos trabajan para uno mismo y para los demás al mismo tiempo y viven con niveles infinitamente más altos de consumo. En el mercado, los benevolentes pueden asistir a los demás, un lujo que no existe en la selva.

En un mercado libre, entonces, transmuta la competición destructiva por la supervivencia de la selva, en una competición pacífica y co-operativa en el servicio de uno mismo y de los demás. En la selva, solo unos ganan a expensas de otros. En el mercado, todos obtienen ganancias. Es en el mercado —la sociedad contractual— donde el orden surge entre el caos, el que elimina la jungla, que permite a los “débiles” vivir productivamente, o con asistencia que proviene de esa producción, como si fuesen reyes comparado a la vida del “fuerte” en la jungla. Por otra parte, el mercado, elevando los niveles de vida, permite al hombre el placer de cultivar las cualidades mismas de la civilización que lo diferencien de los brutos.

Es precisamente el estatismo el que está trayendo de vuelta la ley de la selva —trayendo nuevamente conflictos, lucha de clases, y la guerra de todos contratos, y pobreza generalizada. En lugar de la “lucha” pacífica de la competencia en busca del servicio mutuo, el estatismo sustituye el caos calculado y la competencia a muerte de los Darwinistas Sociales, por privilegios políticos y subsistencia limitada.
                                                                                        Por Murray Rothbard Extracto del capítulo 6 del libro Poder y Mercado

viernes, 26 de octubre de 2012

Una refutación demoledora desde la óptica liberal

Rodríguez Braun es un buen conocedor de la obra de Stiglitz. Tradujo al español su libro El malestar de la globalización. Desde su óptica liberal critica sus teorías. «Stiglitz se inventó el fundamentalismo del mercado, una fantasía de creer que hemos vivido en un mundo plenamente liberal, y que los problemas que padecemos derivan de ese liberalismo excesivo y brutal», señala.
 
«Lógicamente, de esa premisa falsa se deriva una conclusión igualmente falsa: la solución de los problemas estriba en que seamos menos libres, paguemos más impuestos, los Estados sean aún más grandes, etcétera». Y añade: «Por cierto, Stiglitz puede estar orgulloso, porque apoyados en esas falacias y otras parecidas, los políticos de todo el mundo han seguido sus recomendaciones, con grave coste para los ciudadanos». 
En http://www.lavozdegalicia.es/noticia/economia/2012/09/23/refutacion-demoledora-optica-liberal/0003_201209G23P38997.htm

miércoles, 24 de octubre de 2012

Romney: más empleos y menos impuestos

El núcleo del nuevo mundo de Romney son la economía y las finanzas. Su receta recuerda a las promesas de la revolución de Reagan: Liberalismo económico, menos Estado, menores impuestos y menos reglamentaciones burocráticas.

Todo lo que promete Mitt Romney a los estadounidenses en caso de ganar las elecciones suena a un futuro de prosperidad: Millones de nuevos empleos, una fuerte bajada de impuestos, reducción del déficit público... Como un mundo color de rosa en el que todos son felices y nadie tiene que sufrir.

Ni siquiera Barack Obama hizo hace cuatro años promesas así. Los expertos se preguntan: ¿Cómo quiere Romney conseguir todo eso? Y es que el candidato republicano se ha fijado objetivos todavía más ambiciosos: Según dice, antes de 2020 -lo que sería el final de su segundo periodo- Estados Unidos dejaría de importar petróleo. Sin pelos en la lengua, reivindica además el liderazgo estadounidense en el mundo: "El siglo XXI puede y debe ser un siglo estadounidense", informó DPA. 

El núcleo del nuevo mundo de Romney son la economía y las finanzas. Su receta recuerda a las promesas de la revolución de Reagan: Liberalismo económico, menos Estado, menores impuestos y menos reglamentaciones burocráticas. 

Concretamente, Romney quiere bajar los impuestos a particulares en un 20 por ciento, se lee en el programa electoral publicado en su web. Además, los impuestos a empresas se reducirán del 35 por ciento actual al 25 por ciento. Eso suena muy bien a oídos de ciudadanos y empresarios. 

Para compensar la caída en los impuestos, Romney quiere cerrar vacíos fiscales y eliminar desgravaciones. Pero calla sobre lo que se propone en realidad. 

Hace unos días, el republicano añadió un comentario no poco importante: Los ricos no deben pagar menos impuestos, pues a los pudientes "les va bien" y no necesitan rebajas de ningún tipo. Romney tampoco revela detalles al respecto. Los críticos consideran que el ex gobernador de Massachusetts es alguien que cambia de chaqueta según le conviene. 

Sus críticos indican también que las cuentas no salen según se las imagina Romney y que, ante una bajada así de impuestos, la deuda pública se dispararía. Romney espera por el contrario que la reducción de impuestos impulse la economía y lleve incluso a que se desplacen a Estados Unidos puestos de trabajo desde el extranjero. 

En total, el político republicano promete la creación de 12 millones de puestos de trabajo en cuatro años, más del doble que en los primeros cuatro años de Obama. 

Al mismo tiempo, Romney pretende recortar fuertemente el gasto público, para que la cuota estatal se reduzca del 25 por ciento actual a menos del 20 por ciento. Su lema es "smaller, smarter, simpler": El Estado debe ser más pequeño, más inteligente, más simple. Pero también aquí el problema está en la letra pequeña, pues el candidato no ha revelado todavía dónde quiere meter la tijera. 

Los comentaristas de medios nacionales consideran que Romney debe a los votantes muchas respuestas concretas. En su opinión, hace promesas grandiosas y plantea objetivos ambiciosos, pero no deja claro a los votantes cómo se va a pagar todo y cómo son los detalles. Los votantes "no han conocido especialmente mucho de cómo se verán los próximos cuatro años", escribió The New York Times.

En política energética, Romney plantea un regreso a los viejos tiempos, con un incremento en el bombeo de petróleo y gas, también en zonas costeras. "Abrir el acceso a los recursos energéticos nacionales", se afirma en el programa electoral. Por el contrario, se reducirán las competencias de las autoridades medioambientales y se eliminarán beneficios fiscales a las energías renovables. 
en http://www.eluniversal.com/internacional/estados-unidos-2012/121020/mitt-romney-promete-en-su-campana-mas-empleos-y-menos-impuestos

martes, 23 de octubre de 2012

Una derecha liberal y moderna

Parecía que el PP iba a salir del armario. Durante el congreso de su organización juvenil en el País Vasco se planteó la posibilidad de aprobar una ponencia que defendía los derechos de los homosexuales al matrimonio civil. Sin embargo, finalmente fue desechada por los sectores conservadores con un ojo puesto en el recurso de inconstitucionalidad que el partido tiene planteado en el Tribunal Constitucional contra la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo.

El caso es que algunos destacados miembros del PP han reconocido públicamente su homosexualidad y otros tantos han apoyado explícitamente las uniones entre homosexuales, se llamaran como se llamasen. Desde Alfonso Alonso, portavoz parlamentario del PP, al propio ministro de Justicia Alberto Ruiz Gallardón. Y en otros países, líderes internacionales del liberalismo-conservador, del británico David Cameron al norteamericano Ron Paul pasando por el alemán Guido Westerwelle, han defendido con distintos argumentos la ampliación del concepto de matrimonio.

Por un lado, conservadores como Cameron sostienen que la derecha ha defendido siempre la institución de la familia como el núcleo de la sociedad. Por el contrario, la izquierda ha atacado sistemáticamente la institución familiar ya que sería en su seno donde primero y más fuerte se reproducirían las situaciones de explotación capitalista, adoctrinamiento consumista y la práctica de la "propiedad privada", el principal mal corruptor de la humanidad. Según Cameron, al permitir el matrimonio homosexual, y su adopción de niños, la institución de la familia se vería reforzada sobre todo ahora que los heterosexuales cada vez más prefieren las relaciones light al compromiso y el esfuerzo que supone fundar una institución tan densa, compleja y heavy como es la familia.

Desde la otra perspectiva de derechas, la liberal, se critica al Estado de meterse donde no le llaman, ya sea en la cartera (mediante el expolio fiscal cuando gobierna la izquierda) o la bragueta (la derecha y su obsesión por el sexo). Por el contrario, según el liberalismo el Estado no tiene nada que decir de manera legítima sobre las relaciones voluntarias entre las personas, por lo que no estaría legitimado ni para regularlas ni, faltaría más, para impedirlas coactivamente.

Debería ser la propia sociedad civil la que a través de diversas organizaciones, desde religiosas a civiles y laicas, las que tendría que proceder a dispensar todo tipo de ofertas matrimoniales. Parafraseando a Hamlet: "¡Hay más familias en el cielo y la tierra, Horacio, de las que se sueñan en tu filosofía!"

Santiago Navajas, Profesor de Filosofía
en  http://www.diariocordoba.com/noticias/opinion/una-derecha-liberal-y-moderna_753554.html

lunes, 22 de octubre de 2012

¿Qué tan liberal es Uruguay?

Las medidas adoptadas por el Congreso refuerzan la creencia de que Uruguay ha retomado su tradición liberal; un análisis de la sociedad en la que se aplican estas medidas.
 
En Uruguay está ocurriendo algo inédito, que ni siquiera muchos liberales podían imaginar: el parlamento aprobó una ley para despenalizar el aborto y estudia otra para legalizar la marihuana.

Ambas iniciativas han colocado en el radar de noticias internacionales a este país de apenas 3,3 millones de habitantes, que suele llamar más la atención por su fútbol y carnes que por su agenda de cambios sociales.

La ley de aborto fue aprobada definitivamente este miércoles en el Senado uruguayo, por 17 votos de 31, lo que convierte al país en el segundo de América Latina después de Cuba, en permitir este procedimiento casi sin restricciones.

Con la nueva norma, en Uruguay el procedimiento se permite en las primeras 12 semanas de gestación.

En el caso de la marihuana , si se aprueba el proyecto del gobierno que recien comenzó a analizar el parlamento, Uruguay pasaría a ser el primer país del mundo con un monopolio estatal de esa droga.

Para muchos esto confirmaría el resurgimiento de una tradición liberal que el país cultivó a comienzos del siglo XX, con un Estado laico desde 1917 y pionero regional en admitir el divorcio por sola voluntad de la mujer (1913) o en practicar el voto femenino, (en un plebiscito local de 1927), y que se interrumpió con el gobierno militar que experimentó el país entre 1973 y 1985.

"La idea general de que Uruguay es un país más liberal que el resto de la región probablemente es correcta", dijo Ignacio Zuasnabar, director de la encuestadora local Equipos, en diálogo con BBC Mundo.

Pero, ¿qué tan liberal es la sociedad uruguaya en estos días?

"Un modelo"
 
La ley sobre el aborto despenaliza la interrupción voluntaria del embarazo en sus primeras 12 semanas, pero requiere que la mujer hable antes con profesionales sobre riesgos, opciones y programas de apoyo a la maternidad.

El presidente uruguayo se mostró partidario del aborto y de la legalización de la marihuana.

Votada a fin de septiembre en Diputados, la iniciativa fue aprobada este miercoles en el Senado por los miembros de la coalicion gobernante de izquierda Frente Amplio y un miembro del opositor Partido Nacional.

El movimiento a favor fue tal que el presidente uruguayo, José Mujica, había adelantado hace unos días a BBC Mundo que estaba dispuesto a promulgar la ley, porque a su juicio permitiría "salvar más vidas" que dejando este fenómeno en la clandestinidad.

Mujica, un exguerrillero tupamaro que ganó las elecciones en 2009, fue también el impulsor del proyecto para crear en Uruguay un monopolio estatal de producción y venta de marihuana.

Su idea es que eso permitirá a los consumidores de cannabis evitar tratar con vendedores ilegales que les ofrecen drogas más pesadas, y al país reducir el riesgo de violencia y criminalidad experimentado otras naciones.

"No nos preocupa tanto la droga", dijo Mujica. "Lo que nos preocupa es el narcotráfico".

Esta propuesta le valió al presidente uruguayo elogios improbables de intelectuales como el peruano Mario Vargas Llosa, premio Nobel de Literatura.

"Quién lo hubiera dicho, bajo un gobierno de un Frente Amplio que parecía tan radical, y un presidente de 77 años que fue guerrillero, (Uruguay) es otra vez un modelo de legalidad, libertad, progreso y creatividad, un ejemplo que los demás países latinoamericanos deberían seguir", escribió Vargas Llosa en el diario español El País.

¿Mayoría social?

Sin embargo, todavía hay varias dudas sobre estos temas.

Los grupos antiaborto alertan que seguirán luchando en contra de la ley.

En Uruguay hay grupos antiaborto que ya piensan en organizar un referéndum contra la ley, que a la vez es considerada muy tibia por los defensores a ultranza del derecho a la mujer a interrumpir su embarazo.

Zuasnabar explicó que las encuestas muestran que hay un grupo mayoritario de uruguayos a favor de la despenalización del aborto, pero su tamaño varía según las circunstancias en que ese acto debería ocurrir.

Si se trata de despenalizarlo en casos de violación, malformación grave del feto o riesgo de vida de la madre, hay una mayoría fuerte. Pero la aprobación es menos clara si se hace por penuria económica o simple voluntad de la mujer, agregó.

A la vez, dijo que los sondeos muestran que más de la mitad de los uruguayos son contrarios en principio al proyecto sobre la marihuana, probablemente porque se asocia "consumo de droga con delincuencia".

"Mano dura"

La criminalidad se ha vuelto un problema prioritario para los uruguayos, que advierten que su país está perdiendo rápidamente la seguridad y calma que también lo distinguía en la región.

Para responder al fenómeno, el gobierno propuso al Parlamento, junto con la legalización de la marihuana, algunas medidas bastante más discutibles desde el punto de vista liberal.

Las mismas incluyen la posibilidad de que los adictos a la pasta base de cocaína puedan ser internados contra su voluntad y penas equiparables a homicidio para quienes vendan esa droga.

Pero en las encuestas los uruguayos parecen estar más de acuerdo con estas medidas de "mano dura" que con la estatización de la marihuana.

Un estudio reciente de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República indicó que la mitad (49,8%) de los uruguayos aprueba incluso que la policía realice procedimientos fuera de la ley.

Ese porcentaje es el tercero más alto de América Latina, detrás de Nicaragua y Honduras, indicó el estudio.

Los partidos opositores Colorado y Nacional juntaron este año 350 mil firmas que habilitan una consulta popular en 2014 para combatir con más dureza los delitos de adolescentes, bajando de 18 a 16 años la edad de imputabilidad penal.

"Retranca conservadora"

En otros aspectos de libertad Uruguay parece menos audaz o vanguardista que vecinos sudamericanos.

Con una tradición de Estado benefactor también afirmada desde el siglo pasado, en Uruguay el sector público aún tiene fuerte injerencia en la economía, con monopolios estatales en áreas como la electricidad o los combustibles.

Pese a ello, Uruguay es el segundo país latinoamericano del ranking 2012 sobre libertad económica realizado por la organización estadounidense Heritage Foundation. Su lugar en la lista global es el 29º y Chile tiene el 7º.

Asimismo, los grupos homosexuales aún reclaman la aprobación de una ley que habilite el matrimonio gay en el país, que en 2007 fue el primero latinoamericano en legalizar la unión civil entre personas del mismo sexo.

En contraste, Argentina aprobó en 2010 una ley que autoriza el casamiento gay y este año sancionó otra que permite a los transexuales y travestis elegir qué género quieren tener en sus documentos de identidad.

Daniel Vidart, un destacado antropólogo uruguayo de 92 años y autor de un libro reciente sobre la identidad de los uruguayos, dijo a BBC Mundo que Uruguay tiene una tradición de tolerancia y liberalismo social que impulsó hace un siglo la presidencia de José Batlle y Ordóñez. Pero añadió que aún se discute sobre la "retranca conservadora" que hay en la sociedad y que supone un desafío a los impulsos liberales. "¿Hasta qué punto no hay una especie de demagogia popular y nos hacemos trampas al solitario: pensamos unas cosas y hacemos otras?", preguntó.
en http://www.lanacion.com.ar/1518829-bbc-mundo-que-tan-liberal-es-uruguay