miércoles, 3 de agosto de 2011

Bastiat: Paladín de la libertad económica

La defensa de la libertad económica nunca fue una tarea sencilla. Adam Smith expresó su propio pesimismo sobre ese problema en «La riqueza de las naciones». Tras exponer su enérgica crítica al mercantilismo -- el sistema de regulación y planificación gubernamental característico del siglo XVIII --, sugirió que la instalación del comercio libre en Gran Bretaña era algo tan poco probable como la concreción de una utopía. 

Smith sostenía que dos factores hacían poco prometedor el éxito de la libertad económica. "No sólo los prejuicios del público", mantenía Smith, "lo que resulta mucho más difícil es conquistar los intereses privados de muchos individuos, que se oponen inexorablemente". Al referirse a los prejuicios del público, Smith aludía a la aparente dificultad de muchas personas comunes para guiarse por los argumentos abstractos y complejos de los teóricos económicos que demuestran los efectos superiores del libre comercio, comparados con las distintas formas de intervención y control gubernamental. Y al referirse al interés privado de muchos individuos, Smith tenía en mente una gran variedad de grupos con intereses especiales que se benefician y, por lo tanto, siempre intentarán ejercer grandes presiones para mantener las regulaciones del gobierno que limitan o impiden la libre competencia. Smith temía que la combinación de esos dos factores impediría de manera permanente que la lógica de una economía libre ganara terreno en los ámbitos de las ideas y de la política. 

En el siglo XIX, sin embargo, hubo un defensor de la libertad que se destacó en el arte de hacer entendibles para el hombre común las complejidades del razonamiento económico: Frédéric Bastiat, el economista francés liberal clásico. Más de un historiador del pensamiento económico destacó la habilidad especial de Bastiat para debilitar los argumentos a favor del proteccionismo, del socialismo y del intervencionismo. 

Sir Alexander Gray, por ejemplo, dijo que "nadie hizo lucir tan extremadamente ridículos los argumentos de sus antagonistas como Bastiat. Todavía hoy resulta placentero leer sus obras más efímeras, por su ingenio, su despiadada mordacidad y la astucia con la que arremete contra sus oponentes." Lewis Haney hizo referencia al "estilo agradable y luminoso de Bastiat" y a su "brillante manera" de apelar a las masas "con fábulas e ironías". 

Eduard Heimann, un crítico de la economía de mercado, lo describió como "un brillante escritor, que logró fama mundial con la parábola del fabricante de velas, en la cual, debido a la competencia desleal que ejerce el sol, el fabricante de velas solicitaba protección con el propósito de que toda la comunidad se enriqueciera con esa industria". Charles Gide y Charles Rist señalaron que si bien "los proteccionistas modernos ya no hablan de 'la inundación de un país' o de la 'invasión de bienes externos'... pocas veces recordamos que todo esto es gracias a los pequeños, pero admirables, panfletos que escribió Bastiat. [...] Nadie demostró con más mordacidad lo ridículo e inconsistente de hacer túneles en las montañas que dividen a los países, con el objeto de facilitar el intercambio, y al mismo tiempo poner trabas aduaneras a cada extremo de esos túneles". E incluso en su propio tiempo, cuando la pluma de Bastiat se agitaba con agudeza contra las ideas proteccionistas y colectivistas de su época, William Scott destacó que el liberal francés tenía una actitud tranquila y elegante, y pese a ser incisivo en sus críticas, mostraba aprecio por aquello que movilizaba a sus adversarios. Reconocía en ellos el deseo de promover el bienestar de la sociedad, pero deseaba simplemente mostrarles que estaban en el camino equivocado, y de ser posible, guiarlos por el camino correcto. 

En virtud de esas cualidades, Joseph A. Schumpeter lo llamó "el periodista económico más brillante que haya vivido jamás". Y Ludwig von Mises lo denominó "un estilista brillante, cuyos escritos brindan un placer muy genuino... Su crítica a todo tipo de proteccionismo y otras tendencias relacionadas es, todavía hoy, inmejorable. Los proteccionistas e intervencionistas no han podido esbozar ni una sola palabra como réplica objetiva y pertinente". 

Otros autores moldearon algunas de sus obras bajo su influencia. A comienzos del siglo XX, el economista francés defensor del mercado libre Yves Guyot dijo que su pequeño libro, Prejuicios Económicos, seguía las huellas de Bastiat, con el propósito de "exponer verdades de un modo práctico y adecuado, fácil de recordar, de criticar errores a través de constataciones que cualquiera pueda practicar", como Bastiat había hecho medio siglo antes. Y por supuesto la adaptación más famosa e influyente del método y abordaje de Bastiat en el siglo XX fue Economía en una lección, de Henry Hazlitt, en donde el autor declara: "La presente obra puede, de hecho, considerarse como una modernización, ampliación o generalización del enfoque que se encuentra en el panfleto de Bastiat conocido como Lo que se ve y lo que no se ve". 

HUERFANO A LOS NUEVE AÑOS. El bicentenario del nacimiento de Bastiat constituye un momento propicio para valorar su defensa de la libertad económica y el valor de la perdurabilidad de esa libertad. Claude Frédéric Bastiat nació el 30 de junio de 1801, en Bayonne, Francia. Era hijo de un prominente comerciante. Su madre murió cuando él tenía siete años y su padre, dos años más tarde, cuando Frédéric apenas alcanzaba los nueve. Lo crió una tía que se encargó también de que asistiera al College of Sorèze, a los 14 años. Pero a los 17 abandonó antes de graduarse e ingresó a la empresa comercial de su tío en Bayonne. Poco tiempo después se topó con las obra del economista francés de la corriente liberal clásica Jean-Baptiste Say, que le transformaron la vida y su manera de pensar. Se embarcó en un serio estudio de economía política y pronto descubrió las obras de muchos otros escritores de esa corriente de Francia y de Gran Bretaña. 

En 1825 heredó de su abuelo una modesta propiedad en Mugron y permaneció ahí hasta 1846, cuando se mudó a París. Durante esos 20 años, Bastiat dedicó casi todo su tiempo a absorber una vasta cantidad de literatura sobre una gran variedad de temas, intercambiando libros e ideas con su amigo Félix Coudroy. Coudroy tenía una tendencia socialista y Bastiat comenzó a refinar su destreza en la escritura y en el pensamiento, formulando los argumentos que finalmente hicieron que su amigo se volcara hacia una filosofía de libertad. 

A finales de 1820 y durante la década entre 1830 y 1840, Bastiat escribió monografías y ensayos sobre diversos temas económicos. Pero su reputación como escritor comenzó en 1844, tras publicar primero un extenso artículo en defensa del libre comercio y después una monografía sobre Cobden y la Liga: El movimiento inglés a favor del comercio libre. Mientras escribía estas obras, Bastiat comenzó a intercambiar correspondencia con Richard Cobden, uno de los principales dirigentes de la Liga británica contra la ley de aranceles a los granos, la asociación que luchaba para revocar todas las barreras arancelarias al comercio libre. Los dos defensores de la libertad económica se hicieron grandes amigos, y se apoyaron mutuamente en la causa por la libertad. 

El éxito de estos escritos y la inspiración que constituyó el éxito de Cobden tras las actividades a favor del comercio libre que condujeron al final del proteccionismo en la agricultura en Gran Bretaña en 1846, hicieron que Bastiat se mudara a París con el objeto de crear una asociación francesa a favor del libre comercio y de lanzar Le Libre Échange, un periódico dedicado a esa causa. Durante dos años, Bastiat trabajó para organizar y fomentar el libre comercio. Al principio, logró atraer a diversas personas del comercio y de la industria que apoyaron sus actividades. Éstas incluían los discursos, el diseño de la legislación para revocar las leyes proteccionistas francesas y la confección de escritos para modificar la opinión pública. Pero fue en vano. Había muchos intereses creados de aquellos que se beneficiaban con los privilegios y favores que recibían del gobierno, y Bastiat no logró despertar un interés sostenido por su causa en la opinión pública. Daba la impresión, de que al menos en Francia, lamentablemente, Adam Smith no se hubiera equivocado respecto a los prejuicios del público y al poder de los intereses de algunos individuos. 

BASTIAT INGRESA EN LA LEGISLATURA. Después de la revolución de febrero de 1848, Bastiat empezó su carrera en política, siendo primero miembro de la Asamblea Constituyente de Francia y después de la Asamblea Legislativa. Tras dedicar la mayoría de sus escritos a demostrar las falacias de los argumentos a favor del proteccionismo, Bastiat volcó su atención hacia un nuevo enemigo de la libertad económica: el socialismo. En la Asamblea Legislativa pronunció enérgicos discursos contra programas de obras públicas, esquemas de garantía de empleo nacional, propuestas de redistribución de riquezas, nacionalización de la industria, y argumentos para la expansión de controles burocráticos sobre la vida social y económica. Pero debido al deterioro de su salud a causa de una tuberculosis que le debilitó la voz, se volcó hacia la palabra escrita y produjo una gran cantidad de ensayos que detallaban lo absurdo de los argumentos de los socialistas. 

Bastiat asistió por última vez a la Asamblea en febrero de 1850. En la primavera de ese año su salud se había deteriorado de modo tal que tuvo que abandonar sus responsabilidades legislativas y retirarse por el verano a los Pirineos, en el sur de Francia. Regresó a París en septiembre y, antes de viajar a Italia en busca de una cura para la tuberculosos, visitó a sus amigos en la lucha por el libre comercio. Murió en Roma el 24 de diciembre de 1850, a los 49 años. 

El legado intelectual de la lucha de Frédéric Bastiat por la libertad económica se encuentra en tres volúmenes. Dos de ellos son recopilaciones de sus ensayos y artículos más mordaces, ingeniosos y perspicaces, y se encuentran en inglés con los títulos Economic Sophisms y Selected Essays on Political Economy (Sofismas económicos y Ensayos Selectos sobre economía política). Durante los últimos años de vida, Bastiat dedicó parte de su tiempo a una obra abarcativa sobre filosofía social y principios económicos, publicada como Economic Harmonies (Armonías económicas). 

Como destacó Henry Hazlitt acertadamente, la idea central de la mayoría de los escritos de Bastiat se encuentra en su ensayo Lo que se ve y lo que no se ve, que fue lo último que escribió antes de su muerte en 1850. En ese ensayo, Bastiat señala que los efectos inmediatos de toda acción o política son con frecuencia muy distintos a las consecuencias a largo plazo, y que estas consecuencias más remotas pueden ser, de hecho, opuestas a lo que uno originalmente buscaba o había planeado. 

Bastiat aplicó el principio de lo que se ve y lo que no se ve a los impuestos y a los puestos gubernamentales. Cuando un gobierno fija impuestos, lo que se ve es una cantidad de trabajadores empleados y el resultado de su trabajo: una ruta, un puente o un canal. Lo que no se ve son todas las otras cosas que podrían haberse producido con el dinero que se destinó a impuestos si no se lo hubieran quitado a los individuos del sector privado y si los recursos y las personas empleadas por el gobierno hubieran podido servir a los deseos de esos ciudadanos privados. El Gobierno, según explicaba Bastiat, no produce nada propio que no sea mediante los recursos y la mano de obra que desvía de los usos privados. 

Esta percepción simple pero profundamente importante es el arma teórica mediante la cual Bastiat demuestra los errores y las contradicciones de las ideas tanto de los proteccionistas como de los socialistas. Así, en sus ensayos Abundancia y escasez, Obstáculo y causa, y Esfuerzo y resultado, Bastiat demuestra que las trabas y prohibiciones a la libertad de comercio conducen sólo a la pobreza. 

TANTO CONSUMIDORES COMO PRODUCTORES. Bastiat señala que todos somos consumidores y productores. Para consumir un bien debemos hacerlo nosotros mismos o hacer algún otro bien que creemos que otra persona va a intercambiar por el bien que deseamos. Como consumidores deseamos la mayor cantidad de bienes al menor precio posible. Pero como productores queremos que haya cierta escasez de los bienes que ponemos en el mercado. Cuando se abre la competencia, que implica que todos los intercambios son voluntarios, el único modo de "capturar" clientes y ganar una entrada que nos permita, a su vez, ser consumidores es ofrecer mejores bienes, en mayor cantidad y más baratos que nuestros competidores. El método alternativo, advierte Bastiat, consiste en acudir al gobierno, como productores, para obtener de nuestros vecinos lo que no logramos obtener a través del comercio pacífico, no violento en el mercado. 

He aquí la famosa distinción de Bastiat entre el saqueo legal y el ilegal. El propósito del gobierno, dice, es precisamente garantizar los derechos del individuo a la vida, a la libertad y a la propiedad. Sin esa garantía los hombres se verán reducidos a una vida primitiva signada por el miedo y la necesidad de autodefensa, en la que cada vecino será un potencial enemigo listo para saquear lo que otro ha producido. Si un gobierno se limita estrictamente a proteger los derechos de los hombres, la paz prevalecerá y los hombres podrán trabajar para mejorar sus vidas, asociándose con sus vecinos en la división del trabajo y en el intercambio. 

Pero el gobierno también puede volverse en contra de aquellos a quienes se supone debería proteger en su propiedad. Puede surgir un saqueo legal en el que los poderes del gobierno son utilizados por varios individuos o grupos para impedir que los rivales compitan, con el objeto de restringir oportunidades de intercambio local o extranjero entre otros consumidores de la sociedad, y en consiguiente, robar la riqueza de los otros. Este, argumenta Bastiat, es el origen y la base del proteccionismo, la regulación y los impuestos redistributivos. 

Pero las consecuencias del saqueo legal no se limitan sólo a la legitimación del robo y a un desmoronamiento de la moral mediante el desdibujamiento de la distinción entre el bien y el mal -- pese al peligro y a la importancia crucial que esto signifique para una estabilidad y un bienestar de la sociedad a largo plazo --. Tales políticas reducen, necesariamente, la prosperidad de la sociedad. 

Todas las protecciones al comercio, todas las restricciones regulatorias locales, todas las leyes de impuestos redistributivos por encima del mínimo indispensable para asegurar una protección ecuánime de los derechos de todos los individuos, insiste Bastiat, reducen la producción y la competencia de la sociedad. La escasez reemplaza a la abundancia. Limitar la competencia reduce la oferta de bienes disponibles a todos los miembros de la sociedad. La imposición de barreras proteccionistas sobre el comercio exterior o regulaciones locales en la producción disminuye la disposición general de bienes y los hace más costosos. Toda la sociedad, a largo plazo se ve empobrecida. Y en esta línea argumental Bastiat llega a su famosa conclusión de que el estado es esa gran ficción a través de la cual todos tratan de vivir a costillas de los demás. 

¿Tienen que vivir así los hombres? El saqueo ilegal y el saqueo legal, ¿son la única forma de existencia social? La respuesta de Bastiat es "no". En Armonías Económicas, intentó explicar la naturaleza y la lógica de un sistema de asociación humana pacífica a través de la producción y el comercio. Los historiadores del pensamiento económico y otros críticos de Bastiat dijeron que esta obra demuestra que, pese a sus brillante talentos periodísticos, no logró ser un teórico de la economía serio. Se refieren a su utilización de una forma de la teoría del valor del trabajo o a su deficiente teoría de ahorros, capital e interés. 

Pero más allá de estos errores y limitaciones hay un aspecto de Armonías económicas que todavía lo hacen perspicaz. Armonías económicas intenta ofrecer una visión a gran escala de las relaciones causales entre el trabajo, la división del trabajo, el intercambio voluntario y el mejoramiento mutuo de la situación de los hombres, así como la importancia de la propiedad privada, la libertad individual, y el libre comercio a nivel local e internacional. En la libertad radica la armonía social dado que cada persona ve a su vecino no como su enemigo sino como su compañero en el proceso en marcha del mejoramiento humano. Cuando las relaciones se basan en el consentimiento y en el acuerdo mutuo, no puede haber saqueo, sólo una prosperidad asegurada, cuando todos trabajan para intercambiar con sus vecinos y obtener todas los bienes necesarios para mejorar su vida y la de todos. 

Si uno se limita al observar el período durante el cual Bastiat dedicó todos sus esfuerzos a luchar por la libertad y el libre comercio, la conclusión parecería ser que su vida terminó en un fracaso. Durante su vida y luego de su muerte, Francia permaneció bajo el poder del espíritu proteccionista e intervencionista, y nunca logró el grado de libertad económica del que gozaba Gran Bretaña a lo largo de la segunda mitad de siglo XIX. 

Sin embargo, la vida de Bastiat debería verse como un éxito glorioso. Pasados 150 años de su muerte, cada nueva generación de defensores de la libertad económica se inspiró en sus escritos. Sus fábulas y ensayos resultan tan actuales como si hubieran sido escritas ayer, porque apela a la naturaleza subyacente de la asociación humana y a los peligros de la invasión política al orden social y del mercado. 

por Richard M. Ebeling, titular de la cátedra Ludwig von Mises en el Hillsdale College, Michigan, y Vicepresidente de Asuntos Académicos en The Future of Freedom Foundation. Este artículo fue originalmente publicado en la revista Ideas on Liberty. Permiso para traducir y publicar otorgado por The Foundation for Economic Educationa la Fundación Atlas para una Sociedad Libre.
Traducción de Mariana Pacheco en http://www.fff.org/spanish/sp1201a.asp

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