Era natural entonces que esta semana los observadores, ya más cautelosos en función de sus recientes experiencias, se preguntaran cuánto de verdad y cuánto de retórica había en los dichos de Cristina Kirchner. ¿Está el Gobierno por lanzar realmente el gigantesco plan de obras públicas por 71.000 millones de pesos que acaba de anunciar o sólo nos hallamos ante una nueva operación mediática? Los más desconfiados recuerdan a esos pastores que, después de creerle varias veces al pastorcillo mentiroso cuando gritaba "¡Lobo!", le dieron la espalda justamente cuando el lobo venía de verdad.
Un gobierno que ha manipulado sin cesar los datos del Indec y una presidenta que no ha hecho más que reiterar las directivas y confirmar los principales colaboradores de su antecesor después de haber proclamado en su campaña electoral que "el cambio recién empieza" tienen un desafío mayor aún que el dudoso financiamiento de las obras que prometen: restablecer la maltrecha confianza de los argentinos.
La confianza, que es el capital moral de las naciones, parece hoy más elusiva que nunca cuando se toma en cuenta que pocos días antes de que se anunciara este paquete de medidas supuestamente destinadas a atraer la masa de los capitales privados exiliados, a los cuales se han sumado en este año otros 24.000 millones de dólares, el Gobierno confiscó los ahorros de nueve millones de futuros jubilados por un valor estimado de 35.000 millones de dólares.
Tampoco ayuda a creer más que antes que en la presentación del flamante Ministerio de la Producción ante los industriales no se haya incluido hasta ahora una firme señal que indique que ha menguado el ánimo de venganza del Gobierno contra el campo, el otro gran productor junto con la industria, cuyas abundantes exportaciones salvaron a Duhalde en 2002 y podrían salvar a Kirchner en 2008, sólo con que éste lo quisiera.
El hecho de que la Comisión de Enlace haya sido invitada a la asunción de Débora Giorgi, ¿abre en todo caso una rendija a la esperanza?
La piedra en el lago
Para recuperar la confianza de los mercados, los Kirchner tendrían que intentar algo más rotundo, más profundo, que la seguidilla de anuncios rimbombantes a la que nos van acostumbrando.
Esto no quiere decir que su reiterada apelación a este vano recurso haya sido, en sí misma, en vano. Al contrario porque, sin confesarle nunca al pueblo "la" verdad de lo que está ocurriendo, han terminado por revelarle aun sin quererlo "su" propia verdad: las entrañas, el corazón del kirchnerismo.
Si tuviéramos que trazar un gráfico del poder kirchnerista, quizá la mejor manera de representarlo sería comenzar por un punto a partir del cual, como en las aguas de un lago cuando una piedra lo golpea, se van sucediendo ondas concéntricas cada vez más amplias y más débiles hasta que, finalmente, desaparecen.
El punto central del conjunto, la piedra en el lago de la que todas las ondas emanan, es Néstor Kirchner. De él, de su mezcla de aislamiento, ignorancia económica y arrogancia política, surgen todas las decisiones relevantes.
Junto a él, su discípula y compañera se ha hecho cargo de la tarea de anunciar, explicar y justificar aquellas decisiones sin que nadie sepa, ni siquiera los más cercanos a la pareja, cuál es el diálogo íntimo, secreto, en cuyo seno nace y madura el vínculo que los ata, de modo tal que el primer impacto de la piedra y el primer círculo que ella traza en el lago vienen a confundirse en un único destello: el big bang del kirchnerismo.
Más afuera se forma el segundo círculo kirchnerista, la breve pero intensa legión de los soldados. No tienen ideas ni voluntad propias. Sólo ejecutan. Pueden llamarse Zannini, Moreno, Echegaray, Kunkel o De Vido.
A veces la ira de los disconformes apunta contra ellos sin reparar en que sólo cumplen órdenes. Pero algunos al lado de ellos han concebido a veces la ilusión de un mínimo de autonomía hasta que la aplanadora del poder los dejó sin espacio. Sus nombres podrían ser Bielsa, Lousteau o Alberto Fernández entre los que ya mordieron el polvo de la desilusión, o Massa, Boudou y hasta Giorgi entre los que aún podrían morderlo.
Más afuera
A partir de aquí, los círculos del poder kirchnerista se amplían y se debilitan cada vez más. Están, por ejemplo, la mayoría de los gobernadores, que, si bien dependen casi absolutamente de la "caja" de Kirchner, guardan cierta libertad de maniobra en razón de la distancia.
Algunos de ellos vienen directamente del dedo de Kirchner. Otros, pese a que nacieron por fuera y hasta en contra de él, se ven obligados a cerrar filas cada vez que los aprieta la necesidad fiscal.
Más afuera todavía se desplaza sobre todo en la provincia de Buenos Aires el amplio círculo de los ex duhaldistas. ¿Cuántos entre ellos, si bien acatan ostensiblemente al todopoderoso, guardan contactos y nostalgias cerca de aquel que un día lo digitó?
El círculo más exterior de todos es, en fin, el de los aliados estratégicos del ex presidente. Los sindicalistas, comenzando por el propio Moyano, ¿son verdaderamente confiables para el kirchnerismo? La CGT que impulsó Perón lleva ya sesenta años ininterrumpidos de vigencia.
Los sindicalistas convivieron con los más diversos regímenes, con presidentes peronistas, radicales y militares. Sus conductores son de lejos nuestros políticos más experimentados. ¿Cuándo les llegará el momento de confirmar su extraordinaria versatilidad?
El sector empresario es diferente porque nunca comulgó con la doctrina peronista. Pero a veces lo seduce la peligrosa tentación de las ventajas económicas inmediatas o lo aprieta la comprensible presión del temor. Son aquellos que por lo bajo coinciden en un todo con los críticos y los opositores, pero que no se animan a hablar en voz alta.
Definitivamente, fuera de los círculos que forma el poder se encuentran, todavía solitarios, industriales como Aranguren. Habría que sumarle la gran mayoría de los dirigentes rurales, la prensa libre y, cada día más, las clases medias. Mención aparte merecen aquellos dirigentes que al fin lograron romper el cerco kirchnerista y que hoy se atreven a desafiarlo. Nombres como los de Julio Cobos, Felipe Solá y Luis Juez figuran a la cabeza de esta lista en paulatino crecimiento.
La contraola
Es que las olas, al fin, generan contraolas. Mientras los círculos concéntricos del kirchnerismo se amplían y se debilitan a medida que pasa el tiempo, desde fuera de ellos otra corriente nace y se extiende a partir de una segunda pedrada que el kirchnerismo no pudo evitar. Allí militan con creciente vigor los críticos, los opositores, los independientes.
Esta contraola puede terminar por ser más fuerte que la ola del poder vigente, pero, para lograrlo, debe dejar de ser solamente una "contraola" para transformarse en una "nueva ola" no sólo de contradicción, sino además de superación. La nueva ola del "poskirchnerismo". Cuando ella consiga formular el programa de la nueva generación argentina, sólo entonces se le podrá aplicar la famosa frase de Nietzsche: "Nada hay más poderoso que una idea a la que le ha llegado su hora".
Por Mariano Grondona
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