Sin duda uno de los más importantes anhelos políticos de la sociedad es la libertad.
Cuando un liberal pronuncia la palabra libertad, el concepto que está significando es muy diferente al que significa un colectivista (por ejemplo, un socialista) al emplear la misma palabra. Esta es otra de las resultantes de la manipulación semántica de las palabras y los conceptos.
El 12 de Septiembre de 1848, en el discurso pronunciado ante la Asamblea Constituyente francesa, Alexis de Tocqueville se pronunciaba en estos términos. Se vivía políticamente en un clima de libertad que poco después se vería gravemente degradado.
“La democracia defiende la esfera de la libertad individual; el socialismo la restringe. La democracia atribuye todo valor posible al individuo; el socialismo hace de cada hombre un simple agente, un simple número. La democracia y el socialismo sólo tienen una palabra en común: la igualdad. Pero adviértase la diferencia: mientras la democracia aspira a la igualdad en libertad, el socialismo aspira a la igualdad en la coerción y la servidumbre“.
No podemos (ni debemos) extraer estas palabras de su contexto histórico. Pero de momento, no es objeto de mi interés establecer las diferencias y similitudes de facto entre el socialismo del XIX y la socialdemocracia del XXI. Me interesa el discurso de Tocqueville como el reflejo de una circunstancia; la oposición entre libertad por un lado y la servidumbre y coacción que Tocquevilla reprocha al socialismo.
Esta dicotomía (socialismo o democracia), resume el sentimiento de la época al que los socialistas se tuvieron que enfrentar. Los socialistas comenzaron emplear con frecuencia la palabra libertad, bajo la promesa de lo que ellos denominaban (algo eufemísticamente) “nueva libertad”. De este modo podían aprovechar el impulso y la fuerza politica que la libertad tiene en la sociedad. Siempre fueron maestros en el juego malabar con el concepto.
Desde siempre, libertad había significado para los padres del liberalismo la ausencia de coacción, la libertad frente al poder arbitrario de otros que le impiden toda elección libre y soberana. Desde ese momento el socialismo introdujo una leve pero significativa variante. La “nueva libertad” adquiría la dimensión de liberación frente a las circunstancias físicas que nos apremian a todos y limitan nuestra acción. Estas circunstancias consistían(consisten) básicamente en la disponibilidad personal de renta. Nótese que ya no hablamos de la libertad del cada individuo para decidir qué planes establecer de acuerdo a sus recursos y preferencias, sino de eliminar las posibles barreras que supongan para algunos sus recursos, equiparando la disponibilidad de los mismos entre todos los ciudadanos. Para ello era preciso (parafraseando las proclamas del momento) “abolir las trabas del sistema económico”.
La libertad adquiere, bajo el nuevo cuño del término, un nuevo cariz: el de la riqueza. La invocación socialista de la “nueva libertad” se convirtió en el disfraz de una antigua aspiración; la distribución igualitaria de la riqueza.
El empleo de las palabras igualdad y libertad dotaron a los socialistas de un discurso formalmente cercano al liberal. Los intelectuales de la época, llegaron así a plantearse si ambas doctrinas no podrían ser complementarias. Wishful Thinking. Inclusose preguntaban si el socialismo no sería el heredero de la tradición liberal.
En ese estado de cosas, no podía concebirse al socialismo como el hilo conductor de un sistema político totalmente opuesto a la libertad: el totalitarismo.
Alguien tan escasamente sospechoso como Max Eastman, Socialista y (en sus últimos años) escritor libertario, amigo personal de Jose Stalin, admitía lo siguiente:
“en vez de ser mejor, el estalinismo es peor que el fascismo, más cruel bárbaro, injusto, inmoral y antidemocrático, incapaz de redención por una esperanza o un escrúpulo”. Todo ello mientras los progresistas europeos, en los años 30 y 40, seguían manteniendo la idea de que comunismo y fascismo representaban los polos opuestos.
En realidad, sólo eran dos medios alternativos de imponer un ideario colectivista.
“Incapaz de redención por una esperanza o un escrúpulo…”. Escucho y leo a mi alrededor manifestarse a mis adversarios políticos y algunas veces, no puedo por menos que recordar la frase, ciertamente espeluznante, pero no por ello ficticia. La han hecho buena Almudena Grandes, Cristina Almeida y las nuevas generaciones “antisistema”.
Fuente: http://rograbbit.wordpress.com/2008/12/20/credo-liberal-la-libertad/#more-388
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