El constitucionalista italiano Giuseppe de Vergottini revaloriza el derecho de disentir
"La libertad de expresión, de los diarios y de los medios audiovisuales es central para la democracia liberal, porque sirve para defender todos los otros derechos y para mantener a raya al populismo, que deforma la democracia misma", afirma el constitucionalista italiano Giuseppe de Vergottini.
De Vergottini, ferviente defensor del pluralismo y del "derecho de disentir", es una de las mentes más brillantes del derecho y sus libros son clásicos en todo el mundo.
Profesor de la Universidad de Bolonia, entre otras prestigiosas sedes académicas, y presidente honorario de la Asociación Internacional de Derecho Constitucional, habló con LA NACION sobre el populismo y de la libertad.
-Los gobiernos de América latina caen una y otra vez en la tentación de la censura.
-Sí, lo que está haciendo el presidente Hugo Chávez, dominando la televisión de Venezuela, es dramático. En la Argentina, una ley le puso cupo a la producción y comercialización de papel para diarios. Y el Gobierno, hasta donde tengo entendido, estaría aplicando la ley de medios en forma discriminatoria sólo en perjuicio de un sólo grupo de medios.
-¿Por qué los gobiernos no pueden superar la tentación de querer dominar el relato?
-Es extraño, pero tiene una explicación. Se creía que una vez superados los gobiernos militares de los años setenta, estos países iban a abrazar definitivamente los principios liberales. La libertad para disentir, para mantener una controversia política, está en el corazón mismo de la democracia, es su razón de ser. Pero ahora, que no hay militares, aparecieron los gobiernos populistas. El populismo respeta la Constitución sólo de manera formal porque, en la práctica, la aplica según el deseo del líder político.
-Es la ley de una persona.
-Sí. Para el líder populista, la Constitución es una norma que no lo obliga y que la aplica unilateralmente según sus deseos. El líder populista no piensa en la Constitución; piensa en ganar el consenso de la calle y, si es necesario, busca transformar el aplauso que se genera dentro de un estudio de TV en un artilugio político para hacer creer que el que aplaude es todo el país. El populismo es absolutamente negativo para una sociedad: suprime el debate, la oposición y la alternancia.
-¿Queda en el populismo algún lugar para el Congreso?
-Al Parlamento le queda un lugar muy marginal. El jefe populista, presidente o primer ministro, está más interesado en buscar consenso, incluso valiéndose de los medios, que en discutir una ley del Congreso. Lo que más le interesa a ese líder es establecer un diálogo emocional con el pueblo.
-¿No le importa que el pueblo esté informado?
-No, en absoluto. El gobierno democrático debe ser abierto. Existe un derecho de saber, a acceder a información valiosa, de reclamar esa información, pero es difícil ejercerlo.
-La democracia emocional es la negación de las instituciones. ¿Cómo se supera esa etapa?
-Transformando la cultura. Las instituciones, por sí solas, no pueden hacer el trabajo. La cultura de la sociedad tiene que aprender a valorar el pluralismo, el respeto a las leyes y a las instituciones. Cuando el pueblo es maduro, el propio presidente ayuda a progresar al pueblo. Pero, en muchos casos, el presidente o el jefe de Gobierno es un ancla y busca estancar el progreso. Es un problema de responsabilidad.
-¿Hay riesgos de populismo en Europa?
-El populismo no es sólo un problema de América latina. Pero en Europa no hay gobiernos populistas. Sí aparecen rasgos populistas de algunos gobiernos que no se animan a tomar medidas que los pueden enemistar con la mayoría, como medidas de ajuste económico que son necesarias.
-¿Qué piensa frente a los gobiernos que pretenden controlar a los canales y diarios?
-Las leyes no pueden aplicarse para beneficiar a algunos medios y perjudicar a otros. No sólo es discriminatorio, sino que también viola el pluarismo.Eso significa que tiene que haber canales, radios y diarios privados de todas las tendencias, pero también, dentro de cada medio público, no tiene que haber predominio de la línea de pensamiento oficialista, sino espacio para todas las ideas políticas.
-¿En la Italia de Berlusconi se respetaba eso?
-Sí, incluso un gobierno como el de Berlusconi lo respetó.
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