Un argumento paralelo puede ser esbozado en relación a la salud. Los pobres enfrentan riesgos sanitarios mucho más altos, y la ausencia de instalaciones sanitarias provoca miseria indescriptible, sufrimiento y muerte prematura — a un costo dolorosamente alto para los individuos al igual que para la sociedad como un todo.
De nuevo es ampliamente aceptado que el Estado tiene la responsabilidad de garantizar servicios de salud básicos para todos, y nuevamente los políticos de mentalidad socialista y los burócratas interesados en sí mismos han utilizado esto como pretexto para crear una inmensa y a menudo centralizada burocracia de salud. Por lo tanto, en muchos países en desarrollo el Estado se ha comprometido a brindar acceso gratuito y universal a los servicios de salud, y en prácticamente todos ellos la calidad del servicio es bastante baja.
Al igual que con la educación, este fracaso enorme (pero predecible) ha engendrado un mercado creciente de servicios de salud privados que atiende a todos aquellos que de alguna forma pueden pagarlo. Los pobres también se ven forzados a gastar mucho en el mercado de salud privado, ya que los servicios estatales supuestamente gratuitos no existen, no sirven, o son accesibles únicamente mediante el pago de un soborno considerable. Al igual que con la educación, existe un amplio ámbito para explorar instrumentos diferentes que el Estado podría usar para garantizarles atención médica a los pobres: bonos de salud, apoyo a esquemas básicos de seguros médicos privados, o, por lo menos, descentralización de responsabilidades — ¡y de presupuesto! — hacia los gobiernos locales.
Desafortunadamente, las reformas liberales en los sistemas educativos y de salud son pocas y dispersas. La razón de esto no es que las reformas sean poco realistas, sino que existen pequeños pero poderosos intereses creados contra éstas: la burocracia central que tendría que reducirse o desaparecer, pero también los políticos que usan el sistema para ganar votos. Ellos atacan cualquier propuesta de reforma al generar temor de que el cambio representará costos más altos para los pobres, y hasta ahora su cortina de humo emocional no ha sido penetrada efectivamente por el faro de la racionalidad
liberal.
por Otto Graf Lambsdorff
ex ministro de Economía de Alemania y presidente de la Junta Directiva de la Fundación Friedrich Nauman
ex ministro de Economía de Alemania y presidente de la Junta Directiva de la Fundación Friedrich Nauman
en http://www.hacer.org/pdf/Graf1.pdf
No hay comentarios:
Publicar un comentario