Uno de los momentos más emocionantes del ajedrez se hace presente cuando alguno de los contrincantes lleva un peón hacia la última fila del jugador contrario porque, de lograrlo, lo "coronaría", por lo que se convertiría en dama y ganaría la partida. Pero la emoción se duplica si el jugador contrario está intentando hacer lo mismo en la otra punta del tablero. El que llegue antes a su meta ganará sólo por una movida, sólo por un "tiempo", a su rival.
Esto es lo que está ocurriendo hoy en el tablero político argentino. De un lado, Kirchner procura "coronar" la estrategia que ha venido siguiendo desde 2003: la obtención de la suma del poder. En la otra punta del tablero, mientras tanto, las fuerzas del mercado empujan a la economía kirchnerista hacia un descalabro económico y social que algunos observadores comparan con el default de 2001- 2002. Se trata de saber, entonces, qué se agotará antes: las débiles resistencias que aún se oponen a la ofensiva kirchnerista o la "caja" que la alimenta.
La suma del poder
Que Kirchner apunta hacia la suma del poder, se ha tornado evidente. Supuestamente, la Argentina es una república que reparte sus atribuciones entre el Poder Ejecutivo, el Poder Legislativo y el Poder Judicial en el orden nacional y los poderes provinciales en el orden federal, todos ellos condicionados por la soberanía del pueblo cuyo poder electoral la convierte en una república democrática. Pero uno por uno, casi todos esos poderes han ido cayendo bajo la voluntad de Néstor Kirchner. Si alguna vez se pensó que su esposa mostraría ser distinta de él desde el Poder Ejecutivo, esta ilusión se ha disipado. Como Néstor y Cristina podrían sucederse indefinidamente cada cuatro años, ninguna nube institucional parece empañar su horizonte.
En cuanto al Congreso, la reciente derrota del kirchnerismo en su empeño de confirmar por ley el alza confiscatoria de las retenciones a las exportaciones agropecuarias abrió la esperanza de que el Congreso podría dejar de ser lo que hasta ese momento había sido, un simple registro donde anotar las imposiciones kirchneristas, pero el triunfo aplastante en la Cámara de Diputados del proyecto oficial de arrebatar las cuentas de los futuros jubilados en las AFJP ha debilitado esa esperanza. Algo similar podría decirse de la reciente aprobación a libro cerrado de la ley del presupuesto 2009, con sus "superpoderes" adentro, que habilita al Poder Ejecutivo a manipularlo cuantas veces quiera sin consulta previa.
La Corte Suprema, por su parte, ha dictado algunos fallos, como el de la libertad sindical, que miran en la dirección republicana, pero la reciente mutilación de las atribuciones del fiscal Manuel Garrido para investigar la corrupción de los funcionarios kirchneristas dispuesta por el procurador general de la Nación y miembro de la Corte Suprema, Esteban Righi, también nos sugiere que Kirchner y sus más estrechos colaboradores son intocables.
Lo mismo podría afirmarse del Consejo de la Magistratura que controla, con influencia decisiva del kirchnerismo, el nombramiento de los jueces, lo que muestra a las claras que el sistema judicial argentino está lejos de ser un poder independiente como el que describe la Constitución.
La claudicación
Donde más se nota la subordinación al poder kirchnerista es en el plano provincial, ya que casi todos los gobernadores, con muy pocas y honrosas excepciones, se doblegan ante el poder de la "caja". La reciente claudicación del gobernador de Santa Fe, Hermes Binner, uno de los pocos gobernadores presuntamente independientes que todavía quedaban, al apoyar el proyecto del Ejecutivo para manejar los recursos de los jubilados en las AFJP debido a las dificultades financieras de su provincia, demuestra más que ningún otro argumento el largo alcance de la "caja" kirchnerista.
Pero la estatización de las AFJP desborda el plano puramente institucional porque las compañías confiscadas eran, además, una de las pocas fuentes de financiación de las empresas privadas que quedaban en la Argentina. Como consecuencia de ello, Kirchner las ha sucedido en la posesión efectiva de acciones que a veces llegan al 25 por ciento del capital de esas empresas, por lo que se convirtió, por vía indirecta, en uno de nuestros más poderosos capitalistas.
En cuanto a otro sector privado como es el campo, la guerra constante que contra él ha librado al Gobierno lo tiene postrado. El volumen de la inminente cosecha de trigo será un 40 por ciento menor que la del año pasado. La lechería y la ganadería, apresadas en el mercado interno por las disposiciones oficiales, languidecen hoy peligrosamente nada más que por haber osado resistir la voracidad del kirchnerismo.
La paradoja
Hay, sin embargo, un territorio donde no puede llegar como quisiera el Estado: las miles y miles de decisiones individuales no coordinadas que constituyen el mercado. Allí, en la conciencia de cada cual, operan motivaciones que escapan a la voluntad ilusoriamente omnipotente de los funcionarios.
Esas decisiones responden a su vez a una disposición subjetiva predominante: la existencia, o la inexistencia, de la confianza . Cuando el Estado desconoce e invade el derecho de propiedad de los ciudadanos, éstos tienden a eludir sus exacciones. Tómese como ejemplo lo que pasa con los fondos de las AFJP. Se supone que el Gobierno ha logrado arrebatar aquí a los propietarios de los fondos una suma que se estima en 30.000 millones de dólares. Pero ¿cuántos dólares han huido o están por huir por la desconfianza que esa conducta genera? Y por más que el Gobierno quiera intervenir en el mercado de cambios y amenazar a quienes en él operan, sugiriendo hasta que podría violar sus cajas de seguridad, ¿no advierte, acaso, que, a cambio de los dólares así paralizados, otros dólares quizá más abundantes emigrarán o dejarán de venir bajo el impulso de la desconfianza? Otros Estados más previsores, algunos de ellos vecinos nuestros, procuran atraer a las fuerzas del mercado. Kirchner, al contrario, quiere derrotarlas. Por cada metro que gana en su febril ofensiva, sin embargo, ¿cuántos otros metros pierde?
Esta es la paradoja que lo amenaza en el campo económico. En el campo político, mientras tanto, su apuesta a todo o nada está reanimando a las fuerzas de la oposición, algunos de cuyos miembros proponen ahora acusar penalmente por corrupción al propio Kirchner y a sus principales colaboradores.
Dramático octubre
Hay quienes recuerdan incluso lo que dice el terrible artículo 29 de nuestra Constitución nacional: "El Congreso no puede conceder al Ejecutivo facultades extraordinarias ni la suma del poder público. Actos de esta naturaleza llevan consigo una nulidad insanable, y sujetarán a los que los formulen, consientan o firmen, a la responsabilidad y pena de los infames traidores a la Patria".
Vistas desde esta perspectiva, las elecciones parlamentarias del próximo octubre adquieren un dramático perfil. Si Kirchner vence en ellas, y si logra eludir o postergar, además, la reacción de los mercados, acentuará su marcha hacia el control absoluto del país. Pero si es derrotado, una mayoría adversa en el Congreso podría someterlo, a través de su esposa, a una inexorable rendición de cuentas.
Esto es lo que está ocurriendo hoy en el tablero político argentino. De un lado, Kirchner procura "coronar" la estrategia que ha venido siguiendo desde 2003: la obtención de la suma del poder. En la otra punta del tablero, mientras tanto, las fuerzas del mercado empujan a la economía kirchnerista hacia un descalabro económico y social que algunos observadores comparan con el default de 2001- 2002. Se trata de saber, entonces, qué se agotará antes: las débiles resistencias que aún se oponen a la ofensiva kirchnerista o la "caja" que la alimenta.
La suma del poder
Que Kirchner apunta hacia la suma del poder, se ha tornado evidente. Supuestamente, la Argentina es una república que reparte sus atribuciones entre el Poder Ejecutivo, el Poder Legislativo y el Poder Judicial en el orden nacional y los poderes provinciales en el orden federal, todos ellos condicionados por la soberanía del pueblo cuyo poder electoral la convierte en una república democrática. Pero uno por uno, casi todos esos poderes han ido cayendo bajo la voluntad de Néstor Kirchner. Si alguna vez se pensó que su esposa mostraría ser distinta de él desde el Poder Ejecutivo, esta ilusión se ha disipado. Como Néstor y Cristina podrían sucederse indefinidamente cada cuatro años, ninguna nube institucional parece empañar su horizonte.
En cuanto al Congreso, la reciente derrota del kirchnerismo en su empeño de confirmar por ley el alza confiscatoria de las retenciones a las exportaciones agropecuarias abrió la esperanza de que el Congreso podría dejar de ser lo que hasta ese momento había sido, un simple registro donde anotar las imposiciones kirchneristas, pero el triunfo aplastante en la Cámara de Diputados del proyecto oficial de arrebatar las cuentas de los futuros jubilados en las AFJP ha debilitado esa esperanza. Algo similar podría decirse de la reciente aprobación a libro cerrado de la ley del presupuesto 2009, con sus "superpoderes" adentro, que habilita al Poder Ejecutivo a manipularlo cuantas veces quiera sin consulta previa.
La Corte Suprema, por su parte, ha dictado algunos fallos, como el de la libertad sindical, que miran en la dirección republicana, pero la reciente mutilación de las atribuciones del fiscal Manuel Garrido para investigar la corrupción de los funcionarios kirchneristas dispuesta por el procurador general de la Nación y miembro de la Corte Suprema, Esteban Righi, también nos sugiere que Kirchner y sus más estrechos colaboradores son intocables.
Lo mismo podría afirmarse del Consejo de la Magistratura que controla, con influencia decisiva del kirchnerismo, el nombramiento de los jueces, lo que muestra a las claras que el sistema judicial argentino está lejos de ser un poder independiente como el que describe la Constitución.
La claudicación
Donde más se nota la subordinación al poder kirchnerista es en el plano provincial, ya que casi todos los gobernadores, con muy pocas y honrosas excepciones, se doblegan ante el poder de la "caja". La reciente claudicación del gobernador de Santa Fe, Hermes Binner, uno de los pocos gobernadores presuntamente independientes que todavía quedaban, al apoyar el proyecto del Ejecutivo para manejar los recursos de los jubilados en las AFJP debido a las dificultades financieras de su provincia, demuestra más que ningún otro argumento el largo alcance de la "caja" kirchnerista.
Pero la estatización de las AFJP desborda el plano puramente institucional porque las compañías confiscadas eran, además, una de las pocas fuentes de financiación de las empresas privadas que quedaban en la Argentina. Como consecuencia de ello, Kirchner las ha sucedido en la posesión efectiva de acciones que a veces llegan al 25 por ciento del capital de esas empresas, por lo que se convirtió, por vía indirecta, en uno de nuestros más poderosos capitalistas.
En cuanto a otro sector privado como es el campo, la guerra constante que contra él ha librado al Gobierno lo tiene postrado. El volumen de la inminente cosecha de trigo será un 40 por ciento menor que la del año pasado. La lechería y la ganadería, apresadas en el mercado interno por las disposiciones oficiales, languidecen hoy peligrosamente nada más que por haber osado resistir la voracidad del kirchnerismo.
La paradoja
Hay, sin embargo, un territorio donde no puede llegar como quisiera el Estado: las miles y miles de decisiones individuales no coordinadas que constituyen el mercado. Allí, en la conciencia de cada cual, operan motivaciones que escapan a la voluntad ilusoriamente omnipotente de los funcionarios.
Esas decisiones responden a su vez a una disposición subjetiva predominante: la existencia, o la inexistencia, de la confianza . Cuando el Estado desconoce e invade el derecho de propiedad de los ciudadanos, éstos tienden a eludir sus exacciones. Tómese como ejemplo lo que pasa con los fondos de las AFJP. Se supone que el Gobierno ha logrado arrebatar aquí a los propietarios de los fondos una suma que se estima en 30.000 millones de dólares. Pero ¿cuántos dólares han huido o están por huir por la desconfianza que esa conducta genera? Y por más que el Gobierno quiera intervenir en el mercado de cambios y amenazar a quienes en él operan, sugiriendo hasta que podría violar sus cajas de seguridad, ¿no advierte, acaso, que, a cambio de los dólares así paralizados, otros dólares quizá más abundantes emigrarán o dejarán de venir bajo el impulso de la desconfianza? Otros Estados más previsores, algunos de ellos vecinos nuestros, procuran atraer a las fuerzas del mercado. Kirchner, al contrario, quiere derrotarlas. Por cada metro que gana en su febril ofensiva, sin embargo, ¿cuántos otros metros pierde?
Esta es la paradoja que lo amenaza en el campo económico. En el campo político, mientras tanto, su apuesta a todo o nada está reanimando a las fuerzas de la oposición, algunos de cuyos miembros proponen ahora acusar penalmente por corrupción al propio Kirchner y a sus principales colaboradores.
Dramático octubre
Hay quienes recuerdan incluso lo que dice el terrible artículo 29 de nuestra Constitución nacional: "El Congreso no puede conceder al Ejecutivo facultades extraordinarias ni la suma del poder público. Actos de esta naturaleza llevan consigo una nulidad insanable, y sujetarán a los que los formulen, consientan o firmen, a la responsabilidad y pena de los infames traidores a la Patria".
Vistas desde esta perspectiva, las elecciones parlamentarias del próximo octubre adquieren un dramático perfil. Si Kirchner vence en ellas, y si logra eludir o postergar, además, la reacción de los mercados, acentuará su marcha hacia el control absoluto del país. Pero si es derrotado, una mayoría adversa en el Congreso podría someterlo, a través de su esposa, a una inexorable rendición de cuentas.
Por Mariano Grondona
para La Nación
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