Por Juan Carlos de Pablo
La relación que existe entre la ética y la economía se clarifica en cuanto se aprecia que "economía" es una palabra que se usa para significar cosas diferentes.
Por eso en las líneas que siguen la cuestión se pone bajo el microscopio, diferenciando la relación que existe entre la ética y la realidad económica, entre la ética y la teoría económica, y entre la ética y la investigación económica. En la sección final se muestra que no solamente no hay conflicto entre ética y "economía", sino que corresponde resaltar la importancia económica que tienen los valores éticos.
Eso que denominamos "realidad", es algo que surge de la interacción entre la Naturaleza y las decisiones que adoptamos los seres humanos.
El referido proceso decisorio comienza con la percepción de algún evento por parte de alguien, sigue con la calificación -por parte de él, o de ella- de tal evento como un problema, continúa con la explicación causal de dicho evento, y remata con alguna acción tendiente a modificarlo. Ejemplo: el ministro de economía observa la tasa de desempleo, la considera elevada, identifica las causas que la produjeron, y las modifica para que la tasa de desempleo resultante sea menor a la que lo movió a actuar.
Del planteo anterior surge claramente que es imposible tomar decisiones sin un criterio, sin una guía, en una palabra, sin ETICA. En efecto, sin ética el proceso decisorio se paraliza, porque; ¿cómo es posible calificar a algo como un problema, sin un criterio ético?; ¿cómo es posible orientar la acción, sin un criterio ético?. Toda decisión busca acercar lo que existe a lo que se desea, consiguientemente es imposible decidir sin criterios éticos.
Es claro que, alguien que no es el decisor, puede calificar como inmoral al criterio usado por quien decide. Ejemplo: alguien puede calificar como poco o nada ético que un consumidor opte, dentro de sus alternativas factibles, por aquella que le brinda más placer a él, independientemente de los consumos de sus semejantes. Pero esto en modo alguno elimina las consideraciones éticas de la decisión humana.
No hay decisiones económicas y decisiones no económicas. Hay decisiones. "Económicas" y "extraeconómicas" son calificativos que, desde cierta perspectiva, se le colocan a las implicancias que tienen las decisiones. Ejemplo: crear o interrumpir una relación laboral es una decisión que tiene implicancias económicas, psicológicas, sociales, etc. El acto decisor sintetiza los referidos aspectos (que como se verá en un instante fueron creados al solo efecto de entender mejor), y en base a su criterio, cuando aparece un conflicto sacrifica un aspecto en pos de los otros.
Todos los seres humanos tomamos decisiones. Algunos de dichos seres humanos somos de profesión economista. En 1932 Lionel Robbins publicó su Ensayo sobre la naturaleza y significación de la ciencia económica (la edición en castellano fue publicada por Fondo de Cultura Económica en 1944), en el que al tiempo que alentó a los economistas a "meter las manos en el barro decisorio", especificó bajo qué condiciones los economistas podían actuar en cuanto economistas (una distinción que se aplica a cualquier profesión pero que no siempre ponen en práctica los abogados, los filósofos o los ingenieros).El decisor es una persona, y la decisión es un acto singular. ¿Qué es esto de basar el análisis económico en el homo economicus, el análisis político en el homo politicus, el psicoanálisis en el homo psicologicus, etc.? ¿Por qué no estudiar los comportamientos humanos a partir del homo? (esta última es, en el fondo, la propuesta de Gary Becker, premio Nobel en economía 1992, quien sugiere que el análisis de beneficio/costo -no necesariamente económico- se aplique al entendimiento de todo comportamiento humano).
No sé por qué no se estudian los comportamientos humanos a partir del homo. Presumo que debido a la dificultad de atacar las cuestiones en forma integral, los asuntos comenzaron a analizarse concentrando el razonamiento en ciertos aspectos de la realidad, y consiguientemente abstrayendo el resto. Ni Adam Smith ignoraba que los hombres cuyo comportamiento quería comprender tenían problemas políticos y psicológicos, ni Maquiavelo ignoraba que esos mismos hombres tenían problemas económicos o psicológicos, ni Freud ignoraba que los mortales tenemos problemas económicos o políticos; lo cierto es que su obsesión por mirar la realidad a través de cierto prisma nos permitió entender mejor. Es más, nada indica que a Smith, Maquiavelo o Freud, les gustaran los "homos" que crearon para entender mejor; es muy probable que no les gustaran (entre los economistas nos preguntamos: ¿dejaría usted que su hija se casara con el "homo economicus?").
En el análisis económico al menos, se es deliberadamente restrictivo en los supuestos "económicos" y consiguientemente se es generoso en los supuestos, por ejemplo, políticos. En efecto, para identificar cuáles son los requerimientos técnicos de una política económica exitosa, el análisis económico supone que el gobierno está integrado por ángeles. Esto es deliberado. Nadie ignora que en la práctica los funcionarios son tan seres humanos como el resto; lo que ocurre es que el análisis económico trata de clarificar cuáles son los requerimientos "puramente técnicos" de una política económica exitosa, independientemente del resto de los requerimientos (ejemplo: que se necesitan por lo menos 3 instrumentos de política económica para alcanzar de manera simultánea 3 objetivos independientes de política económica). No me extrañaría que en el resto de las disciplinas ocurriera lo mismo: así como para el "análisis político puro" no interesa si el Príncipe se mantiene en el poder, en un país cuya economía crece o está en recesión, para el "análisis económico puro" no interesa si quien hace crecer la economía de un país es un dictador o un demócrata. Cuando se toman decisiones ambos aspectos son tenidos en cuenta de manera simultánea, convirtiéndose en necesarias las condiciones suficientes del logro de los objetivos, según las distintas visiones parcializadas de las diferentes disciplinas.
Por sus frutos los conoceréis. Que la ética está en el núcleo del análisis económico se nota al observar algunas de sus principales "recetas", subproductos todos del principio de escasez según el cual, lamentablemente, en la Tierra no hay de todo, para todos, gratis: 1) hay que evitar el desperdicio, para que con los recursos que existen, pueda haber más bienes para más personas; 2) hay que redistribuir afectando lo menos posible el esfuerzo de quien recibe fondos; 3) hay que evitar todo lo que impida la competencia, para que la energía de los productores se oriente a servir a los consumidores, etc.
En particular destaco la importancia que dentro del análisis económico tiene la idea del bien común, que en la práctica a menudo pasa por la defensa de los "ausentes involucrados" en las negociaciones sectoriales. Ejemplos: ¿quién se acuerda de los consumidores, cuando productores y gobierno se juntan para discutir la protección aduanera?; ¿quién se acuerda de los ahorristas, cuando deudores y gobierno se juntan para discutir las tasas de interés?, etc. El punto se refiere más al análisis económico como tal, que a la actividad concreta de los economistas, algunos de los cuales opinan desde el punto de vista general, y otros argumentan "como abogados" desde cierta perspectiva sectorial; pero tengo la sensación de que, por propia formación profesional, el economista típico desarrolla más preocupaciones de tipo general que otros profesionales.
Esto choca contra la imagen pública de los economistas, los "aguafiestas" que recomendamos bajar salarios, echar gente, etc. ¿Qué médico, qué dentista, alguna vez da una buena noticia? A los profesionales se nos llama "cuando las papas queman", y se nos juzga contra alternativas más deseables pero no factibles. El buen economista, como cualquier buen profesional, busca el óptimo, entendiendo por tal la mejor alternativa de las factibles.
No todos los problemas tienen solución, pero además no todos los problemas que tienen solución tienen hoy solución conocida. Este es el lugar que ocupa la investigación. ¿Qué relación existe entre la ética y la investigación económica?
Los recursos son escasos para la producción de mandarinas, acero, servicios bancarios... e investigación. Consiguientemente la "agenda de investigación" tiene que ordenarse según cierto criterio, y tal criterio no puede estar desvinculado de consideraciones éticas.
La conciencia individual, o el Papa, le dice a todos los seres humanos que dicen amar al prójimo, que cuando investiguen actúen en consecuencia, ocupándose de manera prioritaria de aquellas cuestiones que les sirvan a ese próximo a quien dicen amar tanto. Ejemplo: en Argentina hoy todo aquel que diga amar al prójimo debería estar estudiando con más ahinco los problemas del desempleo que las implicancias económicas de la caída del Imperio Romano.
Con la misma fuerza con que señalo la estrecha vinculación que existe entre ética e investigación económica en el plano de los objetivos, planteo la desvinculación que existe en el plano de los instrumentos. No me refiero, claro está, a la justificación de los experimentos médicos con los seres humanos, en el nombre de la "ciencia"; me refiero a que, una vez propuesta a los investigadores una agenda para resolver problemas concretos, éstos deberían poder resolverlos según su leal saber y entender (la insistencia de la Doctrina Social de la Iglesia sobre la dignidad del ser humano, la importancia del trabajo, etc., es fundamental; la propuesta de intervención directa en el mercado laboral, para lograr los mencionados objetivos, sólo crea dificultades). Déjenme solo para que, con el análisis e historia económicos que conozco, trate de responder las cuestiones que le interesan a los miembros de la comunidad en que vivo.
¿Y la ciencia "pura"? Parecería clara la relación que existe entre ética e investigación aplicada, pero, en el campo de la ciencia pura, ¿no debería explorarse libremente? Respondo por economía. La ciencia pura surgió siempre como un subproducto de la aplicada. Ni Adam Smith, ni David Ricardo, ni Malthus, ni Marx, ni Marshall ni Keynes (ni siquiera el mismísimo Walras) se levantaron un día diciendo "hoy voy a inventar un nuevo principio del análisis económico". Por el contrario, leyendo su realidad contemporánea, y tratando de "hacer algo al respecto", abstrayeron de manera tan valiosa que descubrieron principios de validez atemporal y universal. Dudo que hoy pueda ocurrir algo diferente.
Hasta ahora se mostró la importancia que tienen las consideraciones éticas al direccionar las energías en el plano decisorio, así como en el de la investigación destinada a comprender mejor la realidad. Pero además la ética juega un rol importante en cuanto genera comportamientos que tienen significativas implicancias favorables desde el punto de vista económico. Por eso, en el resto de estas líneas voy a hablar del valor económico de los valores.
Imaginemos por un instante que todos los habitantes de un país observaran estrictamente patrones de conducta como los siguientes: decir la verdad; cumplir los contratos; tomar sólo lo que les pertenece por esfuerzo laboral propio, ahorros previos o herencia recibida; resolver pacíficamente las diferencias de opinión, etc. (éste es, dicho sea de paso, el "homo economicus" del an lisis económico). En ese país no serían necesarias las cárceles, ni los policías, las rejas o las empalizadas, ni buena parte de los tribunales, abogados, fiscales o jueces; ni tampoco las armas, los militares o los inspectores.
Si comparamos 2 países cuyas dotaciones de factores productivos y tecnología en uso fueran iguales, uno de los cuales está poblado por gente "buena" y el otro por gente "mala", observaríamos que el nivel de vida del primero sería (apreciablemente) superior al del segundo. Porque quienes en el segundo país trabajan de inspectores, policías, guardac rceles, etc., en el primero podrían trabajar de choferes, albañiles y jardineros; y los ladrillos que en el segundo país se destinan a la construcción de empalizadas, así como el acero que se destina a la erección de rejas, en el primero se podrían destinar a construir más viviendas, piletas de natación o escuelas.
Consiguientemente, además del valor que tiene en sí mismo, hay un "valor económico" en diseminar los valores éticos entre los habitantes de un país. La trasmisión de valores a través de la familia y la escuela constituyen una porción importante de una estrategia de cualquier desarrollo económico (piénsese, por ejemplo, en la notable diferencia de recursos que se invierten en ordenar el tránsito en un país de obedientes, donde basta una raya amarilla pintada en el asfalto, y en un país de desobedientes, donde se requieren bloques de cemento y rejas).
Es muy probable que la relación entre ética y "economía" que se planteó en estas líneas, se verifique también en el resto de las disciplinas científicas. Pero no intento "exportar" saber; en todo caso queda a cargo de quienes cultivan las otras disciplinas, averiguar si esto es también cierto en su caso.
Por Juan carlos de Pablo en revista Criterio, 24 de octubre de 1994
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