miércoles, 31 de agosto de 2011

Libertad: El mejor remedio contra la pobreza III

Servicios de Salud

Un argumento paralelo puede ser esbozado en relación a la salud. Los pobres enfrentan riesgos sanitarios mucho más altos, y la ausencia de instalaciones sanitarias provoca miseria indescriptible, sufrimiento y muerte prematura — a un costo dolorosamente alto para los individuos al igual que para la sociedad como un todo.

De nuevo es ampliamente aceptado que el Estado tiene la responsabilidad de garantizar servicios de salud básicos para todos, y nuevamente los políticos de mentalidad socialista y los burócratas interesados en sí mismos han utilizado esto como pretexto para crear una inmensa y a menudo centralizada burocracia de salud. Por lo tanto, en muchos países en desarrollo el Estado se ha comprometido a brindar acceso gratuito y universal a los servicios de salud, y en prácticamente todos ellos la calidad del servicio es bastante baja.

Al igual que con la educación, este fracaso enorme (pero predecible) ha engendrado un mercado creciente de servicios de salud privados que atiende a todos aquellos que de alguna forma pueden pagarlo. Los pobres también se ven forzados a gastar mucho en el mercado de salud privado, ya que los servicios estatales supuestamente gratuitos no existen, no sirven, o son accesibles únicamente mediante el pago de un soborno considerable. Al igual que con la educación, existe un amplio ámbito para explorar instrumentos diferentes que el Estado podría usar para garantizarles atención médica a los pobres: bonos de salud, apoyo a esquemas básicos de seguros médicos privados, o, por lo menos, descentralización de responsabilidades — ¡y de presupuesto! — hacia los gobiernos locales.

Desafortunadamente, las reformas liberales en los sistemas educativos y de salud son pocas y dispersas. La razón de esto no es que las reformas sean poco realistas, sino que existen pequeños pero poderosos intereses creados contra éstas: la burocracia central que tendría que reducirse o desaparecer, pero también los políticos que usan el sistema para ganar votos. Ellos atacan cualquier propuesta de reforma al generar temor de que el cambio representará costos más altos para los pobres, y hasta ahora su cortina de humo emocional no ha sido penetrada efectivamente por el faro de la racionalidad
liberal.


por Otto Graf Lambsdorff
ex ministro de Economía de Alemania y presidente de la Junta Directiva de la Fundación Friedrich Nauman
en http://www.hacer.org/pdf/Graf1.pdf

martes, 30 de agosto de 2011

Libertad: El mejor remedio contra la pobreza II

La Educación y la Movilidad Social

No debe haber duda alguna de que la educación es un elemento crucial en la lucha contra la pobreza. Puede equipar a la gente con habilidades comerciables que les permite encontrar mejores empleos que los que tuvieron sus padres, y por lo tanto ascender en la escalera social. La educación para todos ayuda a reducir la discriminación que enfrentan las mujeres. La educación de las jóvenes ha demostrado disminuir las tasas de nacimiento al posponer el matrimonio, dándoles acceso a información sobre contraceptivos y sobre mejores medidas sanitarias para la familia, especialmente para los niños, por ende reduciendo la mortalidad infantil. No es necesario decir que la educación también le permite a la gente adquirir información, incluyendo sobre temas políticos, lo cual estimula el debate y ultimadamente fortalece la democracia y la libertad.

Si el objetivo de la educación es mejorar la movilidad social, la calidad de la educación impartida a los pobres debería revestir de una importancia crítica. Escribimos “debería” ya que, de manera extraña, muchos reformadores educativos que afirman interesarse por los pobres han estado más preocupados por aspectos cuantitativos, es decir, en darle títulos educativos a la mayor cantidad de gente posible, mostrando poco interés en la calidad de dicho título. El resultado es la consolidación de la estratificación social.
Curiosamente, esto puede verse en países desarrollados como Alemania, así como en muchos países en desarrollo.

Una razón para que esto suceda es que la provisión de la educación le ha sido confiada a una burocracia gubernamental a menudo centralizada, sin haberse hecho la pregunta obvia de si las burocracias son los instrumentos apropiados para brindar educación. Esto ha sucedido probablemente debido a que la gente, incluyendo la mayoría de los liberales, están de acuerdo en que es deber del Estado garantizarle a todos un acceso a la educación. Pero aún cuando estemos de acuerdo en que ésta es de hecho una tarea del Estado, no implica necesariamente que tenga que ser implementada a través
de una burocracia gubernamental.
Sin embargo, la tendencia inherente de las burocracias de crecer y multiplicarse ha garantizado que éste fuera el caso en casi todo el mundo. Cualquiera que haya cuestionado este imperialismo burocrático ha sido acusado de intentar destruir el acceso universal a la educación, una acusación mortal en cualquier sociedad democrática.

Los resultados a menudo han sido perniciosos. En la mayoría de los países del sur asiático, por ejemplo, la calidad de la educación en las escuelas gubernamentales es tan mala que la gente pasa
penurias económicas con el fin de enviar a sus hijos a escuelas privadas, las cuales ofrecen una educación significativamente mejor — a menudo con el inglés como medio de enseñanza. Sin embargo, en las zonas rurales dichas escuelas privadas son poco comunes, de tal forma que a los pobres de las zonas urbanas y a la mayoría de la población rural no les queda otra opción que las escuelas gubernamentales de baja calidad, o no recibir educación del todo.

Dado que el 40% del presupuesto educativo en la India, Bangladesh y Pakistán se gasta en las universidades — a las cuales asisten mayoritariamente estudiantes de familias de clase media — no hay suficiente dinero para que las escuelas primarias les den a todos los niños una alfabetización al menos rudimentaria.

Un paso importante sería darle más control a la gente sobre su escuela local, al transferir la responsabilidad de la educación de un ministerio central a las municipalidades y pueblos. El gobierno central podría concentrarse en establecer y hacer cumplir estándares educativos. Esta separación de tareas aumentaría la transparencia del gasto en educación, ya que los padres de familia encontrarían
más fácil controlar qué sucede a nivel municipal o del pueblo.

Separar a la organización que define los estándares de la organización que los implementa probablemente aumentaría también la calidad de la educación. Se puede añadir un elemento de competencia mediante la publicación de los resultados de los diferentes centros educativos, y la premiación de las buenas escuelas al tiempo que se castiga a las malas. Algunas de estas reformas han sido implementadas con algún éxito.

Un enfoque más radical sería aceptar la realidad, la cual, al menos en las áreas urbanas, es que existe un creciente mercado para la educación, pero los pobres no pueden participar en éste. El gobierno
podría darles acceso a los pobres mediante el pago del costo de enviar a sus hijos a la escuela de su preferencia, por ejemplo, mediante un sistema de bonos educativos.
El gobierno establecería estándares y objetivos educativos y se concentraría en monitorearlos y hacerlos cumplir. Las escuelas gubernamentales dejarían de recibir ayuda presupuestaria y tendrían que financiarse a sí mismas mediante la atracción de estudiantes, es decir, ofreciendo mejor calidad.

Dicho sistema generaría una competencia muy sana entre las escuelas. Los padres de familia escogerían los centros educativos en base a la calidad que ofrecen, ya que el sistema de bono educativo garantiza que el dinero no será desviado a otros propósitos. Las escuelas se verían obligadas a buscar las maneras más efectivas en términos de costos de brindar una educación de calidad. Los centros educativos que comprometan la calidad perderían estudiantes, las escuelas que no controlan los costos quebrarían.

La creación de un mercado educativo competitivo también les daría a los padres de familia más opciones en cuanto al tipo de educación que sus hijos reciben, especialmente si se incluyen a las escuelas manejadas por organizaciones religiosas. Esto, por supuesto, aumentaría la posibilidad de conflicto entre el plan de estudios determinado por el Estado y los valores religiosos difundidos por las escuelas, pero es definitivamente posible alcanzar un acuerdo por el interés de los pobres. Por ejemplo, cualquiera que haya visto el desempeño superior de las escuelas privadas, usualmente católicas, en los guetos urbanos de Estados Unidos comparado con el de las escuelas estatales probablemente sentirá que vale la pena buscar dicho compromiso.

Por consiguiente, en Estados Unidos ya se han iniciado algunos experimentos prometedores con dichos esquemas.
No resulta sorprendente que la burocracia estatal deteste estas ideas y se oponga
con todo a ellas, de igual forma que se resiste a que se evalúe la calidad de la educación que imparte.


Pero hasta el tanto no sea la calidad el objetivo indiscutible de la reforma educativa, a los pobres se les privará del instrumento más poderoso de movilidad social disponible, y la sociedad como un todo se verá privada del potencial que permanece inactivo en los niños pobres. El costo extraído por la burocracia educativa es vergonzosamente muy alto.

por Otto Graf Lambsdorff, ex ministro de Economía de Alemania 
y presidente de la Junta Directiva de la Fundación Friedrich Nauman 
en http://www.hacer.org/pdf/Graf1.pdf 

lunes, 29 de agosto de 2011

201 años del nacimiento de Juan Bautista Alberdi

Es el más alto pensador de una generación que es. a su vez, la más reflexiva quizá de la historia argentina hasta tiempos muy recientes. Su meditación no sólo se vuelca en la nutrida colección de sus escritos; se advierte en la Constitución que nos rige desde 1853, salvo el período en el que se interrumpió la continuidad de las instituciones democráticas de la República.

Nació el 29 de agosto de nuestro año glorioso -1810-. Hijo de un comerciante vizcaíno, don Salvador Alberdi. fervoroso admirador de Rousseau y amante de la música, a quien el Congreso de Tucumán otorgó la ciudadanía argentina. El general Belgrano frecuentaba su amistad y acarició y sentó sobre sus rodillas en algunas ocasiones al niño. La madre. doña Josefa Aráoz, perteneció a una conocida familia tucumana; sus mujeres eran famosas en la provincia por su belleza. La temprana muerte de la madre, y la del padre, cuando Juan Bautista contaba apenas diez años, al dejar en la soledad su infancia, envolvieron su vida en un halo de melancolía.

En 1824 el gobierno de Tucumán se acogió al sistema de becas instituido para las provincias por el de Buenos Aires, a iniciativa de Rivadavia. El niño, que había concurrido a la escuela de su ciudad nativa, se distinguió. en las aulas, mereciendo una recomendación del gobierno norteño por su «disposición para conseguir un aprovechamiento en cualquier ciencia a que se le destine». En agosto fue admitido en el Colegio de Ciencias Morales. Pero acostumbrado a la plácida existencia provinciana no soportó el régimen de internado y lo abandonó antes de concluir el año, no sin acreditar, durante ese breve intervalo, una fuerte inclinación por la música. Empezó entonces su aprendizaje comercial en la céntrica tienda de Maldes. La afición a la lectura le impulsó a reanudar los estudios en el referido Colegio, en cuyas aulas hizo amistad con Miguel Cané, quien le descubrió a Rosseau. El pensador francés lo apasionó lo mismo que a su padre. Posteriormente se fue a vivir en la casona de ese compañero cuando el Colegio, transformado en el de la Provincia de Buenos Aires, cerró sus puertas.

De acuerdo con un consejo médico tuvo que renunciar a trabajos intensos. Cultivó entonces la sociabilidad. En los salones porteños atraían su encanto personal, su distinción y aptitudes musicales. En el mundo de las letras se presentó en 1832 con «El espíritu de la música», el «Ensayo sobre un método nuevo para aprender a tocar el piano con la mayor facilidad» y su «Memoria descriptiva sobre Tucumán» (1834). Con su fraternal amigo Juan María Gutiérrez entró en relación con Esteban Echeverría, que les hizo conocer a los adalides del romanticismo europeo y las nuevas direcciones históricas. Teniendo a la vista tan vasto panorama trazó, en 1837, una de las más hondas tesis compuestas en tierras americanas: el Fragmento preliminar al estudio del Derecho».

En ese año Marcos Sastre fundó el Salón Literario; era su sede la Librería Argentina, instalada en la calle Victoria. 59. La nueva generación salía a escena entonces. Sastre la descubrió. En el acto de apertura habló Alberdi para subrayar los elementos filosóficos de la civilización aplicables a las condiciones peculiares del medio histórico argentino. A petición del público clausuró sus clases improvisando la figura consular de Vicente López. El Salón Literario desarrolló una labor intensa, aunque de corta duración. Alberdi publicó también un periódico. «La Moda»; su primer número (noviembre de 1837) está escrito con gracia y agilidad. El gobierno lo suprimió cuando empezó a propagar ideas políticas opositoras.

La generación opositora, convocada por Echeverría. fundó en junio de 1838 la sociedad secreta Asociación de la Joven Generación Argentina, que decidió darse un Credo enraizado en el ideario de Mayo. Para redactarlo designaron a Echeverría, Gutiérrez y Alberdi. Lo redactó el primero, La palabra simbólica (en la que se predica clarividentemente la necesidad de superar las violentas disputas entre unitarios y federales y de armonizarlas en una fórmula superior federal-unitaria) es la única que no redactó Echeverría. Fue Alberdi, que la reprodujo en las Bases, sirviendo de antecedente a la fórmula consagrada en la Constitución Nacional de 1853. En agosto de 1838 Alberdi viajó a Montevideo; llevó consigo el Credo aprobado por la entidad; lo publicó en el último número del Iniciador (1º de enero de 1839), bajo el título de Código, o declaración de principios que constituyen la creencia social de la República Argentina. Él no regresaría a su patria hasta cuarenta años después. Emigró espontáneamente, imponiéndose el más prolongado ostracismo de nuestra historia. Tampoco se graduó de abogado en Buenos Aires, pues no quiso prestar el juramento de fidelidad al Restaurador de las Leyes. Eligió, para graduarse, el libre clima de Montevideo, donde practicó la profesión con buen éxito. Allí colaboró en El Iniciador, orientado por Andrés Lamas y Miguel Cané. Asociado a estos dos amigos y a José Rivera Indarte. redactó El Nacional. Su pluma no descansaba; dio impulso a El Talismán, ¡Muera Rosas!, El Corsario y El Porvenir, en colaboración con Cané. En 1839, los dos publicaron La Revista del Plata, desde cuyas columnas crearon el ambiente para la lucha armada contra el tirano.

En varios de estos periódicos, alternando su campaña contra Rosas, Alberdi escribió ingeniosas páginas de costumbres, iniciadas en La Moda. Firma estas colaboraciones con el seudónimo de Figarillo, inspirándose sin duda en el gran cronista español Mariano José de Lana, pero su prosa es menos amarga, menos tétrica que la del malogrado escritor peninsular. Por esa época compone la animada e inconclusa crónica dramática La Revolución de Mayo, y en 1841 produce la pieza en un acto, de fondo satírico, El Gigante Amapolas.

Su dinamismo y su poderoso espíritu combativo, señalan un período especial en su vida. Defendió la intervención francesa en el Plata, convencido de que sólo se propone obtener concesiones comerciales que han de favorecer el desarrollo material y espiritual de estos países. Apoya la campaña de Fructuoso Rivera y de Lavalle contra Rosas, y, designado secretario de la expedición del segundo, colaboró con él activamente en todas sus gestiones. Redactó el Manifiesto de Rivera, firmado en el Durazno, en febrero de 1839 y el del general Lavalle dirigido a los habitantes de Entre Ríos. En el último se destacó la posición política de la generación joven, a la cual Lavalle no se opuso, como se verá: «Olvidados de nuestras opiniones de otros tiempos -expresa-, no queriendo más principios que los que profesa toda la República; dóciles a las voluntades victoriosas de los pueblos, nosotros venimos a someternos a ellas con honor, ya gritar si es necesario a la faz de la Nación: ¡Viva el Gobierno Republicano Representativo Federal». A pesar de que este Manifiesto iba dirigido a los habitantes de Entre Ríos, Alberdi se opuso a la idea de llevar la expedición a esa provincia convencido de que más al sur se contaría con mayor apoyo. La divergencia motivó su separación de la campaña. En diciembre de ese mismo año ofreció en una bella carta sus servicios al general Paz, saludándole como al futuro salvador de la patria.

Declarado el sitio de Montevideo resolvió (abril de 1843) viajar a Europa en compañía de Juan María Gutiérrez, en el bergantín «Edén». Muchos compatriotas interpretaron su actitud como deserción y se la recriminaron. No fueron de la misma opinión el general Garibaldi y la ilustre patricia Mariquita Sánchez, que era como una segunda madre de ambos, en particular de Gutiérrez. A bordo Alberdi escribió un poema en prosa, puesto en verso por Gutiérrez, «El Edén». En Europa. Alberdi estudió la organización jurídica de los estados sardos, revisó manuscritos de Colón, admiró los tesoros artísticos de Italia y recorrió la Francia de sus sueños juveniles. Conoció al general San Martín en su apacible retiro de Grand Bourg, encontrándolo joven y gallardo. Escribió al año siguiente, un folleto describiendo esta visita y transcribiendo la famosa carta de San Martín a Bolívar, del 29 de agosto de 1822, publicada a la sazón en el notable libro de viajes del capitán francés Lafond. Embarcó de vuelta al Nuevo Mundo en el Havre, en noviembre de 1843. Llegó a Río de Janeiro al promediar el mes de diciembre, hospedándose en un hotel de la coqueta calle Ouvidor. En la capital carioca estrecha vinculaciones con el poeta José Mármol y en dos ocasiones acude a la casa de Rivadavia sin conseguir entrevistarse con él, lo cual es una verdadera lástima, porque esa entrevista habría sido de tanta importancia, seguramente, como la que mantuvo en Francia con San Martín. En febrero de 1844 abandona la ciudad fluminense en la barca inglesa.«Benjamín Hort», de la cual es uno de los dos pasajeros que conduce. Cuando la embarcación navega frente a Buenos Aires. Alberdi se pregunta nostálgicamente si será él uno de esos proscritos que terminan sus días entre extraños, perspectiva que no le halaga.

Tras un viaje muy accidentado, arribó a Valparaíso en abril. Disfrutará en la hospitalaria tierra chilena de paz y tranquilidad.

En Santiago revalidó su título de abogado, escribiendo en seis días a ese efecto la Memoria sobre la conveniencia y objetos de un Congreso General Americano (1844). Trabajo breve, repleto de magníficas iniciativas, encaminadas a echar los fundamentos del Derecho internacional americano, proponiendo el arreglo pacífico de los pleitos de límites continentales y un conjunto de medidas económicas, jurídicas y culturales para la unidad y la prosperidad de las naciones del hemisferio occidental.

Instalado en Valparaíso, hermosa ciudad de más de sesenta mil habitantes, ganó rápida reputación profesional, siendo el abogado más requerido. Algunas de sus defensas se hicieron célebres. En 1845 publicó Veinte días en Génova; en 1846, la Biografía del general don Manuel Bulnes, presidente de la República de Chile, trabajo certero en el que expresa su admiración por el ilustre militar y hombre de gobierno en el año que será reelecto para desempeñar un nuevo período. De los estudios de esa época deben mencionarse Acción de la Europa en América (1845), compuesto a propósito de la intervención anglo-francesa en el Plata. y La República Argentina 37 años después de la Revolución de Mayo (1847), que suscitó protestas entre los emigrados a causa de la inesperada benignidad con que trataba a Rosas. esperando de él, todavía, un cambio de orientación. En 1851 publicó en Valparaíso «Tobías o la cárcel a la vela». Como en El Edén, se advierte en ella la poderosa influencia byroniana. Alberdi no es viajero poeta, sin embargo, ni viajero pintor, sino viajero sociólogo y filósofo. La imagen suavemente dibujada, el delicado color, revisten de gracia las más graves ideas.

La generación revolucionaria, desengañada de la ayuda europea, puso los ojos en lo concerniente a la campaña para derribar a la tiranía, en Urquiza. Echeverría publicó en Montevideo el Dogma Socialista y se lo envió al caudillo entrerriano, lo mismo que al general Joaquín Madariaga, pidiendo su adhesión al programa de la Asociación de Mayo. Alberdi aplaudió entusiastamente la idea de rodear a Urquiza, derribar a Rosas y proceder a la organización definitiva de la Argentina. Obtenida la memorable victoria de Caseros, escribió al correr de la pluma, su obra cumbre: «Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina». La primera edición vio la luz en mayo de 1852, y la segunda, ampliada y trayendo el proyecto de Constitución (de la que carece la edición príncipe), en julio de ese año. En la Argentina también se lanzaron varias ediciones. Diferentes periódicos la reprodujeron. Ese libro consagró a Alberdi. Es insustituible. Sarmiento lo saludó como a una «bandera de todos los hombres de corazón». Sus sabias inspiraciones fueron a la Convención Nacional de Santa Fe, Juan María Gutiérrez las hizo triunfar en el seno de la comisión redactora de nuestra Carta Fundamental, sancionada en 1853. Se la saludó como a la Constitución de Mayo, no sólo por datar de esa fecha, sino como alusión a la Asociación de Mayo, cuyos principios fueron su columna vertebral, Alberdi les dio forma constitucional, un hilo sutil une el Dogma Socialista de Echeverría a las Bases de Alberdi, dos expresiones formidables del mismo pensamiento central. En las Bases Alberdi levantó su propio monumento. El ilustre tucumano completó este aspecto de su labor publicando el Derecho Público Provincial {1853} y Sistema económico y rentístico de la Confederación Argentina según su Constitución de 1858 (1854}, que elevó su nombre a la altura de los economistas del más alto nivel en Hispanoamérica.

Alberdi se vio después obligado a entrar en polémica con su antiguo amigo Sarmiento. La desencadenó una dedicatoria provocativa que el luchador sanjuanino hizo de su «Campaña en el Ejército Grande», al autor de «Las Bases». Sarmiento había vuelto de esa campaña desilusionado de Urquiza y no deseaba ver a su camarada embelesado con la personalidad del ínclito caudillo. Alberdi le replicó en las «Cuatro cartas sobre la prensa y la política militante en la República Argentina», compuestas en Quillota (enero y febrero de 1853). Sarmiento respondió en las violentísimas «Ciento y Una». En esta tremenda controversia Alberdi llevó la mejor parte. Es la lucha del gladiador que esgrime la maza contra el agudo florentino que usa estilete y vierte en el vino sutiles venenos. Alberdi poseía más sutileza, Sarmiento más olfato político al presentir que la unión definitiva del país sólo podría realizarse bajo la égida de Buenos Aires.

En 1854 Alberdi aceptó la designación de enviado extraordinario de la Confederación Argentina en Francia e Inglaterra, ampliada posteriormente a Madrid y Roma. Al año siguiente partió hacia Europa; de paso visitó los Estados Unidos. Defendió la causa de la Confederación como diplomático y como publicista de fuste, en numerosos escritos. Atacó a menudo a los hombres y la política del Estado de Buenos Aires, especialmente a Sarmiento y Mitre. Cuando estalló la guerra del Paraguay fustigó la actitud argentina, considerándola equivocada, pues temía a la monarquía brasileña como heredera de la tendencia expansionista de Portugal. No meditó el hecho de que nuestro país fue llevado a esa contienda por el gobierno paraguayo. Tampoco estimó la posibilidad de que el Brasil podía entrar a breve plazo a integrar el cuadro de las grandes repúblicas del Nuevo Mundo. Distanciado de Mitre y de Sarmiento, que se suceden en el ejercicio de la primera magistratura de la Nación, y terminada su misión diplomática en Europa, prosiguió la lucha contra sus insignes adversarios. Vivió en Francia con la mente y el corazón en la Argentina, pero la larga ausencia le hacía daño impidiéndole admitir los hechos históricamente consumados, como los aceptó Urquiza.

En 1870 escribió uno de sus mejores libros, «El crimen de la guerra», publicado después de su muerte por Francisco Cruz. Es uno de los más notables alegatos en favor de la paz. Sostiene la necesidad del arbitraje obligatorio; predice el advenimiento de la Sociedad de las Naciones; demuestra cómo no habrá concordia en el mundo mientras el hábito pacifista no se arraigue en la sustancia moral de cada ser humano; exhibe el comercio internacional y el librecambio como poderosos agentes de paz; y reclama que los neutrales desempeñen una tarea activa en la prevención y represión de las contiendas armadas. La obra ha sido traducida al inglés. El nombre del autor merece figurar en la lista de los campeones de la paz mundial.

Después de una ausencia de más de cuatro décadas, regresó al suelo natal (1879) a ocupar la banca de diputado nacional ofrecida por sus comprovincianos. Sarmiento, ministro del Interior, lo mandó saludar en su nombre al puerto y luego lo recibió en su despacho con un abrazo. En mayo de 1880, Alberdi ocupó la tribuna de la Facultad de Derecho. Enrique García Méróu, supliendo su falta de voz, leyó su conferencia: La omnipotencia del Estado es la negación de la libertad individual.

En los acontecimientos de 1880, Alberdi, inconsecuente con su propia prédica, se unió a los diputados destituidos, adversos a la política del presidente Avellaneda, firme en su afán de dar a la República su capital histórica nacionalizándola, como lo hizo Rivadavia en su hora. Alberdi reaccionó contra ese error dando a la estampa la postrera de sus publicaciones de alta jerarquía: Lo República Argentina consolidada en 1880.

No superados del todo los viejos resentimientos, más bien exacerbados como consecuencia de su nombramiento de ministro plenipotenciario en Europa y por la publicación de sus Obras, tarea que toma a su cargo el gobierno de la Nación, resolvió volver a su tranquilo retiro de Francia. Allí recibió la noticia de su nombramiento como ministro argentino en Chile. Desgraciadamente, su estado de salud le impidió cruzar de nuevo el océano. Para hacer frente a los gastos de su existencia, aceptó el cargo de Comisario de Inmigración, en reemplazo de Carlos Calvo. Su salud decaía visiblemente. Abandonó la granja de la villa de Saint André, en la que había pasado un largo tiempo y parecía encontrarse muy a gusto, para trasladarse a un triste hotelito parisiense, donde necesitaba residir para atender a las obligaciones de su cargo. El clima y los ajetreos de la gran ciudad precipitaron la crisis, y el 19 de junio de 1884, en una sórdida casa de sanidad de Neuilly, expiró este gran patriota, con el que desapareció uno de los más grandes escritores de América y un pensador político de los más eminentes de su época

viernes, 26 de agosto de 2011

Libertad: El mejor remedio contra la pobreza I

El desafío de la pobreza

La pobreza masiva continúa siendo un desafío para la comunidad global. De acuerdo con el Banco Mundial, 1.200 millones de personas vivían en la pobreza absoluta en 1998, es decir, con un ingreso inferior a $1 al día, casi la mitad de ellos en el sur de Asia. Aunque la pobreza ha disminuido un poco, todavía constituye el principal desafío de la humanidad.
 
Las consecuencias de la pobreza son tan perniciosas que merecen ser repasadas: Primero que todo, la pobreza tiene un efecto deshumanizador. Diariamente inflige sufrimiento a través del hambre y la frustración constante de incluso la más mínima de las aspiraciones. La pobreza ataca a las personas ya que empuja a algunos hacia la violencia, y además envenena las relaciones humanas, especialmente dentro de la familia. La pobreza es un factor importante en la violencia contra las mujeres. Cuando la mayoría de los pobres salen adelante, uno de los cambios más destacados que mencionan las mujeres en las villas del Sudeste Asiático es que existe una mayor armonía dentro de la familia, es decir, menos violencia doméstica.

La pobreza evita que los pobres materialicen su potencial humano inherente. Sin acceso a la educación, los pobres ven seriamente restringidas sus posibilidades de desarrollar sus talentos, su capacidad, y su productividad. En una época en que se habla mucho sobre la importancia de la educación y del desarrollo del recurso humano, los miles de millones de personas que han quedado fuera de estas oportunidades representan un desperdicio de potencial humano a una escala masiva — para los individuos, pero también para la sociedad como un todo. 


Mucha gente no se da cuenta de la importancia de esta situación, se inquietan por la sobrepoblación y creen que ésta es un gran problema. La pobreza masiva se convierte entonces en culpa de los pobres — un enfoque verdaderamente cínico, y que discrepa en mucho de la experiencia histórica y la teoría económica. Ningún país rico se ha empobrecido debido a un aumento en la tasa de natalidad, y el crecimiento económico siempre ha sido impulsado por ciudades densamente pobladas, no por las áreas rurales con poblaciones dispersas. 

La teoría económica nos enseña que la creación y distribución del ingreso nacional es un proceso dinámico, que depende de diversas variables, de las cuales el tamaño de la población es solo una — y una que de hecho tiene una influencia positiva si aceptamos que cada persona tiene el potencial de contribuir al desarrollo económico y social. El crecimiento de la población es visto como un problema únicamente en aquellas sociedades que han creado sistemas disfuncionales que producen estancamiento en lugar de dinamismo, y que no permiten que la gente desarrolle su potencial. 

Dichos sistemas disfuncionales exacerban el problema ya que generan incentivos perversos para que los pobres tengan familias más grandes, como una especie de seguro para la vejez y mano de obra adicional para expandir el ingreso familiar marginal.

La pobreza tiene serias ramificaciones políticas. Obliga a que la gente participe en relaciones desiguales que limitan seriamente su libertad, y los expone sin defensas al comportamiento predatorio de otros. La lucha que día a día viven los pobres por su supervivencia usualmente no les deja tiempo para participar en la vida política de su comunidad o país. Sus intereses no son representados, y por lo tanto no son atendidos. Usualmente son obligados a aliarse a algún "puntero", ya sea el líder de la villa, el jefe de la barriada, o el agente laboral: no les queda otra opción que “vender” sus derechos políticos a un patrón que les brinda a cambio una pizca de seguridad, una situación que amenaza seriamente a la democracia. 


Históricamente, las sociedades se las ingeniaron para transformarse en verdaderas democracias únicamente cuando la pobreza fue reducida y dichas relaciones de patrón-cliente se hicieron menos dominantes.
 
Por lo tanto, la pobreza es un gran desafío para los liberales, tanto por su visión de la humanidad, así como por su visión de una sociedad liberal justa. Los liberales creen en el principio de libertad del individuo y en un conjunto de derechos humanos inalienables.
 
La pobreza extrema es un ataque diario contra el derecho a la vida de un individuo, y por ende no puede ser tolerada por los liberales.
 
Además, una persona que lucha por la supervivencia física cuenta con muy pocas opciones en la vida donde él o ella pueda experimentar la libertad individual. La materialización de la libertad individual en
toda la sociedad presupone un alivio de la pobreza masiva.
 
Desdichadamente los liberales han fracasado en presentar este punto enérgicamente. También han olvidado las raíces del movimiento liberal: fue en gran medida un movimiento contra la dominación feudal que no solo ahogaba la libertad política, religiosa y cultural, sino también la libertad económica. En su debido momento se reconoció que esto era causado por la pobreza masiva. Dichas estructuras de dominación cuasi-feudal todavía existen en muchos países en desarrollo, aún cuando la nomenclatura de los señores feudales haya cambiado; a menudo ya no son miembros de una aristocracia, sino de una clase parasitaria de burócratas y políticos socialistas que extraen rentas a través de la sobre-regulación y la corrupción, o mediante el manejo de vastos imperios de industrias y bancos nacionalizados.  

El liberalismo podría convertirse en un verdadero movimiento revolucionario en muchos países en desarrollo que podría representar las esperanzas y aspiraciones de los pobres — si los liberales aprenden a hablar su lenguaje y a conceptualizar reformas en base a sus necesidades.
 
La respuesta liberal a la pobreza también ha sido obstaculizada debido a que es, hasta cierto punto, contra-intuitiva. La reacción humana básica a la pobreza es ayudar a los pobres. En cambio, los liberales han hablado de la libertad como el objetivo y además como un instrumento, y para muchos éste es un enfoque muy abstracto.
 
Detrás de esto yace un gran dilema. En un nivel muy básico, ciertamente se debe ayudar a aquellos que se encuentran demasiado oprimidos como para ayudarse a sí mismos. Sin embargo, la ayuda se puede convertir en una característica permanente, y puede hacer que las personas se vuelvan dependientes.

Aún más importante, usualmente se olvida cómo la gente ha escapado históricamente de la pobreza en todo el mundo: a través de sus propios esfuerzos, su trabajo duro, su ahorro, su inversión en educación, su anuencia a desplazarse en busca de mejores oportunidades, su disposición a intentar algo nuevo, a tomar riesgos.
 
Como famosamente lo indicara Lord Bauer, si la ayuda exterior hubiera sido una condición necesaria para aliviar la pobreza, todos todavía deberíamos estar viviendo en la Edad de Piedra. Si bien hay algunos individuos que sin lugar a dudas se encuentran demasiado oprimidos para ayudarse a sí mismos, no representan al grueso de los pobres. Estos no necesitan ayuda; necesitan de acceso a oportunidades, y requieren la protección de la ley para escapar del dominio de grupos o individuos poderosos que tienden a apropiarse del fruto de sus esfuerzos.
 
No es casualidad que el liberalismo siempre ha puesto un gran énfasis en derechos de propiedad estables, ya que la propiedad privada es una garantía importante de la libertad individual. A menudo se afirma que la preocupación liberal por la propiedad privada refleja los intereses de las clases propietarias, sin embargo ese es un enfoque muy limitado. Los pobres lo necesitan aún más, ya que es su derecho a las propiedades que tienen el que a menudo no es reconocido por la ley o no es protegido por el sistema judicial.
 
La preocupación liberal por la propiedad privada también debe ser vista como un objetivo de política estatal: el Estado debe permitirles a todos los ciudadanos adquirir propiedad privada, especialmente a los pobres. Esto es substancialmente diferente de, o incluso lo opuesto a, las políticas socialistas que quieren que el Estado limite o incluso confisque la propiedad privada con el fin de financiar el pago de subsidios a los ciudadanos. Los liberales son escépticos del valor de los subsidios ya que éstos introducen un elemento de dependencia, mientas que adquirir una propiedad incrementa la autonomía financiera y por ende fortalece la libertad individual.
 
Por supuesto, hay casos donde los subsidios de algún tipo serán necesarios, por ejemplo a través de instrumentos con objetivos propios como los esquemas de trabajo por comida, que son efectivos en evitar hambrunas, especialmente en caso de desastres naturales. Dichas transferencias son ciertamente superiores a los controles de precios, por ejemplo sobre la comida, que a menudo son impuestos en nombre de los pobres pero tienen serias consecuencias económicas, ya que distorsionan los incentivos económicos. Precios alimenticios artificialmente bajos pueden lastimar seriamente a los agricultores, lo cual deprimiría la economía rural con graves consecuencias para las oportunidades de empleo de los pobres rurales, que son los que conforman el grueso de los pobres del mundo.
 
Sin embargo, cuando sea posible, la política social liberal explorará si existen instrumentos que ayuden a los pobres a adquirir más propiedad, en lugar de ofrecerles un nuevo beneficio otorgado por el Estado.

Si la obligatoriedad es inevitable, los liberales prefieren entonces obligar a la gente a ahorrar dinero en cuentas de retiro individuales o esquemas de seguro de salud o desempleo, en lugar de forzarlos a pagar un impuesto y distribuir el dinero entre gente interesada en algún beneficio estatal o algo similar. 

El camino del ahorro/seguro obligatorio permite la operación de agencias privadas eficientes, controladas por la regulación estatal que podría incluir un requisito de reaseguro. Por otra parte, el enfoque del impuesto/distribución necesita del establecimiento de una enorme burocracia estatal de asistencia social que se comerá una parte significativa de los recursos. 

Nótese que en ambos casos el Estado asume la responsabilidad de proteger a la gente ante los riesgos económicos, pero los instrumentos empleados son radicalmente diferentes. No solo es la ruta del ahorro/seguro posiblemente más barata y más eficiente, sino que también produce ahorros que pueden ser invertidos, siempre y cuando exista un mercado de capitales funcional. Esta inversión adicional contribuirá al crecimiento económico, mientras que la burocracia estatal redistribuidora constituye un peso muerto para la economía — y los pobres pagan un alto precio por esta pérdida.
 
Una posible objeción en este contexto es que los esquemas de ahorro y seguro son irrelevantes para la mayoría de los pobres en el Tercer Mundo. Nada puede ser más alejado de la realidad. Existe un sinnúmero de estudios que demuestran que los pobres tienen tasas de ahorro sorprendentes. De lo que carecen es de instrumentos financieros accesibles. 

En muchos países los sistemas financieros han sido nacionalizados, y los obstáculos que enfrenta una persona pobre y analfabeta que se atreve a intentar abrir una cuenta bancaria son increíbles. Pero cuando se establecen instituciones financieras profesionales especializadas en los pobres, como el Grameen Bank de Bangladesh, los ahorros depositados por éstos han alcanzado rápidamente proporciones asombrosas, y algunas de estas instituciones también han desarrollado exitosamente esquemas de seguro para los pobres. Esto no debe verse como una sorpresa: los bancos cooperativos privados locales o las asociaciones de ahorro y crédito han jugado un gran papel en la historia económica de Occidente. 

Ahora estamos redescubriendo lo que ha funcionado en el pasado, luego de un costoso desvío en muchos, si no en la mayoría, de los países en desarrollo a través de instituciones financieras manejadas por el Estado. Éstas han excluido a los pobres y han desviado los ahorros de las zonas rurales hacia las ciudades donde fueron “invertidos” en industrias estatales ahora decrépitas, o en proyectos artificiales de falsos capitalistas conectados políticamente. Desdichadamente, en muchos países continúa este proceso perverso.

La necesidad inmediata es la de sacar al Estado del manejo de las instituciones financieras y en su lugar enfocarlo en crear el marco legal apropiado para los bancos y las compañías de seguro privados de todos los tamaños en las zonas rurales. También se necesita, por supuesto, de instituciones de supervisión bancaria y de seguros que se mantengan alejadas de la interferencia política.

Por desgracia parece que los socialistas han logrado de alguna manera convencer a la mayoría de la gente de que la creación de una enorme burocracia estatal de asistencia social es la única respuesta ética sensata al desafío de mitigar la pobreza. Este recurso a la emoción sirve para reprimir un debate razonable sobre la efectividad de instrumentos alternativos. Esto es pernicioso para los pobres, como lo demuestran los ejemplos de educación y salud. 
por Otto Graf Lambsdorff
ex ministro de Economía de Alemania y presidente de la Junta Directiva de la Fundación Friedrich Nauman
en http://www.hacer.org/pdf/Graf1.pdf

miércoles, 24 de agosto de 2011

112o. Aniversario del nacimiento de Jorge Luis Borges

La Filosofía Política de Borges

Borges y  la política han dado mucho que hablar, pero la atención que sus opiniones generaran se ha centrado generalmente en la anécdota de aquél personaje que poca atención le prestaba a las noticias diarias, y que basaba buena parte de su consideración en criterios estéticos, y particularmente épicos: desde su admiración por los militares patrios y su lucha por la independencia y libertad argentinas hasta su afiliación al Partido Conservador porque sólo los caballeros se suman a las causas perdidas.
 
Lamentablemente estas opiniones políticas le costaron el premio Nobel [1], negado por quienes prefirieron dar prioridad en la entrega de un premio literario a lo “políticamente correcto” en lugar de lo literariamente extraordinario.
Sin embargo, y pese a que pueden encontrarse en su historia decisiones y opiniones políticas diversas, y hasta contrapuestas, es opinión de quien escribe que existe una clara filosofía política en Borges, consistente y reconocida, la que se mantuvo durante el transcurso de su larga vida sin modificaciones y es intención de este artículo presentarla.  ¿Cómo puede una filosofía política consistente llevar a decisiones políticas que no lo son e incluso algunas contradijeran a esa misma filosofía? La respuesta que se propone es que si la primera era consistente las segundas se basaban en esos otros criterios que las llevaron, lamentablemente, a diferir de los principios.

Los elementos centrales de la filosofía política de Borges se ajustan en forma muy clara a principios filosóficos asociados con el liberalismo clásico e incluso con un sesgo de lo que ahora se ha dado en llamar “libertarianismo”, el que, a diferencia del primero, no propone un Estado limitado sino que cuestiona hasta su misma existencia sin que esto signifique caer en el anarquismo, entendido éste como “ausencia de normas”. Algo más cercano a lo que ahora suele denominarse “anarco-capitalismo”,  que propone la eliminación del “monopolio” del Estado y la provisión de sus servicios en competencia. Estos elementos son los siguientes:

Libre albedrío e individualismo
Sorprendía a muchos el escepticismo de Borges sobre la existencia del libre albedrío, sin el cual no podría haber moral ni libertad individual, pero esto nunca significó que cayera por eso en las redes del determinismo. Su posición podría sintetizarse de la siguiente forma: el ser humano no existe fuera de las relaciones causa-efecto que rigen el Universo; está determinado por ellas, pero le resulta imposible saber qué es lo que lo determina entre las innumerables causas existentes. En sus palabras:
“Uno siente que el Universo responde a un dibujo. Las cosas no son absolutamente arbitrarias: hay cuatro estaciones, nuestra vida va pasando por etapas: nacimiento, niñez, juventud… Podrían ser indicios de que hay una trama, de que este mundo no es caótico sino laberíntico. Es como el libre albedrío. Posiblemente no exista, pero uno no puede pensar que en este momento no es libre, ¿no?” [2]
Y también:
“…si me dicen que todo mi pasado ha sido fatal, ha sido obligatorio, no me importa; pero si me dicen que yo, en este momento, no puedo obrar con libertad, me desespero” [3]
Esta capacidad de accionar libremente se complementa en Borges con lo que en las ciencias sociales se denomina individualismo metodológico, el cual basa todo su análisis en la acción humana que no puede ser sino individual y descarta de plano la “hipóstasis” de ciertos conceptos; es decir, hacer sujetos de existencia real a ideas tales como “la sociedad”, “el pueblo”, “la nación”, “la clase obrera” y otros:
“…la muchedumbre es una entidad ficticia, lo que realmente existe es cada individuo” [4]
“Yo creo que solo existen los individuos: todo lo demás, las naciones y las clases sociales son meras comodidades intelectuales” [5]
“Las masas son una entidad abstracta y posiblemente irreal. Suponer la existencia de la masa es como suponer que todas las personas cuyo nombre empieza con la letra ‘b’ forman una sociedad” [6]
Inclusive tiene una página literaria específica sobre el tema, “Tú”, que comienza:
“Un solo hombre ha nacido, un solo hombre ha muerto en la tierra. Afirmar lo contrario es mera estadística, es una adición imposible. No menos importante que sumar el olor de la lluvia y el sueño que anoche soñaste” [7]
Este enfoque se extiende a su idea de “patria”, más venerada por Borges por la epopeya histórica que como concepto social de “nación”. Así, en la “Elegía de la Patria” culmina:
“Cifras rojas de los aniversarios,
Pompas de mármol, arduos monumentos,
Pompas de la palabra, parlamentos,
Centenarios y sesquicentenarios,
Son la ceniza apenas, la soflama
De los vestigios de esa antigua llama” [8]
Patria, País, Estado
Borges tuvo muchas patrias, si bien nunca pensó en desprenderse de ésta, llevando la concepción individualista también a este campo. Le preguntan:
“¿Cuántas Argentinas hay? ¿Más de una?”,  y contesta
“Muchas, tantas como individuos. Los países son falsos, los individuos quizás no lo sean –si es que el individuo es el mismo al cabo de muchos años” [9]
Gustaba de “coleccionar” patrias (Argentina, Uruguay, Suiza, Inglaterra, entre otras) y descreía de las fronteras y los países:
“Desdichadamente para los hombres, el planeta ha sido parcelado en países, cada uno provisto de lealtades, de queridas memorias, de una mitología particular, de derechos, de agravios, de fronteras, de banderas, de escudos y mapas. Mientras dure este arbitrario estado de cosas, serán inevitables las guerras.” [10]
“Soy un cosmopolita que atraviesa fronteras porque no le gustan”. [11]
El libre albedrío y el individualismo le permitían desplegar una preocupación ética, individualista, como no puede ser de otra forma:
“…creo que si cada uno de nosotros pensara en ser un hombre ético, y tratara de serlo, ya habríamos hecho mucho; ya que al fin de todo la suma de las conductas depende de cada individuo”. [12]
Y al pretender buscar lo máximo de individuo inevitablemente chocaba contra el Estado, del que descreía profundamente:
“El más urgente de los problemas de nuestra época (ya denunciado con profética lucidez por el casi olvidado Spencer) es la gradual intromisión del Estado en los actos del individuo; en la lucha contra ese mal, cuyos nombres son comunismo y nazismo, el individualismo argentino, acaso inútil o perjudicial hasta ahora, encontrará justificación y deberes”. [13]
“…se empieza por la idea de que el Estado debe dirigir todo; que es mejor que haya una corporación que dirija las cosas, y no que todo ‘quede abandonado al caos, o a circunstancias individuales’; y se llega al nazismo o al comunismo, claro. Toda idea empieza siendo una hermosa posibilidad, y luego, bueno, cuando envejece es usada para la tiranía, para la opresión”. [14]
Sin por ello dejar de ser optimista, pensando que algún día esos Estados ya no existirían más. Pregunta el personaje Eudoro Acevedo:
“¿Qué sucedió con los gobiernos? Según la tradición fueron cayendo gradualmente en desuso. Llamaban a elecciones, declaraban guerras, imponían tarifas, confiscaban fortunas, ordenaban arrestos y pretendían imponer la censura y nadie en el planeta los acataba. La prensa dejó de publicar sus colaboraciones y sus efigies. Los políticos tuvieron que buscar oficios honestos; algunos fueron buenos cómicos o buenos curanderos. La realidad sin duda habrá sido más compleja que este resumen”. [15]
Y dice Borges:
“…para mí el Estado es el enemigo común ahora; yo querría –eso lo he dicho muchas veces- un mínimo de Estado y un máximo de individuo. Pero, quizá sea preciso esperar… no sé si algunos decenios o siglos –lo cual históricamente no es nada-, aunque yo, ciertamente no llegaré a ese mundo sin Estados. Para eso se necesitaría una humanidad ética, y además, una humanidad intelectualmente más fuerte de lo que es ahora, de lo que somos nosotros; ya que, sin duda, somos muy inmorales y muy poco inteligentes comparados con esos hombres del porvenir, por eso estoy de acuerdo con la frase: ‘Yo creo dogmáticamente en el progreso’.” [16]
“Creo que con el tiempo mereceremos que no haya gobiernos”. [17]
Política y democracia
El descreimiento del Estado no podía sino estar acompañado por una baja consideración de la política, algo que comparten muchos de los argentinos de hoy. Le dicen que no tiene una buena opinión de los políticos, y contesta:
“No. En primer lugar no son hombres éticos; son hombres que han contraído el hábito de mentir, el hábito de sobornar, el hábito de sonreír todo el tiempo, el hábito de quedar bien con todo el mundo, el hábito de la popularidad… La profesión de los políticos es mentir. Es caso de un rey es distinto, un rey es alguien que recibe ese destino, y luego debe cumplirlo. Un político no, , un político debe fingir todo el tiempo, debe sonreír, simular cortesía, debe someterse melancólicamente a los cócteles,  a los actos oficiales, a las fechas patrias”. [18]
“Creo que ningún político puede ser una persona totalmente sincera. Un político está buscando siempre electores y dicen lo que esperan que diga. En el caso de una discurso político los que opinan son los oyentes, más que el orador. El orador es una especie de espejo o eco de lo que los demás piensan. Si no es así, fracasa”. [19]
"…yo diría que los políticos vendrían a ser los últimos plagiarios, los últimos discípulos de los escritores. Pero, generalmente con un siglo de atraso, o un poco más también, sí. Porque todo lo que se llama actualidad es realmente… y, es un museo, usualmente arcaico. Ahora estamos todos embelesados con la democracia; bueno, todo eso nos lleva a Paine, a Jefferson, a aquello que pudo ser una pasión cuando Walt Whitman escribió sus Hojas de Hierba. Año de 1855. Todo eso es la actualidad; de modo que los políticos serían lectores atrasados, ¿no?, lectores anticuados, lectores de viejas bibliotecas”. [20]
Su acendrado individualismo lo llevaba hasta dudar de la posibilidad de la representación, y de la misma democracia, pero no por promover las dictaduras o las monarquías sino porque pensaba que lo importante no eran los sistemas políticos sino los individuos y sus valores. Abordando literariamente lo que en economía se llama “teoría de la agencia”, la que trata sobre el problema de fondo que se presenta entre el contratante y el contratado, el representante y el representado, teniendo en cuenta que por definición han de tener cada uno sus propios intereses, plantea el dilema fundamental de la representación. Un grupo de personas se propone organizar un Congreso que represente a toda la humanidad:
“Twirl, cuya inteligencia era lúcida, observó que el Congreso presuponía un problema de índole filosófica. Planear una asamblea que representara a todos los hombres era como fijar el número exacto de los arquetipos platónicos, enigma que ha atareado durante siglos la perplejidad de los pensadores. Sugirió que, sin ir más lejos, don Alejandro Glencoe podía representar a los hacendados, pero también a los grandes precursores y también a los hombres de barba roja y a los que están sentados en un sillón. Nora Erfjord era noruega. ¿Representaría a las secretarias, a las noruegas o simplemente a todas las mujeres hermosas? ¿Bastaba un ingeniero para representar a todos los ingenieros, incluso los de Nueva Zelanda?” [21]
Es la misma opinión que se encuentra en la obra magna del economista austriaco Ludwig von Mises (La Acción Humana), respecto a las acciones individuales y a la pertenencia de un individuo a muy diferentes grupos.

La opinión de Borges sobre la democracia más citada es: “Me sé del todo indigno de opinar en materia política, pero tal vez me sea perdonado añadir que descreo de la democracia, ese curioso abuso de la estadística”. [22] Nuevamente, creyendo más en los individuos que en los gobiernos:
“Tengo la sospecha de que la forma de gobierno es muy poco importante, de que lo importante es el país. Vamos a suponer que hubiera una república en Inglaterra o que hubiera una monarquía en Suiza: no sé si cambiarían mucho las cosas; posiblemente no cambiarían nada. Porque la gente seguiría siendo la misma. De modo que no creo que una forma de gobierno determinada sea una especie de panacea. Quizá les demos demasiada importancia ahora a las formas de gobierno, y quizá sean más importantes los individuos”. [23]
Borges libertario
En sus propias palabras, Borges se consideraba un anarquista, si bien pacífico: 
“actualmente yo me definiría como un inofensivo anarquista; es decir un hombre que quiere un mínimo de gobierno y un máximo de individuo”. [24]
“Soy anarquista. Siempre he creído fervorosamente en el anarquismo. Y en esto sigo las ideas de mi padre. Es decir, estoy en contra de los gobiernos, más aún cuando son dictaduras, y de los estados”. [25]
Pero esa definición de “anarquista pacífico” era presentada para diferenciarse del anarquismo violento de fines del siglo XIX y principios del XX. En la actualidad, su posición sería clasificada como de “libertario”, ya que el ideal de su admirado Spencer ha sido recreado en este siglo por pensadores que sostienen la idea de un Estado pequeño y limitado, tal el caso de los filósofos Karl Popper y Robert Nozick y los economistas Ludwig von Mises, Friedrich von Hayek o Milton Friedman; y también una variante que incluso cuestiona el monopolio de la fuerza de ese Estado aunque sea mínimo, tal el caso de Murray Rothbard o David Friedman.

El diccionario define la anarquía como “falta de todo gobierno en un estado”, o “desorden, confusión, por ausencia o flaqueza de la autoridad política”. Teniendo en cuenta esto, Borges no sería estrictamente “anarquista” si interpretamos el término como el que pretende la falta completa de normas y orden, sino un “libertario”, palabra que define actualmente a un rango amplio de posiciones como las mencionadas antes.

Dicha filosofía política coloca a Borges a contrapelo de la sociedad argentina, la que ante la bancarrota del Estado demanda más acciones de su parte. Borges pensaba que el argentino es contradictoriamente individualista, pero un individuo contradictorio porque demanda del Estado servicios “suizos” sin estar dispuesto a pagar impuestos “suizos”. El espíritu del gaucho ha cambiado, porque éste era rebelde y no demandaba ni esperaba nada del Estado, solamente que lo dejara tranquilo. El gaucho estaba más cerca del pensamiento político borgiano de lo que está el ciudadano argentino de hoy.
por Martìn Krause
en http://www.libertadyprogresonline.org/2011/06/13/la-filosofia-politica-de-jorge-luis-borges/

[2] Pilar Bravo y Mario Paoletti, Borges Verbal (Buenos Aires: Emecé, 1999), p. 179.
[3] Ibid, p. 152.
[4] Jorge Luis Borges y Osvaldo Ferrari, En Diálogo I (Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 1985), p. 36.
[5] Revista Siete Días (Buenos Aires, 23 de Abril de 1973, año VI, № 310, pp. 55-59, en Fernando Mateo, El Otro Borges (Buenos Aires: Editorial Equis, 1997).
[6] Bravo y Paoletti, Borges Verbal, p. 126.
[7] “El Oro de los Tigres”, Obras Completas, Tomo II (Buenos Aires: Emecé Editores, 1996), p. 489.
[8] “La Moneda de Hierro”, Obras Completas, Tomo II, p. 129.
[9] Revista Ambiente (Buenos Aires, Febrero de 1984), pp. 27-32, en Mateo, El Otro Borges (op. cit.).
[10] Bravo y Paoletti, Borges Verbal, p. 147.
[11] La Gaceta del Fondo de Cultura Económica (México, № 8, Agosto de 1986), p. 92 en Mateo, El Otro Borges (op. cit).
[12] Jorge Luis Borges y Osvaldo Ferrari, Reencuentro: Diálogos Inéditos (Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 1999), p. 157.
[13] “Nuestro pobre individualismo”, en Obras Completas II (Barcelona: Emecé Editores, 1996), p. 37.
[14] Jorge Luis Borges y Osvaldo Ferrari, En Diálogo II (Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 1998), p. 207.
[15] “El Libro de Arena”, Obras Completas, Tomo III (Barcelona, Emecé Editores, 1996), p. 55.
[16] Borges y Ferrari, En Diálogo I, p. 220.
[17] “El Informe de Brodie”, Obras Completas II, p. 399.
[18] Roberto Alifano, El humor de Borges (Buenos Aires: Proa, 1995), pp. 132-33.
[19] Diálogos Borges-Sábato, compaginados por Orlando Barone (Buenos Aires: Emecé Editores, 1976), p. 75.
[20] Borges y Ferrari, En Diálogo II, p. 129.
[21] Obras completas, tomo III, p. 24.
[22] Ibid., p. 121
[23] Fernando Sorrentino, Siete conversaciones con Jorge Luis Borges (Buenos Aires: El Ateneo, 1996), p. 119.
[24] Borges y Ferrari, En Diálogo I, p. 59.
[25] Entrevista con Vicente Zito Lima, Revista Semana Gráfica (Buenos Aires, 12 de marzo de 1971), pp. 42-45, en Mateo, El Otro Borges (op. cit.).
[26] “Evaristo Carriego”, Obras Completas I (Barcelona: Emecé Editores, 1996, p. 162.

viernes, 19 de agosto de 2011

Lo que la oposición calla y el Gobierno esconde

Suponiendo que el resultado electoral del 14 pasado realmente fue así y que el 23 de octubre hay un resultado similar, el Gobierno heredará una situación económica realmente complicada. Por supuesto que la amplia mayoría de la población no tiene por qué saber cómo se financia esta fiesta de consumo ni la relación que hay entre calidad institucional, crecimiento económico y mejora en el nivel de ingreso de la población. Estas son cosas que conocemos unos pocos por razones profesionales y, por lo tanto, no compramos el argumento de que la Argentina crece como nunca lo hizo en su historia. Sabemos que el famoso modelo tiene sus inconsistencias y que solo es cuestión de analizar cómo las financia el Gobierno. O, si se prefiere, cómo las sostiene y las consecuencias que puede traer esas prácticas de artificialidad y distorsión en los precios relativos. Por eso es importante resaltar que, más allá del voto de la gente que en un momento estuvo incentivada por el famoso voto cuota en el 1 a 1 y ahora en el "modelo", lo que hay que tener en cuenta es que el voto de la gente, por más mayoritario que sea, no puede cambiar las leyes económicas. Puesto en otros términos, la gente puede, con el voto, llevar a una determinada persona al poder, pero esa persona no puede modificar las leyes de la economía por DNU o cualquier otro instrumento.

Mucho hemos hablado los economistas de la santa soja como la gran financiadora del modelo, lo cual es cierto. A De la Rúa le tocó una soja de U$S 160 la tonelada y el kirchnerismo largó con una soja de U$S 230, con un promedio desde mayo del 2003 hasta julio de este año de U$S 328 la tonelada, por supuesto que con picos como los de ahora de U$S 500 la tonelada. Es decir, el precio promedio de la soja durante la gestión kirchnerista duplicó el precio que le tocó a De la Rúa.

Al ex presidente radical le tocó un Brasil con un dólar en el orden de los 2,50 reales y a Kirchner le tocó un Brasil que partió de un dólar de 3 reales que fue bajando hasta los 1,60. Brasil y la soja han jugado y siguen jugando un papel fundamental en el incremento de la actividad económica argentina, lo que implica que esos dos datos no son fruto o virtud del modelo. No es que el "modelo" logró subir el precio de la soja en el mundo o que Brasil tuviera un dólar cada vez más barato. El punto es que esos son datos exógenos al modelo que sin duda lo beneficiaron.

Ahora bien, a pesar de esas dos grandes ventajas exógenas al modelo, mi visión es que el estímulo artificial del consumo ya no se financia con la soja o el dólar barato en Brasil. Puesto en otros términos, ni la santa soja ni el real fuerte alcanzan para financiar energía y transporte público "baratos", fútbol para todos y desmadre del gasto público.

Que ni la soja ni el dólar barato en Brasil ya no son suficientes para financiar el modelo queda en evidencia por la cantidad de cajas a las que fue recurriendo el Gobierno en todos estos años. Cuando confiscó los ahorros de la gente en las AJFP fue porque necesitaba más caja porque la soja ya no alcanzaba.

Otro dato: basta ver la situación patrimonial del Banco Central para advertir que el Gobierno necesitó recurrir al stock de reservas del Central para financiarse. En la primera semana de enero del 2010 el BCRA tenía en su activo Letras Intransferibles del Tesoro por $ 36.200 millones. En el balance del 7 de agosto pasado figuran en el activo del Central $ 106.872 millones en letras intransferibles que son un paga Dios. Es que el BCRA multiplicó por 3 su tenencia de bonos basura deteriorando su patrimonio neto.

Los constantes manotazos a las cajas de la Anses, el Central y previamente a los ahorros de las AJFP muestran que el precio de la soja a U$S 500 ya no alcanza para financiar el modelo. Lo que necesitaría el Gobierno, para poder sostenerlo sin sobresaltos, es una soja subiendo de precio todo el tiempo y/o un aumento constante en la producción de soja.

También el Gobierno ha recurrido a un fenomenal impuesto inflacionario. Las tasas de emisión monetaria del 40% anual muestran a un BCRA descontrolado en su política monetaria. Si uno suma toda la base monetaria (pesos en circulación + encajes bancarios) y las Lebacs, Nobacs y pases que ha colocado el Central se encuentra con que por cada dólar de reserva tiene 6 pesos que respaldar, cuando en enero de 2010 la relación era 4,29. Para ponerlo en forma sencilla y que lo pueda entender el lector no especializado, si hoy se quisiera establecer una convertibilidad el tipo de cambio sería de $ 6 por dólar. Aclaro que no estoy diciendo que hay que devaluar ni que el tipo de cambio que yo deseo es de $ 6 por dólar, o que el dólar tiene que tener un precio de $ 6. Solo digo que el Central tiene 6 pesos de pasivos por cada dólar de reserva con tendencia a un mayor deterioro.

Cristina Fernández ha dicho que no piensa moverse un centímetro de lo que han hecho hasta ahora, esto significa que seguirán poniendo el carro delante del caballo lo que significa estimular el consumo sin la inversión y el correspondiente incremento de la productividad que le de sustento al mayor consumo. Por otro lado, con la baja calidad institucional que impera en la Argentina, serán muy pocos los kamikazes que se animarán a hundir inversiones. Así que lo que tiene que pensar el economista es por quién irá el Gobierno para seguir financiando el aumento artificial del consumo.

Vamos a decirlo de otra manera. La política económica actual se asemeja a una familia que inesperadamente ve incrementados sus ingresos (soja). Con esos mayores ingresos comienza a consumir todo lo que le ingresa sin ahorrar un centavo. Como se sobrepasa en el gasto que supera sus ingresos incrementados, comienza a vender activos para seguir consumiendo más (reservas del BCRA, ahorros privados en las AFJP, etc.). Por ejemplo la familia puede vender su casa para hacer un viaje exótico. En el corto plazo todos están felices con el viaje exótico, pero no toman conciencia que cuando vuelvan, tendrán que buscar un lugar dónde ir a vivir. Cuando esa familia descubre que los ingresos, a pesar de haber aumentado, no le alcanzan para financiar su desaforado nivel de gasto, y ya no tiene más activos para vender y seguir consumiendo, cae en la triste realidad que tendrá que limitar su nivel de consumo al ingreso que tiene. Esto es lo que le tendría que hacer una familia y lo que le pasa a un país cuando se incentiva artificialmente el consumo. La familia tiene que bajar el consumo, en un país se llama ajuste y es lo que Cristina Fernández dijo que no va a hacer. Como la Presidenta no puede inventar la pólvora, solo queda por ver por qué activos va a ir el Gobierno si renueva en octubre. Activos líquidos no hay salvo los depósitos en los bancos. ¿Será por eso que hay tanta fuga de capitales y el dólar sube? Y flujos líquidos no hay salvo que estaticen el comercio exterior con la posterior caída de la producción. Aquí no hay magia posible. Si la Presidenta continúa en el Gobierno, tendrá que optar por confiscar algún activo líquido o estatización de flujos para no hacer el ajuste que cualquier familia tendría que hacer, porque la santa soja ya no alcanza.

Esto es lo que no se ha animado a decir la oposición porque hubiese perdido votos (igual los perdió) y de lo que se aprovechó el Gobierno para seguir un tiempo más en la rueda de la felicidad. El problema de la oposición es que no se anima a advertirle a la gente lo que viene.

En definitiva, si la convertibilidad estalló porque no pudo seguir financiándose aquél nivel de gasto público, ¿por qué este modelo va a terminar en forma diferente si el origen del problema es el mismo? Un gasto artificialmente alto. En los 90 se financió con deuda, ahora con soja más confiscaciones más una presión impositiva salvaje.

Insisto, solo se me ocurren dos sectores por los que puede ir el Gobierno. Uno la estatización del comercio exterior y otro los depósitos bancarios. Tendría una tercer alternativa, sincerar el Indec y las cuentas públicas para salir a colocar deuda en el exterior, si es que este convulsionado mundo se lo permite.
 Por Roberto Cachanosky | LA NACION
en http://www.lanacion.com.ar/1398861-lo-que-la-oposicion-calla-y-el-gobierno-esconde

miércoles, 17 de agosto de 2011

Separación de Iglesia y Estado

“Libertad de cultos” es una expresión poco precisa; la posición liberal sobre el tema de la libertad religiosa es “separación de Iglesia y Estado”. No es una política anticristiana, porque tiene suficiente apoyo bíblico, que muestro en mi libro “Las leyes malas”.

Es más: la separación de religión y Estado es un concepto específicamente cristiano, desconocido en el mundo antiguo, que por eso mismo desconoció la libertad individual. Grecia y Roma no conocieron la separación, y en el viejo Israel se prefiguró a partir de la diferencia entre el sacerdocio y el funcionariado civil, liderizados uno y otro por Aarón y Moisés en el Desierto, y en Palestina por profetas (“videntes”) y jueces, y por Samuel y Saúl.

Pero la separación es una novedad introducida en Occidente por el cristianismo --tras la experiencia de las injustas y muy crueles persecuciones romanas-- y con ella, también la libertad personal que trae consigo. Aunque la separación de Iglesia y Estado no equivale a la de religión y política, ya que toda religión implica una “cosmovisión” del mundo, la sociedad y el hombre, y por ende también de la política.

I. La neutralidad del Estado

La separación de Iglesia y Estado es consistente con los otros puntos clave de la doctrina liberal del Gobierno limitado --en funciones, poderes y gastos-- basados en la premisa de neutralidad del Estado frente las actividades privadas de todo género. Esta neutralidad es fuente y garantía de la libertad personal, por lo cual es inseparable de ella. Y la neutralidad sólo se asegura con una estricta separación entre lo público y lo privado.

Hoy en día la “política correcta” predica lo contrario: la “alianza de gobierno y empresa” y la “cooperación de Estado y sociedad civil”, y que el gobierno “debe estar muy cerca de los ciudadanos” etc. La separación entre lo público y lo privado está bajo fuerte y masivo ataque en todos los frentes, como en general toda la doctrina liberal, y cada uno de sus principios, que se ignoran, olvidan o confunden.

Esta cruzada ideológica en pro de la con-fusión entre lo público y lo privado es una más entre las tantas ofensivas del totalitarismo. Y su triunfo es seguro, a menos que usemos el único antídoto eficaz: la reivindicación del liberalismo, que comienza por darlo a conocer.

II. La separación de lo privado y lo público

En todas las áreas de la vida --desde economía y finanzas hasta religión-- hay una sola manera de tener y asegurar la libertad, y es la no intromisión del Estado:
-- “Estado” significa gobiernos y magistrados, legisladores y burocracias oficiales. Es decir: el poder público, encargado de la seguridad y defensa, justicia y obras públicas.
-- “Privadas” son las actividades que por su naturaleza son propias de los particulares: economía, prensa y medios de expresión y comunicación, educación, práctica de la medicina y profesiones y oficios en general, actividad ideológica y político-partidista, deportes, obras de caridad etc. Y por supuesto: religión, iglesias y cultos.

La doctrina liberal afirma que la intromisión del Estado en las actividades privadas significa siempre lo mismo: dar privilegios a unos, que se niegan a otros. Y la no intromisión del Estado también significa siempre lo mismo: igualdad de derechos.

1) ¿Qué es libertad económica? Separación de la economía y el Estado. La economía es por naturaleza una actividad privada, sea agricultura, comercio, industria, minería, banca, seguros, servicios o lo que sea. Si el Estado se entromete en ellas, va a ser para ejercer el comercio en condiciones monopolísticas, en perjuicio de la libre competencia. Y/o para conceder beneficios exclusivos a unas determinadas empresas --de tal o cual clase, o región, o especialidad o lo que sea-- lo cual pone a las demás en desventaja. Es una violación al principio de neutralidad.

2) ¿Qué es libertad de prensa? Lo mismo: separación de medios de comunicación y Estado: la prensa es una actividad privada. La ingerencia del Estado en la prensa siempre termina (o empieza) favoreciendo o imponiendo tales o cuales informaciones, expresiones u opiniones en desmedro de otras, cuya difusión va a quedar en injusta desventaja; por eso el Estado debe estar bien separado. La libertad de prensa es consustancial a la libertad de expresión; y la sola garantía para ambas es la propiedad exclusivamente privada de los medios de comunicación, sin privilegios para unos en contra de otros. Toda ley de prensa es una ley mordaza. No debe haberlas porque van contra el principio de neutralidad.

3) Separación de educación y Estado. Es igual: la educación es una actividad privada. La separación de entes educativos y Estado es una garantía contra el adoctrinamiento oficial a favor de ciertas y determinadas teorías o escuelas de pensamiento, conceptos y estilos de vida, corrientes filosóficas, científicas o religiosas, metodologías de enseñanza, visiones de la historia, etc., escogidas e impuestas coercitivamente, en detrimento de otras, y en franca violación de la neutralidad estatal.

4) Separación de ejercicio médico y Estado. Igualito. Hoy en día existen infinidad de medicinas alternativas (“naturales”) además de la homeopatía por ej. Y ni hablar de siquiatría y sicología. Una ortodoxia o escuela médica determinada no debe ser impuesta por ley en desmedro de otras, porque el derecho de elección corresponde al público: los pacientes, que son los usuarios y consumidores. Por eso la Medicina es por naturaleza y debe ser una actividad estrictamente privada, y los servicios médicos deben ser separados del Estado, como los de las otras profesiones.

Es un principio general: si el Estado se entromete en una actividad privada cualquiera, es para imponer opiniones y reglas a sus protegidos, y a cambio conferirles ventajas frente a sus competidores. Así es en las cuatro actividades vistas hasta aquí --economía, prensa, educación y atención médica--; y la política no es una excepción. El intervencionismo estatal es un atentado contra la libertad: no debe ser.

5) ¿Qué es libertad política? Idéntico: separación de actividad ideológica, política y partidista respecto del Estado. No debe haber subsidios para los partidos, ni “Ley de Partidos Políticos” con exigencias de ninguna clase, porque el ejercicio político es una actividad privada. Si de un partido político no te gusta a ti su doctrina o su programa, sus líderes, sus propuestas o la forma de escoger sus autoridades o sus candidatos o lo que sea, entonces simplemente votas con los pies: te vas. O no entras. Y ya.

III. La separación de Iglesia y Estado bien entendida

¿Qué es libertad religiosa? Igualiiiito… Separación de Iglesia y Estado. No debe haber religión oficial. Ni subsidios ni prebendas o ayudas económicas o de otra clase para las iglesias, ni “Ley de iglesias” con requisitos y exigencias de ningún tipo, porque el culto a Dios es de Dios; no es del César. Frente a Dios es una actividad pública --o sea que no es en secreto-- pero frente al Estado es estrictamente privada.

Los liberales --cristianos o no, creyentes o no-- aplicamos aquí el mismo e idéntico principio liberal que hemos visto en las anteriores actividades privadas: si de una iglesia no te gusta a ti su doctrina, sus líderes, la forma de escoger sus autoridades o lo que sea te desagrade, entonces simplemente votas con los pies: te vas. O no ingresas. Y ya. Aunque desde luego debes aceptar el derecho que tienen a no admitirte, o a expulsarte (excomulgarte) si te han admitido; y si eres miembro debes aceptar su autoridad disciplinaria. Como en un club social o deportivo, una empresa, una asociación civil, un partido político o el Rotary Club. ¡Todas entidades privadas!

Hablando de deportes: hay que exigir la separación del deporte y el Estado. Basta de subsidios y de prebendas y privilegios exclusivos en beneficio de tales o cuales disciplinas, y en perjuicio de las demás. Basta de intromisiones estatales; en el fútbol especialmente. Hay que decirlo: el estatismo ha politizado el fútbol, y lo manipula con descaro para identificar al equipo de fútbol con la nación, la patria, el nacionalismo y el colectivismo. Y para la creación de una conciencia colectivista (consignas como “somos un equipo”, y que “todos juntos podemos” y que “tenemos que trabajar en equipo” y otras idioteces tribalistas que la gente se traga sin advertir, especialmente en países donde se ha hecho del fútbol la religión mayoritaria.

IV. La separación mal entendida

En EEUU el principio de separación establecido en la I Enmienda prohibe una iglesia oficial, como se usaba en Europa, en los países de mayoría católica y en los de mayoría protestante. Lo que prohibe la Enmienda es que con fondos públicos se sostenga o ayude a una iglesia unida al Estado o fomentada por el Estado. Ese es el postulado liberal. No debe existir una religión oficial, como tampoco una empresa petrolera (o de otra clase) oficial, bancos estatales, partidos estatales, institutos educativos oficiales y cosas así. A los liberales nos complace la coherencia.

No obstante lo anterior, ahora en EEUU la “política correcta” no quiere entender bien:
-- Ese postulado no prohibe que las iglesias privadamente y con sus propios fondos tengan propiedades o empresas, mantengan obras sociales y servicios médicos, o sostengan escuelas, liceos, universidades, editoriales y librerías, etc.
-- Mucho menos prohibe a las iglesias expresar sus opiniones en público sobre asuntos relativos a la vida nacional, u otra clase de temas de su interés o de pública relevancia.

En EEUU lo están entendiendo mal ahora; pero los latinoamericanos las entendimos mal desde el principio --tanto católicos como liberales-- desde la Independencia; y por esos malentendidos hicimos mal las cosas, como siempre. Y hasta corrió sangre, mucha, como en México.

-- Los católicos no entendieron ni aceptaron el principio de separación. Para ellos --al igual que para los protestantes del norte de Europa-- el Estado tenía la obligación de sostener a su iglesia y a su culto, con exclusión de los demás. Y defendieron por todos los medios su posición.
-- Los “liberales” separaron al Estado de la Iglesia, pero no de la educación, la economía, la prensa, la política, etc. Y siendo decididamente anticristianos, no era una separación “de” sino “contra” la Iglesia; actitudes típicas de muchos “liberales” hasta hoy.
-- Para aquellos implicaba la confiscación de las propiedades eclesiásticas, alegando que eran improductivas. Lo cual era verdad en muchos casos, pero eso no daba derecho a expropiarlas; y de hecho sus nuevos propietarios (los gobiernos “liberales” y sus amigotes y compadres) tampoco fueron muy productivos.
-- E implicaba que la Iglesia Católica no tenía el derecho a la propiedad de institutos educativos ni a educar. ¡Y tampoco a opinar!
-- Y el derecho de los gobiernos “liberales” a traer pastores y líderes evangélicos protestantes de Europa y EEUU, para enfrentarlos al catolicismo; ¡transplantaron iglesias enteras! Así entre nosotros el protestantismo comenzó su camino con un mal paso; y en esto no ha mejorado.

Esos malentendidos entre liberales y cristianos católicos se constituyeron en uno de los tantos factores que nos impidieron progresar. Y no se han superado, y han seguido y van a seguir como obstáculo al desarrollo y madurez de nuestros pueblos, si no los aclaramos y despejamos. Para colmo, a las viejas confusiones se han agregado otras nuevas: aborto, eutanasia, drogas, homosexualismo.

V. Pecados y delitos

Aclaremos primero la diferencia entre delitos y pecados. En otras palabras: entre derecho y moral... y religión. Porque las religiones, nos guste o no, son fuente de enseñanzas y mandatos éticos. Una fuente entre otras, porque también está la TV, las novelas y canciones populares, etc. etc. ¡Qué paquete!

La doctrina liberal en este punto no difiere en nada de la establecida por una consistente mayoría de tratadistas cristianos de todas las épocas, iglesias y denominaciones, antes y después de la Reforma, católicos y protestantes, tanto juristas como moralistas y escritores religiosos y políticos, desde Agustín de Hipona en el s. IV, pasando por Tomás de Aquino en s. XIII, hasta Monseñor Escrivá y Gary North. Esta doctrina es: no todo lo malo debe prohibirse, ni todo lo bueno debe ser obligatorio.

En otras palabras:
-- No todos los pecados (o inmoralidades, o conductas consideradas como tales) han de tipificarse como delitos, sino solamente algunos de ellos: los crímenes, que son aquellos abiertamente antisociales como homicidio, robo, fraude. No los demás, por diferentes razones. Como por ejemplo la infidelidad matrimonial, porque sería demasiado atiborrar los tribunales con este tipo de causas, muy delicadas y muy complicadas. O el suicidio (por razones obvias). O el licor, o el tabaco, para algunos; “peccata minuta”. O para otros, los malos pensamientos (¿Qué qué es eso? Vamos, Ud. me entiende…) ¿cómo incriminarlos?
-- Y tampoco todas las conductas morales (éticas, o consideradas como tales) deben ser mandatorias bajo pena de sanción por incumplimiento. Por diferentes razones. Aquí entra por ejemplo el deber de ser caritativos con los demás, o la obligación de ir a la iglesia los domingos... no son ni pueden ser judicialmente exigibles.

Hay una línea de separación. Es curiosa porque la diferencia no tiene nada que ver con la real o percibida gravedad del hecho: si Ud. le roba la mujer a su amigo (o el marido), y así le destroza su matrimonio, su familia y su hogar, la infidelidad es sólo un pecado (o inmoralidad) y no pasa nada; pero si le roba el celular o la blackberry, y así le deja de momento incomunicado, eso ya es un delito, y puede ir preso. Pero bueno, así es nuestra cultura, y todos lo aceptamos.

VI. Religiones populares, religión civil y religiones políticas

Muchas personas dicen “Yo no tengo religión”. Pero visten la camiseta de su club de fútbol, al cual “religiosamente” van a ver cada domingo. Allí en el estadio --que es su templo-- tienen su liturgia y su adoración; y en su cuarto el “santuario” privado con las sagradas imágenes de sus 11 futbolistas. ¡Su religión es el fútbol! O el rock, para los jóvenes adoradores de las bandas. O cualquier otro género musical. Para otros la religión es la política; y su dios es el Partido. Para otros más, su religión es “la ciencia” aunque de ciencia entienden tanto como de teología la mayor parte de los cristianos. Todas esas son religiones populares.

En 1762, el filósofo francés Juan-Jacobo Rousseau escribió su obra “El “Contrato Social”, un intento de poner en claro las premisas y fundamentos a la democracia, no del liberalismo, como muchos erróneamente creen. El libro termina con un furioso ataque a la religión cristiana, que su autor considera incompatible con la democracia que proponía: la democracia totalitaria. Y es verdad: esa democracia es inconciliable con el verdadero cristianismo (aunque no con muchas de sus deformaciones populares). Rousseau propuso erradicar esa religión y suplantarla por otra: la “religión civil”. Esa es la democracia sacralizada, el culto a la Razón y a la Democracia. Y a la Patria, la Nación y sus símbolos sagrados: bandera, escudo, himno, Constitución. Por ahí fue la Revolución Francesa, y terminó en la ciega adoración a los gobernantes, la santificación de sus políticas, ¡y horrendas carnicerías humanas!

En 1938, en Europa imperaba el socialismo en diferentes expresiones: comunismo, nazismo, fabianismo, laborismo y fascismo. En todas las naciones, socialistas de todos los colores organizaban cultos públicos y ceremonias colectivas de adoración a la Patria, a la Bandera, al Partido y su Gran Líder. Mientras tanto en EEUU prevalecía la versión americana del socialismo: el New Deal, igual pero con algo menos de fanfarria y faramalla. Ese mismo año en Alemania apareció un libro, prohibido de inmediato. Su título: “Religiones politicas”, así les llamó a las ideologías totalitarias su autor: Eric Voegelin. Al año siguiente estalló la Guerra Mundial (segunda, no menor a la primera en ferocidad), la más reciente de las guerras europeas de religión, esta vez entre cultores de distintas religiones políticas.

Hoy en día el estatismo es la religión política oficial, humanista, secular, laica y anticristiana. Como parte de su agenda de la “corrección política”, gobiernos y políticos estatistas imponen por diversos medios --algunos muy sutiles y otros no tanto-- una real y verdadera adoración y culto al Estado, el ídolo mayor de nuestra época; y poco a poco nos acostumbran a conferirle los atributos de Dios: todopoderoso, omnipresente y omnisciente, de cuya sabia Providencia todo debemos esperar con fe... los cuales pasan del Estado a gobernantes. Y asimismo pretenden conferirle al Gobierno ciertos rasgos propios de una Iglesia, como disciplinar toda la vida y conducta de los fieles conforme a su doctrina, en este caso la “política correcta”. ¿No es un atentado contra la libertad religiosa?

Fíjese en los impuestos para el Estado redistributivo. Habíamos quedado en que el deber de ser caritativos es puramente moral, como el de ir a la iglesia. Son deberes obligatorios sólo para quienes los reconocen como tales; pero no caen bajo la jurisdicción de los magistrados. Sin embargo ahora los legisladores consideran que la caridad mediante impuestos es un deber jurídico, y así lo exigen, y penalizan su evasión con severidad cada vez más extrema. Y fumar. En una época que (casi) todo lo perdona y recomienda perdonar, fumar es ahora un pecado imperdonable. Sin embargo ya no es pecado el homosexualismo; y el pecado es discriminar a los homosexuales: se llama “homofobia”, y es o va a ser severamente reprimido. Pero salvo unos liberales, nadie se queja de estas cosas; y de hecho muchas iglesias cristianas las aplauden. Lo que quiero que se vea es que los políticos del estatismo pretenden ahora dictarnos reglas de ética, y penalizarlas. Me pregunto ¿Con qué autoridad moral?

En estos tiempos los Gobiernos y políticos estatistas invitan y exigen a las iglesias a que sean muy indulgentes y laxas y tolerantes, y muchas lo aceptan, de buen grado o bajo presión de las circunstancias. Pero el Estado se hace cada vez más intolerante y rígido; quiere castigar con multas y cárceles, estigmas e inhabilitaciones lo que él define como pecados --como arrojar basuras en la calle p. ej., las cuales no quiere recoger-- y así convierte los pecados en delitos y viceversa, anulando en la práctica la línea demarcatoria sobre la cual se construyó la convivencia civilizada en Occidente.

VII. Aborto, eutanasia, drogas, homosexuales

Estos temas van siempre mezclados, entre sí y con el tópico de la separación de Iglesia y Estado, porque se los mete a los cinco en la misma bolsa; lo cual es una receta infalible para entender mal las cosas y confundir los conceptos. Son asuntos muy diferentes, y por eso el tratamiento que conviene es por partes, sin mezclar. La pregunta es entonces, ¿en cuál lado de la línea los ponemos? Le invito a considerar los cuatro tópicos sin tomar en cuenta lo que actualmente dicen los gobiernos al respecto. Sólo a la luz del principio establecido: no todo lo malo debe prohibirse, ni todo lo bueno debe ser obligatorio. Pero de modo coherente.

1) Aborto. Seamos coherentes: matar un inocente debe ser delito, y sobre todo si la víctima indefensa es un niño, no importa si ya nació o todavía no ha nacido. ¿Vio Ud. alguno de esos abortos filmados que difunden algunas iglesias? Pues no le sugiero que los vea; mire en cambio una intervención quirúrgica prenatal. Los videos se consiguen en las Facultades de Medicina. ¡Es algo fascinante! Los médicos operan al bebé en el vientre de su madre. Le pregunto: ¿no es un niño a quien operan? Pues si es un niño cuando le operan, también es un niño cuando le matan. ¿O no?

Y por favor no me venga con “los casos extremos”. No me ponga esos ejemplos sentimentales de “la pobre paralítica violada que además es deficiente mental…” porque las leyes se hacen para los casos comunes y corrientes, no para los extremos imaginarios que están muy lejos de ser frecuentes. Cuando se hacen para esos casos casi improbables, resultan malas leyes.

2) Eutanasia. Este caso es más difícil pero sólo porque lo disfrazan de suicidio. “Suicidio asistido” le dicen en los hospitales europeos cuando a una persona, anciana por lo común, le “medican” (drogan) y apremian con sentimientos de culpa --lavado cerebral-- para hacerle firmar un papel, y así liquidarle para que no ocasione más gastos. Muchas veces con presión de sus herederos, y del (in)seguro social. Esta es una entre otras de las muchas salvajadas propias de la medicina socializada. Pero como el aborto, estamos ante el asesinato de un inocente que por debilidad es incapaz de defenderse. Y conste que las leyes pro-eutanasia fueron dictadas alegando “los casos extremos”.

3) Drogas. Debería ser obvio que cruzamos la línea. Si un fulano o fulana se inyecta, inhala, traga o se introduce algo por el hueco de la nariz o de la oreja (u otro agujero) es algo malo, muy malo me parece; pero, ¿acaso la Prohibición detiene al consumidor? ¿Vale la pena seguir con esta inefectiva, fracasada, ridícula y costosa política de hacer delitos de estos pecados? Y cuál es la diferencia entre meterse vodka, tabaco, marihuana, cocaína, heroína o efedrina? Pues entonces, ¿cuál es la diferencia entre vender una cosa o la otra? Por favor: seamos coherentes.

4) Homosexualismo. Estamos de este lado de la línea: no debería ser penalizado como delito. Pero seamos coherentes con lo dicho sobre igualdad de derechos: tampoco debería recibir privilegios especiales. ¿Y qué otra cosa son los “derechos de los homosexuales”? ¿Y por qué no “derechos de los pelirrojos”? ¿O los “derechos de los que miden menos de 1.50 de estatura”? En materia sexual vale la misma regla: neutralidad. No en contra. Pero tampoco a favor. Su conducta no debería ser modelizada como ejemplar.

Los liberales tenemos que ser coherentes (¡alguien tiene que serlo en la Era de la incoherencia!) Y recordar las sabias enseñanzas del Profesor Hayek sobre los derechos: las leyes deben ser generales, sin discriminar, es la única manera de hacerlas iguales para todos. Los derechos que son exclusivos para personas que pertenecen a determinadas clases, géneros, categorías, razas, naciones, religiones, empresas, oficios o profesiones, no son derechos sino privilegios. Y las leyes dirigidas a esas particulares categorías de personas no son leyes sino estatutos u ordenanzas. Al decretar y fijar minuciosamente los derechos y obligaciones de ciertas y determinadas clases de gente, este tipo de “leyes” discriminatorias son muy malas porque no dejan espacio a los contratos; es decir: a la libertad de las personas de arreglar libremente sus conductas de modo voluntario, sin intromisión del Gobierno.

Y una de las enseñanzas liberales que vale recordar en este caso, es que el matrimonio, por su naturaleza, es básicamente un contrato. Hoy en día no es así, porque los gobiernos pretenden regularlo --como todo-- y para ese fin decretan toneladas de minuciosos estatutos sobre las condiciones, conductas, derechos y obligaciones, etc. etc. Pero si aceptamos que el matrimonio es un contrato, pues entonces cada quien lo celebra (o lo rescinde) como bien (o mal) lo decide. Y si algunos o algunas del mismo sexo quieren casarse, pues que hagan su contrato si quieren; nadie debiera impedirlo. Pero lo que ellos o ellas no debieran, es reclamar privilegios legales.

¿Y qué sobre adopción por parejas homosexuales? Veamos. Las leyes de antes no permitían a los niños muchas cosas, como comprar o vender propiedades, tomarlas o darles en alquiler, etc. Se entendían estas prohibiciones legales como una protección de la infancia. Hoy en día el paternalismo estatal no las ha disminuido: las ha aumentado, mediante ordenanzas tituladas “derechos de las niñas, niños, adolescentes y adolescentas” o algo así, que les dan a los gobiernos derechos sobre los niños que les quitan a sus padres. Y la “política correcta” tiene una feroz campaña contra algo que no se sabe si es la pornografía infantil o es Internet. Pero en medio de estas histéricas cruzadas para “proteger” a los niños… ¡se quiere permitir y fomentar su entrega en adopción a parejas de homosexuales y lesbianas! ¿Qué es esto? ¿Incoherencia? ¿O hipocresía? La política correcta está lleno de incoherencias. Y de hipocresías.

¿Y la discriminación contra los homosexuales? Las leyes no deben discriminar; pero las personas discriminamos todo el tiempo, y tenemos derecho. Los homosexuales p. ej. nos discriminan a los “homofóbicos”: las personas con puntos de vista como los expuestos en este ensayo. Un homosexual no querría que yo fuese el maestro de sus hijos. Está en su derecho. Como yo estoy en mi derecho si no quiero que él lo sea de mis hijos. ¿Se entendió por qué la educación debe ser privada (como el matrimonio y el divorcio, y en general las relaciones familiares)?

¿Se entendió que la mayor parte de los problemas de la sociedad lo son del estatismo, y de sus instituciones colectivistas y dirigistas: educación pública, economía planificada, religiones oficiales, reglamentación estatal de las actividades privadas, medicina socializada, (in)seguro social, estatización de la familia, etc?
Espero que sí. Muchas gracias.
Alberto Mansueti
en http://www.odlv.org/articulo.php?id=158?