El Poema conjetural es un poema compuesto por el escritor argentino Jorge Luis Borges, en el que rememora la vida y la muerte de su antepasado distante Francisco Narciso de Laprida.
Este poema se publicó por primera vez en la edición del 4 de julio de 1943 del diario La Nación de Buenos Aires. Fue incluido luego en el libro El otro, el mismo (1969). Se lo relaciona como una metáfora de lo que acontecía en el período histórico en que fue publicado. Así, Laprida, unitario, vencido por los federales, es la representación de los liberales porteños vencidos por el proto-peronismo.
Preámbulo
El doctor Francisco Laprida, asesinado el día 23 de septiembre de 1829 por los montoneros de Aldao, piensa antes de morir:
Poema conjetural
- Zumban las balas en la tarde última.
- Hay viento y hay cenizas en el viento,
- se dispersan el día y la batalla
- deforme, y la victoria es de los otros.
- Vencen los bárbaros, los gauchos vencen.
- Yo, que estudié las leyes y los cánones,
- yo Francisco Narciso de Laprida,
- cuya voz declaró la independencia
- de estas crueles provincias, derrotado,
- de sangre y de sudor manchado el rostro,
- sin esperanza ni temor, perdido
- huyo hacia el sur por arrabales últimos.
- Como aquel capitán de Purgatorio
- que huyendo a pie y ensangrentando el llano,
- fue cegado y tumbado por la muerte
- donde un oscuro río pierde el nombre,
- así habré de caer. Hoy es el término.
- La noche lateral de los pantanos
- me acecha y me demora. Oigo los cascos
- de mi caliente muerte que me busca
- con jinetes, con belfos y con lanzas.
- Yo que anhelé ser otro, ser un hombre
- de sentencias, de libros, de dictámenes,
- a cielo abierto yaceré entre ciénagas;
- pero me endiosa el pecho inexplicable
- un júbilo secreto. Al fin me encuentro
- con mi destino sudamericano.
- A esta ruinosa tarde me llevaba
- el laberinto múltiple de pasos
- que mis días tejieron desde un día
- de la niñez. Al fin he descubierto
- la recóndita clave de mis años,
- la suerte de Francisco de Laprida,
- la letra que faltaba, la perfecta
- forma que supo Dios desde el principio.
- En el espejo de esta noche alcanzó
- mi insospechado rostro eterno. El círculo
- se va a cerrar. Yo aguardo que así sea.
- Pisan mis pies la sombra de las lanzas
- que me buscan. Las befas de mi muerte,
- los jinetes, las crines, los caballos,
- se ciernen sobre mí... Ya el primer golpe
- ya el duro hierro que me raja el pecho,
- el íntimo cuchillo en la garganta.
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